37. OSTE
El tratamiento ha sido intenso, devastador algunas veces, pero ha merecido la pena. Después de tres años de terapia, hoy abandono OSTE. Tomo un taxi por prescripción facultativa. Es necesario establecer un contacto paulatino con el resto de la gente, de lo contrario podría recaer. Las calles, sin embargo, aún están vacías. Así que lo dejo sin recelo y sigo caminando. Al instante me siento vigilada. Examino las fachadas de los edificios y descubro a los balcones acechándome. Balcones con macetas-ataúdes de plantas secas, típico de personas despreocupadas. Balcones tendederos con minúscula lencería femenina, para chicas impetuosas y libres. Balcones llenos de triciclos, muñecos y pelotas donde las parejas desprecian los anticonceptivos. Balcones cubiertos de cascos de cervezas tan vacíos como sus jóvenes inquilinos. Balcones con telescopios para personas que buscan las ilusiones perdidas. Balcones enrejados porque sus ocupantes sienten pánico. Yo no. Ya no temo a mi adicción. Antes mi único deseo era indagar en la vida de los otros; una obsesión que anuló mi propia realidad. Yo misma decidí internarme en un centro de Observa Solo Tu Existencia. Ahora sé que no prestaré atención a los demás, sino a sus balcones. Tienen tanto que contar.
No sirve darle vueltas: cada cual tiene su naturaleza. Para algunas cosas que vienen de serie no existe terapia que valga, ni milagro que enderece del todo lo que nace torcido.
Elocuente estudio de las personas que habitan las viviendas a través de sus balcones, como interesante y complejo es el propio protagonista.
Un abrazo y suerte, María.
Ángel, ya sabes que estaba esperando el comentario, que nos tienes muy mal acostumbrados. Siempre aprendo de tus palabras. Y ENHORABUENA por tu participación en la Batalla de Cuentistas.
Un abrazo.
No hace falta estar siempre pendiente de los otros porque es una patología que cansa mucho y, además, tiene muy mala prensa. Eso de ser para la vecindad “la vieja o el viejo del visillo”, el fisgón o la fisgona resta muchos puntos. A poco observador que uno sea hallará, como aquí nos cuentas, mucha información simplemente mirando y comprendiendo el lenguaje de los balcones. No merece la pena ponerse en entredicho . Todo un trabajo sociológico el que nos relatan tus balcones. Mucha suerte y un saludo.
Tienes toda la razón. Incluso hay estudios universitarios sobre el lenguaje de los balcones. Y muchos no se conforman con mirar tras el visillo para fisgonear. Los programas de telerrealidad se pueden convertir en una obsesión y anular nuestra propia existencia.
Muchas gracias por el comentario.
Un abrazo, María José.
Este recorrido que a través de los ojos de la protagonista nos haces de los balcones urbanos resulta rico en imágenes y muy descriptivo de la diversidad social. Déjame ver tu balcón y te diré cual es tu estilo de vida. En cuanto a la terapia, queda bastante bien contado para lo que ha servido. Un relato destacable de esos a los que ya nos tienes acostumbrados. Mucha suerte, María. Un abrazo.
Muchas gracias, compañero, por tus palabras bellas y animosas. Cada día aprendiendo de vosotros.
Un abrazo y deseando compartir unas cañas fresquitas y bien tiradas.
Esta pobre chica no se da cuenta de que ya recayó en su adicción, porque los balcones que describe tan hermosamente y que tienen tanto que contar, son apenas la punta del iceberg, jaja… No sólo me encanta el nombre del proceso de rehabilitación (oste), también que el micro describa tan bien un mal muy contemporáneo; en Argentina le llamamos ser chusma y/o ser metiche…
Muy buen micro, María. Besotes😘😘😇😇
El valor y el poder de todos tus balcones María; envidiables todos ellos durante el confinamiento. Una historia muy bien contada.