79. OSCURIDADES
Nos acostumbramos a subir a tientas, guiados por la escasa luz que arrojaba el tragaluz del último piso, porque en nuestra escalera siempre desaparecían las bombillas.
Don Ramón, del 1º A, solía salir a fumar el último cigarrillo del día al espacioso descansillo. El olor a tabaco y el cabo incandescente del pitillo brillando en la oscuridad lo delataban. Pasábamos a su lado sin verlo, le dábamos las buenas noches y él nos contestaba con un murmullo ininteligible.
El día que doña Paquita, del 1º B, echó de menos a don Ramón, vino la policía y mandaron tirar la puerta. Se había muerto plácidamente en su cama mientras dormía. Ningún vecino quiso perderse el suceso; estuvimos al tanto de idas y venidas, hasta el momento final en que los familiares se llevaron sus cosas. Cuando sacaron las dos cajas llenas de bombillas, un murmullo asombrado recorrió la escalera. Doña Paquita rompió entonces a llorar con un llanto silencioso e inconsolable y se retiró a su casa con la certeza, inútil ya, de que sus encuentros nocturnos en el descansillo no habían sido fruto de la casualidad.
El misterio de las bombillas desaparecidas o la pena inconsolable de doña Paquita. Nos dejas tan tristes como a ella, pero con un magnífico sabor de boca.
Un abrazo y suerte, Nieves.
Muchas gracias, Rafa. Me alegro de que te deje un buen sabor de boca.
Un abrazo
¡Caramba con el pícaro de Don Ramón! Seguro que Doña Paquita le va a echar mucho de menos.
Un relato muy visual, Nieves, incluso en esa oscuridad sin bombillas.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Ana María. Yo creo que ella es quien más lo va a echar de menos en esa escalera, que a partir de ahora ya estará iluminada.
No he terminado de enterarme. ¿Se queda en el aire la relación íntima entre don Ramón y doña Paquita o es evidente?
Me gusta el relato, pero ¿había algo entre ellos?( soy un pelo curiosilla.
En mi cabeza, ella piensa que sus encuentros son fortuitos (no creo que sean muy íntimos, quizás largas conversaciones) y se lamenta de no haberse dado cuenta del interés de don Ramón. Seguramente podrían haber aprovechado mejor el tiempo.
Muchas gracias por querer saber más. Seguramente le falta algo al relato para que ese punto quede claro.
Un abrazo
La verdad suele acabar saliendo a la luz, en este caso, de forma literal. El problema de la oscuridad en esa escalera queda resuelto y para muchos años, con dos cajas llenas de bombillas de recambio, la oscuridad se concentra ahora en el corazón de la pobre doña Paquita.
Un abrazo y suerte, Niwves.
Gracias por comentar, Ángel. La pobre doña Paquita, que no sospechaba que todo era para verla a ella aunque fuera entre sombras.
Jo, qué torpe doña Paquita… Suerte, Nieves, un saludo.
Ya, la pobre que podría haberle sacado un poco más de jugo a essa relación de haber sabido el interés de don Ramón. Muchas gracias, Ana.
Nieves, ese giro final, triste pero simpático me ha encantado. ¡Qué bien lo has manejado!
Suerte
Muchas gracias, Pilar. No sabes la ilusión que me hace que te haya gustado.
Nieves, me encantan estas historias costumbristas, y más si están tan bien contadas. Me da pena que don Ramón y doña Paquita hayan perdido su oportunidad, Ojalá hubieran pasado a mayores.
Un abrazo y suerte.
¡Cuánto me alegro de que te guste! Yo creo que los convencionalismos y el qué dirán arruinaron las oportunidades de ser felices a muchas personas. Muchas gracias.
¡¡Un provocador de casualidades!! ¡¡Me ha encantado!!
Me encanta esa definición: ‘Provocador de casualidades’ es perfecto para don Ramón. Muchas gracias.