Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

337. LOS VERSOS DEL ÁRBOL, de Duendecilla

No era un día de esos de pasear. El cielo gris y aquel viento húmedo sólo querían decir una cosa, iba a llover. Caminaba por el sendero de tierra roja que se adentraba en el bosque. Cuando llegó a la altura del riachuelo, giró a la izquierda. Por ese lado del bosque estaba lleno de árboles desnudos, con las ramas mirando al cielo como suplicando una manta para el frío. El sendero se desdibujaba cubierto por miles de hojas que creaban un manto amarillo y rojizo. Y allí estaba, lo había encontrado. A escasos metros había un árbol cuyas hojas no se habían caído y que lucía en todo su esplendor. Al acercarse a contemplarlo de cerca, vio que tenía un hueco pequeño donde seguramente vivía algún animal del bosque. Sin pensarlo dos veces, metió la mano y para su sorpresa encontró un papel medio arrugado. Lo estiró y al ver que estaba escrito se sentó a leerlo:
Bebo de tu aliento cada mañana y sigo teniendo sed.
Como de tu alma cada noche y sigo teniendo hambre.
Vivo de tu esencia a cada instante y sigo sintiéndome morir.
Sueño con tu gran cuerpo y sigo sin poder dormir.

336. EL TIGRE, de El Cuervo

El bosque es mío. Lo recorro majestuoso y dominante como un rey recorre su reino.  La nieve lo cubre todo. En invierno la vida parece suspenderse, el bosque se aquieta, se silencia, como si sus habitantes lo hubieran abandonado. Rujo mostrando mis blancos colmillos y todas las criaturas me reconocen, las que duermen se estremecen en sus guaridas y las que velan se apresuran a buscar cobijo. Me lanzo a correr por el placer de correr y mis poderosos músculos apartan la nieve a mi paso. Corro a través del bosque como si persiguiera una presa hasta que mi corazón se desboca y mis pulmones parecieran que fueran a estallar. Entonces me derrumbo sobre la nieve resollando, me revuelco y acicalo mi espeso y lustroso pelaje; después de descansar sacio mi sed en las heladas aguas del arroyo. En invierno anochece muy pronto en la taiga. Anhelo la primavera, aunque sé que no escucharé los bramidos ardorosos de las hembras, hace muchas primaveras dejaron de escucharse en el bosque. A veces sueño que me encuentro con otro tigre y luchamos, cuando despierto rujo hasta enronquecer, pero nadie atiende mi reto. Soy el último tigre en la taiga.

335. EL FUEGO, de El Cuervo

El bosque es mío. Qué magnífico se ve bajo el resplandor de mis llamas. Al principio sólo era una chispa que casualmente saltó de la carretera a un rastrojo reseco de la cuneta. Cerca estuve de desaparecer, pero un soplo de viento hizo avivarme y prender en los hierbajos. Tímidamente ardí sin llama, chamusqué la marchita hierba de la cuneta, pero los pinos estaban detrás de la zanja, muy lejos de mi alcance. Quemada toda la hierba me consumía fatalmente cuando el viento volvió a soplar y divisé una rama de pino caída que cruzaba la zanja hasta su tronco. «Sopla, amigo viento, sopla» deseé, y el viento me llevó hasta la rama cuyas agujas secas prendieron como yesca. La resina hizo que el pino fuera una tea para mi ardor y mis llamas se extendieran rápidamente por todo el bosque que me acogió en su seno como el cauce al río.  Ya nada me podría aplacar, qué vanos esfuerzos el de los hombres ¿Todavía no han aprendido que nadie detiene mi ímpetu? El bosque es mío y yo soy suyo, arderemos juntos hasta que nos consumamos. Llega la noche, qué hermoso brilla el bosque en la oscuridad.

334. LOS NÚMEROS, de El Cuervo

El bosque es nuestro. Inconsciente y aparentemente caótico, su albedrío está sujeto a nuestras leyes. En realidad, impera tanta disciplina como en un ejército y sus árboles están tan ordenados como soldados en formación. Qué ilusión de libertad, qué espejismo de caos… Su crecimiento y el crecimiento de cada uno de sus árboles están íntimamente determinados por la constante de Napier.  Las abejas que lo polinizan cumplen precisamente la sucesión de Fibonacci.  La Ley de Ludwig predispone la disposición de los pétalos de sus flores. La relación entre el grosor de sus ramas y el tronco de un pino cumple la razón aurea, así como la distribución de la hojas en los tallos, la distancia entre las espirales de sus piñas o la espiras de la concha espiralada del caracol con lo corroe.  Como una confabulación cósmica el secreto de los números determina fatalmente el bosque, su funcionamiento es mecánico como un reloj. Tan inconsciente como el bosque es el leñador que lo tala con su hacha, no sabe que él también está prefijado y que un número determina su destino.

333. BOSQUE SECRETO, de Amanita Muscaria 2

En esta  tarde otoñal, cálida y plomiza, me adentro de nuevo en mi bosque secreto. Cierro los ojos lentamente y comienzo a caminar sobre la hojarasca que entona una ronca melodía, siento como me acaricia la brisa que proviene del mar no muy lejano, escucho el dulce gorgojeo  de algún pajarillo despistado y en pocos segundos pierdo la noción de la realidad. Descubro poco a poco mi libertad interior, esa que sólo unos pocos sabemos encontrar porque aún tenemos sueños e ilusiones. Al instante un aroma amacerado de jazmín hace que despierte de esta ensoñación y me veo rodeada de naturaleza, en tonos ocres propios de esta estación y aunque algunos árboles carezcan de abrigo, me siento arropada por todo lo que me rodea, que me cautiva y hace que me sienta única. Una tímida ardilla de pelaje cobrizo me observa sin temor desde su guarida con algunas nueces entre sus patas, para desaparecer hacia el interior seguidamente. Inspiro fuertemente hasta que el fresco aire otoñal penetra en mis pulmones exhalándolo lentamente, sin prisa, el tiempo carece de sentido en este mágico paraje desconocido para muchos, aquellos que un día dejaron de soñar…

332. TRES AVISOS, de Diente de León

Un día que estaba pastoreando las vacas, Horacio decidió refugiarse del ardiente sol en el soto vecino, para descansar mientras pasaban las horas. Estaba bajo la gruesa y rastrera rama de un castaño centenario cuando escuchó la voz:
— ¡Horaciooo…!
Abrió los ojos, levantó la cabeza, pero no vio a nadie.
— Figuraciones mías —se dijo.
Momentos después, cuando ya le estaba cogiendo el sueño, oyó de nuevo aquella suave llamada, grave para una mujer, aguda para hombre, así la definía él cada vez que contaba la historia, siempre entre escalofríos.
— ¡Horaciooo….!
Se levantó, enfadado, dispuesto a apedrear al bromista empeñado en molestarle. Acechó por todas partes, detrás de los castaños próximos, en las ramas que tenía sobre su cabeza… Nada.
De nuevo pensó que tenían que ser imaginaciones suyas e intentó por tercera vez abrazar el sueño. Tampoco pudo conseguirlo.
— ¡Horacioooo….!
Se irguió de un brinco y corrió hasta el centro del prado. Temblaba. Buscó el sol. Con el repentino estruendo, las vacas se asustaron al mismo tiempo que él. El árbol bajo el que estaba se había abierto por la mitad: una parte quedó en pie, la otra cayó sobre el sitio donde él no pudo echar la siesta.

331. LA DAMA DEL BOSQUE, de Driada 2

El Sol empezaba a inclinarse sobre el hemisferio septentrional. En las elevadas colinas, el frondoso bosque olvidaba la gama de colores verdes del pasado verano.
            De la profunda y obscura agua del lago del bosque, emergió una dama de vaporoso vestido y grácil figura. Elevó sus brazos hacia arriba y ordenó a invisibles águilas que desplegasen en el cielo blancas sábanas. El bosque perdió luz, y los pájaros moradores dejaron de cantar. Bajó los brazos lentamente, y cuando estaban a la altura de los hombros, los abrió, como si de un abanico se tratara, hasta dejarlos colocados en forma de cruz. Una brisa de montaña se desplazó entre las ramas de los robles, las hayas, los castaños y los nogales, transformando los pigmentos verdes en tintes de oro, cobre y rubí. El suelo quedó cubierto por una alfombra ámbar que borró los caminos. La señora de la espesura se elevó hasta acariciar las algodonosas nubes. De inmediato, una lluvia fina comenzó a descender. El agua y la hojarasca se fundieron en un néctar que el terreno bebió.
            Un nuevo ciclo comenzaba a nacer, la dama del bosque, o la naturaleza, otra vez lo había hecho posible.

330. DÉJAME REGALARTE…, de Garúa

Déjame regalarte un pasaje sin destino, para que juntos votemos donde podernos amar. Tal vez un bosque encantado, con árboles ordenados que a nuestro paso se formen llevándonos hacia el sur. Allí quizás encontremos un laberinto de hielo, celeste cielo, translúcido que nos quiera eternizar, no sientas miedo y urgente ¡vamos a estropearle el plan!; desgastemos nuestros labios, enciéndeme con tus dedos, derritamos este témpano haciéndonos el amor. Livianos y libres corramos, veo el cielo muy cargado empieza ya a garuar, vamos a consumirnos bajo este cielo plomizo, desnudos y unificados él nos bautizará.
Déjame regalarte mi piel, quiero que escribas tus letras, yo quiero ser tu papel, piensa en mí, crea conmigo, inventa nuevos destinos, sueño ser tu inspiración. Déjame regalarte una cena, donde mi cuello y espalda sean el plato principal, muere allí yo te lo ruego, florece entre mi cabello, vive y revive mis ganas, confía tu raza en mí. Llega la noche y exhaustos tenemos que reposar, déjame regalarte mi vientre, para que sueñes conmigo, recuéstate yo te cuido y a cambio solo te pido, ámame más y más.

329. AUSENCIA, de Amanita Muscaria 2

Abrí aquella puerta temerosa por si alguien me observaba y me adentré en aquel bosque que tantos misterios guardaba. Instintivamente camine entre los árboles, me envolvían a cada paso, el aroma que percibía me transportaba a un mundo distinto, era un olor dulce, mezcla de todas las especies de flores aromáticas que por allí emergían. El tiempo y el espacio carecían de sentido. Un murmullo melódico envolvía todo, unas bellas melodías de gorgojeos y graznidos alegraban gratamente el ambiente. Frente a mí se divisa el horizonte por el que las espumosas olas del mar juguetean con las rocas envolviéndolas y azotándolas a cada segundo. Mi corazón comienza a acelerarse, bombeando a una velocidad vertiginosa, una suave brisa me acaricia la mejilla y un escalofrío recorre mi cuerpo. Sé que eres tú, tu esencia, siento como me rozas la piel, siento paz, respiro hondo… Ya puedo regresar tranquila a nuestro hogar, aunque sé que tú te fundiste para siempre en este bosque al que cada día regreso para sentir tu presencia, como antes, cuando nos sentábamos al borde del acantilado al ocaso del atardecer, con las manos entrelazadas, hablándonos con la mirada, sintiendo que ese era nuestro momento, sólo nuestro….

328. CALMA, de Amanita Muscaria 2

Camino lentamente, absorta en mis pensamientos, alejándome poco a poco del caos bullicioso de la ciudad, sus prisas, sus rutinas, hasta perder por completo la noción del tiempo. Levanto la mirada hacia el horizonte y a lo lejos diviso un frondoso bosque, su color y aroma invitan a adentrarse en él. Una bella mariposa de suaves tonos azulados dirige mis pasos con su vuelo lento y suave hechizándome hasta  arrastrarme hacia el interior de un hermoso espectáculo multicolor, adornado de innumerables especies de plantas y flores y un aroma que emborracha hasta perder el sentido. Unos cánticos melodiosos despiertan mi ensoñación, este mágico lugar hace que mi mente se habrá a otra dimensión, a otro mundo. Me dejo llevar por mis sentidos. Mi corazón late lentamente, mi respiración se ralentiza y mi rostro esboza una sonrisa. Dejan de existir por unos instantes las prisas, las tristezas y la desesperación para dejar paso a los sueños, las ilusiones y el amor, dejando a un lado el odio y el rencor. Este es mi rincón secreto, donde sólo existe la calma, donde aún esperan  los sueños…

327. SENTIDOS, de Bruja

-Venga Rufo, ¡vamos!
Ha sido buena idea venir sola, bueno, claro… contigo, pero tú eres como si fuera yo, qué iba a ser de mi sin ti… que agradable es este suelo tan blando, me siento a gusto pisando las hojas secas, la sensación amortiguada al dar el paso, el pequeño crujir… voy bien, nada de miedo, Rufo está a mi lado para guiarme. Hay muchos sonidos, el viento en las ramas de los árboles, todo a mi alrededor parece tener movimiento. ¿Me mirará algún pajarillo de los que oigo cantar?.
-Llévame junto a un árbol, bonito..¡Eh! No tires tan fuerte ¡ya voy!…
Rugoso, craquelado, seco… huy ¡me puedo abrazar!.
-Rufo, llévame junto a otro… buen chico… pero…¿Dónde vamos?
-Qué listo eres, sabías que me iba a gustar oír el sonido del agua… guíame Rufo, quiero tocarla.
Sí… esta piedra junto al arroyo me irá bien… me voy a sentar… así puedo meter mis pies en el agua… qué fría… siento el sol en mi cara… el frío, el calor, los sonido… los sentidos… una buena idea venir al bosque sola… bueno, sola no, claro.
-Buen chico, Rufo.

326. LA CITA, de Hoja Seca

            Llovía copiosamente y aún así, caminé hacia el Bosque de la Cascada donde Sonia me había citado con urgencia.
Algo grave le ocurre para hacerme esto, -pensé.
Temí que el tinte recién aplicado tiznase mi cara, dejando al descubierto mi pelo blanco, la lluvia se mofaba del paraguas.
Nos conocimos hace años en una cena de empresa, y me he convertido en algo así como su madre, o una confidente.
La encontré acurrucada bajo un roble al lado del precipicio, con el pelo y la ropa empapados.
Cuando me acerqué, la oí sollozar, se puso en pie y me abrazó diciendo: Gracias por venir Isabel, estuve a punto de cometer un disparate.
-¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loca para estar aquí, y hacerme venir con este diluvio?
-Ha naufragado, -me dijo.
Sonreí ante la paradoja, si, el agua estaba por todas partes.
-¿Cómo dices? –pregunté, dudando que estuviera en su juicio.
-Mi relación con Luís. Hoy me ha dejado. Estoy desesperada.
-¡Vaya, es eso! Te advertí hace tiempo, que dejarías de ser “la otra” cuando la celulitis se instalara en tus mulos, y esos pechos declinaran. A mi marido, solo le gustan los cuerpos perfectos.

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