23. NI UN PASO ATRÁS (Ángel Saiz Mora)
Muchos hubiesen abandonado, pero mi padre volvía a estar allí después de meses de intentos, domingo tras domingo. Sobre el sillín, advirtió a gritos a aquella condenada cuesta arriba que no iba a entregarse sin lucha.
Tomó impulso hasta que el desnivel se hizo inhumano. La cadena de la bicicleta respondía con secos chasquidos metálicos a las órdenes de sus dedos. La marcha más baja y el piñón más grande quedaron ajustados en lo más escarpado del repecho.
La imagen de sus amigos aún en la cama irrumpió para golpearle, unida a la tentación de rendirse.
Cuando las piernas flaquearon por el esfuerzo, la sangre comenzó a acumularse en ellas para reforzarlas, al tiempo que abandonaba su cerebro. Pese a que, de nuevo, todo se puso blanco, en esta ocasión pudo coronar la cima sin desmayarse.
Bolígrafos, lapiceros y rotuladores fosforescentes aguardan alineados junto a un calendario con los objetivos. El lema paterno que, como un mantra, he enmarcado en la pared: “No hay nada más incorrecto que poner pie en tierra”, se alza sobre la imponente montaña de apuntes, leyes y reglamentos por asimilar.
¡Esta vez aprobaré la oposición! Por mí, por él.