Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

95. LA PRISA, SIEMPRE LA PRISA (Yoya M. Alonso)

Permanece sentada en la terminal del aeropuerto sin mover un músculo. Parece estar en estado de shock. El incesante goteo de pasajeros cargados de maletas, contrasta con la mujer que ni tan siquiera lleva un bolso de mano. Escucha sin inmutarse el anuncio de las salidas inmediatas. De repente su actividad gestual se multiplica, acaban de dar el último aviso de embarque para un destino internacional. Es al escuchar el nombre de la ciudad cuando se derrumba. Hace cuatro años, con su familia a bordo, aquel avión nunca llegó a su destino. Ella había perdido el vuelo.

94. Caras (Marta Trutxuelo)

Se pasó toda la tarde poniendo “caras”: desagrado, enfado, susto, desilusión, emoción, asombro… ninguna de estas emociones contrajo nunca sus rasgos en una mueca que le restara un ápice de belleza. Cuando se mira ahora en el espejo y observa los paréntesis que aprisionan sus antaño carnosos labios, escruta -tras las lentes graduadas- las grietas que corretean bajo su mirada, comprueba que el óvalo de su rostro hace tiempo se adentró en los sinuosos caminos de la indefinición y constata que las canas dominan la totalidad de su escaso y lacio cabello, hoy, años después de aquella divertida sesión fotográfica, se desprende de su gafas y su rostro va componiendo, uno a uno, todos los gestos que vistieron su semblante aquella tarde. El vidrio le va mostrando, como fotogramas de una película a medio velar, el desfile de los diferentes estados de ánimo en su rostro, y sus ojos se detienen ante su faz desilusionada para comprobar, al girarse hacia la fotografía que tiembla en su mano, que no erró cuando eligió esa imagen para describir lo que sentiría cuando se mirara en el espejo treinta años después.

93. CELEBRIDAD

Era muy conocida, y tan harta estaba de ello que necesitaba hacer algo para pasar desapercibida. No tenía privacidad, siendo objeto de deseo y odio a partes iguales entre aquellos que querían creer alterar la rutina de sus vidas. Se había convertido en un icono, para bien o para mal.

Un día como si nada frunció el ceño y los dos bandos firmaron el armisticio. Unos la ignoraron, para otros fue un motivo para perdonarla. El ídolo había caído, el enemigo ya no lo era.

92. Verónica (Javier Ximens)

A Isabel Ausina

Tras dar un fuerte portazo, Su Santidad abandona los Archivos Secretos del Vaticano portando un paño de lino en las manos. La vibración origina que una zanja se abra en el suelo, cruce la Basílica, atraviese Roma y, por la Vía Apia, llegue al Vesubio, que la transforma en una serpiente de fuego. Bajo el mar, alcanza Jerusalén, y asciende por la Vía Dolorosa hasta la Sexta Estación. Justo en ese instante: el volcán entra en erupción; en la Catedral de Turín, la Sábana Santa tiembla y el cristal de la vitrina se resquebraja; en el Vaticano, el Santo Padre se postra ante la estatua de La Piedad y pide, a voz en grito, a la Virgen María y a todas las mujeres del mundo, su perdón por el daño que les han ocasionado en los dos mil años de ocultismo; en la Capilla Sixtina, la bóveda colapsa y se precipita sobre los cardenales, que reunidos en cónclave pretendían inhabilitar al Papa.
El Pontífice corre a la ventana de su habitación y mostrando la Santa Faz a la cristiandad les dice «Este es el verdadero rostro del Mesías».

91. Elígeme (Mar González)

Delante del espejo practico caras para la próxima visita. Mi mejor sonrisa no ha servido para nada. Aquí sigo. También intenté soltar una lagrimita, pero no me sale natural como a Sofía o Alicia. 

Ellas ya no están. Cada vez cambian las caras. Unas se van pronto y no llego a conocerlas. Otras llegamos a ser casi íntimas. Pasa el tiempo y seguimos aquí.

Quizás es por mi pelo desmadejado. Por eso he decidido recogerlo en un moño, aunque creo que me hace parecer mayor y, si miro a mi alrededor, vamos quedando las de más edad.

Además, estoy sola. También es un factor a tener en cuenta.Toda la responsabilidad recae únicamente en mi y no sé cuánto tiempo más podré resistir ni cuántas visitas podré permitirme. 

Con mi gesto ensayado y mi sueño de ser madre, me siento en la sala de espera. En mi imaginación, unos angelitos regordetes revolotean sobre nuestras cabezas buscando a su futura mamá. Juraría que hoy he notado una caricia.  

90. MUÑECAS (Siigonis)

Vanesa se detiene frente a la puerta y toca el timbre. Apenas puede disimular su entusiasmo. Lleva meses soñando con esta visita. Encontró la clínica buscando en Internet; de las mejores que había. Inmediatamente supo qué se iba a hacer: unos morritos espectaculares y una nariz perfecta.
Nada más entrar, un escalofrío le recorre la columna. Es la emoción, se dice. No hay nadie para recibirla. El vestíbulo está lleno de maniquíes de cera que muestran a la clientela el resultado de su inversión. Impresionada, saca el móvil de su bolso y envía una fotografía del lugar a Paula. La interrumpe amablemente un hombre joven, bastante atractivo, vestido con una bata blanca. Después de rellenar un formulario y esperar unos minutos más, ambos entran a la sala de cirugía.
Pocas semanas después, Paula se detiene entusiasmada frente a la puerta y toca el timbre. Entra y espera en el vestíbulo. Admira boquiabierta los maniquíes que adornan la habitación. Le llama la atención una figura que presenta un rostro melancólico. Es curioso. Le recuerda en cierto modo a su amiga Vanesa. Pero no puede ser. Vanesa no tiene unos morritos tan espectaculares ni una nariz perfecta.

89. LA ESPERA

Nació con un don y, seguramente, con un propósito.
Ya al abrir los ojos al mundo se estrenó con la más inaudita sonrisa que jamás se hubiera visto.
Esperó.
A partir de ahí consiguió lo que deseaba. Su absoluto dominio de las expresiones faciales le hacía dominarlo todo por completo. Imposible resistirse a su inenarrable encanto.
Esperaba.
Su fama traspasó fronteras. Era requerida por los más altos dignatarios, empresarios, políticos, nobles, para aprender su arte. Cobraba fortunas por proporcionarles mínimos retazos de su saber.
Cuando tocaron a la puerta se limitó a contestar: “Te estaba esperando”.
El Maligno entró y fue derecho al grano: “Sabes los que quiero”.
“Sí -dijo ella-, tu inmortalidad por mi don”.
Para el Demonio aquello era extremadamente sencillo. Lo había perpetrado millones de veces. Engañaba al incauto de turno, robaba su tesoro y desaparecía.
Pero al ver su rostro, Dios de los Avernos quedó absolutamente derrotado por aquella increíble mezcla de ternura, timidez, arrobamiento, dulzura, desamparo.
Destrozado, le entregó su inmortalidad, sin recibir nada a cambio.
Rió victoriosa.
Lucifer huyó despavorido comprendiendo el inmenso error cometido, que suponía su fin.
Ella sonrió ampliamente disponiéndose a disfrutar de una eternidad.
O de varias.

88. Demagogia (un caso real)

El presidente del gobierno, en el día internacional de la mujer, afirmó que «las mujeres no sois iguales a nosotros. Sois mejores, más listas, más ordenadas, más…¡guapas!».

La ovación retumbó en la sala, las felicitaciones le llovieron a cientos. Él, por su parte, repartió decenas de besos y abrazos entre las asistentes.

Cuando abandonó la sala, alguien le recordó que  la ausencia de mujeres en altos cargos de su Comunidad era notoria. Ni en Justicia, ni en Sanidad, ni en Educación, ni en Consejos Asesores… Tampoco abundaban en cargos directivos de empresas. ¿Qué medidas concretas proponía, además, para una conciliación efectiva?

Él afirmó, muy serio, que se hacía la cama todos los días y preparaba la cena en casa.

87. No da el perfil (La Marca Amarilla)

Mi madre puso aquella expresión lastimera, aquella mueca de candor irresistible, como siempre que hacía algo mal, esperando que no la regañara, que no me enfadara con ella, la noche en que terminó otra vez con la vida de sus nietos y sus bisnietos.
Unas semanas antes mamá vio la foto de Herminia en la pantalla de mi móvil y me preguntó por esa jovencita. Le conté que apenas habíamos hablado, pero que creía que podría llegar a ser tan buena madre de mis hijos como lo era ella. Mamá me pidió que la invitara a cenar porque se notaba en mis despistes y balbuceos que estaba enamorado.
Herminia acabó en el jardín, cerca del limonero, junto a las otras, a dos metros bajo tierra. Cuando mamá terminó de enterrarla, me miró con aquella expresión lastimera, aquella mueca de candor irresistible esperando el perdón, pero a mí lo que me fastidiaba es que yo ni siquiera había besado a Herminia.

86. Lady Macbeth (Cani Vidal)

-¡No puedo vivir así!

-¡Esto es lo que hay!

-¡Pero es hijo tuyo!

-¡Corten!, ¡Corten!

Terminado el capítulo 758 de su enésima y absurda telenovela, la vieja actriz Basilia Mirtha Ibarra Collado, la mejor  “Lady Macbeth” nunca vista en el Teatro Nacional de La Habana, se lamentó amargamente de que su gran rival en la escena le hubiera hecho vudú a su  carrera. No era otra que Acracia Mata, la que compitió sin éxito con ella durante años en el escenario, quien finalmente la destronó, sin que nadie sospechara  jamás de los medios empleados para conseguir su propósito, la cara más oscura de la Santería.

Ahora, endiosada y reina de la escena cubana, Acracia se regodeaba en su éxito sin mérito. Pero desde lo  más profundo de la vieja isla, donde habitan los antiguos dioses que vinieron de África, el orisha Obbatalá, señor de la justicia y la pureza, se dispuso a devolver el orden de las cosas. Y  para destruirla le envió, el peor de los temores para  una actriz.

Aquella mañana, en los ensayos,  apareció ante la vista  de la aterrorizada Acracia, la mejor y más joven de las Ofelias.

 

 

85. Sincronías

A Martina la primera sangre le vino el día en que se produjo el terremoto. Como siempre había sido una niña especial e hipersensible sus padres comentaron esa coincidencia sin prestarle mayor atención. Sin embargo, cuando a partir de entonces empezó a sangrar con puntualidad invariable y al mismo tiempo que sucesivamente tuvieron lugar, mes tras mes, la erupción del volcán, las inundaciones, el incendio, el huracán y el impacto del asteroide, se sintieron más inquietos. Consultaron al pediatra, que restó importancia a sus temores y alivió la conciencia de una compungida Martina. Dijo que esas sincronías eran algo habitual, propio de su naturaleza femenina, que si contase las que había visto en la sanidad privada nunca lo creerían, que se tranquilizasen y dejaran de preocuparse.

Aunque… quizá no sean capaces ni puedan evitar un creciente desasosiego cuando:

Cinco días antes de que llegue su siguiente periodo un compañero de clase le tire de las trenzas y la llame «Fea».

Cuatro días antes llore sin consuelo durante toda la noche.

Tres días antes le sacuda un fortísimo dolor en el vientre.

Dos días antes la fiebre le suba a 40º.

Un día antes su cuerpo comience a sufrir convulsiones. Incontrolables.

 

84. ¿Y ahora qué?

La vida no devuelve los comodines que has gastado. Me ha costado llegar hasta el final del juego para descubrirlo pero ya solo me queda guardar las cartas. Aquí los naipes no se recogen de forma ordenada en una caja más o menos conservada por el paso del tiempo. Las reglas, al parecer, son muy distintas.

Llevo un discurso aprendido que, aun siendo fiel a mis propias convicciones, no sé si seré capaz de reproducir en voz alta, aunque lo repito una y otra vez a medida que me acerco a lo que hoy solo me parece una casa de papel, tristemente ennegrecida por el humo de un incendio provocado de forma voluntaria por ti.

Y ahora, al abrir la puerta, una única realidad quema un suelo que soy incapaz de pisar. Siento cómo me invade el olor animal de tu piel y, al ver la sombra de tu silueta reflejada en la alcoba, es cuando dudo: reír o llorar, hablar o callar. Una y mil preguntas se disipan en mi mente, pero un «qué» taladra mi voluntad.

En este momento debería barajar y elegir entre: roja, quedarme y abrazarte o negra, dejar las llaves y salir corriendo.

 

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