Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SAUDADE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto portugués de SAUDADE. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de SEPTIEMBRE

Relatos

665. LA DAMA DEL BOSQUE, de Laurisilva 2

 Cuentan que vivió cerca de la comarca, justo al lado del bosque, aunque su origen se pierde en la nebulosa del tiempo.
Cuentan que su corazón sucumbió a un amor traicionero que amenazaba con destruir todo lo que ella amaba y defendía.
Cuentan que su vida se apagó en medio de un fuego voraz, el cual trajo consigo el frío y yermo demonio de la especulación.
Cuentan que, en la actualidad,  la Dama del bosque, como se la conoce popularmente, vaga errática por la fronda con la pálida belleza de su rostro marcado por una mueca agridulce. Su eterna obsesión le obliga a velar por la seguridad de las especies que en ella habitan.
Cuentan que sus pasos no pueden ser oídos y que rara vez se materializa, haciéndose visible únicamente cuando el equilibrio de la naturaleza amenaza con romperse.
Cuentan que si puedes contemplar su silueta, blanca y vaporosa, comprenderás que has dañado su mundo.
Yo jamás la he visto.

664. LUMINISCENCIA SIN RASTRO, de Manantial Brumoso

Habíamos decidido hablar fuera de los lugares cotidianos. Necesitábamos otros aires. Quizás ser otros para seguir siendo juntos. A dos horas de carretera, nos desviamos a un poblado de nombre sugestivo. Este podía ser el sitio que transmutara nuestras posibilidades. Los lugareños nos contaron de apariciones y de sectas que iluminaban los puntos cardinales en sus rituales. No creímos sus cuentos. Durante la noche, vimos luces en las lejanías, en la profundidad del bosque. Nos adentramos impulsados por la curiosidad (un imán mágico). Ella cargaba una grabadora, en la que registraba lo que se le ocurría cuando no tenía material de escritura próximo. Al acercarnos, las luces danzaron. No sugerían ser velas, linternas o bengalas. Llegué a pensar que ahí no había persona alguna. Me pareció que era el ritual de seducción de una criatura nocturna, desconocida. Era una trampa. Cuando me giré para decirle que nos fuéramos, ella ya no estaba. El bosque volvió a oscurecerse y escuché un murmullo de viento, como de tormenta,  que se alejaba. La llamé, pero mi voz estaba ahogada por el miedo y la confusión. Lo último que se reproducía en sus grabaciones parecía una despedida premeditada. Sé que no volverá.

663. EL PIANO, de Acícula

El viejo piano ya había perdido algunas piezas de su brillante dentadura, olía a hierba mojada y estaba lleno de acículas secas. Aun así, seguía manteniendo la misma elegancia que el día que me lo regaló mi hermano mayor. Y sin embargo, estaba ahí, en mitad del bosque, rodeado de nogales y secos pinos hendidos, esperando que un alma perdida golpeara sus teclas en busca de consuelo.
Recuerdo el momento en que mi padre entró por la puerta del salón y advirtió aquel gran objeto. Su mirada se dirigió hacia mi hermano, después hacia mí y por último, sobre el piano. “Esto no se queda en casa” logró decir al final. Palabras que más pronto que tarde cumplió.
A veces doy largos paseos alrededor del majestuoso piano, vendido a un hombre de posición acomodada, que al comprobar su escaso valor lo abandonó en mitad del bosque. Yo me siento, y rozo y golpeo sus teclas e intento repetir lo gestos que haría un pianista de verdad, mientras espero que mi hermano regrese de la guerra, para que, como buen maestro, me pueda enseñar.

662. EL PASEO, de Hayedo

¿Recuerdas cuando recorríamos juntos estos bosques de encina y pino? ¿Esta rivera lindada por olmos y chopos tan antiguos como los ancestrales secretos que los alisios susurran a las velas de los barcos en el puerto? ¿Lo recuerdas? ¿No? Ni siquiera a las ardillas escalando por columnas de madera, ni a las aves, cuyo cántico nos embriagaba como una insondable sinfonía de lo etéreo. ¿No? Quizá es que no estuviste y soy yo quien no recuerda, sino que imagina.

661. BARBACOA, de Cacadeconejo

Entre la hojarasca seca de los pinos centenarios, Rabito, el conejo blanco de cola de algodón, rebuscaba afanosamente algún piñón con qué alimentarse, aunque no había gran cosa que comer.
Hacía calor. En realidad estaba siendo un verano muy caluroso. Apenas había llovido durante la primavera y el ambiente era, en ocasiones irrespirable. Pero hoy era más insufrible que nunca. Rabito ya había visto caer algún pájaro desde los árboles en los últimos días, derrotados por tan altas temperaturas, pero si hubiera tenido la capacidad de sentir asombro, hoy lo hubiera experimentado en grado sumo. Cada poco podía escuchar el sordo golpe contra el suelo de algún pequeño cuerpecillo alado.
Aunque Rabito era conejo y por tanto incapaz de razonar, algo en su interior, le decía que todo aquello era muy extraño. Desde hacía horas no oía el canto de los pájaros, tampoco el zumbido de los insectos.
Sí. Algo inusual estaba ocurriendo allí donde los humanos solían venir a pasar el día, haciendo ruido. El aire se iba volviendo de color gris y le impedía respirar. Se sentía morir. Por eso, cuando la voraz y gigantesca lengua de fuego llegó hasta donde estaba Rabito, no sintió dolor alguno

660. EL HECHIZO, de Espino

Me he despertado sobresaltado por los sonidos nocturnos del bosque que se cuelan por la ventana. Lo unico que deseo en este extraño momento de lucidez es poder acordarme de mi nombre todos los días y saber quien es la mujer que amo. También quisiera poder reconocera mis hijos y poder acordarme de cuando eran pequeños y jugaba con ellos. Algunas mañanas al mirarme en el espejo, este me devuelve el reflejo de un rostro desconocido.Tengo la certeza de que dentro de poco todos mis recuerdos, todas mis ilusiones y la persona que un día fui se perderán entre la niebla del olvido. Tu, tan hermosa como siempre duermes placidamente a mi lado. Me gustaría despertarte para contarte que estoy de nuevo contigo y susurrarte al oído que te quiero pero me da miedo que este hechizo dure solo un momento y provocarte aun más dolor. Esta noche no quiero dormir, solo quiero recordar pues vivo sumido en un continuo sueño.
¡¡¡ Maldita enfermedad del olvido !!! -grito para mis adentros y hasta el mismo bosque parece quedar en silencio por un momento.

659. EL ORIGEN, de Conejitu Hemozo

Hace muchas nubes atrás, la diosa de las tormentas se enfureció al ver nacer a Paraíso, la parcela más tranquila y preciosa del cielo.
Envidiosa, rabió su fastidio, creando la tempestad más destructiva que pudo. Pero paradójicamente, los árboles y las pocas flores que quedaron en pie crecieron con más fuerzas, las aves cantaron bajo el inmenso arco iris, y los arroyos cautelosos se volvieron más profundos y cristalinos.
Como no estaba dispuesta a compartir el centro de atención, la divinidad se preparó para dar el último golpe. Los ángeles, al enterarse de esto, tomaron una drástica decisión: arrancarle el corazón al Edén y llevarlo muy lejos, para conservarlo puro, bello y seguro. Así fue como llegó a latir aquí en la Tierra, un mágico trozo de Paraíso.
Allí arriba cuando las oye bramar, el Sol abraza a las tormentas para evaporarlas.  Cuando no lo logra, aquí, a tantos kilómetros de distancia, ese enojo llega en forma de dulces y suaves gotas, que reverdecen aún más el encanto del lugar.
Dicen que ese fragmento se esconde en Cantabria y que ya no corre peligro: el Ángel Juan cumple a la perfección su tarea de resguardo.

658. VOLVERME A VER, de Zorro estepario


Entré a buscar lo que no sabía que encontraría. Indagué entre las ramas, pregunté a las garzas y esperé respuesta de cada una de las arañas que me sostuvieron impacientes en su red. Caminé desnudo al apagón del día, cuando el sol se iba rutinario a descansar. Sentí armonía en el frío de lo oscuro. Y esperé abrazado a ti por ver si aparecías. Me rendí gritándole al río, y fue tu reflejo, y no el mío, el que me volvió a empujar a sentirme vivo. Metí la pata en cada cueva. Y te escuchaba, se notaba en cada una de ellas. Corrí sin seguir la senda, olvidé el camino pisado y me detuve frente a ti cuando estabas cerca. Entré al bosque a buscar. Y busqué en el bosque por tu paz. Es el brillo de la claridad entre las hojas, el ruido natural de lo que tocas. Te encontré, calma, te encontré. Ahora puedo volverme a ver.

657. TRAS EL REFLEJO, de Árbol 3

Se encontraron entre la maleza del bosque y se detuvieron. Durante unos instantes no supieron qué hacer, tal era la impresión que se habían causado. Ambos se creían solitarios caminantes, craso error. Se miraban en silencio, temiendo, cada uno a su manera, que en cualquier momento se quedasen solos y el encuentro muriese como un espejismo efímero. Árboles, maleza y la fauna que deambulaba con discreción contuvieron la respiración, temiendo que la belleza del momento, de la que ellos eran partícipes, quedase en nada. No fue así, pues ninguno de los dos hizo el amago de alejarse. No se habían visto en la vida, y sin embargo. Se acercaron y posaron sus manos en la cara del otro, acariciando con suavidad la mejilla del rostro hasta ese momento desconocido. No les extrañó lo inusual de esta intimidad, pues pronto comprendieron. Al fin, pronunciaron las primeras palabras.
                -¿Dónde has estado todo este tiempo?
-Buscándote.

656. OJO POR OJO, de Musgo 7

Le encantaba ver como el fuego crecía y crecía consumiendolo todo. Tan solo el chasquido de un mechero había bastado para provocar semejante incencio. El bosque se retorcía crugiendo de dolor en aquella macabra danza de gigantescas llamas. Pronto vendrán los vecinos y las patrullas de extinción alertadas por el humo – pensó mientras se disponía a abandonar el lugar en su todoterreno pero algo le impedía apartar la mirada de aquello. Así lo encontraron los primeros en llegar. El rostro del pirómano, hasta entonces de clara satisfacción, se vió alterado al descubrir que los lugareños vestían antiguos ropajes portando espadas lanzas y escudos. Mientras lo conducían maniatado, pudo oir como, en un castellano primitivo, hablaban de quemarlo esa noche en la plaza de la villa, junto con las condenadas por brujería

655. DESDE LA VENTANA, de Lobo 3

Papa, ¿porque hemos venido al bosque?
¿Ves esa casa de madera que esta junto al rio?, Allí nació tu padre…Desde esa ventana, he presenciado el ciclo de la vida.
Verás, en primavera, el dulce perfume de las flores, realza una harmoniosa melodía de canticos. Los colores fluyen de un lado a otro, te embaucan, te atrapan, solo quieres observar; La luz recorre sigilosamente cada hueco entre la hojas, el cortejo natural aflora el entorno; no dejo de mirar, es hermoso…
En verano, las noches se hacen cortas, el suelo busca engullir el agua de alguna nube, los atardeceres se hacen únicos. Es el momento de abrir la puerta, correr, y respirar.
Al llegar el otoño, los colores rojizos, anaranjados y amarillentos te sumergen en un entorno bucólico y nostálgico. Los campanos del ganado que descienden desde la alta montaña y el sonido de los ciervos en celo, recuerdan a los arboles, que deben dejar caer, hoja tras hoja.
Finalmente el invierno, agarra un gélido pincel, tiñendo el bosque de blanco. Los animales duermen, el silencio se apodera, el tiempo se para…Todos esperan.
Sabes hija!, desde esa ventana no miraba al bosque, era él, quien me miraba a mi…

654. ORUGA, de Jabalí 2

Érase que se era… en un lugar cualquiera… un ser, un minúsculo y casi inapreciable ser. Rugoso, áspero, desagradable… érase que se era… una común y vulgar oruga.
Era una oruga triste, sola, apesadumbrada… nadie quería jugar con ella, todos le llamaban fea. Desde que nació siempre fue así, pero un día, algo pasó. Como cada noche, la pequeña oruga se fue a dormir, triste, sola, oscura… pero esa noche soñó que era bella, que tenía amigos, que jugaba con los otros seres del bosque, soñó simplemente, que alguien normal era. Lo que ella no sabía, es que a veces los sueños se hacen realidad y a la mañana siguiente, cuando despertó, un olor distinto sintió. Era un perfume agradable, dulce, como a flores. Abrió los ojos lentamente y pudo comprobar que un caparazón la envolvía. Sintió su cuerpo extraño, ligero, suave y cuando encontró fuerzas para levantarse, se miró. Y cual fue su sorpresa al darse cuenta de que ya no era aquella rugosa, áspera y desagradable oruga, sino que ahora era un suave y tierno… berberecho!!!.
Moraleja: No importa quien seas, ni en que te conviertas, en el fondo sabes, que tú también eres, un berberecho. ¡Como todos!

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