08. Nunca se van
Nuestro tío Andrés fruncía mucho el ceño, como si estuviera enfadado con el mundo por no ofrecerle la imagen que, como profesional que era, el objetivo de su cámara se merecía captar.
Durante los veranos en el pueblo, nos sorprendía a mi hermana y a mí en ropa interior o con la braguita del bañador a medio poner. Entonces, escuchábamos el chasquido del flash de su cámara, seguido de una respiración acelerada.
Nuestras caras, congeladas por la sorpresa y el miedo, contrastaban con el calor de la vergüenza de nuestros cuerpos, aún a medio formar.
Todavía siento esa vergüenza cuando me reencuentro con alguna de aquellas instantáneas, situadas de modo casi estratégico dentro de los álbumes familiares. Esos momentos de verano que nunca se nos van de la mente. Mi hermana mira de reojo y pasa rápido las hojas.
‘Qué fotos tan bonitas hacía el tito…’, comenta mi madre, con ojos transparentes, al punto de lágrima.
Mi hermana detesta ir a visitar a mi madre temiendo ese momento. Yo también. Pero beso a mi madre, demasiado mayor ya para todo.
‘Ay, mis niñas lindas’, suspira, secándose con un pañuelo arrugado. Y las lágrimas cambian de cara.
Hay dudas más que razonables de que al tío Andrés no solo le impulsaba la motivación artística al fotografiar a sus sobrinas. Es muy probable que en ese intento de captar la imagen perfecta hubiera algo más, como parece corroborar su «respiración acelerada». El caso es que las imágenes incomodan a quienes aparecen en ellas, tanto cuando se hicieron como después. Por otro lado, las lágrimas de la madre al recordar al fotógrafo desaparecido también parecen traer oculta alguna relación más allá de la puramente familiar, lágrimas que, como las fotografías y su mal recuerdo, «nunca se van» y son contagiosas.
Como sucede con tantas cosas, algo tan apasionante como el mundo de la fotografía, puede retorcerse para ser convertido en instrumento de actividades que dejan mucho que desear. Nada es bueno ni malo en sí mismo, sino en función de cómo se utiliza.
Un abrazo y suerte, Esperanza
Como todo, si usas algo con otros fines distintos, su idea acaba convirtiéndose en peligrosa. Y depende de qué mentes manejen el invento, lo bueno se verá arrinconado.
Gracias, Ángel, por tus comentarios.
Y Enhorabuena por esta casualidad de que el número 5000 sea para una historia mía.
Pequeños grandes regalos de esta web 🙂
Impactante historia de un incómodo recuerdo. Muy bien contada.
Mucha suerte, Esperanza.
Besos.
Qué lujo, dos Entecianos de Honor comentando mi ‘fotorrelato’.
Gracias Rafa, EdH2020 ♣
Siempre hay un recuerdo que nos sorprende y/o nos hace sentir mal pero en algún momento pasó y es sin duda parte importante de nuestra vida.
Hermoso recuerdo Esperanza.
Un abrazo y bienvenida.
Hay recuerdos que nos fortalecen y otros que desearíamos que solo fueran una vieja foto perdida. Los álbumes familiares dan para mucho.
Gracias Moli.
Un abrazo
Me gusta la recreación de esos dos hermanos, el que se escuda en su cámara para satisfacer ciertos impulsos, y ella, que solo ve en las fotografías las escenas tiernas de la infancia de sus hijas. Y el cambio de lágrimas del final me parece un cierre estupendo.
Mucha suerte, Esperanza.
Un beso.