Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

VOORPRET

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto holandés VOORPRET. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE AGOSTO

Relatos

311. PIEDRAS, de Buho

            Me encuentro en el suelo, después de haberme golpeado con alguno de los troncos que me observan desde sus copas. Soy pequeña ante la grandiosidad del bosque. Alguien me arrojó aquí. Estoy aturdida, como fuera de lugar. Recuerdo que antes de ser lanzada, me encontraba en un camino, esperando a que algo ocurra. Y ha pasado. Me acompañan en el suelo, hojas marrones, restos de piñas, cortezas, ramas rotas y alguna que otra piedra que desconozco. Varías rocas, con musgo y hierba, parten el suelo, junto con las salientes raíces de los árboles más viejos. Mi redondeado cuerpo protege la huella de algún pequeño animal. Desconozco la fauna de este lugar. Estoy perdida. En mi camino no era así, ya que conocía lo que me encontraría en él. Aquí he de comenzar de nuevo y eso siempre nos cuesta. Acostumbradas a ser transportadas en cualquier bolsillo o bolsa. A ser lanzadas y abandonadas en cualquier lugar, llegar a un sitio nuevo nos ha dificultado la integración. Siempre hemos cantado, ya que se notaba que no pertenecíamos a ese lugar. Como me pasa ahora. Yo no pertenezco al bosque, sino a las piedras del camino que llevan a él.

310. KADYRÁNTROPO, de ElCiensayos

Mi padre era aficionado a la caza, pero no cobraba piezas. Viajábamos a Los Pagos de sus ancestros, cordilleras cubiertas por cedros; había un pueblo rodeado de pomares donde escuchó por primera ocasión hablar de «Lampo» El Jabalí Blanco. Bien podréis advertir que era un barrunto asaz legendario, mas mi progenitor se lo oyó al jorguín de la villa, una anciano nigromante albino que transcurría sus jornadas libando hidromiel que Él elaboraba y como trilero con siete muñecas rusas en los hastiales de la plaza, solazando a los viajeros, y si alguien ganaba, en prenda, le poetizaba con improvisación y oficio en un pergamino, verbigracia. Haiku Bisiesto: «Vencido Enero//Los Veintinueve Infantes//Sitian Febrero»
Tan sugestivo era que mi padre creyó en la bestia mítica de Lo Silvestre y porfió cazarlo. El jorguín fue apocalíptico: «¡Alguandre!»  Anduvimos tiempo y al no conseguirlo, lo olvidó. Sin embargo anteayer noche, por la pista forestal atropellamos algo. Nos pasmamos ante un inmenso jabalí albo, muerto bajo las ruedas. Nos fuimos inopinadamente.
Hoy en el refugio forestal, un cablegrama nos comunica que el jorguín murió de manera enigmática la misma noche.
Y ni rastro del animal en la pista.

309. PLEGARIA POR MI ÁRBOL, de Árbol

Me arrodillé a orillas del bosque. Había ahí un árbol, frontera del bosque, que yo planté.
Lo miré con ojos tristes, él me miró con ostíolos de la despedida. Le hablé con voz de lamento, él me acarició con susurro de aires dulces.
      Hermano árbol derrotado por el tiempo, auguro tu regreso en el retoño que descansa con paciencia y ya se acostumbra a la sonrisa de mis manos. Mi sangre ha de nutrir tu savia, oh, documento perdido de mi infancia, y cuando vuelvas, mi nombre volverá contigo, pues a tu lado me hice hombre.
Guarden tus hojas sol de ahora, como mis ojos guardan nuestro sol conjunto, y que se edifiquen juntos nuestros nidos, para que juntas píen nuevas voces.
Que regrese tu sombra en el verano a regarnos de pájaros el patio y la siesta, con sonido alegre de niñez que desconoce fatigas. Te veré: serás pájaro en vuelo, serás rama platicándome en la siesta del estío. Generoso, construirás el aire en que tranquilos dormirán mis polluelos.
Otra vez será tu fronda, verde y canto. En ti estallará el almíbar que me permitirá saber, ya viejo, si aún soy quien a tu lado ha crecido.

308. ATARDECER, de Árbol

Atardece en el bosque. Trabajo hasta media tarde, llego a ver el último arañazo con que la luz moribunda intenta aferrarse al horizonte arbóreo, previa caída al viejo abismo de las sombras de esperanzas magras.
 Volverá. No crean en padres celosos, diarios amarillos teñidos de sangre, vecinas chismosas, niñas lindas vestidas de envidia.
          El crepúsculo en cada alerce será espléndido nuevamente, magnificado por el haloque ella impregna a las cosas. Cuando ella regrese cargando dulce rubor de novia fresca, sonreirá la madera sutilmente, inhibiendo lo malo sin vivirlo.
            Ella dijo “el martes”. No vino al bosque a perfumarlo y jamás fallaba. Esperé al martes siguiente. No vino ese martes, ni el miércoles.
            Pasé por su casa el sábado. No llamé. El lunes llamé. El padre no me quería: se justifica, nunca fui muy trabajador, me han gustado la música, la noche, las mujeres.
Pero cambié. Por ella. El padre me odia. De celoso, nomás. Por eso me dijo las mentiras más viles: que la asaltaron, que… Entendí: la prefería muerta antes que conmigo. Respondí  que la hallaría…
          Volverá. Nunca crean en padres celosos, diarios amarillos que se tiñen de sangre, vecinas chismosas, niñas lindas vestidas de envidia.

307. EL HACHERO, de Árbol

    Como siguiendo un rito purificador de sus culpas, desprendiéndose de un engarce de esmeraldas ensangrentadas de savia, el hachero limpió, engrasó y guardó su hacha.
Las aves lo miraban, callando su trino, acusándolo con su silencio. Pájaros sin nido lo señalaron con un rumor de alas.
Cual guardadas en ánforas invisibles y etéreas que lo condenaban al ostracismo, las hojas aún verdes pero moribundas, planearon largamente a su alrededor, para tocarlo, para preguntarle antes de dejarse morir.
       El hachero pasó junto a mí, sus ojos buscaron los míos. Quizá buscaba comprensión, quizá complicidad. Le fue menester hablarme, disculparse, explicar.
    –   Treinta y tres pesos – dijo.- Eso es lo que gané hoy. Por eso no miro al árbol, porque pese a la tristeza que me da voltearlo, sé que en cada rama anida la comida de mis hijos.
        Deshojado, el hachero dejó el bosque. Lo dejé irse en silencio, sin preguntas, no le dije nada. Pobre hombre. Pobre hombre. Amante del bosque, del árbol, y comer su pan con gusto a savia de su hermano. ¿Qué podría haberle dicho?
Pobre hombre, ya bastante lo derriban las aves, que en su callar le gritan en la tarde: “asesino, asesino, asesino”…

306. ESCENA ATIGRADA, de Argiope

Iros a buscar moras, dijo mi madre sentándose sobre la manta, anda, que me duele la cabeza. Y nos es que se le quitara comiéndolas, es que así la dejábamos tranquila un rato pensando en sus cosas. Que para eso nos llevaba al bosque. Mi hermano y yo no es que fuéramos malos, lo decía siempre ella, es que éramos traviesos. Se hartaba de repetirlo a todo el mundo. Y las tenderas no nos quitaban ojo, las tías. Yo no sabía bien cuándo lo éramos y cuándo no. Miraba a mi hermano a ver si se lo notaba, ahora sí, ahora no. Y nunca coincidía con los chillidos de mi madre.
La dejamos mirándonos desde aquel claro del bosque. Cogíamos moras para los bolsillos y  nuestras bocas. Y entre las zarzas, la vimos. Negra y amarilla, como lo tigres pero con patitas alrededor. Mi hermano dijo: mátala, que es venenosa. Y ahí vi que mi hermano era travieso. No, dije yo, mejor la cuidamos en casa hasta que se haga grande y luego la soltamos que corra, pobrecilla. Recogimos once más. Y se las llevamos a mamá que, al acabársele las cosas de pensar, se había dormido sobre la manta.

305. INVISIBLE MATERNIDAD, de Crisálida

De mi vientre incompleto surge una figura humana. No lo sentí llegar. Los pájaros de la noche se inquietan tanto que me distraen. Ahora mis ramas no me permiten distinguir sus rasgos. La bruma del amanecer se alía con ellas para impedirme identificar a quien me habitó.
            Me he estremecido cuando se ha abierto paso entre mis músculos con sus brazos y piernas. Me ha herido con su angustia, su prisa por salir. Le disculpo que me haya robado fragmentos de mi ropaje.
            Se apoya en mi costado, donde el sol va creando un espacio luminoso… Se aparta perezoso. Camina despacio por la alfombra que he ido tejiendo a mis plantas, parece asustado. Mira una y otra vez en todas las direcciones posibles y por fin se decide.
            Sigo su ruta hasta que la altura de mis ramas es menos poderosa que la espesura del bosque que habito.
            Mi útero hecho de años se queda nuevamente vacío. Siento envejecer de una vejez lenta. Y mientras expando mis débiles hojas en esta nueva primavera, espero que antes de que llegue el definitivo invierno alguna vida me habite. Aunque sea por una noche.

304. SE DESPERTÓ ENTRE ÁRBOLES Y MIEDO, de Serpiente de Cascabel

Se despertó entre árboles y miedo. El aturdimiento rielaba en sus pupilas y en un ulular lejano. Exhaló un gemido cuando se percató de que veía en blanco y negro y de que estaba desnudo. Confuso, se llevó las manos a la cabeza, donde notó un líquido húmedo. De su sien emanaba sangre por una leve herida; pero no sentía dolor, sólo frío que ceñía sus huesos. Comenzó a caminar dejando tras de sí una estela de huellas y de incertidumbre. Iba despacio. La niebla era densa. Dejó atrás los plateados árboles para encontrarse en un claro de aquel bosque. Con las manos temblorosas, palpando la zozobra, fue infiltrándose entre el silencio hasta que pudo ver que una bestia y un bulto se hallaban frente a él. Comenzó a dolerle la sien herida. Sintió un pinchazo en su tobillo y, al verlo, supo que aquello era una serpiente. Fue hacia ella, pero ésta se esfumó asustada más allá de la bruma. Entonces lo vio, se vio, a él, a sí mismo, inerte sobre la tierra. Lentamente, volvió el color en sus ojos. Se despertó entre árboles y miedo.

303. SANATORIO CRUPAL, de ElCiensayos

El hombrecillo estaba lívido en la trocha. En su rostro irreal sangraba una comisura de los labios. Rogó que le guiara «al Edificio» pues se había desorientado; señalaba hacia la silva escabrosa de pinos negros y empecé abriendo tal marcha, hasta que observé escondido entre árboles como hecatónquiros, una especie de palacio de balneario decimonónico, cuadrado y rematado en los vértices por minaretes bellísimos y melancólicos. En su frontis se leía: PREVENTORIO DEL CRÚOR. PATRONATO NACIONAL ANTIESCROFULOSO. Debajo, un huecorrelieve con un templario abrazando La Cruz de Lorena.
Atravesé la puerta giratoria y un salón de metopas y teselas llevaba a la crujía, con dos filas infinitas de camas con dosel vacías una a cada lado, embriagadas en benzoicos aromas. No había nadie y giré buscando a la estantigua a quien acompañaba. Tampoco estaba. Se me puso el vello como escarpias al pensar que iba a ser el paciente perenne y mis pulmones empezaron a crepitar, lo que hizo encogerme. Al erguir de nuevo la cabeza, me vi en ese mismo sanatorio, pero en ruinas, olvidado por los siglos y devorado por la maleza en mitad de bosques ignotos, y huí para siempre como alma que lleva el mismísimo Pateta.

302. LA MAGIA DE LO COTIDIANO, de Margarita

        Los niños jugaron a atrapar la luz y para su sorpresa, la luz se dejó atrapar.
Asustados escaparon y desde lejos volvieron a mirar.
Allí seguían; parecían estrellas sobre la hierba, luciendo intermitentes, temblando como mariposas.
Volvieron sobre sus pasos y lograron apresar una.
Con el puño cerrado corrieron a casa y allí emocionados destaparon su tesoro. Sólo encontraron un gusano negro y feo.
Entonces entendieron que hay magia en lo cotidiano y que sólo en libertad florece lo extraordinario.

301. EL CERVATILLO AGRADECIDO, de Cervatillo-gali

Aquel fin de semana le había prometido a su nieta que harían una incursión al bosque cercano para enseñarle alguna de las especies animales que solían mostrarse sin recelo, como eran pájaros o ardillas, pero lo que jamás esperaba la joven abuela, era dar con aquel ejemplar de cervatillo, tan huidizos ellos ante la presencia  de los temidos humanos. Pero tenía su justificación, ya que al irse acercando pueden comprobar que el indefenso animal está cansado ya de luchar por liberarse de su atrapamiento. Una de sus patas traseras se halla enganchada entre unas raíces a modo de tenaza. Así que cuando se ve salvado al hacer ella palanca con aquel palo seco, este no escapa si no que se queda unos instantes para lamer la mano de benefactora al tiempo que roza su pelaje contra la piel de la joven abuela a modo de agradecimiento. La nieta se queda admirada ante tal reacción para al momento salir corriendo en busca de los suyos que le aguardan a una distancia considerable. La naturaleza es tan  sabia que a veces hablan hasta sin palabras. Que fácil sería la vida si cada uno de nosotros evitara la condena.

300. EN EL SILENCIO DEL BOSQUE, de Eucalipto

Quise dialogar con el silencio. Entonces éste me condujo al único lugar donde podía hablarme: el bosque. Me adentré y ascendí por el sendero lleno de hojas amarillentas que anunciaban la llegada del otoño. 
            Me encanta caminar y escuchar el continuo crujido de mis pasos al pisar las hojas que revolotean a mi alrededor.  El silencio me sugirió que parase y escuchara.  
  -¿Por qué me has traído a este bosque?- Le pregunté.
    No obtuve respuesta. Decidí escuchar. Cerré los ojos. Oí el rumor del viento entre las ramas de los álamos, el piar de los pájaros, sentí los rayos del sol acariciando mis mejillas, abrí los ojos y contemplé todo lo que me rodeaba, parecía que el bosque me abrazara, quisiera detener el tiempo y contarme antiguas historias. Me  habló de cada una de las personas que habían paseado por entre sus árboles a lo largo de los siglos. Fue maravilloso. Sentí que me sonreía.
        Miro mis manos y son ramas, mi piel corteza. Y sé que ahora que he muerto formaré parte eterna de este paisaje.

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