Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

67. REGRESIÓN, de Cazador Furtivo

            El bosque… El psicoterapeuta le pidió describir un bosque con las primeras palabras que le viniesen a la mente. No lo pudo hacer. Se sentía paralizada. «Debes cooperar, Aniela, aquí hay la clave de todos tus sufrimientos.» Las palabras estaban completamente bloqueadas.
            «Intentaremos una regresión, por intermedio de la hipnosis…»
Cayó por un túnel oscuro, años, decenios, siglos atrás…. Se encontró en medio del bosque, en oscuridad, junto a un círculo de piedras. Su mano golpeó ligeramente el pecho hirsuto del ser durmiente. Él, que le había traído el fuego, yacía gimiendo, en la áspera piel del tigre matado. Habían vivido noches mágicas a luz de las gigantescas llamas de la hoguera.»Descríbeme el bosque, Aniela…»  se infiltraba en sus oídos una voz lejana . «Estoy seguro de que lo has encontrado en tu memoria.» Un aullido rompió el silencio del bosque. Volvían las sombras. Sintió algo extraño, húmedo, naciendo en sus ojos; una primera lágrima cayo, chisporroteando, en la débil llama que, fatalmente, habrá de extinguirse algún día.
            «Haz un esfuerzo, descríbelo….» Desde el cielo, dos ojos hipnóticos le daban el señal del despertar. Abrió la boca, pero le resultó imposible decir algo… El lenguaje no se había inventado todavía….

66. SOMBRAS CHINESCAS, de Seta 2

Se repetía siempre en vacaciones cuando nuestra economía no nos permitía abandonar la ciudad. El reloj no regía nuestro tiempo y sin hora fija de acostarnos, cada noche después de cenar nos recreábamos con la visión de las formas largas y tenebrosas que surgían caprichosas de la nada y danzaban sinuosas en la oscuridad. Agarrados de la mano, mi hermano y yo, entre la curiosidad y el miedo jugábamos a adivinar las siluetas que aparecían ante nuestros ojos. Zorros, ardillas, pájaros en pleno vuelo o carpinteros se alternaban para construir un mundo paralelo. Gustábamos ambos del mérito de esa inquietud consabida y compartida que el misterio de lo irreal ofrecía a nuestros ojos, repartido a partes iguales entre nuestra imaginación y las expertas manos de mi padre que conseguían junto con una lámpara y una sábana adentrarnos en un bosque encantado hecho a nuestra medida, permutando calles y rascacielos, por castaños, abedules y senderos.

65. EL RITUAL, de Irati

El bosque desbordaba magia desde sus laderas, las centenarias copas se fundían en un juego multicolor de verdes y ocres que ponían de manifiesto la convivencia de árboles traídos de los tres continentes. El valle cubierto de una densa y colosal vegetación, en la que se localizaban gigantescos ejemplares de fresnos de Pensilvania, ginkos biloba de Asia, palmeras asiáticas, pinos mejicanos, secuoyas, tilos y tuyas americanas.
 Junto a ellos, árboles autóctonos y de la flora europea, como alcornoques, encinas, hayas, lentiscos, madroños, olivos, olmos, robles y tejos.
Entre tanta belleza Jano puso en práctica el ritual de todos los días, momentos después entre abetos del Himalaya, acacias australianas, alcanforeros japoneses, araucarias brasileñas, cedros del Cáucaso, eucaliptos de Tasmania, una mujer se iba corporizando en forma lenta pero constante.
Había sido tal el deseo que la imagen de su mente  se convirtiera en realidad  que la mujer se materializó, a pesar de lo improbable de que el suceso ocurriera.
Lamentablemente cuando finalizó, sintió que ella no era como esperaba. Tenía las piernas desmesuradamente   largas  y sus pechos demasiado pequeños para su gusto.
Mañana, en la inmensidad del bosque  lo intentaría de nuevo.

64. ÉRASE UNA VEZ UN CUENTO, de Elfo

  Por qué un bosque ha de ser mágico si un bosque ya es un bosque. Si un bosque ya es secreto, ya es enigma, ya es pálpito de vida, fuego fósil. Su sólida materia y magma antiguo transforman el espacio en luz volátil, en reflejo aparente. El reino de lo oculto.
       Todo parece calmo, acontecido ya: el cuarzo, la materia, el roble, el pino, el árbol generoso, la hiedra que lo cubre. Parece ya que duermen, que descansan. Intrépida la vida, laboriosa se afana por guardar su secreto con celo de tesoro. Y uno se pregunta qué protege, qué esconde , pero el bosque se calla y trabaja en silencio.
       Un bosque es la conquista de lo ínfimo, de lo minúsculo, de lo pequeño constantemente repetido. En él ,el árbol se recrea en la danza; la savia trepa libre, voraz, desaforada. Todo se abraza a todo. Allí ya nada es manso: brota, crece, vuela o se dispersa. Y nadie espera a nadie: se trepa o se desciende….
Ay! mi niño no se duerme. Se ha cubierto el rostro con las sábanas y sollozando ha llamado a su madre.
– Hijo… nunca supe contar un cuento.

63. BIENVENIDOS, de Ardilla

Si no fuera porque sólo mide un centímetro, cualquiera podría haberlo visto sentado en aquella rama, en lo más alto, con su gorro rojo. Curioso y paciente había esperado durante semanas, y sabía que muy pronto llegarían los nuevos habitantes de la casa del bosque.
Al principio no entendía porque los humanos llegaban, suspirando en alto y maravillándose ante la belleza que se extendía por doquier, para después irse con nostalgia de allí. ¿Por qué no podían quedarse para siempre como hacían otros?
Ahora había comprendido que quizás la cabaña era un lugar de paso, un sitio para reencontrarse, para volver a nacer.
Por eso él quería ser partícipe de la historia y, con sumo cuidado, llenaba las esquinas de la cabaña con pedazos de ramitas y flores de menta, para que no hubiese un solo segundo en el que no se respirase paz.
– ¿Han llegado ya los nuevos huéspedes? – preguntó con suavidad una voz femenina con pelo canoso y mofletes sonrosados.
– Están a punto de venir – respondió él, atusándose la barba blanca, repitiendo ese gesto que tanto le caracterizaba.

62. EL BOSQUE DE LAS PALABRAS, de Ent

En él viven palabras que están escritas en las hojas que cuelgan de las ramas de los árboles, y que son poesía. En ellas se guardan: amaneceres y atardeceres, violentas tempestades y fina lluvia; sueños, anhelos, palabras de amor y otras jamás imaginadas. En el bosque se acomodan sin molestarse los blancos inviernos, los ocres otoños, las tibias primaveras y los resplandecientes veranos. La luz se enreda juguetona en las copas de los árboles, colándose vaporosa y difusa entre sus resquicios sin deslumbrar a los caminantes. Las voces de la naturaleza te acompañarán a lo largo del recorrido y serán música. Junto a los árboles de bellas palabras corren arroyos y senderos que te conducirán hasta el silencio y la paz. Solo has de seguirlos y dejarte llevar. Los aromas silvestres colmarán tus sentidos, te reencontrarás si estabas perdido, y ya nunca más pensarás en regresar.

61. EXCURSIÓN, de Musgo

Anjana cumplió su promesa, llevarnos de excursión.
Era la noche de San Juan y viajamos en el transporte de fuego de los Caballucos del Diablo, tenía alas de libélula.
Fue llenándose de pasajeros.
Dejamos atrás al Cúlebre y al villano de Lindalaseras, eran demasiado retorcidos; recogimos a la familia de los Enanos Bigaristas en su tobera-árbol, irían deleitándonos con su música y sabiduría.
Optamos por la pareja de Ojáncanos y la Mujer-osa de Andara. Ésta, veraneó en San Vicente del Monte y en El Barcenal. Serían los encargados de mantener lejos a las pandillas de niños crueles. En la ciudad decían llamarles “hombres del saco”.
Lejos del Sendero del Agua, esperaban Trenti y Tentirujo, así, viajaríamos contentos y entretenidos o, por si se nos extraviara alguien.
Del río Escudo, recogimos a los recién llegados Sirenuca y al Hombre pez, salían del Molino de Bonaco, les entretuvieron los traviesos Trasgu y Trastolillo.
Llegamos de noche cerrada.
Oímos ruido, parecía una tormenta interminable y relampagueaba intermitentemente con estrellas fugaces.
Anjana decía que eran los coches y sus faros.
Aquellos árboles de colores y luces, sin hojas, parecían el Sol de los Muertos.
Todos lloraban, querían volver a su bosque..

60. GUELMI Y LA LOMBRIZ, de Quercus

En un momento determinado me extrañó el silencio que se había hecho en el bosque de liquidámbar. No era habitual que los sonidos desapareciesen de esa forma tan brusca. Cansada de reptar le dije a Guelmi que me recogiera entre sus manos. La verdad, sentía algo de frio y me resultaba difícil estirar y encoger mi cuerpo. Guelmi me miró muy extrañado. Siempre me miraba de ese modo cuando no debía . Eso me desconcertó durante un tiempo. Ahora ya estaba acostumbrada. Me dormí entre sus dedos calentitos. Un fuerte golpe me despertó por la mañana. Guelmi tenia la costumbre de aplaudir cuando el sol asomaba por la montaña de Lanstribuck. Me lancé al suelo creyéndome casi aplastada. Miré hacia el horizonte. Tan solo vi una gran bota, de esas que calzan humanos enfadados. Me enterré rápidamente mientras el hocico de un perro orejudo intentaba absorber mis colores guardados.  Pasados unos instantes vi como un dedo de Guelmi me rebuscaba e!
 ntre las hojas. Me agarré a él- comenzamos a correr persiguiendo a una hoja muy roja que trataba de escaparse del bosque de la mano del viento. Absorbí su color y Guelmi la colocó en su lugar.

59. GRUÑÓN, de Aliso

Suena el teléfono en la casa de chocolate y caramelo. El bosque de regaliz huele a vainilla y un río de sabor frambuesa  atraviesa el jardín de gominolas.
-Alojamiento rural La caja de cristal, ¿en qué puedo ayudarle?
La joven rubia y de sonrisa abierta selecciona enter de su página web.
– ¿Para qué semana necesitaría hacer su reserva?
La página web se abre. Calendario. Clic.
-Sí, está disponible.
Sus largos dedos rosas seleccionan Reservas. Clic
-¿Cuántos serían ustedes?…
 Selecciona, número, clic.
Un hombre joven mira nostálgico hacia el bosque. ¿Habrá sido un error abandonarlo todo por esta aventura descabellada?
-Tomo nota de sus datos. Clic.
– Nombre, DNI, Visa…clic
-Muchas gracias. Estamos a su disposición… esperamos su llegada…no dude en llamarnos …quedarán encantados … gracias…hasta pronto…
La conversación telefónica termina y otra amorosa comienza. Las dudas se disuelven en la mente del varón como los azucarillos en el río de frambuesa.
Alguien presencia la escena. Está enfadado porque hoy no ha ido al bosque de regaliz con sus seis compañeros.
-Ya lo creo que quedarán encantados- farfulla entre dientes

58. ARRULLADO POR LA BRISA, de Abeja Negra

Con el alma aún entumecida. Ahogado en una profunda tristeza decidió, al levantarse, dar un largo paseo por su bosque. Suyo, pues en él se había criado. Largo pues no pensaba volver. Necesitaba despejarse de tanto sufrimiento admirando los lugares que lo vieron hacerse un hombre. Cuanta tranquilidad le producía, en especial, aquel paraje, aquellos árboles y sus flores fucsias, rojas, blancas y verdes, como si fuera el jardín de Claude Monet. Las luces, las sombras, un todo que se convertía en paz absoluta. Cuanto bien le había hecho aquel paseo. Ya no sufría, sólo admiraba como la brisa rozaba las flores en un vaivén sin fin. Cerró los ojos y sintió como se convertía en una flor más de las que crecían en su bosque, arrullado por la brisa. Ya no estaría triste y solo nunca más.

57. RESURRECCIÓN, de Aliso

La tierra cedía blanda bajo su peso.
 Los músculos se tensaban y destensaban en un ritmo trepidante.
 Los belfos húmedos temblaban al compás de la galopada.
 El corazón bombeaba con fuerza sangre renovada a todos sus órganos.
Corría con la cabeza pegada al pecho embistiendo el aire terso…
En una oleada armónica los colores y olores volvieron a sus sentidos.
 El verde intenso de la pradera, la línea blanca del tronco del abedul, el rosado  roquedo al amanecer, el frescor del agua del riachuelo, la ternura del trébol …
La historia volvía a empezar.
El bisonte, por fin, había escapado de su piedra.

56. LA VIDA SECRETA DE LAS PLANTAS, de Saúco

Buscaron donde guarecerse del chaparrón. Una vetusta inmensa encina, de talante acogedor, les dio amparo. El árbol tenía en su tronco una gran hendidura vertical, del tamaño de una persona. Se sentaron bajo su generosa, tupida copa y sacaron la merienda. Los quesos, el pan, el vino y los higos. Hablaron del paso del tiempo, también de nimiedades.
Descuidaron al chico, por eso tardaron algún tiempo en notar su ausencia. Rastrearon los matorrales vecinos, y el borde de la lagunilla. Se alejaron incluso, pensando que se habría extraviado por otros caminos. La lluvia había cesado, pero las gotas seguían cayendo, porque el bosque rezumaba aún humedades. Llamaban al muchacho y, ayudados por el eco, asustaban con sus gritos a los animales del monte. Unas huellas del desaparecido se perdían a los pies de la encina.
El viejo arbusto siempre había dado cobijo a todo aquel que lo necesitara. El gran boquete del leño era la puerta a otros mundos.

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