Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

LO INCORRECTO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en LO INCORRECTO

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el cuarto será LO INCORRECTO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 de JUNIO

Relatos

24. Ojos llenos de bolsillos

Solo los ojos de un enamorado pueden ver lo que esconde el bolsillo cosido a tu corazón. El resto se fijará en la cola de pescado que alfombra la casa en la que sirves, como si Circe no les hubiera prevenido del atrayente peligro que encierra.

Acabarán atrapados por cantos de polvo y suciedad, creyendo alcanzar el mar y sus leyendas. Las sirenas no existen. Tú lo sabes bien, sobre todo de nueve a doce, cuando te ganas unas monedas para alimentar el ego fracasado de quien no sabe vender las fotos que te hace.

23. COBRE Y ORO (Mercedes Marín del Valle)

Mi abuela tenía una larga y delgada trenza que antaño fue una melena preciosa, espesa y rizada. Ella contaba a menudo, que en otra vida fue un pez mitológico y ajustaba mucho su corpiño para acentuar
su silueta de reloj de arena.
Su casa estaba llena de elementos marinos y en una caja de nácar guardaba pequeños guijarros moldeados por las olas, restos de conchas y púas de erizo, moradas y verdes.
Mientras ella relataba sueños y delirios envueltos en palabras de las que no sabía su significado, pero que sonaban melodiosamente en su boca, retozaba en su alfombra repleta de algas, pólipos, ofiuras y caballitos de mar.
Una mañana de viento imposible y temporal costero mi abuela dejó para siempre la vida terrestre.
En un baúl de tachuelas doradas y tiras de cuero encontré una reliquia de 1627, un llamativo y exótico estandarte que decidí colocar en la balconada que daba a la calle principal.

De manera fortuita y bajo el título “Metamorfosis” me encontré, años después, conmigo misma en una galería de arte. Sonreí porque solo yo sabía que su rostro y sus preciosos rizos de cobre y oro completaban la estampa que deliberadamente mostraba a medias.

22. Sueños de Color Azul (Miry Calabrese)

Desde la ventana alcanza a divisar el mar, siente su aroma a sal, la brisa tibia. Se deja llevar en una ensoñación, mira como rompen las olas, la espuma blanca y suave acaricia la playa. Lo admira, solo lo admira..

El hotel tiene unas preciosas vistas que hacen volar su imaginación. A veces se queda en esa visión más de la cuenta.

Abajo, alguien en la calle saluda agitando la mano y le sonríe.

Tímida, apenas responde al saludo.

—¡Adiós muchacha, hermosa sirena! en este sitio la belleza está por todas partes. —dice el joven.

Recoge la preciosa colcha del balcón, envuelve su bello cuerpo con ella. En el espejo descubre la imagen de una sirena que solo añora el mar.

Gira y gira como una bailarina, tira el trapo de limpiar al aire y se ríe.. suelta su cabello, se ve hermosa.

Golpean a la puerta.

─¿Celine, has acabado ya?

─Sí, ya voy..

Se detiene en el espejo y con un mohín nervioso dice:

“¡Adiós triste sirena, mañana volveré!”

 

 

 

21. Poema con la voz de la Luna (Esperanza Tirado)

Aún he de encontrar el escenario adecuado para mi historia. No tengo claro si será en Roma, ciudad cosmopolita y abierta. Tampoco conozco el nombre de mi protagonista. La más grande bellezza de Italia.

¿Qué os parece? Una auténtica Madonna.

¿Cómo que no? ¡Ma che cazzo! ¡¡Inútiles!! ¡Sois todos unos inútiles!

Nino, amico, ensaya algo para mí con tu orquesta. Así, andiamo, andiamo. El camino de la esperanza es más hermoso cuando suena tu música, caro amico.

Contaré hechos extraordinarios. Y será en una ciudad solo de mujeres. Mujeres fuertes, trabajadoras de la noche, poderosas, hermosas, que la vida se derrame por sus cuerpos y sus curvas sin fin.

De momento no hay final ni principio. Solo quiero que la vida fluya delante de mi cámara. Como un poema que vibre con la voz de la Luna.

No, no soy un alma sin conciencia. Soy un artista que hablo de sueños, de la vida. Y salto de una a otros con la pasión de la dolce vita. Y así va, como una nave fluyendo hacia el mar infinito, enroscando su cola entre olas de blanca espuma…

–¡¡Federico, Federico!! ¡¡Come here!!

¡SÍ! ¡Ya voy, cara mía!

Te llamaré…

¡¡Giulietta!!

20. El cofre del tesoro (Patxi Hinojosa)

Te preguntarás qué aire me ha dado para garabatearte estas líneas con mis torpes manos. El suyo no es sino el segundo tipo de torpeza que las ha propiciado, porque te confesaré que ayer me dio por husmear en la cajita nacarada que te regalé en nuestro séptimo aniversario, donde ocultas tus secretos, después de que una vocecita me provocara desde su interior…

Cuando intenté ver lo que contenía, me temblaron las manos más de lo habitual y se me cayeron al suelo varias fotografías. Al recogerlas, me llamó la atención una que no había visto en mi vida, donde sin embargo estaba yo con cuarenta años menos; calculo que sería más o menos de la época en que nos conocimos. En ella destacaba un tapiz, que estaba aireándose en mi balcón, con una imagen incompleta enlazando su contorno con mi perfil al sobresalir yo por encima de él.

Ahora entiendo, por fin, lo de los inusuales nombres que propusiste para que nos identificáramos con ellos desde el principio. Por eso, pirata Jack, cierra ya tu cofre del tesoro y escóndelo para que no vuelva a encontrarlo; después búscame en nuestro mirador, tu sirena estará esperándote de nuevo…

19. ARACELI, LA LOCA (Paloma Hidalgo)

Será porque estás creciendo, le respondía siempre la señora cuando bajaba a la cocina a darle el menú a su madre, la cocinera, y le encontraba hablando con ella de sus dolores de espalda. Pídele a tu madre una toalla, y nadar, que hace bueno, y te vendrá bien hacer ejercicio. Eso es que vas a ser tan alto como tu padre, escupía antes de salir. Obediente y resignado el chico accedía a la demanda de la señora, bajaba a la playa a nadar, deseando crecer deprisa y acabar de sufrir. En el pueblo dicen que la mar se lo llevó para cuidar del pobre bastardo. Desde entonces, Araceli tiende cada lunes su toalla favorita, la del dragón, en el balcón, y agita un pañuelo durante unos instantes, para que cuando la mar consiga curarle y se lo devuelva, él encuentre el camino de vuelta a sus brazos, ya tan crecido y tan guapo como el señor.

18. ESCAMAS (Salvador Esteve)

En cada niño nace la humanidad”

(Jacinto Benavente)

 

A la matrona se le escurrió de las manos, llenas de escamas y sangre. Horrorizada, vio al ser que se retorcía en el suelo.

En el desván, creció apartada del mundo. La soledad y el tiempo debilitaban su cuerpo, consumían su existencia, pero una fuerza interior le incitaba a vivir. La ventana era su único nexo con el exterior. Asomada a ella, veía a las personas deambular con expresión ausente, como hormigas en monótona procesión; y sintió lástima.

 

La reciente madre lloraba.  Aquel ser, mitad humano, mitad engendro, no podía ser su hijo. Incapaz de sentir cariño, solo asco, lo lanzó al vertedero.

Pero este, reptando entre la inmundicia se abrió paso, olfateaba el agua cerca. Las cloacas lo acogieron dándole una oportunidad de sobrevivir, las ratas alimentaron su hambre. Entre las alcantarillas, veía a los transeúntes que se cruzaban sin levantar la mirada; y sintió lástima.

 

Las nubes se cortejaban frenéticas para el último baile, y la lluvia, como lágrimas de despedida, empezó a caer. Los océanos emergieron juntos para reclamar lo que siempre había sido suyo.

En las profundidades, entre cadáveres, dos seres zigzagueaban siguiendo las corrientes de su corazón.

17. BALCONADAS (Edita)

Como ganador del último certamen de pintura, me proponen que forme parte del jurado de la convocatoria actual.  Acepto encantado, sobre todo por la satisfacción de regresar a Betanzos. Cada verano, el casco histórico de la acogedora ciudad se convierte durante cinco o seis semanas en pinacoteca al aire libre; de sus balcones penden verdaderas joyas con formidables dimensiones, sin marco ni bastidor, para disfrute regalado de vecinos y visitantes.

Después de tres días en la localidad y de varios paseos por las calles engalanadas con pinturas al viento, mis principios me obligan a comunicar a la entidad organizadora que, por motivos personales, debo dejarlo. Marcho, huyo quizás. La razón es que no consigo observar las obras con la atención debida: mis pies y mis ojos se dirigen siempre al mismo punto, en cuyo balcón ondeó mi lienzo y ahora lo hace el número 11; pero yo solo percibo una mujer asomada y un intenso olor a mar.

Al cabo de un mes, no sé si por error o deferencia, recibo un correo: “De manera inexplicable, ha desaparecido la pintura número 11, favorita del público y del jurado por su realismo extremo. Se prorroga la exposición mientras tratamos de restituirla.”

16. LA ALFOMBRA MÁGICA

Cada vez que se asoma al balcón la calle se transforma, la luz compite con la del sol, el aire resopla frescura, las flores de otros balcones envidian no poder tener su belleza, porque es a la vez rosa, clavel, geranio, resplandeciendo como la mejor de ellas con el solo color de su cara. El vecindario sabe cuando eso sucede porque todo cambia, los pájaros lo avisan con sus alegres cantos; todos salen de sus refugios, de las cantinas, de amasar pan, de martillear las suelas de zapatos, para relajarse como el ávido y joven escritor.

Hoy parece un gran pez, clamando agua, seguro que la atrae y así el verano será más fresco, más fértiles los campos, donde las flores en los prados, los pájaros en los árboles, la gente en sus oficios, la adularán como lo que es, la cenicienta.

15. Nuestros viernes de gloria

Mi padre era viajante. Solo volvía algunos viernes por la tarde para pasar el fin de semana con nosotras. Esos días mi madre se levantaba más pronto que nunca para dar un repaso a toda la casa y, especialmente, a su dormitorio. Quitaba las sábanas que lavaba y dejaba secar al sol, en el tendal que daba a la calle, como banderas de bienvenida. Luego, al anochecer, cuando ya solo faltaban unas horas para que llegase mi padre, las planchaba «para quitarles ese poquito de humedad que podrían tener aún».

—¿Qué vestido me sienta mejor? —me preguntaba después, mientras ponía caras frente a los tres vestidos que desde siempre habitaban en su armario—. ¿Y qué te parece si me dejo el pelo suelto? —me preguntaba también.

Y yo no sabía qué contestar, siempre la veía igual de guapa. Y me impacientaba y bajaba al portal para ser la primera en verle aparecer calle arriba. Entonces corría hacia él, y mientras me levantaba del suelo para poder abrazarme más fuerte, sé que es a ella a quien miraba.

—¿Quién será esta reina, ahí, asomada a nuestra ventana?—murmuraba.

Y mis pies volvían a tocar el asfalto.

14. Genes

El año que sacamos al patrón para pedirle que lloviera, el viento se alió con los cirios y acabó convertido en ceniza. Encargamos uno nuevo al imaginero, que hizo un san Jorge tomando como modelo al cura. Lo estrenamos la primera vez que Sonia dio a luz, y ayer el padre Antonio anunció una nueva salida por el mismo motivo que las tres anteriores: sin haber conocido varón, había nacido su cuarto hijo. Algún desconfiado le insinuó si este también se parecía a él, a lo que contestó, frunciendo el ceño y con voz solemne, que el Espíritu Santo pone a sus criaturas la cara de quien ha de guiar sus almas.
Sonia siempre canta una saeta cuando le paran el paso en su casa y su estridente voz nos perfora los tímpanos; pero pone tanto sentimiento, que soportamos estoicamente el sacrificio. El balcón lo engalana con el antiguo toldo de la pescadería. Se lo vendieron tras asegurarle que la figura no era la de un besugo, sino la del dragón que mató san Jorge. Ella desconocía la hazaña y, desde entonces, entiende por qué los niños son tan guerrilleros, aunque, de momento, tan solo cacen alguna que otra lagartija.

13. POR QUÉ EL AGUA DEL MAR ES TAN SALADA

Me conociste cuando era una niña. Yo clareaba la colada sobre el esqueleto de una dorna erosionada por el viento, mientras me observabas camuflado gracias al oleaje agitado por el suroeste. Durante mi regreso a la aldea advertí cómo te convertías en espía, sumergido entre las algas que acuden a morir junto a la orilla.

Un atardecer, recién cumplidos los dieciocho, cuando me bañaba sola en un recodo de la playa, pensé que nunca te decidirías a sorprenderme. Pero lo hiciste, y aquella tarde supe que eras real.

Luego me agasajaste con estancias en islas vírgenes, surfeamos el tsunami perfecto hechos uno, y gocé al probar las caricias de seres pelágicos que habitan tu inframundo.

Aunque haya transcurrido demasiado tiempo, siempre supe mantener viva la promesa que te hice: cada amanecer, ataviada con mis mejores galas, agitar el pañuelo que me regalaste, trenzado a base de gorgonias lila cosechadas en la Atlántida. Mientras, tú, arropado por las ondas de la rompiente, lloras y lloras sin consuelo la fatalidad de haber nacido un dios.

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