Mnstrscp2018 – fin R7 : entrevista a los escritores
Publicamos la última de las entrevista de ultratumba.
A nuestros concursantes con alias de escritor Angeito y Diablote básicamente les han preguntado qué opinan del Monstruscopio,si es un concurso divertido, estresante, etc etc, en fin, cómo lo han vivido ellos. Esto nos cuentan
Virginia Wolf – CRISIS DE IDENTIDAD
Os escribo desde el frenopático de Les Corts, con la camisa de fuerza puesta que deja libre los dedos del pie derecho. La nota espero que os llegue, aunque se entienda mal. Han sido unas semanas de angustia, en casa me hacía llamar Virgi y mi familia al principio se lo tomaba a risa, pero cuando me puse una peluca con moño y ropaje de mujer con encajes, empezaron a mirarme mal. Me he tirado al fontanero y mi mujer me ha pillado con el cartero en la mesa de la cocina, por no llamar dos veces. Gritaba por el pasillo mi amor por Allan Poe o por Tolstoi mientras ejecutaba un vals imaginario, girando sin parar. Los baños de agua fría y las descargas me gustan, cada día estoy más histérica y solo pienso en el próximo año, espero que siga siendo quien soy, Virginia Wolf.
TOLSTOI
Lo primero que hice al saber que era Tolstoi fue ponerme a leer las mil doscientas páginas de «Guerra y paz» para meterme en el personaje. Cuando llevaba doscientas, me di cuenta de que sería más rápido aprender ruso que terminar el libro. Al final, cambié de planes, bajé al supermercado y compré una ración de ensaladilla rusa. Ha sido suficiente. El seudónimo me ha ayudado mucho: oculto tras la careta del bueno de León he perpetrado al menos un asesinato en cada ronda, lo cual no suelo hacer todos los días. Se agradece que el tono del Monstruoscopio sea desenfadado, aunque los que escribimos solemos tomarnos muy en serio a nosotros mismos (¡sobre todo si hay votaciones y ganadores!). Una petición: el año que viene me gustaría ser pintor o director de cine: con estas barbas y estas greñas, mi vida sexual ha sido un desastre durante el concurso.
SHAKEASPEARE
Sabemos bien lo que somos, pero nunca tenemos una idea clara de en qué podemos convertirnos. Lo intenté. Yo, William Shakespeare, el bardo, conocido y reconocido como uno de los grandes, tuve la debilidad de experimentar la suprema alegría que siente un enteciano al ganarse un pequeño espacio en el libro anual por esfuerzo propio. Y no fue posible, porque un malvado voto popular prefirió la voz de una cabaretera de la familia Houston a la prosa templada de mi pluma. Aprendí bien la lección. Y juro no volver a intentarlo, y aceptar la mediocridad de mi verbo, reafirmandome en aquellas palabras que expresé hace siglos en las que aseguraba que «es mejor ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras».
EDGAR ALLAN POE