Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

330. DÉJAME REGALARTE…, de Garúa

Déjame regalarte un pasaje sin destino, para que juntos votemos donde podernos amar. Tal vez un bosque encantado, con árboles ordenados que a nuestro paso se formen llevándonos hacia el sur. Allí quizás encontremos un laberinto de hielo, celeste cielo, translúcido que nos quiera eternizar, no sientas miedo y urgente ¡vamos a estropearle el plan!; desgastemos nuestros labios, enciéndeme con tus dedos, derritamos este témpano haciéndonos el amor. Livianos y libres corramos, veo el cielo muy cargado empieza ya a garuar, vamos a consumirnos bajo este cielo plomizo, desnudos y unificados él nos bautizará.
Déjame regalarte mi piel, quiero que escribas tus letras, yo quiero ser tu papel, piensa en mí, crea conmigo, inventa nuevos destinos, sueño ser tu inspiración. Déjame regalarte una cena, donde mi cuello y espalda sean el plato principal, muere allí yo te lo ruego, florece entre mi cabello, vive y revive mis ganas, confía tu raza en mí. Llega la noche y exhaustos tenemos que reposar, déjame regalarte mi vientre, para que sueñes conmigo, recuéstate yo te cuido y a cambio solo te pido, ámame más y más.

329. AUSENCIA, de Amanita Muscaria 2

Abrí aquella puerta temerosa por si alguien me observaba y me adentré en aquel bosque que tantos misterios guardaba. Instintivamente camine entre los árboles, me envolvían a cada paso, el aroma que percibía me transportaba a un mundo distinto, era un olor dulce, mezcla de todas las especies de flores aromáticas que por allí emergían. El tiempo y el espacio carecían de sentido. Un murmullo melódico envolvía todo, unas bellas melodías de gorgojeos y graznidos alegraban gratamente el ambiente. Frente a mí se divisa el horizonte por el que las espumosas olas del mar juguetean con las rocas envolviéndolas y azotándolas a cada segundo. Mi corazón comienza a acelerarse, bombeando a una velocidad vertiginosa, una suave brisa me acaricia la mejilla y un escalofrío recorre mi cuerpo. Sé que eres tú, tu esencia, siento como me rozas la piel, siento paz, respiro hondo… Ya puedo regresar tranquila a nuestro hogar, aunque sé que tú te fundiste para siempre en este bosque al que cada día regreso para sentir tu presencia, como antes, cuando nos sentábamos al borde del acantilado al ocaso del atardecer, con las manos entrelazadas, hablándonos con la mirada, sintiendo que ese era nuestro momento, sólo nuestro….

328. CALMA, de Amanita Muscaria 2

Camino lentamente, absorta en mis pensamientos, alejándome poco a poco del caos bullicioso de la ciudad, sus prisas, sus rutinas, hasta perder por completo la noción del tiempo. Levanto la mirada hacia el horizonte y a lo lejos diviso un frondoso bosque, su color y aroma invitan a adentrarse en él. Una bella mariposa de suaves tonos azulados dirige mis pasos con su vuelo lento y suave hechizándome hasta  arrastrarme hacia el interior de un hermoso espectáculo multicolor, adornado de innumerables especies de plantas y flores y un aroma que emborracha hasta perder el sentido. Unos cánticos melodiosos despiertan mi ensoñación, este mágico lugar hace que mi mente se habrá a otra dimensión, a otro mundo. Me dejo llevar por mis sentidos. Mi corazón late lentamente, mi respiración se ralentiza y mi rostro esboza una sonrisa. Dejan de existir por unos instantes las prisas, las tristezas y la desesperación para dejar paso a los sueños, las ilusiones y el amor, dejando a un lado el odio y el rencor. Este es mi rincón secreto, donde sólo existe la calma, donde aún esperan  los sueños…

327. SENTIDOS, de Bruja

-Venga Rufo, ¡vamos!
Ha sido buena idea venir sola, bueno, claro… contigo, pero tú eres como si fuera yo, qué iba a ser de mi sin ti… que agradable es este suelo tan blando, me siento a gusto pisando las hojas secas, la sensación amortiguada al dar el paso, el pequeño crujir… voy bien, nada de miedo, Rufo está a mi lado para guiarme. Hay muchos sonidos, el viento en las ramas de los árboles, todo a mi alrededor parece tener movimiento. ¿Me mirará algún pajarillo de los que oigo cantar?.
-Llévame junto a un árbol, bonito..¡Eh! No tires tan fuerte ¡ya voy!…
Rugoso, craquelado, seco… huy ¡me puedo abrazar!.
-Rufo, llévame junto a otro… buen chico… pero…¿Dónde vamos?
-Qué listo eres, sabías que me iba a gustar oír el sonido del agua… guíame Rufo, quiero tocarla.
Sí… esta piedra junto al arroyo me irá bien… me voy a sentar… así puedo meter mis pies en el agua… qué fría… siento el sol en mi cara… el frío, el calor, los sonido… los sentidos… una buena idea venir al bosque sola… bueno, sola no, claro.
-Buen chico, Rufo.

326. LA CITA, de Hoja Seca

            Llovía copiosamente y aún así, caminé hacia el Bosque de la Cascada donde Sonia me había citado con urgencia.
Algo grave le ocurre para hacerme esto, -pensé.
Temí que el tinte recién aplicado tiznase mi cara, dejando al descubierto mi pelo blanco, la lluvia se mofaba del paraguas.
Nos conocimos hace años en una cena de empresa, y me he convertido en algo así como su madre, o una confidente.
La encontré acurrucada bajo un roble al lado del precipicio, con el pelo y la ropa empapados.
Cuando me acerqué, la oí sollozar, se puso en pie y me abrazó diciendo: Gracias por venir Isabel, estuve a punto de cometer un disparate.
-¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loca para estar aquí, y hacerme venir con este diluvio?
-Ha naufragado, -me dijo.
Sonreí ante la paradoja, si, el agua estaba por todas partes.
-¿Cómo dices? –pregunté, dudando que estuviera en su juicio.
-Mi relación con Luís. Hoy me ha dejado. Estoy desesperada.
-¡Vaya, es eso! Te advertí hace tiempo, que dejarías de ser “la otra” cuando la celulitis se instalara en tus mulos, y esos pechos declinaran. A mi marido, solo le gustan los cuerpos perfectos.

325. SOY DE ASFALTO, PERDÓN, de Zorro Astuto

La primera vez que acudí a un establecimiento rural, allá por la Cantabria occidental donde el mar y el bosque se enhebran como amantes, descubrí todo un mundo plagado de sentido y misterio.
Recordaré siempre una anécdota que me ayudó a dudar de la lógica de animal de asfalto que yo soy.
Juan, el dueño de la casa rural me sugirió un paseo por el bosque cercano, siguiendo un sendero sin pérdida. Me adentré en la espesura y escuché un golpeo rítmico contra la madera. Sobresaltado, miré en la dirección del sonido buscando al humano que me urdía la trampa. En vano. Lejos de localizar al bromista, el sonido persistió hasta desesperarme.
– Sin duda -pensé- es Juan que tiene preparado un susto para ingenuos como yo-. Con aire de superioridad volví al albergue y le espeté al dueño:
– Menuda tomadura de pelo tienes montada en el bosque con el to-toc-toc de las narices.
Juan me miró sorprendido y con aire comprensivo me dijo:
– Es el pájaro carpintero que horada un tronco de árbol seco, ¿no?
No quiso hacer leña del árbol caído, se lo agradecí.

324. ¡TIEMBLA FORASTERO!, de Zorro Astuto

Mira por la ventana hacia el bosque cercano.
Escudriña la noche.
No me verás.
Pero esta noche me vas a sentir cerca.
¡Prepárate!
Me acercaré sigilosamente a tu lecho entrando por la chimenea,
imitaré voces de animales hasta darte miedo, enredaré tus cosas en el equipaje, me rascaré con tu cepillo de dientes,
untaré los cordones de tus zapatillas con mocos de caracol,
dejaré la ventana abierta para búhos y murciélagos,
molestaré tu sueño como si fuera una cucaracha,
roncaré como un oso y silbaré como una lechuza,
croaré como cien ranas borrachas,
tronaré como la peor de las tormentas,
llevaré hormigas a tu almohada,
moveré sillas, lámparas y cortinas,
haré estornudar a las damas hurgando en su nariz con llantén
y no pararé hasta que sientas pánico en la oscuridad,
miedo, mucho miedo ante mis poderes.
Y, cuando despiertes,
no me verás.
No me sigas, soy invisible.
Me visto de corteza de aliso y musgo,
mi cara es negra y sólo mis verdes ojos me delatan.
Y si me buscas en el bosque al amanecer,
sabrás que soy yo porque te lanzaré piedritas oculto en el follaje.
Soy sencillamente el trasgo de estos bosques.
Cumplo mi deber.

323. PEDRÓN, de Zorro Astuto

El límite del bosque era para Pedrón la frontera de la felicidad.
Allí acababan sus penas y empezaban sus alegrías, lejos de sus paisanos.
Miles de veces había encontrado allí mejores amigos…
Como el petirrojo que en invierno se posaba en su mano para comer,
el corzo que en primavera le dejaba acariciar sus crías, el pájaro carpintero que seguía golpeando en los troncos secos a pesar de su cercanía, el milano que danzaba majestuoso sobre su cabeza sin importarle su proximidad, las hormigas que desfilaban militarmente a sus pies, el jabalí que le escrutaba antes de emprender la marcha o las orquídeas que en mayo parecían florecer sólo para él…
Pedrón era un samaritano para árboles y arbustos a los que ayudaba a encontrar el sol en la fronda del bosque, para el agua represada entre hojas y barro que huía hacia el valle, para el pajarillo caído del nido, para las bayas que brotaban sin tierra a la que agarrarse…
Jamás recibió un reproche en el bosque que para él, en el fondo, era un útero materno.
Pedrón era un niño grande, para la gente sin alma y de lengua fácil “el tonto del pueblo”

322. PALESTRA, de Zarzamora

En el claro del bosque un anciano hacía huellas en la tierra .

El cuervo que hacía rato observaba le gritó ¿para qué las haces?
El hombre sin mirarlo contestó… Sembraré semillas de mañanas.
Te la va-mos-a-co-me-er canturreó el cuervo…
No, respondió el hombre, a ustedes “Dios los alimenta, pero no les deja la comida aquí…”
Viejo, sabes por qué a la caída del sol, los árboles se apilan uno sobre otro y no crecen en altura ni en peso.
Porque no depende de ellas, sino de la mano que hace girar el sol, le retrucó el hombre.
Así pasaron horas, uno dando pie y el otro contestando.
Al atardecer el anciano se sentó sobre el tronco caído a saborear un mendrugo de pan.
El cuervo sigilosamente se le acercó, tramando nuevo combate.
El anciano mirándolo dulcemente le tendió la mano colmada con semillas -las que el cuervo rechazó-, luego le preguntó: Amigo ¿quieres saber, lo que yo tengo de ti y lo que tienes tú de mi?
Dicen que aún suelen ver al anciano desgarrar la piel de la tierra y a un cuervo colocar en ellas semillas… Y que a veces… intercambian sus puestos.

321. HACHA Y GUADAÑA, de Palosanto 2

El leñador fue al bosque con su hacha y cortó la rama más grande del añoso roble.
Dejó secar la madera y la aserró convirtiéndola en tablas prolijas. Con arte de viejo carpintero construyó un primoroso ataúd. El día que se sintió morir, se acostó lentamente adentro del féretro vestido con el mejor atuendo y tapándose con blanca sábana. Como los días transcurrían y la muerte no llegaba, salió del cajón, quitó  la mortaja, comió opíparamente, se puso ropa de trabajo y comenzó a desclavar el cajón. Abandonó las tablas en un rincón y terminó brindando por la alegría de seguir viviendo eternamente.
Cierto día pasó por delante del árbol a medias cercenado y escuchó a una voz cavernaria decir fríamente: —Estoy terminando aquí mi trabajo, pronto iré por ti.
Retornó a la carpintería desesperado. Sintió un sacudón frío, una opresión en el cuello, y mientras huesuda mano lo tomaba por detrás, resonó la voz de ultratumba: —Si nunca me hubieses tentado habrías vivido más tiempo. Pero es justicia; el roble ha muerto en mis brazos lentamente, ahora te toca a ti probar mi guadaña filosa.
Las tablas del rincón habían comenzado a brotar por extraño prodigio de la vida.

320. EL CERVATILLO Y LA GACELA, de Gacela

-Cervatillo querido! ¿Qué te ha pasado? Observo con pesar tu pata trasera lastimada.
-Al pie de la montaña he caído y he rodado, más ha pasado por allí algún que otro animal pero no me han ayudado.
¿Quién eres tú? , fue la pregunta del cervatillo dolorido.
Fue entonces cuando tras tener la visión nublada el cervatillo pudo divisar a la gacela muy horonda y señorona que se acercaba hacia él.
La verdad,  pues él pensó cómo pudo suceder este encuentro intempestivo y al verse él de tan mal talante. ¿Era posible el amor?
La gacela lo miraba con mirada enternecía.
El cervatillo crujía suavecito su dolor, desesperándose entonces por verse bien ante ella.
Ambos cruzaron miradas que recomponían el alma y poco a poco los mimos en la patita recompusieron al pobre y maltrecho cervatillo.
¿Qué les puedo yo contar ? Si he pasado tras un año y veo ahora las crías mimadas juntas por las familias de la gacela y el cervatillo.
Pues ahora, son vecinos con sus familias en el bosque del lugar.

319. …Y SUSURRABA EL VIENTO, de Gnomo

Toca el grillo una canción de amor cobijado entre las setas. La luna llena proporciona al búho una vista perfecta. La musaraña enfadada sale de su madriguera y avista al grillo a lo lejos. Tanto ruido le ha despertado y acude a regañarle. No entiende que el amor haya de expresarse en una canción. ¿Por qué no amas en silencio?
Hojas de otoño cubren el suelo delatando los pasos del frágil roedor. El búho, posado en la rama del arce sigue atento sus movimientos.
Aupado en su atalaya espera que se aleje de la entrada y se postre a su merced como un blanco fácil.
Ojos como lunas, plumas que acarician el aire seco de muerte. Arranca silencioso. Se acerca…
El pequeño animal no se percata del peligro. El búho está aún más cerca….
El grillo calla.
La musaraña se detiene y escucha atenta el susurro del viento. El susurro de una muerte anunciada. El búho despliega sus garras. ¡Que lejos queda la madriguera!. Ya no hay música. El bosque enmudece y el grillo…salta.
Quiso el grillo morir…para salvar a su amada. Atenta la musaraña oye canciones de amor retumbar en su corazón. «En silencio…no se ama».

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