52. ¿Nos conocemos? (Rosy Val)
Conseguir su sueño y con él su felicidad tenía un precio, y con esa seguridad que proporciona el dinero le entregó al especialista varias fotografías informándole tajante, qué quería y cómo lo quería.
Tras seis meses de reformas concluyó la obra. Admiraba sus ojos, ahora verdes, dominando en esa explanada, tersa y ausente ya de bolsas, zanjas y patas de ave. Y donde antes había una napia aquilina oteando permanentemente sus pies, hoy asomaba una naricilla respingona protegida por un vigoroso pómulo a cada lado. Qué decir de esos rollizos labios y ese mentón fino y altivo, compañero otrora de una extinta papada, coronando su rostro. Se centró después en dos parejas. Por un lado la del frente, desafiante, generosa, lozana y sin miedo a la gravedad. Y por otro, la de la retaguardia, descollando rumbosa, firme y dura, tal y como lucía su actriz favorita en las fotografías que entregó a ese reputado mago del bisturí.
No sabe cuánto tiempo permaneció así, contemplándose extasiada, cuando inexplicable y repentinamente se liberó de su embeleso y dirigiéndose a la imagen que reflejaba el espejo se le encaró malhumorada…
«¡Y tú quién coño eres!»
Dicen que, con el tiempo, tenemos el rostro que nosotros mismos hemos ido construyendo a base de vivencias, en unión con el inevitable desgaste de los años. Cada pliegue tiene algo que contar. La técnica y el dinero, como muy bien explicas, pueden proporcionar una apariencia idílica, próxima a la perfección, pero es lógico también que el propio afectado o afectada no se reconozca, de ahí su enfado y frustración. Nunca estamos conformes del todo con nada, somos así.
Un relato lleno de trabajadas descripciones, una buena historia con un mensaje que se lee muy bien, el de que la capa externa puede modificarse, pero no elimina la esencia que, machacona, sigue ahí.
Un abrazo y suerte, Rosy
Hola, Ángel, es verdad que esta vez el guion sí que me exigía un exceso de adjetivos. Gracias por tu excelente comentario, comentario que nos haces añorar en cada relato.
Un abrazo grandote.
Muy bueno y divertido.Eso es la identidad reconocerte en el espejo cada mañana.
Saludos
Angel José, me alegra que te hayas divertido leyéndolo, porque yo también lo he hecho mientras lo escribía.
Agradecida por tus palabras.
Un saludo
Muy bien descrita la transformación física de la protagonista. Su ideal de belleza se manifiesta, al fin, ante el espejo. Lo que no tenía calculado es la pérdida de identidad.
Un relato muy bien escrito que invita a la reflexión, Rosy.
Besos y suerte.
En efecto, no sé si les pasará a much@s pero perder la identidad por conseguir la belleza en tu cara y la perfección en tu cuerpo, opino que es arriesgar demasiado.
Gracias, Carmen, por tu visita.
Un besote grande.
Me ha gustado mucho Rosy. Ese final es excelente y el que le pone la guinda a tu relato. Como te comenta Ángel, nunca estamos contentos con nada. Excelente. Mucha suerte bonit.
Besicos muchos.
Muchas gracias por tu comentario, Nani.
Un abrazo enorme.
Un relato donde se manejan muy bien los tempos y las descripciones, que cierra con un brochazo aparentemente irónico, pero a la par bastante impactante. ¿Qué puede haber peor que no reconocernos en el espejo cuando nos miramos?
Un abrazo y mucha suerte, Rosy!