Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

75. Pasión por el dulce (Ana María Abad)

Cómodamente arrellanado en el sofá, con los ojos cerrados, aplica su fino oído a los sonidos que llegan desde la cocina. A través de ellos, puede imaginar a Carolina rallando limones, tamizando harina, amasando con energía, preparando la sartén para freír. La visualiza dando forma a las rosquillas, hundiéndolas en el aceite hirviendo, volteándolas, poniéndolas a escurrir antes de cubrirlas con azúcar. Y cada uno de estos pasos le va tatuando un gruñido más en el estómago, le va regando con más saliva la lengua. Las ventanas de su nariz aletean tratando de captar el esquivo aroma que navega por el pasillo, incitándole, seduciéndole, provocándole. Fantasea con uno de los redondos dulces colocado ante él en un plato, doradito y esponjoso, aún caliente, y se relame al pensar en el mordisco inicial, la explosión de sabor en su boca, el placer sin aditivos. Suspira y, rendido a la tentación, salta del sofá y pone rumbo a la cocina, hacia las rosquillas recién hechas, para intentar endulzarse los bigotes con algo más consistente que un simple “miau”.

 

 

74. Varado

Siempre ha sido un viejo de vara en mano, de esos que disfrutan cuando hurgan entre los matojos y los agujeros, de los que descalabran cualquier bichejo que salga corriendo y que atesoran en su casa todo lo que encuentran por ahí. Tiene una técnica depurada, y se enorgullece, un giro de muñeca, una habilidad innata revolviendo el mundo. Un ruido, unos brillos, una forma: se emociona, incluso antes de escudriñar. Nota un algo, un nerviosismo extraño, como cuando descubrió un anillo dentro de un viejo nido de urraca tumbado por el viento. O la mañana que rescató una boina nuevecita en unas matas de romero, junto al camino, y que aún conserva el olor. O, enterrado bajo un brezo, el reloj de cadena herrumbroso que todavía funciona y luce cada cinco minutos en el casino. O esa mujer de ojos negros como las moras que encontró hace poco entre los arbustos y que, según cuenta, le ha escondido la vara para que no vaya a hurgar en otras zarzas.

73 Mala pata

Cuando se levantaba con mal pie, que eran todos los días debido a una malformación congénita, Adrián tenía ansias de matar para vengarse de todo el mundo que se había reído de su cojera.
Salía de casa con su estilete y la expectativa del cometido le producía una gran excitación, una emoción sólo comparable con la de un niño en la noche de reyes magos.
Adrián buscaba sus posibles víctimas por los parques públicos; entre los pequeños a los que ofrecer regalos y los ancianos de educada conversación y déficit de atención. Cuando intuía que era factible culminar el asesinato, un escalofrío  placentero recorría su espinazo y una mueca de sonrisa nerviosa delineaba su cara.
Pero era en ese instante cuando el gozo se desinflaba y Adrián se percataba de lo mundano y predecible que era aquel ritual adictivo del cual le costaba desengancharse; matar por venganza o despecho no tenía nada de épico. Acariciaba el estilete que tenía en su bolsillo y calmado se encaminaba a su puesto de trabajo como eficiente celador en el hospital general.

72. A un pasito de la gloria

Venancio levantó una a una las cuatro cartas que acababa de repartir su compañero Anselmo, sentado frente a él.

Cuando visualizó el conjunto a duras penas consiguió disimular el ramalazo de alegría que inundó su ser. No sabía muy bien cómo describir la sensación. Aún teniendo claro que era un jugador del montón, disponía ante sí de la jugada perfecta para fulminar al alcalde y al párroco en la final del torneo de mus del pueblo.

Si le dicen a cualquiera que la pareja de la que formaba parte tenía alguna opción de ganar se habrían desternillado en su cara. Pero ahí estaba él, con cuatro reyes en su mano y más empoderado que su ídolo Nadal en Roland Garros. Menudo subidón.

No era mano, pero con esas cartas nada podía salir mal. Para hacer aún más épica la victoria, el alcalde se arrancó con un órdago a grande, así, de manera inesperada. En ese momento Venancio se vio subiendo a la red a remachar la jugada de su vida, como el mejor Rafa en la Philippe Chatrier. 

“¿Vas a echar más?”, replicó exultante, sintiéndose ganador.

Pero los cuatro reyes que mostró el alcalde hicieron palidecer su rostro. 

Maldito Djokovic.

71. El detalle

Fue colgar y empezar a sentir que levitaba. Quizás, una casa en Marbella. O en el norte. ¿Y si tenía un Porche 911?, ¿un velerito? La secretaria del notario confirmó mi nombre tres veces. Y no pedí una cuarta porque me temblaba la voz. No había duda de que yo era el heredero de ese tal Don Alfonso, un pariente lejano. Adiós al ventilador cascajoso y hola al aire acondicionado. Se acabó comprar ropa de segunda mano y yogures de saldo. Seguí dejándome abrazar por la felicidad el resto de la noche. Viajé, saboreé, descubrí… Conjugué muchos más verbos interesantes antes de caer rendido. Dormí como un cachorro.
A medida que el notario desgranaba el contenido de la herencia, los pies volvieron a su sitio, la felicidad partió sin despedirse, y la desilusión empezó a comerme a besos. Casi todos los bienes muebles e inmuebles, que no eran pocos, solo iban a servir para saldar sus deudas: préstamos, uno hipotecario y otro personal, impuestos pendientes, multas y otras obligaciones fiscales.
Sobró para comprar un ventilador nuevo, un bocadillo de calamares en la Plaza Mayor, y unas flores, pocas, que acerqué al cementerio, para agradecerle lo conjugado, y el detalle.

70. El peso exacto

Tellez sopesó el arma en su mano, comprobó el frío del metal, presagió la adrenalina de lo que habría de venir. Para esconder la semiautomática en el lugar preciso, Tellez la devolvió a Montalvo, su hombre de confianza desde hacía muchos años, desde que lo recogió, huérfano y harapiento, de aquel poblado que Tellez y sus hombres incendiaran años atrás. El reloj daba las 4:45 de la tarde; a las 5:00 se reuniría con Salazar. Entrarían solos al bar, sin escoltas, para hablar de una supuesta negociación de territorios. A la hora pactada se arrellanó en una poltrona, fingiendo calma. El mozo colocaba bebidas mientras Tellez, extasiado, rozaba con la punta de sus dedos la empuñadura bajo la mesa. De pronto, con rapidez y habilidad, desenfundó y encañonó a Salazar, quien, con una mueca, le develó la verdad: Tellez sintió la pistola demasiado ligera y no hubo necesidad de tirar del gatillo; ante sus ojos se iluminaron las figuras de una pareja de supuestos colaboradores que él mismo ejecutó frente la mirada atónita de un niño agazapado ahora convertido en el hombre que le acariciaba lenta y profundamente la garganta con una navaja recién afilada.

69. El vencedor

Me hice seguidor de la Selección de Fútbol de San Marino por lo del dicho aquel de desafortunado en el juego…, pero no funciona. Harto de perder en el campo y en el amor, he intentado hacerme de Brasil, de Argentina, incluso de Italia, que abraza territorialmente a San Marino, pero lo mío con este pequeño país supera el cariño. Sus derrotas son mis derrotas. El 0-13 de Alemania coincidió con el morreo de Laura y mi mejor amigo en el portal de mi casa.

Laura encarna una aurora boreal, un atardecer y un amanecer sobre el mar mientras suena el Intermedio de Caballería Rusticana. Sé que nunca voy a olvidarla, como no olvido respirar.

Los de San Marino ya nos conformamos con perder por una diferencia de cuatro goles. Y si marcamos lo celebramos como si ganásemos una Eurocopa, porque esa anomalía de la realidad, ese sueño, es, por unos segundos, solo nuestro. Como cuando Laura me sonría.

68. Alborozos de, un aguador (María Rojas)

En un pueblo perdido en el desierto, en una casa en ruinas, por la cerradura de la cancela, ve un sencillo aguador, con gran gozo, a una muchacha tendida en un diván de arabescos carmesí.

Era una poeta olorosa a sándalo y a pachuli, que desnuda recitaba.

No importa qué.

67. Champagne

Ricardo Figueroa reservó mesa en un prestigioso restaurante. Pidió ostras con perlas de blody mary, salpicón de carabineros con huevas de maruca y lajas de rape con espuma de aguacate. Eligió el mejor vino blanco y solicitó al maître que pusiera a enfriar una botella de Moet&Chandon. Entonces colocó un teléfono de prepago junto a los platos.

Vicenzo Castelfiori llegó al aeropuerto procedente de Nápoles. Tomó un taxi y se dirigió a una terraza, en una avenida principal. Pidió un café, cruzó una mirada con un individuo sentado en una mesa próxima, y cuando el hombre se fue, se acercó y recogió el maletín que había dejado abandonado. Caminó hasta un hotel cercano, se registró, subió a su habitación, abrió el maletín y extrajo una nota de papel y un revolver que guardó en un bolsillo del interior de su chaqueta. Salió del hotel, esperó frente al portal indicado en la nota de papel a que llegase una persona a la que reconoció de inmediato, se acercó a ella y disparó.

Cuando Ricardo Figueroa leyó en la pantalla de su móvil las palabras “trabajo realizado”, llamó al maître y le pidió con una sonrisa que descorchara la botella de champagne.

66. Amor sin condiciones

Tengo una vida corriente, ni buena ni mala, la que me ha tocado. Vivo con otras tres como yo, y la Rosario, ya vieja para el oficio se encarga de las comidas y lo que vaya saliendo, entre nosotras nos ayudamos. Ocupamos una casa abandonada cerca de la playa y de la carretera, le faltan comodidades, pero es nuestra vivienda. Lo que necesitamos lo encontramos en el pueblo cercano. Eso si, debemos trabajar todos los dias, y no nos faltan clientes, por allí pasan muchos con sus coches y se paran en busca de un poco de consuelo. Yo voy a mi puesto por la mañana temprano y saco el reclamo: una silla de plástico blanca y mi cuerpo serrano. Detrás, en los cañaverales, nos escondemos para hacer lo que quiera el hombre de turno. Me duele mucho dejar a mi Paquito con Rosario, es tan lindo que me lo llevaría a a todas partes. Desde que lo tengo trabajo con otras ganas, ilusionada porque a la tarde estará conmigo. Cuando vuelvo me recibe en la puerta, entonces soy la mujer mas feliz del mundo, le doy su pienso, jugamos un rato y nos vamos juntitos a dormir.

65. De vuelta

En cuanto supo que su cantante favorito de juventud regresaba de nuevo para una última gira, ilusionada, se apresuró a rescatar del armario el juego completo: camiseta, chapas, pañuelo… Los nervios instalados en su estómago desde entonces le impedían conciliar el sueño. Y cuando por fin llegó el día del concierto, toda ese cansancio acumulado hizo mella en ella. Alcanzó hasta la tercera canción sin saber que la voz del cantante aguantó poco más, hasta la mitad del quinto tema.

64. El método científico

“La curiosidad es una llama eterna que arde en la mente de todos”, reza el lema que preside la sala de control de Curiosity, el vehículo que rastrea Marte en busca de vestigios de vida. Infatigable, Phoebe escribe código para reparar el brazo perforador del róver y comenta en los descansos con Deimos, el ingeniero responsable de la estación meteorológica, los requisitos de las pruebas de acceso al programa “Martians”. Los dos se han presentado y son firmes candidatos, pero ninguno confiesa su verdadero propósito. Él desea experimentar los cambios que provoca una atmosfera tan diferente en la humedad de los labios de Phoebe, o en el calor de su piel, mientras hacen el amor; Ella  pretende desarrollar una aplicación que permita a las futuras colonas editar el ADN de su descendencia, en base a su experiencia en la concepción de Venus, la primera humana extraterrestre, una marcianita hija de Deimos. De repente, un notición interrumpe sus ensoñaciones, Curiosity ha hallado una roca muy prometedora. En breve recibirán las imágenes. Todos se abrazan alborozados. Ellos también. Y al abrazo, le sigue un apasionado beso. Desde entonces ensayan diariamente, ilusionados y por mor de la ciencia, los pormenores del viaje.

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