Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

QUIJOTERÍAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en QUIJOTERÍAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el tercero serán QUIJOTERÍAS Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE MAYO

Relatos

76. EL SECRETO DEL BOSQUE, de Buho

La niebla dibuja formas extrañas con la luz de la luna y las sombras del bosque. Da miedo. Me calma la extraña posibilidad de que algo suceda. Me pasaba desde niño y aún me ocurre. Recuerdo cuentos y leyendas envuelto en el entorno que me rodea. La niebla sigue jugando con la luz y las sombras. Decía mi abuelo que “en cada árbol existe el alma de un asesino, alguien que sesgó el orden natural de las cosas. Un asesino que busca librarse de su atormentada alma. En cada raíz se encuentran sus extremidades, luchando por desarraigarse. En cada corteza, el recuerdo de una gota de savia derramada, un sueño sin realizar como el tatuaje de un viejo amor. Los árboles nos vigilan, saben que somos su salvación, que debemos protegerlos. Pero ten cuidado si no lo haces y ves a uno de ellos moverse hacía ti. Eso significa que serás su libertad y que no conseguirás escapar de aquí, jamás, ya que te habrás convertido en árbol. Ese es el secreto del bosque y el final de toda vida perdida”. Intento moverme, pero sólo consigo que el viento meza mis ramas.

75. REGRESO, de Woods

La noche se me ha echado encima, las nubes cubren la luna llena, camino solo por el bosque, solo escucho el ruido de las hojas  agitadas por el viento que me acompañan durante mi regreso a casa.
Sigo caminando, aligero el paso, escucho pasos, miro para un lado, miro para otro, miro hacía detrás, no veo nada. Continúo, vuelven los pasos, vuelvo a mirar hacía detrás, veo a alguien en la oscuridad, me apunta con una pistola, aprieta el gatillo:
– ¡Pum!
Se enciende la luz de mi habitación, era mi madre, me vuelve a salvar la vida, como hace cada noche, desde que vi aquella dichosa película.

74. EL LOBIZÓN, de Irati

Destruido el bosque que fue nuestro hogar por  máquinas que talaron la flora natural, mi pronóstico de supervivencia es ínfimo. Nos llamaban “los  lobizones del bosque «,  un estatus importante para nosotros. La  especie se sentía orgullosa de ser protagonista de una  leyenda. Sin embargo, ahora mi existencia, nuestra existencia, es la que pasará  a ser leyenda.
Hablaré  en nombre de los sobrevivientes de mi especie, poniendo  en mi hocico lo que deben conocer. Éramos   solitarios, tímidos, cautelosos, de hábitos nocturnos o crepusculares. Nos  caracterizábamos  por nuestras largas patas. De altura y cabeza pequeña en proporción al resto de nuestro cuerpo, el pelaje largo y áspero nos permitía desplazarnos por el área boscosa donde jugábamos y nos apareábamos.
De extinguirnos, no sólo desaparecería una valiosa especie, sino también, la magia del paisaje boscoso  que habitamos. En las noches de luna llena ahora a nadie sobresaltamos con el brillo de nuestros ojos al recorrer los senderos.
No desoigan mi voz. Ayúdenme. Es la voz de las víctimas de este bosque que también se extingue. Una voz cargada de esperanza. Una voz que desea perpetuarse para que todos, alrededor del mundo sepan que el bosque y nosotros existimos.  

73. PASEANDO POR EL BOSQUE, de Hadita

Nos estábamos instalando en nuestro pequeño y acogedor hotel. Teníamos tiempo libre antes de cenar y decidimos pasear por el bosque cercano. La luna  llena y nuestros deseos de explorar, ofrecían claridad suficiente para iniciar nuestra andadura. El olor a tierra húmeda, el canto de los grillos, el lejano  gorgoteo  de un riachuelo nos llenaban de paz y tranquilidad. Cuando la oscuridad nos impidió avanzar, decidimos volver y degustar una cena tranquila en el coqueto restaurante del hotel. Escogimos una mesa con vistas al bosque. Me quité la chaqueta, la chimenea encendida proporcionaba un ambiente agradablemente acogedor, al colgarla tras la silla, quise coger el móvil pero algo me lo impedía, estiraba hacia abajo con fuerza y me impedía sacarlo. Al mirar dentro, me quedé paralizada, un pequeño ser transparente y con figura humana lo sujetaba y me susurraba: «Olvida ataduras y convencionalismos y aprovecha lo que te ofrece la naturaleza de este maravilloso lugar. Relájate pidiendo una copa de vino rojo y duerme plácidamente hasta el día siguiente en que me devolverás al bosque.» Disimulé frente a Juan, hicimos según deseos de mi pequeño ser y ahora, mientras escribo, acaricio mi barriga llena de vida.

72. RECUERDOS, de Nogal

El suave susurro del viento recorriendo el bosque palmo a palmo despejaba mi mente de todos los trajines de la vida cotidiana. Era como si despertara de un largo y agotador sueño, abría los ojos ante ese verde intenso. Por unos breves instantes olvidaba mis deudas, mis problemas en el trabajo y me concentraba en mí, en lo que yo quería.
Las caminatas en la naturaleza eran una tradición, al menos una vez al año tenía que venir a despejar mi mente, a descansar.  Mi padre traía a la familia desde que yo tengo memoria, nos quedábamos en una hermosa posada donde podíamos descansa de nuestras arduas caminatas por el bosque, nunca se me ocurrió preguntarle cómo había encontrado este lugar tan mágico y lleno de vida. Mi madre, mi hermana y yo venimos aquí unos días después de la muerte de mi padre, para poder conciliar el hecho de su ausencia, estar aquí me trae de vuelta muchos de los mejores recuerdos de mi infancia. Espero algún día poder  compartir  con mi hijo este lugar lleno de fragancias y belleza, disfrutar con el como yo lo hice con mi padre.

71. EL HECHIZO, de Corteza

Marcos recogía setas cuando tropezó con un árbol inmenso. Su tronco parecía desprender la sabiduría del tiempo allí anclado, creando nudos, alojando musgos entre sus grietas y dibujando sombras para el caminante. Decidió sentarse a descansar cuando al mínimo roce de su espalda con la corteza, Marcos quedó formando parte del árbol, convirtiéndose en raíz, sintiendo la savia deslizándose en su interior. Entonces, percibió una voz profunda:
–   “Dentro de mil años, una princesa te abrazará. De la corteza y el hechizo te librará”.
Los años pasaban y a su alrededor el bosque iba desapareciendo: talas, construcciones, polución… ¡Hasta cayó una piedra del cosmos destruyendo todo lo visible desde aquél punto! Mas el árbol, aferrado a la tierra por la raíz en la que Marcos se había convertido, permanecía seco e inmóvil en medio de aquél desierto.
Mil años pasaron, y una tarde cuando el sol estaba en las alturas, una pobre caravana apareció a lo lejos. Alina saltó de su montura gritando: ¡El árbol está allí! Y corrió para abrazar la corteza que pronto se transformó en unos ojos, fijos en los ojos de ella.
Ya se habían encontrado, y juntos abordarían el destino que les esperaba…

70. EN UN BOSQUE DE HOJAS …, de Meigas

La caminata por los bosques cántabros nos había dejado exhaustos e impresionados por la belleza de aquellos parajes. Nos alojábamos en una casa rural, rodeada de paz, tranquilidad y naturaleza.
El entorno era propicio, así que me relajé y cogí un libro. Aquel libro narraba exactamente lo que había sucedido durante el día y lo que estaba haciendo en ese momento.
Aquello me asustó. Preferí leer otro relato.

69. EL ÁRBOL DEL DESEO, de Raíz 2

Recogiendo setas no me iba a hacer rico, pensé. Era fatigoso, mojado, cansado y un trabajo demasiado solitario para mi alma llena de miedos y de recovecos ocultos repletos de secretos.
Seguía el estrecho sendero de forma autómata, ya casi ni observaba los musgos ni me agachaba bajo los húmedos. Mis esperanzas de encontrar alguna especie que me permitiera venderla a buen precio se estaban agotando.
De repente, choqué con sus raíces, pero no caí al suelo. El árbol me recogió con sus ramas y me abrazó. Unos enormes ojos oscuros me miraban y su boca profunda me susurró al oído:
«Pide un deseo, hoy estoy de buen humor, solo te pediré algo a cambio».
Pensé volverme loco, los árboles no hablaban, pero al contemplarme entre sus ramas, lo creí y pensé en el deseo…
«Quiero todo el dinero que se pueda tener en esta vida»
Hoy soy rico pero no tengo ojos, fue el pago que exigió aquel monstruoso árbol..

68. GUELMI, EL VIGILANTE DE LOS SUEÑOS, de Quercus

Por la chimenea una mezcla de olores llegó a su afinado olfato y comenzó a saltar entre las hojas caídas, ya casi totalmente mezcladas con el barro del invierno que se deslizaba por las laderas de Lanstribuck. Así llamaba Guelmi a aquella montaña y por ese nombre la conocíamos todos los que con Guelmi coincidíamos en los caminos. Se coló por la ventana. Yo iba muy abrigada debajo de su sombrero. Guelmi se acercó a una cama y se acostó rendido. Descansaríamos un rato. Lo justo y conveniente le dije enroscándome aún más bajo su sombrero de lana. Unas voces y ruidos de pasos se escucharon. La puerta se abrió golpeando la pared . Guelmi se despertó sobresaltado tirándome al suelo y haciendo que todos los colores que había recogido se esparcieran por aquel cuarto. Rojos, amarillos, verdes, azules… todos explotaron inundando de primavera el invierno gris.  Una voz se escuchó en medio de la luz que decía: “ A partir de aquel día nunca entra el invierno en esta casa y todos los que en ella están recuperan la alegría. Y ahora,  duerme Antía. Seguro que Guelmi vigila tus sueños… Y la lombriz,abuela…Sí,también la lombriz.

67. REGRESIÓN, de Cazador Furtivo

            El bosque… El psicoterapeuta le pidió describir un bosque con las primeras palabras que le viniesen a la mente. No lo pudo hacer. Se sentía paralizada. «Debes cooperar, Aniela, aquí hay la clave de todos tus sufrimientos.» Las palabras estaban completamente bloqueadas.
            «Intentaremos una regresión, por intermedio de la hipnosis…»
Cayó por un túnel oscuro, años, decenios, siglos atrás…. Se encontró en medio del bosque, en oscuridad, junto a un círculo de piedras. Su mano golpeó ligeramente el pecho hirsuto del ser durmiente. Él, que le había traído el fuego, yacía gimiendo, en la áspera piel del tigre matado. Habían vivido noches mágicas a luz de las gigantescas llamas de la hoguera.»Descríbeme el bosque, Aniela…»  se infiltraba en sus oídos una voz lejana . «Estoy seguro de que lo has encontrado en tu memoria.» Un aullido rompió el silencio del bosque. Volvían las sombras. Sintió algo extraño, húmedo, naciendo en sus ojos; una primera lágrima cayo, chisporroteando, en la débil llama que, fatalmente, habrá de extinguirse algún día.
            «Haz un esfuerzo, descríbelo….» Desde el cielo, dos ojos hipnóticos le daban el señal del despertar. Abrió la boca, pero le resultó imposible decir algo… El lenguaje no se había inventado todavía….

66. SOMBRAS CHINESCAS, de Seta 2

Se repetía siempre en vacaciones cuando nuestra economía no nos permitía abandonar la ciudad. El reloj no regía nuestro tiempo y sin hora fija de acostarnos, cada noche después de cenar nos recreábamos con la visión de las formas largas y tenebrosas que surgían caprichosas de la nada y danzaban sinuosas en la oscuridad. Agarrados de la mano, mi hermano y yo, entre la curiosidad y el miedo jugábamos a adivinar las siluetas que aparecían ante nuestros ojos. Zorros, ardillas, pájaros en pleno vuelo o carpinteros se alternaban para construir un mundo paralelo. Gustábamos ambos del mérito de esa inquietud consabida y compartida que el misterio de lo irreal ofrecía a nuestros ojos, repartido a partes iguales entre nuestra imaginación y las expertas manos de mi padre que conseguían junto con una lámpara y una sábana adentrarnos en un bosque encantado hecho a nuestra medida, permutando calles y rascacielos, por castaños, abedules y senderos.

65. EL RITUAL, de Irati

El bosque desbordaba magia desde sus laderas, las centenarias copas se fundían en un juego multicolor de verdes y ocres que ponían de manifiesto la convivencia de árboles traídos de los tres continentes. El valle cubierto de una densa y colosal vegetación, en la que se localizaban gigantescos ejemplares de fresnos de Pensilvania, ginkos biloba de Asia, palmeras asiáticas, pinos mejicanos, secuoyas, tilos y tuyas americanas.
 Junto a ellos, árboles autóctonos y de la flora europea, como alcornoques, encinas, hayas, lentiscos, madroños, olivos, olmos, robles y tejos.
Entre tanta belleza Jano puso en práctica el ritual de todos los días, momentos después entre abetos del Himalaya, acacias australianas, alcanforeros japoneses, araucarias brasileñas, cedros del Cáucaso, eucaliptos de Tasmania, una mujer se iba corporizando en forma lenta pero constante.
Había sido tal el deseo que la imagen de su mente  se convirtiera en realidad  que la mujer se materializó, a pesar de lo improbable de que el suceso ocurriera.
Lamentablemente cuando finalizó, sintió que ella no era como esperaba. Tenía las piernas desmesuradamente   largas  y sus pechos demasiado pequeños para su gusto.
Mañana, en la inmensidad del bosque  lo intentaría de nuevo.

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