Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

381. EL DULCE RUIDO DEL BOSQUE, de Lenga

En la recepción le dieron la flauta. Ni una nota. Había rechazado el regalo del luthier, desde el pedestal al que la fama la había alzado, pero allí estaba.
-¿Cómo se le ocurre que YO voy a tocar una flauta dulce en el escenario? Entre mis dedos ya solo baila el metal de las flautas más prestigiosas.
Tocó en la Selva de Oza solo porque su familia procedía del Pirineo aragonés. De entre el público entusiasmado surgió un espectador que quería regalarle una de las flautas que él mismo creaba. Un luthier admirado en su profesión, conocedor del origen de cada flauta de madera y de su preciso sonido. La madera de la que los árboles se desprendían en invierno, que él recogía en sus largos paseos por el bosque, servía para crear la flauta dulce. No veía una forma mejor de volver a dar vida a una parte del árbol.
Inconscientemente posó sus labios en la embocadura, deslizó el aire y sus dedos dibujaron  una nota intensa. La claridad de sus armónicos le recordaba el agua cristalina del río en su pueblo. De repente, era otra vez la niña que escuchaba las melodías siempre inéditas del bosque. Y sonrió.

380. PAN DE INDIO, de Lenga

El niño fue el primero en descubrir la extraña pelota en los árboles de los que siempre había obtenido frutos muy distintos a los que ahora crecían en la rugosa corteza de estas bolas. El bosque de Tierra del Fuego también había enfermado, como su familia, pero los árboles se defendían del parásito desconocido, creando pan. Al principio el niño pensó que también los árboles se embarazaban, como su mamá. Mostró el fruto del embarazo al misionero, que estudió sorprendido el nuevo ser. No quedó conforme el niño con la explicación científica del único hombre blanco que permaneció en la isla cuando los colonos la abandonaron.
Hacía tiempo que el niño no veía mujeres embarazadas. Interpretó que la Tierra otorgaba a los árboles el milagro de dar vida.
Como el bosque, los yagán agonizaban, pero el niño se mantenía ajeno al fin de su mundo. Repartía los frutos entre los pocos indios que resistían contra todo tipo de parásitos. Los viejos árboles eran  más fuertes, sobrevivirían a los moradores de la isla.
Todavía hoy dan a luz el pan de indio, porque en el bosque del fin del mundo se puede encontrar el comienzo de la vida.

379. EMPIEZA POR LA LETRA B, de Riachuelo

-¿De verdad quieres jugar ahora? Es de noche, poco se puede ver.
-Venga, me apetece mucho.
-Está bien. Veamos… Veo, veo.
-¿Qué ves?
-Una cosita.
-¿Qué cosita es?
-Empieza por la letra “B”.
-¿Brezo?
-No, no es una planta.
-Uhmm, ¿bruja?
-¿Acaso ves alguna? Mejor no pregunto. Te advierto de que no es una persona.
-Jolín, ¿es una baya?
-Tampoco es un fruto. Piensa un poco más. No es tan difícil.
El juego se prolongó durante toda la noche. Las sombras del bosque escondían la respuesta, que se alejó volando antes del amanecer.
-Se acabaron las preguntas, ahora nos tenemos que ir.
-No me iré hasta averiguarlo. Prometo estar más atenta.
-Lo dicho, nos vamos.
-¿Por qué?
-Porque los búhos no salen por el día.

378. EL LIBRERO DEL PARQUE, de Orilla

Te salvaba de la trizteza de los domingos por la tarde, de la fiaca del lunes por la mañana o te convidaba un mate en cualquiera de los demás días y el alma se reconstituía.
Te cuento una sola de las tantas anécdotas que viví con ese andaluz que te hacía reír enserio. Salvador conversaba con una señora de su mascota. Que se iba a tener que pasar esa noche en el parque. se iba a quedar sin dormir y juntando hormigas hasta el amanecer del otro día. Hasta que la señora le pregunta inocentemente qué tipo de mascota.
Y él le contesta. Cómo que mascota… Mi oso hormiguero señora… que se cayó ayer de un camión jaula que venía de Australia justo aca en la calle Rosario donde estan los puestos de libros .Fíjese que lo vinieron a pedir del zoológico pero el me eligió a mí como su dueño y yo tambien me estoy encariñando, pobrecito.
Un oso hormiguero ! dijo.
Si, solo le gustan las hormigas coloradas sin antenas. Y con una bolsa de residuos y una palita de plastico seguia con su actuación

377. …LA OBRA DEL AMOR, de Caminos

Su madre se lo dijo: “hija, cuando sientes que vas a desovar vuelve a tu río de nacimiento…”
Ya empezaba esta joven de piel tersa asalmonada a cansarse de tanto viaje pero, al llegar a la altura de este bosque, se alegro olvidándose de su propósito… ¡Tan bellos eran los juegos de luces entre las ramas y en las ondas!… Tan pronto remansos de paz en la sombra de algún sauce que cascaditas entre cantos rodados…
Vio un truchón que la dejó trémula: ¡parecía un arco-iris!… Siguiéndole se atrevió en hacer rafting tirándose en pequeñas cascadas que tal cabritas saltaban entre pequeños riscos. Cierto que le asustaba bastante, pero su alma aventurera y enamorada se empeñaba en repetirlo…
Por descontado sus compañeras la gritaban al pasar: “Pero idiota, ¡es al revés! ¡Para arriba tienes de ir!”…Pero es que había descubierto que, en las salpicaduras, se volvía un momento arco-iris tal su amado truchón…
Y nuestra joven rezaba al Dios de los salmones: “buen Dios: ¡quiero ser una trucha! Quiero quedarme en este bosque encantado, y libremente moverme en este río diáfano…” su plegaria fue escuchada y desde este momento hubo truchas asalmonadas en estos ríos cantábricos…

376. LA MADRE, de Taray

-¿Está muy lejos?
No han de caminar mucho más. Donde acaba la carretera asfaltada, un camino de tierra continúa a través de la aldea. En las tardes de enero sólo se escucha a los pájaros. Ruiseñores, gorriones, algún cormorán y las curiosas preguntas de la oropéndola, siempre en el aire. El camino se pierde entre los pequeños huertos aledaños al río, pero por la derecha un sendero se adentra en un bosque de ribera, luminoso y desnudo. Huele a hojarasca, a hongos, a líquenes. Olmos y álamos se tocan en la altura. Cerca del suelo amenazan las esparragueras y las zarzas, traicioneras.
-¡Ay…!
El hombre socorre a la niña, atrapada por las espinas, que se le han clavado como uñas en sus piernas. Observa un rato alrededor de donde se han detenido y dice:
-Es aquí. Mira…
Extrae del bolsillo de su abrigo una fotografía en la que figura una mujer con un abrigo rojo, apoyada la espalda en uno de los olmos que trazan diagonales en el bosque. En esa posición rampante, el embarazo de la mujer era aún más notorio.
-En este mismo lugar estuviste tú: todavía ibas dentro de tu madre.

375. SIN HUELLA DEL BOSQUE, de Perenne

Desde la lejanía Nicolás observaba el débil bosque en llamas. La fortaleza y frescura que transmitían las arboledas se iban debilitando encarnizadamente por una hoguera cada vez más feroz y poderosa. Los tallos agonizaban sigilosamente cuando sus ramas se estremecían afásicas de dolor y sus hojas bramaban mudas en silencio. Las criaturas del lugar huían sin rumbo ni destino y los hombres más valientes desafiaban a las flamas, unidos por el caos y el desconcierto. Desde la distancia se percibía el olor del paisaje transformándose en llamas, las llamas en ascuas, y las ascuas en cenizas. Mientras, Nicolás se acariciaba el pulgar derecho con el índice de la misma mano apreciando la necrosada piel advirtiendo la ausencia de huellas dactilares que el fuego le había provocado. Una placentera sonrisa apareció en su cara dirigida por su retorcida mente. Él había sido el pirómano que había encendido la cerilla. No dejó huella del bosque.

374. EL REENCUENTRO, de Ruiseñor

Camina despacio para no llegar. Sabe que allá lejos, donde el sendero se diluye en la niebla, comienza el bosque de las ánimas. Y tiene miedo. Aun así continúa. Algo sobrehumano le empuja a andar en esa dirección, una fuerza descomunal —y a la vez tan sutil— como la tierna voz de su madre llamándolo al oído. Un rechinar de dientes marca su paso mientras imagina, expectante, lo que le espera. Sin embargo, ese reencuentro fantasmal, amparado por el abrazo verdinegro de los árboles, no sucederá esa noche. Se quedará acurrucado en la hierba, indefenso, aguardando el milagro. Las ramas silbarán para él y acunarán su miedo. Las fierecillas salvajes merodearán a su lado demostrándole quién manda. En la tenebrosa oscuridad de la floresta, Kimbu no podrá cerrar los ojos.

Será al despuntar el sol —mientras inicie, cabizbajo, el camino de regreso— cuando al fin se le presente su madre, y le diga que ha superado la prueba, que es un joven valiente, y que ya no la necesita.

373.OTOÑOS DE ESPUMA CADUCA, de Ardilla 7

Existe un lugar donde los árboles derraman lágrimas coloreadas de rojo, naranja y amarillo cuando septiembre cae del calendario.
Unos cuentan que lloran por la soledad de la arena sin castillos habitados. Otros dicen que lloran porque las cigüeñas agitan sus blancos pañuelos de adiós. Algunos opinan que a los robles, hayas y abedules les han robado sus bufandas.
Solo el marinero conoce la verdad y cuenta que son niños miedosos que gritan que gritan a medianoche porque quieren escuchar palabras de consuelo y sentir caricias de madre. Agitada llega la mar con su camisón de espuma y mece a sus hijos anclados en tierra. Ella siempre tiene historias que contar. Es una intrépida viajera, condenada a la vida sin descanso porque su hogar está en todas partes, en cada playa y en ningún muelle. Cada oleaje es un cuento nuevo que habla de lejanos lugares perdidos en el horizonte y así, con su dulce arrullo salado, robles, hayas y abedules conciben el sueño mientras su madre, la mar, se aleja sin olvidar encender las estrellas porque a sus pequeños, les da miedo la noche.

372. ABRAZOS, de Endrina

Se despidió tranquila de su casa. hacía frío, pero no le importaba: iba al encuentro de su amor. Sus cabellos de fuego rojo se alborotaron con el viento y el eco de un aullido se escuchó en las montañas.
«Amor, no tardes»- pensó.
Abrazó el tronco hueco de un roble, que lloró emocionado recordando el abrazo de otra niña. Las hojas brillantes se encogieron mimosas al sentir la caricia.
se sentó junto al río y pensó que era muy hermoso lo que cantaba.
«Amor, no tardes».
Y cayó la noche, y la oscuridad apagó los sonidos. Sintió que estaba muy cansada y decidió acurrucarse y abandonarse al sueño. El bosque la acunó y la meció con el viento. El haya pensó que podía tener frío y la cubrió con una manta de hojas doradas. El cárabo vigiló toda la noche para que nadie la despertara.
Al alba abrió los ojos sobresaltada, con la sangre verde en las venas y un sinfín de pajarillos en sus ramillas rojas. No podía moverse, pero eso no tenía importancia.
-«Estoy aquí contigo»- dijo su amado abrazándola desde la tierra.
Y se fundieron juntos en la savia del bosque, y por los siglos de los siglos su amor reverdece cada primavera.

371. EL RAPTO, de Lobo 2

Cierto día, Juan andaba caminando por un bosque cercano y se encontró un forastero. Éste le habló en una lengua diferente a la suya.
-¿En qué lengua hablás?
-I parlar in un roman. (yo hablo en un romance)
-¿Vivís en un pueblo cercano?
-Cert, i vivir en un vill circ, sed de alter dimen. (sí, yo vivo en una villa cercana, pero de otra dimensión)
-¡Alter dimen!
-Alter dimen; alter temp et spacec. (otra dimensión; otro tiempo y espacio)
-No te entiendo casi nada.
-I comprender tu roman nomin spagnol et poder ensegnar u mi. (yo comprendo tu romance llamado español y puedo enseñarte el mío).
-¿Querés enseñarme algo?
El forastero asintió con un gesto, y luego dijo:
-Permec. (permiso)
El forastero apoyó su mano en la frente de Juan, él se lo permitió. Ambos desaparecieron.
Desde entonces, a Juan no se lo vio más, ni en el pueblo ni en el bosque.

370. …ÁRBOLES COMO MANOS… , de Caminos

Hacia solamente dos días que habían llegado en este pueblo y sus padres, después de haberla recomendado seguir las señales de colores marcados sobre rocas o árboles, la habían dado permiso para pasear en el contorno.
Mil ideas fluidas repletas de alegría bailaban en su cabeza tal millar de mosquitos encima de un charco. Andaba cabeza erguida hacia las cimas de los árboles que parecían manos dibujando sobre el cielo pergamino caligrafías y dibujos y llamándola para descubrir un mundo encantado. El follaje era tal mantilla de encaje recortado sobre una vidriera y el sol multiplicado en pecas rojizas estaba sembrado en el sotobosque.
Pronto la pareció oír su nombre repetido por el eco, y múltiples pajarillos de colores empezaron a revolotear alrededor suyo en marea rumorosa entre piares desgarradores o arrullos prometedores.
…Pero poco a poco se olvido de seguir las señales, se dio cuenta a tiempo, e inicio la vuelta más atenta en reencontrar su camino y la alivio reconocer la avenida de plátanos que se daban la mano encima de su cabeza y estos cipreses que rezaban en las esquinas del gran muro de piedra.

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