Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

32. Ojos que no ven….

 

 

 

 

 

“Los niños deberían esconderse en juegos de risa, no en ruinas de miedo; volar cometas, no temer aviones; soñar mundos, no sobrevivirlos.”

Nuria Rodríguez

 

 

A veces cierro los ojos muy fuerte, como me enseñó mamá cuando tenía miedo. Pero esta vez no sirve. La casa ya no está. Mamá tampoco.

 

Desde el hueco donde jugábamos a escondernos, miro el cielo que ya no tiene cometas, solo zumbidos que caen. Me tapo los oídos, pero los gritos entran igual. Me dijeron que esto es una guerra, pero yo no entiendo por qué los adultos quieren romper el mundo.

 

El maestro decía que hay cosas correctas y cosas incorrectas. Robar es incorrecto. Hacer daño también. ¿Entonces por qué nadie para esto?

 

Vi en una pantalla a niños como yo, con mochilas y meriendas. Ellos caminan por calles sin polvo ni sangre. ¿Nos ven? ¿Saben que estamos aquí?

 

A veces imagino que sí, que alguien abrirá los ojos y gritará: ¡basta! Pero el mundo parece jugar al escondite, como si cerrar los ojos lo hiciera desaparecer.

 

Yo ya no quiero jugar.

 

31. CARRERA LABORAL

He tenido en mi vida dos coches, ambos azules y de ocasión, de los que ya no queda nada salvo el mismo llavero de Ferrari, rescatado de desaparecer sumergido. Para adquirir el primero, mi euforia juvenil no dudó en vaciar la cuenta y luego estar a verlas venir durante una temporada hasta cobrar los portes.
-Te lo dije, me advirtieron.
El segundo, años después, embarcó a mí familia en una larga deuda y, aunque no nos dejó sin blanca, sí nos impidió veranear en la playa. Hoy que tengo a los hijos bien colocados en la empresa y un buen cuaderno de pedidos, para planear el final de mi carrera y la merecida jubilación con mi discreta esposa, voy a hacerme con el tercer auto, también azul, también de segunda mano, que no despierte sospechas, y también con un gran maletero en el que seguirán viajando las bolsas negras que mi jefe me hace llevar hasta el lago.

30. Cargada de razones

Desde que descubrió la grieta en la pared, permanece alerta. La observa con detenimiento. Es lo suficientemente grande como para que por ahí pueda colarse uno de esos bichos que tanto me aterran, constata. Cuando regresa a casa tras unos días de ausencia, comprueba que ha crecido. Ha oído decir que las fisuras en las paredes, derivadas del asentamiento del edificio, son corrientes. Quizá estén en lo cierto, reflexiona, pero he de advertirle, la próxima vez que vuelva a por sus pertenencias, que no dé esos portazos al marcharse mascullando amenazas. Ella, aunque también ha oído decir que matar insectos a cañonazos no es la respuesta correcta, tiene una escopeta.

29. Un dilema moral

El sacerdote entreabrió las cortinas del confesionario. Allí seguía el parroquiano desconocido que había dejado pasar delante a todas las personas que acudían a recibir el sacramento de la penitencia.

-¿Necesitas algo hijo?

El hombre dudó un instante y luego se aproximó, decidido a afrontar su problema.

-Gracias padre. Le robo unos minutos. Verá. ¡Ayudar al prójimo me hace tan feliz! Usted ya conoce la parábola de los talentos y yo tengo un don que compartir, aunque nadie sepa a qué dedico tantas horas en el taller. Soy un genio de las artes gráficas y mis billetes rozan la perfección. Desde hace tiempo entrego cantidades modestas a quien lo necesita, pequeños empujones para que buenas personas salgan de situaciones incómodas… En cuanto supe de los apuros del vecino que siempre me ha hecho la vida imposible, también quise ayudar; aunque reconozco que no me esmeré como otras veces. Debí sospechar que una remesa defectuosa no engañaría a la gente tan peligrosa con que se relaciona.

¡Ayúdeme padre! No sé cómo arreglarlo, ahora que ya no está entre nosotros.

28. HALAL

Con el delantal churretoso y el cuchillo jamonero que le regalara su abuelo al heredar la carnicería familiar en Lavapiés, Nahima despieza la mercancía en la trastienda mirando siempre hacia el muro con orientación Este, tal y como indica la Ley Religiosa. La clientela aplaude su pericia troceando paletillas de cordero, muslos de pollo e higaditos de conejo, que le dan a la carne “halal” esa ternura inigualable.

Todos salvo el señor Hussein, de Damasco, quien en accidental visita a Madrid ni la reconoce al entrar en la tienda con esos vaqueros ceñidos y esa melena salvaje de mechones arcoíris. No identifica en la tendera a aquella taciturna esposa (¿su cuarta, su quinta?), que huyó años atrás sin dejar rastro, tras otra sesión nocturna de correazos y blasfemias; se deja confundir por su sonrisa coqueta y la persigue hacia la trastienda como res embravecida.

Toda la clientela elogia a Nahima, excepto, suponemos, el señor Hussein, de pronto reducido, atado y amordazado en un banco junto al muro que apunta hacia la Meca, quien ahora contempla el cuchillo jamonero acercarse a su pescuezo y no alcanza a formular pensamientos tan generosos hacia la destreza infalible y siempre “halal” de la carnicera.

27. Modales

Pese a la longitud de la mesa, el eructo logra apagar las velas del elegante candelabro y estrellarse contra el pálido rostro de Lady Gracewell. Ha de saber, querida señora, que en la China, donde tengo negocios, se considera un gesto de buena educación, explicó Sir Cabbage antes de continuar sorbiendo con estrépito el consomé. Al poco, se siente una atronadora flatulencia que obliga a abrir de par en par los enormes ventanales del comedor. Es costumbre entre el pueblo inuit con quien me unen también ciertos asuntos, se justifica el caballero, recolocando sus posaderas en la silla victoriana. Fue tras un generoso trago de Oporto cuando cae desplomado sobre la vajilla de porcelana. Yo, a diferencia de usted, querido señor, me ocupo de los negocios en casa.

26. La culpa correcta

La penumbra camuflaba las mentiras de los dos infieles amantes. En aquella discreta habitación, satisfechos y en silencio, uno temía enamorarse y el otro, lo deseaba.

24. Dualidad

Lea atentamente, medite su respuesta y marque según considere:

C (correcto)             I (Incorrecto)

Justifique su respuesta:

Rebasar un semáforo en rojo con un herido grave dentro del coche.

Pagar sin factura cuando la pensión es escasa.

Aplicar la pena de muerte a un asesino.

Desalojar a los sin techo del aeropuerto.

Torturar a un maltratador.

Deportar inmigrantes ilegales.

Abortar tras una violación.

Cambiar la cerradura de tu vivienda inquiokupada.

Robar en un supermercado y donarlo a un comedor social.

Dar una paliza al acosador de tu hijo.

 

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Mayoría de I, delata que usted es una persona de moralidad intachable

Mayoría de C, hágase revisar su escala de valores

 

23. NI UN PASO ATRÁS (Ángel Saiz Mora)

Muchos hubiesen abandonado, pero mi padre volvía a estar allí después de meses de intentos, domingo tras domingo. Sobre el sillín, advirtió a gritos a aquella condenada cuesta arriba que no iba a entregarse sin lucha.

Tomó impulso hasta que el desnivel se hizo inhumano. La cadena de la bicicleta respondía con secos chasquidos metálicos a las órdenes de sus dedos. La marcha más baja y el piñón más grande quedaron ajustados en lo más escarpado del repecho.

La imagen de sus amigos aún en la cama irrumpió para golpearle, unida a la tentación de rendirse.

Cuando las piernas flaquearon por el esfuerzo, la sangre comenzó a acumularse en ellas para reforzarlas, al tiempo que abandonaba su cerebro. Pese a que, de nuevo, todo se puso blanco, en esta ocasión pudo coronar la cima sin desmayarse.

Bolígrafos, lapiceros y rotuladores fosforescentes aguardan alineados junto a un calendario con los objetivos. El lema paterno que, como un mantra, he enmarcado en la pared: “No hay nada más incorrecto que poner pie en tierra”, se alza sobre la imponente montaña de apuntes, leyes y reglamentos por asimilar.

¡Esta vez aprobaré la oposición! Por mí, por él.

22. Epítome del tiempo (Juan Manuel Pérez Torres)

El anciano relojero achacaba a su edad las anomalías que detectaba últimamente en sus trabajos. Segunderos erráticos, minuteros temblorosos y horas que parecían arrastrarse eran los nuevos tictacs en sus esmeradas creaciones. El ajuste de los engranajes, perfeccionado durante décadas, ahora marcaba el tiempo de un modo nuevo. El tiempo de los sueños, de las pausas, el tiempo de quienes nunca encajan en lo preciso, de quienes tienen tiempo para perder el tiempo, de los que se sientan un rato a leer, a escuchar música, de todos aquellos que cuentan sus momentos con sonrisas y tienen tiempo de caricias. Porque hay ratos sin premura, sin volantes ni coronas, y gente sin rubíes más que atemperando la vida con el brillo de sus ojos.
Fue un hombre adelantado a su época. No comprendió, entonces que, en realidad, había logrado su obra maestra haciendo que el tiempo fuera nuestro amigo.

21. Cataratas (Luisa Hurtado)

Un día descubrí en los ojos de mis padres una mirada, dirigida a mi gemelo, que no habían posado nunca sobre mí; una mirada que era una caricia, acompañada de una sonrisa y de una calidez que nunca me habían destinado. Hice de todo para ganármela, fui el mejor, el peor, el obediente, el pelota, el chivato; lo fui todo pero no logré nada. El problema solo quedó resuelto cuando, forzando un accidente, acabé con mi hermano y ocupé su plaza, apropiándome así de su nombre y de todo lo que conllevaba. Gané mucho con ese cambio, no solo el cariño de mis padres; con el tiempo, buscando expiar mi pecado, he hecho todo el bien del que he sido capaz, he sido la mejor versión que podía ser suya, mía y de ambos. Sé que no hice lo correcto pero, mirando hacia atrás desde mis ochenta años, confieso no reconocerme en el niño que fui: ¿fui tan malo?

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