Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
3
9
horas
0
4
minutos
4
1
Segundos
1
3
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

49. LA RELATIVIDAD DE LA TEORÍA (Rafa Olivares)

Reunidos en el ágora, Zenón explicó que, en teoría, Aquiles, el guerrero más veloz de la época, nunca podría vencer a una tortuga a la distancia de un estadio; a condición de que se le diera a esta un palmo de ventaja y se supusiera que no se detendría en ningún momento. Sobre arcilla fresca y punzón en ristre, evidenció con gráficos que cuando Aquiles alcanzara el punto de arranque del quelónido, este ya habría avanzado algo y, cuando recorriera ese algo, la tortuga ya estaría más adelante, y así hasta el infinito.

Ireneos, filósofo de la corriente escéptica, de cuál si no, retó a la demostración práctica, y cuantas veces enfrentaron a un hastiado Aquiles con la tortuga, el humano rebasaba al animal con humillante suficiencia poniendo en ridículo la teoría del estoico.

Ahí quedó el debate entre Ireneos y Zenón hasta que, varios siglos después, un tal Albert, mirando a su tortuga mascota, lo resolvió con una ecuación bien simple: e=mc²; donde e es la longitud en metros del estadio, m el grado de mosqueo del corredor y c² (o cc) la curvatura del caparazón de la tortuga (por la cosa aerodinámica, aún por definir).

48. Imparable

La dependienta nos explicó que podría vivir hasta dos años cuando le regalamos el hámster al niño por su Primera Comunión. El chico ya se ha casado y divorciado y el dichoso ratón ahí sigue, dándole a la rueda, noche tras noche, con ese insufrible ruidito taladrándonos la cabeza. Pronto comulgará el nieto pero no para de repetirnos que él prefiere un aifon de esos.

47. Juegos florales

El pez de plata empieza a devorar las páginas del poemario dedicado de Rubén Darío. Tampoco ha podido contenerse el pez de bronce, que hace lo propio con el exquisito opúsculo de Lope. En lo más alto del podio, el pez de oro espera con ansia recibir las obras completas, también dedicadas, de Octavio Paz.

46. Sin noticias de Luna

De pequeña me consolaban diciendo que tenían siete vidas. Luego, muy pronto, comprendes que no es verdad. Como no lo es que las Navidades nos vuelven buenos, y que el ángel de la guarda nos protege. No existen los Reyes Magos, ni el Ratoncito Pérez. Ni un Dios justo ni un mundo con final feliz.

Solo son verdad las mañanas grises. Los tibios rayos de sol entre las nubes. La gente gris. Los tejados para salir a pasear. Una pata rota y unos niños crueles.

45. DESTINO (Rosalia Guerrero Jordán)

Hoy es el día en que debo cumplir mi destino. Desde su rama, ella me observa con sus ojos saltones. La veo frotar sus patitas como si estuviera rezando. Como si pidiera perdón antes de tiempo. Quizás debería huir, ahora que todavía estoy a tiempo.  Pero debo garantizar la supervivencia de la especie.

Me acerco despacio, intentado ganarme su confianza. La rodeo, estrechando el círculo cada vez un poco más, hasta que mis antenas tocan las suyas con suavidad. La cubro y ella se deja hacer sin oponer resistencia. De repente, siento las espinas de sus patas clavándose en mí. Y sé que ya no hay vuelta atrás.

El primer mordisco es el que más duele. Los siguientes apenas los noto. Pronto pierdo la cabeza, pero, aun así, mi cuerpo sigue copulando. Cuando todo termina deja caer al suelo lo que queda de mí. Restos de mi abdomen y fragmentos de mis alas rotas.

Dos semanas después mi amante religiosa pondrá los huevos. Y yo habré perpetuado mi linaje.

44. PIRATA

A mi perro le falta un ojo, parece ser que a causa de una desgraciada pedrada. Por eso le pusimos de nombre “Pirata”. Por eso, y también por sus sigilosas incursiones a la cocina al olor de la comida. Pero sobre todo, porque a todos en casa nos ha robado sin remedio el corazón.

43. El carca de Noé

No quería engendros. Se negó a admitir mezclas de animales y tampoco permitió aberraciones devueltas a la vida artificialmente. Ni dinosaurios, ni dodo, ni bichos recauchutados genéticamente. Los muertos están muertos, y esto iba de salvar a los vivos.

Le había llevado años preparar la nave, pero todo estaba listo. Justo a tiempo para huir de la canícula definitiva. El desierto se apoderaría del planeta y él salvaría de nuevo a todas las especies cuando eso ocurriese.

Dejó para el final la elección de la hembra humana. Buscó un ejemplar joven y en buena salud. Además, como representante macho de la especie, escogió a su gusto. 18 años, ojos claros, delgadita pero con curvas y una sonrisa cautivadora.

Una vez concluida la selección, y antes de que el calor apretara mortalmente, la enorme máquina despegó sin problemas y partió hacia el espacio en busca de un nuevo lugar habitable.

Tres días tardó en devolver su pareja a la Tierra. Reguetón non stop, pereza, caprichos y postureo permanentes acabaron por trastornarle y hacerle comprender que la especie humana no merecía continuar.

42. Dientecitos (Alfonso Carabias)

Un maullido interrumpe el silencio de la noche, despertando a Mateo de su sueño. Mientras se incorpora, el niño nota cómo Mittens, su gato, salta a la cama, seguido inmediatamente por Luca, el pequeño compsognathus.

Mateo se despereza y empieza a separarlos. Sus padres, alertados por el ruido, acuden a la habitación. Mateo, tu madre y yo decidimos regalarte el viaje al Jurásico por tus buenas notas, pero me da que no fue una buena idea, y una mucho peor fue que te escaparas en plena visita y trajeras a escondidas dos huevos de dinosaurio.

Lo sé, papá, pero ahora no podemos devolverlos. Sé que se pelean mucho, pero ya se llevan mejor respondió Mateo. La conversación es interrumpida por el bramido de Braulio, el diplodocus, cuya cabeza aparece a través del agujero practicado en el suelo.

¿Y qué me dices del diplodocus? Ayer nos llegó la factura del ingeniero por el recálculo de la estructura protesta su madre. No podemos seguir así»

—Lo siento mamá —responde el niño, cariacontecido, y ajeno a que que debajo de la cama, tras romper el cascarón, se asoma una cría de tiranosaurio, a la que aún no ha puesto nombre.

41. Compuesto y sin novias

Soy zorro viejo y le he visto los cuernos al toro más de una vez. Por eso, cuando pasó aquella alondra me acordé de el que se quema con leche, ve una vaca y llora. Pero ya sabemos que el perico, donde quiera es verde y pudo más tener la pájara a tiro que ver cientos volando. Acabé por lanzarme en picado, cual halcón peregrino.
El nuestro era un amor de gatos, siempre a voces y por los tejados, y con ella me sentía como pez en el agua, pero no se hizo la miel para la boca del asno y tarde o temprano, la cabra siempre tira al monte; fue pasar una moza de andar felino y cuello de tórtola y se enriscó la perrita, por mezclar churras con merinas, que dos golondrinas en la misma espiga hacen mala compañía y para más inri, la tórtola tenía un mochuelo esperándola en su olivo. No sé cómo saltó la liebre —a cada puerco le llega su San Martín—, pero el mozo, que tenía muy malas pulgas, acabó enterándose. Fue como si me embistiera un elefante y encima no solo se llevó consigo a la tórtola, también voló la alondra

40. Hombre pájaro

En un mono azul marino de mecánico, cosió, a cada lado, un triángulo equilátero de tela que unía las mangas a los flancos del cuerpo. Y otro, este isósceles, en las perneras. Así, cuando abría brazos y piernas, adquiría una forma que se parecía a la de un ave con las alas y las plumas de la cola extendidas. Equipado de esta manera, subió a la cima de la montaña y se lanzó per el lado del precipicio. El vuelo, por nombrar aquello de alguna manera, fue más bien una caída a plomo que le provocó la muerte al aplastarse contra el suelo. Pero esto no le haría abandonar el propósito de volar como los pájaros. Aprendería de los errores. Mejoraría la geometría, la técnica, los materiales. Se mató cinco veces más, pero finalmente sobrevivió al séptimo intento sin resultar demasiado malherido. El octavo fue el vuelo perfecto. No solo había resuelto los problemas aerodinámicos, sino que también, de tanto estudiarlas, había absorbido el instinto ancestral de las aves. Diversos testigos presenciaron como planeaba majestuosamente durante un buen rato y finalmente se posaba sobre una pradera con suavidad, ágil y elegante.

39. Propio de sintientes

El abogado, un perro viejo, se pasó la noche trabajando, como un ratón de biblioteca, en la defensa de su cliente, un cachorro ladrador.
A pesar de preparar un alegato bestial, y sentirse satisfecho como un oso después de la hibernación, intuía un juicio complicado. Su colega, el topo de la administración, le sopló que el fiscal era un lince al que no le daban gato por liebre, que presidía la sala una víbora y que en el jurado popular se habían colado borregos partidarios de un antropocentrismo extremo.
Apestaba a confabulación.
Antes de empezar, el perro viejo aconsejó al ladrador que mantuviese el pico cerrado mientras él exponía los hechos como una cacatúa.
—No llores —añadió—, pensarán que son lágrimas de cocodrilo. Pon cara de tristón para que no te vean como el lobo del relato. Pero sin exagerar o parecerás un ganso. O un mono de feria. Recuerda: «no eres responsable del atropello de tu cuidador, quería abandonarte en la mediana de la autopista».
El perro viejo estaba seguro, lo había investigado; si bien le pareció inhumano, observó que muchas personas solían hacerlo en vacaciones.
El ladrador, en cambio, no podía creerlo y, fiel como siempre, continuó inculpándose.

38. EL ULTIMO VIAJE DEL HÉROE (Javier Viraje)

Todos en el callejón saben de su arrojo. Año tras año ha ido logrando para el colectivo felino del barrio más privacidad, más espacios de luz, más alimento y mejores expectativas noctambulas. En ese esfuerzo se ha roto un buen puñado de uñas, quebrado alguna pata y partido algunas costillas. Tiene el pelo chamuscado, la cola despeluchada, un ojo de menos y dos cicatrices de más. Esta noche se va a enfrentar a una jauría de Rottweiler que tiene atemorizados a los gatos del callejón. Él sabe que ha perdido ya siete vidas a lo largo de su larga vida. Pero eso no le importa, nunca les ha fallado, y esta última vez, tampoco lo hará.

Nuestras publicaciones