53. Negligencia parental (Rosy Val)
Se palpaba la alta temperatura, nada más entrar. En esa casa todo estaba encendido, menos la chimenea, y aunque la discusión se mantuvo calentita toda la tarde, no fue hasta entrada la noche cuando las palabras crepitaron en la boca de la madre. En los ojos del padre se atizaba una mirada candente. Después llegaron los insultos y el lanzamiento de cosas —como el vaso de tinto que él esquivó y fue a estrellarse contra la pantalla del televisor—. Los dos hermanos, rendidos ante la contienda, se acostaron juntos, con miedo y sin cenar, sin entender cómo les habían concedido la custodia, otra vez. Al día siguiente el odio se iniciaba en la cocina. Por temor a sufrir quemaduras de primer grado, cogieron sus mochilas —que aún permanecían en la entrada— y huyeron en silencio. En la calle, Daniel le enseñaba a su hermana un mechero. Le explicaba que si lo encendían dentro de una gasolinera, fijo les llevaban de nuevo al centro de menores.
Mejor el centro de menores que ese hogar incendiario que huele a chamusquina. Buena propuesta roja, amiga.
¡Ya te digo! Gracias por leerme, por comentar. Un besote, Paloma.
Me remueve historias prehistóricas almacenadas en el saco profesional. Me lo creo.
Me gusta mucho el relato. Me encanta el final.
Y a mí me gusta tu comentario.
¡Gracias!
Qué historia más dura nos cuentas Rosy, pero que bien contada!! Cuántos niños desamparados y sin nadie que los proteja!!
Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Querida Nani, a un niño se le pueden negar muchas cosas, el cariño de unos padres, jamás.
Gracias, una vez más, por tu generosidad.
Un abrazo grande.
Por desgracia, hay padres así y víctimas inocentes que pagan las consecuencias. Algunas personas no tienen remedio, solo es cuestión de tiempo que estallen y se produzca una desgracia, al tiempo que fomentan que sus hijos también puedan cometerlas. Cuando el tronco de un árbol se echa a perder las ramas pequeñas no tardan en hacerlo también.
Un relato tristemente posible, con las peores llamas amenazando con incendiarlo todo.
Un abrazo, Rssy, suerte.
Ángel, es una suerte para los entecianos tenerte y disfrutar con tus comentarios. Gracias de nuevo por tu fidelidad y tu saber hacer.
Un abrazo enorme.
Rosy, al final sueltas una sonrisa lastimera, pobres los hijos de esa familia.
La familia modélica es una utopía, casi siempre.
Suerte
Manuela Balastegui.
Sonrisas mil
A lo chicos de mi relato les han tocado unos padres «muy especiales», ¡pobres!
Muchas gracias por tu visita.
Un abrazo.
Una pena de familia. Lástima que unos hijos prefieran vivir en un centro oficial que en su propia casa.
Un relato duro, por su cercanía con la realidad. Y, como siempre, muy bien contado.
Un besote para ti, Rosy!!
Gracias, Amparo, me lees con buenos ojos…
Otro pata ti, MÁS grande.
En un hogar violento se aprenden conductas violentas: pegar fuego a una gasolinera, con el fin que sea, no parece el camino adecuado. ¿Qué harán cada vez que las cosas no les gusten? Miedo me da. Y sí, estamos de acuerdo en que estar en esa casa …
Da que pensar, la verdad
Yo espero que tan solo sea una estrategia… Lo de encender el mechero quizá sea solo para llamar la atención… y suficiente para que les admitan de nuevo en su antiguo hogar. Es evidente que lo prefieren a vivir con una pareja tan problemática.
Muchas gracias por tus palabras, Luisa.
Nos vemos en Comillas, será un placer conocerte…
Un abrazo.
Ja, ja, ja… no entiendo lo de anónimo
Hay hogares que son verdaderos polvorines y los niños sufren los efectos colaterales de esas conductas violentas de sus padres biológicos o adoptivos. Algunos no se merecen llamarse padres y lo peor es que el ejemplo que dan marca a los niños para siempre. Prefieren que los lleven al centro de menores que vivir en familia.
Buen relato, Rosy. Te deseo mucha suerte.
Muchas gracias Pilar, por tu lectura y comentario.
Un abrazo enorme.