Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

RAME

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta penúltima propuesta es el concepto balinés de RAME, la belleza del caos. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de NOVIEMBRE

Relatos

220. EL BOSQUE Y MI ESTRELLA, de Raiz 2

Todos marcharon, yo decidí quedarme al lado de tía Engracia y de sus caldos caseros que alimentaban hasta a los muertos. Restauré la casa junto al bosque y permanecí allí junto a mi soledad observando como el pueblo iba quedándose apagado.
Decidí alojar a los senderistas que se aventuraban por los caminos umbríos del bosque y los alimentaba con los caldos y recetas de mi tía Engracia.
Poco a poco la fama de mi buena comida casera y de mi familiaridad con los turistas se fue extendiendo por el mundo.
Hoy, desde mi ventana, observo el bosque, agradecido. Escucho el griterío de los niños en el estanque, asustando a los patos y recuerdo la soledad de años atrás.
El pueblo ha vuelto a renacer; somos más de cuarenta vecinos y otros, como yo, se aventuraron a reconstruir las casas de sus abuelos para albergar turistas.
Sonrío ofreciéndole al bosque mi estrella Michelín. Él, desde su silencio amigable, me ayudó y me enseñó a vivir entre árboles. Sin el bosque este sueño nunca se hubiera cumplido.

219. LOS ÚLTIMOS ÁRBOLES, de Paisaje

Donde habitaban verdes bosques, donde nacía el oxígeno que daba la vida, hoy mueren los últimos árboles. Sus hojas serán las últimas en caer y sus esqueléticos troncos dibujarán el nuevo paisaje.
Nadie hizo caso del calentamiento global que padecía La Tierra. Se avisó, sí, pero se atribuyó a algo natural y cíclico o a obsesión de ecologistas.
La realidad fue más cruel de lo que casi nadie imaginó. Sólo un escritor de relatos explicó algo parecido en su obra “los últimos árboles”. Visionario o víctima de una terrible casualidad, la cuestión fue que plasmó que la atmósfera del planeta había quedado infectada con la reentrada del Apolo 11 en 1969. Y así fue.  Por entonces no se detectó, no había tecnología para ello. Sin embargo, cincuenta años después se detectaron restos de extraños microorganismos impregnados en el fuselaje de lo que quedaba de nave. Microorganismos que pasaron a formar parte de la atmósfera del planeta desde entonces, mutando y reproduciéndose sin control mientras iban alterándola lentamente y produciendo el cambio que finalmente convertirá al planeta Tierra en cementerio Tierra.
“Un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la Humanidad… hacia atrás”, debió concluir aquel astronauta.

218. SUSURRO DE AGUA, de Encina

Era una tarde de verano de mucho calor y cansados de sudar, mis primos y hermanos decidimos irnos al arroyo que corre en el pequeño bosque, cercano a la casa de verano, ya la sola idea de sus verdes árboles y su susurrante agua nos hacia apurar el paso.
Al llegar nos metimos en el agua saltando y salpicándonos.
Yo pronto salí del agua y me fui a recorrer los alrededores, me gusta ver las plantas como se entremezclan  entre si y como parecen competir los árboles para alcanzar el sol.
Por ahí andaba cuando descubrí un ejército de hormigas que transportaban, en fila india, trocitos de hojas o ramitas, unas iban cargadas otras venían sin nada, me entretuve un largo rato siguiendo su camino, pero cuando los demás me preguntaron que hacia, volví pronto junto a ellos, no quise decirles lo del camino de hormigas para que no arruinaran el magnifico trabajo que ellas hacían.
Al caer la tarde el paisaje se volvio extraño, ya que por entre los árboles, pasaban los rayos de sol, inundandolo todo de mil colores como si de un calidoscopio se tratara.

217. EL MAGO Y EL CAMINO, de Hoja de Luz

Un mago vaga solo por un monte de palabras que nacen una y otra vez sobre el mismo camino.
El mago mira a su alrededor y solo ve palomas ciegas, plumas que viajan en el viento y caen presurosas en un mar de hojas secas.
Con sus manos abre el aire haciendo la señal del crepúsculo sobre su pecho.
Lleva en sus manos un reloj de arena multiplicado por millones y una pequeña pero filosa espada.
Todos los días uno de sus tantos relojes de arena se acaba, entonces el mago con precisión corta el hilo que lo sujeta a su mano, el reloj cae haciéndose pedazos.
El viento recoge uno por unos los restos. El mago besa sus manos y nace otro reloj completamente diferente al anterior. Sigue su marcha incesante. Mas tarde una luz se enciende y el mago se pone otra vez de pie, repite su nombre tres veces y sigue, recogiendo colores, miradas, juegos y miles, millones de cosas de los árboles.
El mago guarda en su morral todo lo que puede y sigue despacio. Mientras un pájaro desde lo alto lo llama por su nombre para que siga:
“…memoria, memoria…”

216. PUEBLO, de Caperucitaferoz

Pueblo no existe, al menos en los mapas al uso. Sólo se encuentra en la imaginación de cada uno y al lado de un bosque. Es allí donde Caperucita vive y  se  ha hecho mayor. Ahora ella es la abuelita y el lobo feroz ,aunque no lo diga el cuento, dejó  una descendencia de lobeznos buenos que guardan las casas de Pueblo.
Los niños nunca se pierden , el bosque les señala el camino de regreso: no con miguitas de pan,  sino con hojas secas en otoño y en el resto de las estaciones, es el Pajarito Pinzón quien les sirve de guía. Los habitantes guardan bien el secreto: el bosque sólo es para los niños y sus animales.
Pulgarcito, un día que se sentía triste, quiso decir al mundo donde estaba Pueblo y su bosque. Los animales sorprendidos, enviaron a  las arañas que  tejieron una tela a modo de mordaza y también a los mosquitos y hormigas que invadieron  todo su cuerpo. Se rindió ante la evidencia y muy arrepentido, ahora es el guarda y defiende el bosque, ese que todos llevamos dentro y nadie sabe donde está.

215. ¡TODO LISTO! , de Azor

Prismáticos, podómetro, pulsómetro… Mete el trípode pequeño para la cámara de fotos. No sé si cabrá en la mochila. Ya llevo las camisetas térmicas, la roja y la negra, los pantalones desmontables beige que pegan con todo, el chubasquero y las botas impermeables. Coge el sombrero de paja que te regaló tu hermana, que nunca se sabe y como le dé por hacer sol… Y la brújula, que acuérdate lo que nos pasó la última vez.
¿Se ha enfriado ya la tortilla de patatas? Guárdala tú que estoy buscando el chocolate con almendras. Que no se te olviden las barritas energéticas para media mañana. Ah.. y los sobaos que compramos ayer en la panadería, que nos los tomamos de postre.
El navegador último modelo tardó en encontrar el área recreativa de donde salían las atractivas rutas del parque natural. En el parking, encontraron un hueco entre dos coches donde emplazar la mesa plegable y las hamacas. Sacaron la cesta de picnic de veinte piezas recién comprada en las rebajas y parapetados tras sus gafas de sol antirreflectantes, se dispusieron a disfrutar de aquel esplendido día en la montaña.

214. SINTONÍA EN LIBERTAD, de Azor

Sumaba pasos acolchados sobre las hojas desahuciadas durante el otoño. Hacia ninguna parte. Únicamente, le acompañaba el sonido de sus pisadas construyendo la callada sintonía de aquel lugar, y sólo al detenerse y acompasar a la pausa su agitada respiración, fue consciente del resto de escondidos componentes de aquella orquesta al aire libre.
Pero no quería parar. De momento, no quería. Cada metro paseado a la umbría de los árboles, le alejaba miles de kilómetros de su vida prisionera,  proyectando luz a sus pensamientos. Cuanto más se empinaba la cuesta, más atrás quedaba el cansancio que invadía, a ritmo del estridente despertador, su mente cada amanecer diario. Camino de la cima, sus ojos abiertos apenas pestañeaban; pero no dejaba de soñar.
Tras alcanzar el mirador supo que ya había llegado a ninguna parte. Desde allí pudo contemplar el más acá. En la inmensidad de su mirada miope fijó la vista hasta distinguir un intenso brillo. El reflejo del cristal de su pequeño utilitario. El mismo que otro sábado más le había permitido viajar a la libertad.

213. IMÁGENES FRAGMENTADAS, de Olmo

 Cuando el jadeo cesó, el aliento que desprendía el ardor de su cuerpo
se enredaba en la niebla que se arrastraba por el suelo al alba. El
sudor se embrollaba con el rocío empujando riachuelos… y ramas y hojas
vestían estampadas su piel desnuda.
Todo el cuerpo le dolía. Pies y rodillas tatuadas, como si de estigmas
se trataran.
No recordaba con claridad la noche pasada, sólo se despeñaban de su
recuerdo imágenes fragmentadas.
La excitación en el aire espoleando su pituitaria…
  La brisa reverberando el llamado sordo de la antigua pasión…
     La mirada deslumbrada por el deseo…
        Su cuerpo excitado vagando desnudo por trochas y veredas…
           Las manos ansiosas atrapando el aire en cada nuevo intento…
              El sabor primitivo del bosque en la pelvis…
                 El sexo henchido como un dragón de fuego…
                    La furia desatada del trueno destellando sobre el lecho…
                       La esencia renovada esparciéndose en un grito reiterado…
Y después la oscuridad, el silencio, el reposo, el sueño… El tiempo de imaginar el deshielo… de desabotonar el sol del gris cielo… de irisar sonrisas sin que cese el juego… Y de nuevo vuelta a empezar con el forcejeo, con el deseo, con esta primavera que hurta mi sosiego.

212. AMOR EN EL BOSQUE, de Arena

Aquel sendero de arena conducía hasta la gruesa fila de eucaliptos para dar paso a los  pinos, bajo cuyo follaje, la frescura reinaba. Antes de llegar a la playa había que recorrer unos quinientos metros de bosque en línea recta para ver el mar azul. Apurada, Elena trastabilló en la raíz saliente de una rara enredadera que se enrollaba en el tronco de un árbol. Cayo de bruces y no pudo levantarse, el dolor la atornillaba a la tierra húmeda. Pasó un buen rato hasta que un joven de barba colorada, con aspecto de extranjero, quien a la sazón caminaba por entre los esbeltos y verdes ejemplares, llegó en su auxilio. Dejó su mochila y la ayudó a incorporarse, pero la joven no podía caminar. Tuvo que alzarla y llevarla entre sus brazos hasta la ruta.  Mientras caminaba sin hablar, ella casi inconsciente, pudo sentir el palpitar apurado de su corazón. Cerró los ojos por un instante y al abrirlos, el techo blanco de la sala del hospital la desorientó. Sentado a su lado estaba el pelirrojo que la miraba enternecido. El encuentro en el bosque había signado sus destinos. De ahora en más, siempre estarían juntos.

211. EL JARDÍN MÁGICO DE MI IMAGINACIÓN, de Claro

El jardín mágico de mi imaginación es un pequeño bosque formado en la más oscura de mis épocas. Tiene en su entrada un enorme laberinto infranqueable para mis pesadillas, lleno de arbustos en sus lados que esconden el misterio de su belleza. Cuando consigues alcanzar la salida de aquel angosto entramado puedes vislumbrar un paraíso de sensaciones en el que tus sentidos se intensificarán con olor a azahar o el sonido que producen las aves al cantar. Con tus pupilas ensalzadas en el paisaje con el más brillante de los cenit, descubres como los rosales y los lirios te conducen por un camino hasta un pequeño bosque de abetos en donde reposa la más placentera de las sombras en donde dejar a tu cuerpo relajarse y perderse en la grandeza de aquel páramo. Por último cuando llega la noche, aquel esplendor se ve encumbrado por un reflejo platino que se cierne desde lo alto de un pequeño lago que delimita el fin. Y volviendo tu vista atrás puedes descubrir que aquel jardín es incluso más bello y mágico por la noche. Por ello cuando te sientas solo o asustado, cierra los ojos y recuerda esto que te he contado.

210. REUNIÓN FORESTAL, de Xana

Hoy, en el claro del bosque, tenemos una reunión forestal con las últimas incidencias del mes, siendo la primera queja la del Viejo Roble con su incómodo inquilino; tiene varios agujeros repartidos por su tronco gracias a su «mejor» amigo Carpintero y familia, sin permiso realizó una bonita escalera de caracol desde su raíz hasta la tercera rama izquierda, teniendo ventilación contínua.
No menos importante es la del Señor Petirrojo, harto ya de las incursiones de los gemelos Cuervos cuando regresa con su comida al nido. Entre picos y patas acaba dando de comer a los suyos y a los otros.
Don Helecho presenta una reclamación a pequeño Eucalipto, que con su afán de crecer, invade su territorio bebiendo descortesmente su ración diaria de agua, que succionada al Acebo, da las gracias por las molestias.
Finalmente las Señoritas Hayas bien acicaladas, descompuestas y sin novio, reclaman al fogoso Avellano parte de la cosecha anual para sus adornos otoñales.
Para terminar, un servidor Fresno, encantado de notificar en esta acta tanto malestar…y empieza la sesión, suerte a todos.

209. EL BOSQUE VERDE, de Álamo

Día tras día, noche tras noche, se soñaba en el bosque, el bosque verde.
Por su ventana, a lo lejos, veía el bosque, el bosque verde. Lo veía desde su cama. Soñaba con brumas y estrechos ríos, con un solitario rayo de sol atravesando las tupidas ramas de árboles centenarios que susurraban su nombre. Sentía su paz y oía su llamada. Sabía que entrar en el bosque significaba detener el tiempo, apearse del mundo loco y ruidoso para disfrutar del rumor de las hojas, del canto de las aves, del sonido del agua fluyendo.
Por la noche también se soñaba en el bosque. Un bosque de otro color verde, diferente, pero igual de hermoso. Admiraba la luna, que con sus tenues lazos blancos rompía la oscuridad haciendo nacer un mágico reino de sombras, mudos habitantes de un paraje irreal en el que soñarse a sí misma, en paz, estaba permitido.
Un día, hace algunos años, se puso en pie, miró por la ventana, suspiró y se marchó caminando hacia el bosque. “Abuela, ¿a dónde vas?”, le dije. No contestó. No hacía falta. Yo conocía la respuesta. Ahora su hogar está en el bosque. Allí, en el bosque verde.

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