Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

397. MI ÁNGEL PROTECTOR, de Luciérnaga 3

La frigidez del bosque alcanzaba con pudor mi corazón.
Perdida en las lejanías e íntegramente desorientada, caminaba sobre el rociado musgo que cubría la tierra, buscando desesperadamente el rocoso alcorce del que me había desviado.
El miedo se extendía cada vez más en mi ser, y cada minuto que pasaba olvidada en aquel tétrico y sombrío lugar, más temor sentía mi desdichado corazón.
El aullido de los animales resonaba como un eco explayándose a mi alrededor y la luna, demasiado joven todavía para irradiar su esplendor, vigilaba cada paso que daba desde el hermoso firmamento.
De pronto, pude divisar entre la aglomeración de arboles un centelleo que chisporroteaba con gracia en la tenebrosa oscuridad. Corrí hacia el, intentando eludir el pánico y conservando la esperanza.
El provenir de aquel pequeño centelleo resultó ser una pequeña luciérnaga, que fulgurante, volaba a mi alrededor iluminando una diminuta porción del terreno.
Sentí la desesperación y la locura apoderarse de mi y grité con ansia intentando ser escuchada. La luciérnaga cesó su vuelo y se posó. Presa del delirio supliqué a aquel animalito que me mostrará el camino de vuelta y que me guiara con su luz.
La luciérnaga, mi ángel protector, obedeció.

396. La Anjana del Bosque Cántabro, de El Hada Polvorilla

Desde el más pequeño al más grande, de todos cuido.
Del pequeño gusanillo…Vueltas, vueltas… ¡Qué mareo!… No me atrevo a abrir mis ojos… Tiemblo al pensar lo sucedido. La hojita era verde, tierna, no tendría que haber caído. Me sujeto como puedo, miro… Mi improvisado barco choca contra una roca del río, y sin más preámbulos me zambullo, mi cuerpecito frío se hunde, me resigno a mi suerte.
El calor llega de dentro, y miro sus ojos, brillantes, azules como el cielo, sonríe y me deposita en el suelo.
Del asustado conejillo… ¡Mamá, mamá, muévete!, tienes que correr… Mi cuerpo se pinta de rojo y mi madre no se mueve, tengo hambre y oigo retumbar mis oídos con sonidos desconocidos. Un golpe seco, y el suelo se precipita contra mi hocico. Duele, duele mucho… se derrama mi vida entre las piedras.
Una presión cierra la herida y sus ojos claros iluminan mi miedo, mi soledad, el calor llega de dentro y me duermo en su regazo.
Estoy seguro de haberle dado, ¡maldita rama! qué arañazo… ¿Qué ocurre? Todo está frío, oscuro… Esos ojos tan claros… el frío llega de dentro… ¡Mejor me largo!
Hasta el cazador ha sido salvado…

395. EL REGALO, de El Hada Polvorilla

He caminado durante años por este bosque milenario. Una mañana al salir temprano para mi paseo diario. Andaba con la mente perdida, enredada en mis problemas cotidianos… De pronto me sentí sobresaltada, silencio, me asustó tanto silencio. Miré a mi alrededor, nada parecía fuera de lugar, todo estaba como lo recordaba, pero no, algo faltaba… Ni las hojas secas sonaban al caminar.
Me quedé quieta… No se qué esperaba… Pero mi pecho se agitaba con ansiedad. Mirando a mi alrededor fui notando que todo cambiaba de color. Los verdes eran rojos, los marrones, azules… Me costaba reconocer mi entorno, y algo en mi también se transformó. Eché raíces que penetraron en la tierra fría, húmeda del bosque y mis brazos creciendo, se llenaban de brotes. Pude sentir la vida transportada en mi savia, sentí que era bosque, vivo, tierno, húmedo.
De nuevo abrí los ojos y todo había recuperado su ser, cada cosa volvió a su lugar, a su color, pero no, todo no, yo ya nunca sería igual, mis lágrimas caían derramadas sobre mis pies que volvían a pisar, firmes, la corteza viva, rica que recibía agradecida cada gota que llegaba, y me regalaba… Una pequeña flor.

394. DIÁLOGO, de Tejado

– Buenos días, Sendero del Agua. ¿Qué tal has dormido?
– ¡¡¡Uahh!!!, buenos días, El Molino de Bonaco. Después de leer los últimos relatos recibidos, he dormido como tronco-partido-en dos-por-serrucho.
– Te lo advertí, amigo, esto va a ser la repera. Los relatos cortos salen como churros y vamos a tener que gastarnos las pestañas leyendo uno tras otro…
– Sí, sí… y lo peor será después, elegir los veinte mejores. Porque los mejores, los mejores… ¿Cuáles deberán ser?
– No sé, ¿La historia mejor contada? ¿La más rica en elementos del bosque? ¿La más misteriosa, la más sentimental, la más entrañable, la más sencilla, la más ingeniosa, la más…?
– Al jurado le pasaremos esa patata caliente. Es gente competente en la materia. Manejarán unos buenos criterios.
– Veinte y dos ganadores. ¿Recibiremos muchas quejas?
– No creo. Conocerán nuestras dos casas y nuestro bosque. Les encantará el lugar y toda la provincia…
– ¿Vendrá gente de todas las partes de España y del extranjero? ¿Nos conocerán en la aldea global?
– Sí, Internet convierte lo pequeño en grande y viceversa.
– Creo que deberíamos desposarnos como marido y mujer con nombres de hombre: Sendero y El molino.
– ¡Ja, ja, ja! Hoy hemos comenzado bien nuestro día, molino mío.

393. FUERA DE LA CIUDAD, de Tejo 3

Los pies, mientras corría, iban pisando las hojas, las ramitas tiradas en el suelo, los charcos, las hormigas, las bayas..
Sus dedos señalaban todo lo que podia llegar a ver, el árbol más alto, el más grueso, el pájaro que salía volando, aquella seta de llamativos colores…todo. Pero lo mejor era ver su cara, con esos colores de fruta madura, oir su risa, y saber que nunca olvidaria aquel momento, como tampoco lo haría yo, de ver por primera vez, de sentir por primera vez, los olores de los árboles, el tacto del musgo, el sabor de las metras recien cogidas, sin lavar, y el ruido arrullante del viento entre las ramas de ese bosque, el primer bosque que visitabamos, en nuestra primera salida fuera de la ciudad.

392. EL BOSQUE DE LA MEMORIA, de Zorro de Plata

En el bosque de la memoria cada tronco, cada rama y cada hoja es un recuerdo. Lejos escuchas los juegos y canciones de la infancia. El musgo puede oler a mamá, las rocas pueden sentirse ásperas como la barba de papá. El pétalo de una flor es suave como la piel del primer amor. Cortas un árbol para ver si los recuerdos desaparecen, pero el árbol cae y los recuerdos siguen allí. Prendes fuego a las hojas secas que yacen en el suelo. Lejos de quemarse, éstas reverdecen; son las memorias tristes, patéticas y horribles que flotan para volver a ser parte de la copa de los árboles. Y es que en el bosque de la memoria todo es un recuerdo, si tratas de deshacerte de uno reverdece y si buscas debajo de una roca puedes hallar alguno que creías olvidado.

391. EL COMPROMISO, de Quiróptero en la Noche

Acurrucado en un pliegue de la falda de la montaña, a media altura entre las cumbres de la Sierra del Escudo y las verdes alisedas del valle que perfilan el curso del río, el pequeño robledal se alfombra lentamente con silenciosa nevada de hojas ocres y amarillas.
Desde la ventana, escuchando el cadencioso discurrir de un regato, contemplo la vistosa rueda de apareamiento entre libélulas que encubre, con su belleza, una agresiva violación a la hembra.
-Nada es tan idílico como parece, ni tan trágico como aparenta- Dijo Abilio durante la conversación que mantuvimos en el hospital donde yo ejercía de enfermero y él se enfrentaba a la muerte con la digna valentía de un viejo anarquista.
En aquel escenario de sondas y cables le prometí hacerme cargo de la única obligación que todavía lastraba, cuidar de su bosque. Por eso estoy aquí, como cada otoño, vigilando el discurrir del orden natural desde este alféizar de la abandonada bodega.
Fuera, grupos de mosquitos revolotean sobre la podredumbre de manzanas o castañas que fermentan bajo los árboles.
En el interior, colgando de las vigas, dormita la familia protegida de murciélagos y, enmarcado en la pared, el retrato de Abilio continúa sonriendo.

389. BOSQUE, de Zorro de Plata

Dos niños se perdieron en mis costados.  Flexioné la corriente del río para que hiciera frío.  La noche caía y los niños se internaron más en mis adentros buscando algo de calor.  Conjuré la niebla que se me metía entre los árboles y halé el viento.  Los búhos hicieron ruido.  Los chiquillos temblaban.  Halé más fuerte el viento y uno de los búhos voló cerca de ellos.  Asustados corrieron más adentro hasta que vieron una cueva.  Allí dormía una manada de lobos y sin saberlo los pequeños entraron.  Me los devoré.

388. DULCE NARANJO, de Pinos

En el Edén la actividad era incesante. Todas las especies se esmeraban por perfeccionar los atributos que les habían sido concedidos. De ello dependía su destino en la posterior reubicación por todo el orbe.
Todos no. Había un desgarbado arbolillo de aspecto adolescente que permanecía ajeno al movimiento general. No mostraba flores, frutos, ni aromas, ni se esforzaba por acrecentar su copa.
La serpiente, que rondaba por los lindes del bosque buscando la forma de introducirse, reparó en él.
Precisamente ese, desmañado y anónimo, sería el refugio ideal para esconderse y llevar adelante sus planes de seducción.
Arrastrándose artera, llegó hasta el pie del árbol e intentó reptar hasta su copa .El arbolito lo advirtió y quiso alertar sobre el peligro.
Como no podía gritar intentó otros trucos. Expandió sus jugos hasta que cientos de florcitas blancas reventaron en sus ramas y su aroma penetrante perfumó hasta el confín, asomaron espinas lacerantes en sus ramas y finalmente, bellas esferas doradas iluminaron su copa.
Todos los habitantes del Edén corrieron a presenciar el milagro y la Mala, en rápida huida desapareció aterrada.
Dicen, que si bien en ese intento fue vencida, tiempo después consiguió una buena alianza con un manzano.

386. TOC, TOC, de Lobito Feroz

¡Toc, toc!
– ¿Quién? – Dijo la abuela.-
– Caperucita. Abra.
– ¡No cuela! ¡Ya me engañaste una vez! Pero… ¿A ti no te mató un cazador, te abrió la tripa y yo salí de ella?
– Ese fue mi padre, señora abuela.
– Bien, Lobito Feroz. Y ahora ¿Quieres engañarme?
– Como a él le funcionó… yo creía que…
– Yo creía, yo pensaba… palabrerías de lupus ¿Qué quieres?
– ¿Sería tan amable de dejarme entrar? – Escuchó la abuela al otro lado de la puerta. – Ya es de noche y este bosque es muy grande para mí.
El cerrojo se deslizó, permitiendo que la roñosa portezuela se abriera por el peso del lobezno que, de un traspiés, se coló en la casa, regalando a la anciana una genial voltereta involuntaria.
– ¡Ay!
– No se parece al padre. – Observó la abuela.-
– Gracias por abrir.
– Vamos, abrevia. Es tarde.
– Pues verá: venía a pedir perdón en nombre de mi familia. No se imagina la mala fama de mentirosos, come-abuelas y engaña-niñas que tenemos los Feroz. Ahora nos hemos reformado y si usted quisiera…
Zzzzzzzzzz, dormitaba plácidamente.
Moraleja:
Si te quieres disculpar,
ve temprano a dialogar.

385. LOS BOSQUES OLVIDADOS, de Perenne

Desde que la enfermedad se manifestó en su organismo la vida se había convertido en una obtusa rutina. El alzheimer había infectado tan rápidamente su mente que a veces no distinguía una oliva de una castaña. Como cada noche, se sentaba sobre un lateral de su cama para contemplar el hermoso bosque que veía desde su habitación. Y, como cada noche, retornaban a su cauta memoria historias de su niñez, como cuando su hermano mayor le explicaba que había leído en un libro que todos los árboles tenían un nombre científico y que a las encinas se les llamaba Quercus ilex.
La luz de la madrugada que rebasaba la puerta del anciano despertó a su hijo y entrando en su cuarto lo descubrió sentado sobre su cama, inmóvil, mirando el único cuadro que colgaba de la soledad de la pared.
– ¿Papá, qué estás haciendo?
– Estoy mirando por la ventana.
El hijo observaba los cansados ojos de su padre sin poder adivinar qué existía más allá de aquellas vidriosas pupilas. Acariciándole el pelo, le dijo:
– Es un bosque muy bonito… ¿Damos un paseo?

382. CERCA DEL BOSQUE, de Castaño 3

En la paleta de colores distintos y excepcionales del año en el bosque, conviven seres vivos, vegetales y animales.
!Claro que en el bosque hay vida! no hay Elfos supongo, ni Trasgos, pero hay leyenda ¿Porqué no?
Las abuelas siempre contaban que estos eran inquietos y juguetones, atribuyéndoles todo lo inexplicable que ocurría en las casas cercanas al bosque. Eran como niños malos -invisibles- divirtiéndose con bromas, a veces pesadas -algo que desaparecía y aparecía en el desván días después…el mechero de tira de algodón, que yacía en el cajón de los cubiertos…Hoy puede que siga ocurriendo pero no se habla de ello, solo la gente «mayor» lo piensa, pero no lo comenta. !Sería declarar su «decadencia»! y precisamente hoy, se viene al campo a cargar pilas y renovarse por dentro y por fuera, disfrutando de la naturaleza.
Yo no los he visto, pero…me hace pensar, pues mientras escribo este texto cómodamente sentado en el musgo, veo en pantalla signos que no he pulsado y que se borran sin pulsar…

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