Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

40. Ni puta gracia (Anna López Artiaga / Relatos de arena)

Ella dice que soy raro. Después ríe nerviosa y sale a la pista con esos perritos de agua brincando entre sus piernas. Murmura que no tengo ninguna gracia, pero fuerza una sonrisa para que la deje pasar camino de su caravana y se escabulle como una anguila. Ella implora que la deje dormir, que no le envíe más mensajes de buenas noches, que no la llame de madrugada. Asegura que no aguanta más y que si no la dejo tranquila, tendrá que denunciarme.

¡¿Denunciarme?!

No entiende cómo la quiero, cómo deseo cuidar de ella y que no tenga que preocuparse por nada, que no necesite volver a enseñar sus muslos desnudos ante el público. No imagina como palpita mi deseo, ni como aborrezco a esos chuchos que ladran cada noche, cuando me acerco a su puerta. No sabe lo que sufro. Por su culpa.

Raro. Ella decía que soy raro, y la chica de la cafetería también se lo dirá a la policía cuando le pregunten. Pero el resto del elenco del circo dirá que solo era un pobre payaso, amigo de los niños. Un hombre muy educado, aunque algo triste. Y que siempre daba los buenos días.

39. CAFÉ NOSTALGIA (Concha García Ros)

Mientras tomaba aquel café, miró su enorme barriga. Pensó que el declive físico avanzaba deprisa y que pronto el espejo le devolvería la imagen de un payaso viejo y solitario. En momentos así es cuando sentía no haber tenido hijos. Hubiera sido un buen padre. Necesitó hacer un esfuerzo por sacudirse aquella sensación que amenazaba con estropearle el día.

Pagó y se marchó caminando. De vuelta en su camerino no tenía mucho tiempo para retocarse la pintura antes de la siguiente actuación. Tomó el bote y comenzó a extenderla.  Entonces tuvo un pensamiento que se convirtió al instante en convicción. Con un cosquilleo de ansiedad pensó que lo haría, hoy dejaría atrás el miedo. Se limpió la pintura de las manos con una toallita húmeda y buscó un bolígrafo y papel. La carta de Félix comenzaba así: “Después de tanto tiempo te recuerdo como si aún estuvieras aquí”.

Dos semanas después estaba en plena actuación cuando al mirar hacia una de las filas del palco no dio crédito a lo que vio. No era posible, pero sí, sí lo era. Allí estaba ella. Y le sonreía mientras abrazaba en su regazo a un niño de unos seis años.

 

38. La imprevista soledad del subinspector Barlomy (María José Escudero)

Barlomy se siente incómodo en este mundo, y también  muy solo. Desde que le relevaron de la última investigación y le aconsejaron una excedencia voluntaria con visitas obligatorias al psicólogo del Cuerpo, para él, todos los días son días de lluvia.

Nadie lo hubiera imaginado, el más prometedor detective de la Comisaría de Longhill Street bebiendo té con leche en la barra de cualquier bar y vestido de payaso. Rebajado y sin honor, se había convertido en un apestado, y todo por haberse enamorado de la mirada turbia de una asesina en serie y por haberse refugiado en los brazos zalameros del alcohol. Hasta su mujer lo había echado de casa, aquella casa ajardinada fruto del sudor helado que provoca la violencia en las calles de Baltimore, y desde hacía meses, ella y un juez desatinado le habían prohibido ver a sus hijos. Pero él siempre fue un hombre agudo, con recursos para resolver los casos más desesperados.

Hoy es el cumpleaños de los gemelos. Sabe contar cuentos y ha ensayado algunos juegos malabares. A la hora convenida se acercará a la fiesta y, si todo sale como espera, es posible que lo contraten también el año que viene.

37. Peor que usted

La clave está en ubicarlo cada día en un lugar preciso, estratégico, diferente. Al payaso triste, me refiero. Hay días que lo dejamos junto a la máquina de tabaco y allí se pasa doce horas, o hasta que cerremos. O en el pasillo que da a los baños. Otras veces lo sentamos en un taburete de la barra, como si fuese un cliente más. Desde que contratamos al payaso triste, hemos multiplicado por cuatro la afluencia de clientes a nuestro bar. Nadie te lo confesará, pero sé que al personal les gusta cruzarse con un tipo tan abatido, tan desconsolado, sin ninguna esperanza. de esos que llevan la tristeza esculpida en el rostro. En el fondo, les tranquiliza pensar que hay gente más desolada que ellos. Ya digo: gracias al payaso triste hemos cuadruplicado nuestros ingresos de caja en apenas un mes. A él no le decimos nada, claro. No vaya a ser que de repente se sienta útil, se venga arriba, vea un atisbo de esperanza en su vida y le de por sonreír.

36. Gris (Marta Trutxuelo)

Siempre me dices que los sueños hay que perseguirlos y he seguido tu consejo. Hasta ahora mi vida ha sido gris, triste y monótona. Tú y los niños habéis sido mis únicas pinceladas de color en esta oscura y anodina existencia. He pasado la mitad de mi vida encerrado entre cuatro paredes en compañía de papeles, litigios y demandas. Por eso, ha llegado el momento de decir basta. He decidido hacer una locura. Mi ceño se ha relajado, he pintado una sonrisa en mi rostro y he colgado mi traje gris. Y hoy te lo voy a decir. Y al verme me abrazarás, me besarás sin importarte los demás y acabaremos saltando y riendo.

Puntual, como siempre, has entrado en la cafetería donde hemos quedado para que te dé la gran noticia. Estás a mi lado, no me has abrazado, no me has besado y no hemos saltado ni reído. Mi gran sonrisa se ha tornado gris y me giro, avergonzado, para que no la veas… para que no veas mi cara de decepción porque me siento como un vulgar payaso, mi amor, al darme cuenta de que sin mi traje gris, no me has reconocido.

35 – LA HUELLA DEL TIEMPO (Nani Canovaca)

Me gustaba verle en la avenida con el platillo delante, maquillaje perfecto y su traje de arlequín. Los que pasaban le ponían una moneda y sonreía, era el único gesto que nos recordaba a un humano. Crecí viendo su maquillaje perfecto, sonreía a quien le admiraba y el guiño que me hacía, era nuestro pacto. Yo vigilara su recaudación. Al terminar sacaba una flor de su chaqueta, se acercaba y se convertía en chupa Chus o chicle Bazooka, de aquellos que se quedaban sin sabor en dos chupadas, pero hacía que me sintiera feliz e importante. Nunca me dijo una palabra, sabía que me apreciaba y confiaba en mí. Fui creciendo y no tenía tiempo para estar en la avenida junto a él. Cuando volvía del instituto no estaba y según me dijo mamá, se hacía mayor y últimamente estaba los días que había sol y solo un ratito. Hoy lo he descubierto en el bar del tío Paco. He entrado y me he acercado, creo que no me ha reconocido y según mi tío, no es ni su sombra, su cara está oscura y gasta las pocas monedas en vino. ¡Ya no se sostiene!

34 – Cuenta conmigo (Carmen Cano)

Solo cien millas más y estoy contigo. Llevo toda la noche conduciendo por heladas carreteras secundarias. Diez horas desde que salí del túnel, compré el vehículo de segunda mano y me vestí de esta manera humillante. Diez meses desde que te vi por última vez. Diez minutos para calentar el cuerpo con este café amargo. Diez mil dólares robados al furgón del banco. Diez años de condena. Diez dedos que los muchachos de Gordon me romperán uno a uno si no cumplo. Diez noches sin dormir desde que me impuso sus condiciones. Diez segundos para aceptarlas. Diez balas en la recámara para volarle la cabeza al juez Jefferson. Pero papá no faltará a la fiesta de tu décimo cumpleaños.

33. Diálogo interior (Mercedes Marín del Valle)

Todos apostaron por mí, me apoyaron moral y económicamente. Aún les estoy escuchando, con tu talento, dijeron, triunfarás, nadie es profeta en su tierra.
Hoy no me queda nada más que este traje ajado con el que no soy ni payaso, ni arlequín, con el que paso frío y calor porque para ninguna época es apropiado; y mi gorrito tan gracioso entonces, luce hoy como una tortilla francesa, aplastado a fuerza de apoyar mi cabeza en él para no sentir la frialdad de la piedra mientras duermo. He fracasado, qué puedo decir, ni para emprender el viaje de vuelta tengo. Mi cara macilenta y mis ojos enrojecidos hablan por mí. La pintura empieza a perder su consistencia y el rictus angustiado de mi boca pinta una mueca espantosa sobre el bermellón desgastado.
¿Qué es este lugar? Quizá a cambio de una pirueta pueda entrar, la gente sale riendo.
Hay un hueco libre y una taza de café sin dueño, qué suerte. ¡Está pegada a la barra! No tiene gracia, pero… ¡Si son figuras de cartón piedra!
Un decorado, un escenario de pega, como mi vida.
El flash de la cámara inmortalizará las lágrimas. Ahora más que nunca tengo que actuar.

32. El ejército de salvación (Luisa Hurtado)

Cuando pienso que fui yo quien eligió esta vida me siento como un payaso. Hace apenas unos meses que logré el ascenso pero estoy solo y atrapado, viviendo bajo el peso de la rutina, sorbiendo cafés fríos con sacarina, sin ganas y sin palabras.

Ellos tenían razón, ahora lo sé, por el modo en que he empezado a echar de menos las charlas al raso en las noches de verano, el frío dentro de las caravanas durante las heladas, las bromas a voz en grito, el zurcido incansable de mallas y lentejuelas, el maquillaje, los ensayos.

Ahora que estoy aquí, en este mundo gris en el que nadie conoce a nadie, me siendo más que nunca lo que no quise reconocer que era; por eso he vuelto a ponerme el colorido traje varias tallas más grande y les he llamado, seguro de que en cuanto les vea entrar por la puerta de la cafetería, a mis trapecistas y saltimbanquis, a mis contorsionistas y magos, volverá a aparecer la sonrisa en mi rostro, lo único que me falta.

31. Failure Pub (Alberto BF)

Recuerdo con nitidez aquellos años del instituto. En todas las publicaciones aparecían del orden de tres o cuatro artículos con mi firma, muy aplaudidos por un público joven y entusiasta.

Mantuve esa línea en la facultad, con innumerables colaboraciones en las revistas de varios departamentos, y aquella columna semanal tan bien valorada en la Gaceta Universitaria. El Máster en Escritura Creativa, mi facilidad para los idiomas y las buenas referencias cosechadas me allanaron el camino hacia las redacciones de los principales diarios a nivel mundial.

Elegí el New York Post, y pronto tuve el primer encontronazo con Dirección, con un artículo favorable a la sanidad pública. El segundo, sobre el cambio climático, no mejoró en absoluto mi posición, y con el tercero –excesivamente crítico hacia el empresario Trump- me hicieron la cruz definitiva en el país de las oportunidades.

Años después, al acabar mi jornada como clown en el circo de la beneficencia, comparto café y fracaso en el Failure Pub con otras grandes promesas que quedaron en nada.

Como última licencia a mi truncada vocación, mientras apuro mi taza, compongo mentalmente relatos breves para publicar en ENTC.

30. LA HORA INFELIZ (Belén Sáenz)

Cambiaron el trazado de la interestatal y la cafetería de Joe moría de olvido. Se expandieron los escotes, se acortaron las faldas de las camareras para avivar las consumiciones. Mientras, los neones parpadeaban agónicos. El expositor de Coca‑Cola tamborileaba de puro aburrimiento. Era mi oportunidad de volver al mercado laboral, desde que compartimos taquilla en el instituto le tenía cariño a aquel viejo cabezota. Sin pensármelo demasiado, me apañé un disfraz de payaso con retales de cortinas, coronado por el gorro de ducha de mi abuela. Poco ortodoxo, sí, pero el maquillaje pondría la guinda. Ni los chistes ni las zapatetas animaban a los elegantes caballeros y las distinguidas damas, y mucho menos sus monederos. Desalentado, me giré para esquivar el reflejo de mi fracaso en el pulido mostrador. Fue entonces cuando empezaron a acercarse los clientes, ocupaban la barra como quien se juega la vida a las cartas. Y cuanto más deprimido componía yo el rictus, cuanto más ramplón el cafetito que sorbía, mayor el derroche en batidos espumosos, hamburguesas despampanantes y vertiginosa tarta de zanahorias. Joe está exultante y me presenta como su salvador. Un triunfador. Claro que él, como el resto de la gente, también evita mirarme.

29. Negativo por negativo

No salió bien, la idea no salió bien porque gris y ceniza no pueden crear nada en color, porque si tú me prometes por dos veces que mi número de ocho horas al día es brillante, no me lo creeré. Como no me lo creí la primera vez. Así que olvidemos la teoría matemática, rotunda, que asegura que una cifra negativa multiplicada por otra dará como resultado un sonrosado positivo. Porque ya es suficiente humillación tomar café en la barra del bar todas las mañanas siendo un payaso vestido de payaso, rodeado de payasos disfrazados de gente normal. Ellos tienen el rostro tatuado de maquillaje blanco, azul, rojo y por encima se esparcen polvos color carne, muecas como las de las fotografías en sepia de la pared, pero todos dejamos un cerco en la taza y posos en el fondo que no somos capaces de descifrar. Solo a veces entra aquí alguien que pide un capuchino para llevar, que anda como si no le molestase una costura bajo su segundo pantalón. Nervioso, se ajusta la corbata y mira su reloj, se nota a la legua que disimula, que llega con tiempo de sobra al circo.

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