Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

103. REENCUENTRO (M.Carme Marí)

“Todas las personas mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan).”

– Antoine de Saint-Exupéry «El Principito»

 

Cierra los ojos. Nota como el sol te da en la cara y te llena de colores por dentro, de rojos, naranjas o amarillos. Anda unos pasos con los ojos cerrados. Te sientes liviano. Cuando los abras, sonríe a quien te mire raro.

Paséate entre las sábanas secándose al sol y, si estás con un niño, jugad a esconderos entre ellas. Luego, al doblarlas entre dos cogiéndolas por las puntas, llevadlas bien arriba y cuando caigan os ponéis debajo. Risas. Complicidad.

El cielo es un lugar ideal para plantar la imaginación y dejarla crecer. Túmbate boca arriba y mira las nubes en movimiento. ¿Qué ves? O averigua qué personaje esconde la luna llena. Quizá descubras la expresión de un niño sonrojado con grandes mofletes, un maestro pidiendo silencio o una señora sorprendida. ¡Dibújala!

¿Recuerdas cuándo fue tu última batalla con hojas mecidas por el otoño? ¿O tener los dedos pegajosos con la dulzura de un algodón de azúcar? ¿Y una guerra de cosquillas? ¿O dibujar en cristales empañados?

Rescata del olvido y deja salir de vez en cuando a ese niño que todavía llevas dentro y, si puedes, comparte ese ser mágico con otros pequeños: te mirarán con otros ojos.

102. Olentzero (Marta Trutxuelo). (Relato fuera de concurso)

Siguiendo el ritual, apenas se ha movido durante toda la noche. Pero ya no aguanta más y sus ojitos somnolientos, una nariz respingona y el resto de su cabeza comienzan a asomar como un periscopio del submarino de mantas en el que ha estado escondido. Se levanta despacio y avanza de puntillas por la penumbra. Al fondo del pasillo vislumbra una silueta moviéndose por el salón con el mismo sigilo que él. Si se acerca sólo un poquito más podrá verle. Nunca se había atrevido tanto, nunca se había levantado, pero esa noche lo ha hecho. Y ahí está, él: ese ser que cada Nochebuena inunda de regalos su casa como por arte de magia. Cuando sus miradas se cruzan los ojos del niño iluminan la estancia como dos focos, y el hombre le lanza un guiño juguetón mientras su dedo índice silencia el grito de sorpresa del pequeño. Éste, orgulloso, corre a abrazarle; ha descubierto su secreto, pero lo guardará como el mejor regalo de ese año…  nadie sabrá que su padre en realidad es… ¡Olentzero!*

* Olentzero: personaje de la mitología vasca. Es un carbonero que trae regalos a los niños en Nochebuena.

101. REBELIÓN EN LA BIBLIOTECA

La bibliotecaria corría despavorida por los pasillos hacia el despacho del Director General para comunicar el incidente… más bien el accidente… la tragedia, sin lugar a dudas, señor director, que acabamos de descubrir…

Leyó el letrero fijado en la pared: D_r_ct_r  G_n_r_l  e, instintivamente, llevó la mirada  a su pecho izquierdo, sobre el que descansaba su identificación administrativa: “S_s_n  /  B_bl__ t_c r __” Horrorizada, comprendió que el ataque de los duendes vocálicos no solo había afectado a los libros, sino que extendía sus tentáculos a cualquier palabra, frase o expresión. Muda de espanto, imagen viva del cuadro de Munch, un desgarrador grito silencioso salió de su boca ante la contemplación del despacho:

—¡₋₋₋h! –.

Un enjambre con millones de grafías diferentes rodeaba al director, que desesperado, abrió la ventana e intentó pedir auxilio.

—¡S_c_rr_! – alcanzó a decir, mientras el enjambre aprovechaba la oportunidad de emprender vuelo, abandonando el edificio de la biblioteca para unirse a la Gran Vocálica.

Provenientes de todas las bibliotecas del mundo, inmensas nubes de vocales (abiertas unas, cerradas otras), surcaban el cielo como una gran bandada de aves hacia el paraíso prometido. Atrás dejaban – para siempre –  la tiranía infinita del país de las consonantes.

100. Deseos

Ella no esperaba demasiado de aquel viaje para singles y dado su carácter, tampoco encontró mucha afinidad con sus compañeros de grupo. Impar entre los impares, se preguntaba qué demonios hacía allí, en mitad del desierto, visitando unas ruinas bajo el implacable sol de agosto. Explorando a su aire aquel  inhóspito lugar, un objeto que brillaba entre las piedras de un muro derrumbado llamó tanto su atención, que lo escondió en la mochila. Se trataba, como dedujo ya en el hotel, de una vieja lámpara de aceite y al frotarla para darle lustre, un genio maravilloso escapó de su interior dispuesto a satisfacerla en tres deseos. Sorprendida primero y fascinada después por aquellos ojos portadores del misterio oriental de las mil y una noches, reconoció en aquel ser mágico al hombre de sus sueños y sólo le pidió una cosa: “Quiero pasar el resto de mi vida contigo”. Ahora viven juntos en su pequeño apartamento. Ella trabaja y él se ocupa de las tareas domésticas. Los sábados hacen juntos la compra y los domingos suelen comer paella. Aunque les cuesta llegar a fin de mes, son tan felices que no se ha atrevido a desear nada más.

99 . Bajo el amparo de unas manos invisibles (Juana Mª Igarreta)

Cuando Alaia no puede dormir, abre la puerta de su casa con mucho sigilo y sale al jardín. Allí sabe que le esperan sus amigos de la noche. Como ellos pertenecen al mundo de los sueños, durante el día tienen que hacerse las estatuas. Pero una vez que el sol lanza su último bostezo y la luz se desvanece, ellos se desperezan moviéndose alegremente bajo el influjo mágico de las estrellas. La ninfa de la fuente salta de su pedestal y va al encuentro del joven arquero que mora a los pies del sauce. La niña se les une y compiten entre ellos disparando flechas de humo a los agitados búhos que flanquean la puerta de entrada.
Hay momentos en que Alaia deja a sus compañeros de juegos boquiabiertos. La ven caminar con los brazos extendidos y un pie tras otro, cual avezada funambulista, sobre la estrecha e interminable barandilla de la terraza, suspendida a varios metros del suelo. Aunque su pequeño cuerpo oscile continuamente asomándose al vacío, nunca se cae.

Bajo la hiedra, una tinaja de barro guarda las cenizas de su abuela Andrea a la que no llegó a conocer.

98 . Agravio en la Montaña Sagrada

La rebelión había comenzado en las faldas del Olimpo. Hefesto, el maltrecho y despreciado hijo de Hera, había reunido a Afrodita, Poseidón, Apolo, Hermes, Pan, Ares y Heracles, para derrocar al tirano Zeus y devolver la paz y la libertad al maltratado pueblo griego. Organizó cuidadosamente el golpe: Afrodita, con sus artes amatorias, seduciría a Zeus, Pan entretendría a la corte con una comida pantagruélica y  Apolo prometería al pueblo un futuro mejor. A Ares le encargó atraer al ejército, a Hermes buscar ayuda económica, a Poseidón desatar una gran tormenta y un fuerte terremoto y a Heracles romper las puertas de la fortaleza.

Todo salió según lo previsto, Hefesto nombró un nuevo gobierno y presentó al pueblo a sus colaboradores. A Poseidón lo encargó de la defensa de la naturaleza, a Apolo lo nombró ministro para las artes, a Ares de la guerra, y a Hermes de economía. Pan tuvo que asegurase de que el pueblo no volviera a pasar hambre y Heracles fue nombrado jefe de las milicias.

Solo faltaba Afrodita, que no asistió a la última reunión, en la que se decidió expulsarla del Olimpo, por puta.

97. Diálogo con su difunta madre (Alberto BF)

-Mamá, quiero verte, hace mucho que no me visitas.

Me tienen abandonada. Una señora uniformada, no muy agradable, ha entrado en mi habitación diciendo que iba a limpiarla, pero sé que ha sido una excusa. Desde que salió por la puerta no he vuelto a ver la medalla de Santa Gema que me regalaste de moza y siempre llevo conmigo.

-¿Cuándo llegas?, ¿dónde andas?

Hace un rato se ha marchado una chica amable, pero feúcha. Me estuvo dando conversación, no muy interesante, y dijo ser mi hija. Venía con un señor calvo y gordo, bastante serio, que no paraba de mirarme y no sabía qué decir. Empujaban un carrito.

-¿Te has olvidado de mí?, ¿ya no me quieres?

He preguntado a esa chica si te conocía, y la embustera me dijo que habías muerto hace años. Me ha hecho sentir intranquila y desorientada, pero al acercarme al carrito he notado tu energía. Dentro estabas tú, con tu sonrisa de siempre, con esa mirada con la que curas todos mis males. Con tu magia. Con tu paz. Con mi calma.

-Creo que ya lo he entendido. Prefieres que vaya yo a buscarte, ¿verdad?

96. «No somos Brujos»

Se oye un eco lejano, como un lamento colectivo susurrado por el viento:

 

Otra vez han encendido las hogueras, están acabando con nosotros.

 

El mismo eco que transmite este mensaje:

 

Si nos conocierais sabríais que nacemos para servir a la Luz, somos sus mejores alquimistas.

Nuestra habilidad es delicada, la unión del Cielo y la Tierra que logramos transformando los elementos más esenciales: agua de lluvia, aire, materia en descomposición, tierra y Luz del Sol, para elaborar un elixir exquisito, Vida que Nutre.

 Eligiendo cuidadosamente cada hebra sintetizamos su color que os ofrecemos a través de nuestros productos, deliciosos frutos.

Rojo: ardor, pasión

Naranja: sabiduría

Amarillo: luz de vida

Verde: naturaleza y esplendor

Azul: carisma, comunicación y discernimiento

Añil: capacidad de trascender

Violeta: intuición y espiritualidad

 

Amamos este planeta y nuestra vida en él junto al resto de mortales,

Respiramos para vosotros,

Bendecimos vuestros paseos en nuestro Reino,

Observamos los ciclos naturales con respeto y admiración y

Labraremos y sembraremos, mientras estemos vivos, enriqueciendo a nuestra Madre Tierra

 

Lo ignoráis

¡Ojala lo supierais!

Alimentaos de Luz si queréis dejar atrás las tinieblas.

95. SEXTO SENTIDO (GINETTE GILART)

El viejo monasterio estaba rodeado por castaños centenarios; al dirigirme a la iglesia abacial me llamó la atención uno de ellos, más viejo, más grande, casi muerto; de sus ramas bajas colgaban objetos variados: pulseras de plástico de colores chillones, collares de cuentas, algunos dibujos que pretendían ser de algún santo, todo un cutrerío que me produjo cierto rechazo. En todo el recinto no se oía ruido alguno, ni el crujir de una hoja, ni el sonido de un pájaro, un silencio ensordecedor lo invadía todo. Estaba caminando por la galería cubierta del claustro cuando un escalofrío me recorrió la espalda. No insistí y me encaminé hacia la salida; en la puerta el encargado del recinto me preguntó por la visita; cuando le dije que había percibido unas extrañas vibraciones, mirándome por encima de sus gafas me contestó:
—No es usted la primera en comentarlo.
Al darse la vuelta para regresar a su caseta, del faldón de su americana creí ver asomar una cola bífida como la de las Arpías que había visto en los capiteles del claustro.

94. VISITAS NOCTURNAS

Como todas las noches sacudió la almohada con cuidado antes de aplastar el cogujón hasta la sábana bajera, un gesto repetido desde la infancia para mitigar su temor diario y secreto. Ni siquiera su mujer se había dado cuenta y él no tenía prisa por contárselo, para brindarle un argumento más que pudiera añadir a la retahíla de reproches cotidianos.

Quizá debería acudir a un especialista. Era plenamente consciente de su trastorno con un origen tan claro, el día de la caída de su primer diente. El desasosiego porque un roedor rondara tan cerca de su oreja se hacía ya insoportable y a su edad, sabedor de lo imaginario del ratoncito Pérez, la desazón muchas veces le impedía pegar ojo.

En un rincón del techo, oculta por una telaraña que la hacía invisible, una diminuta criatura lo observaba con tristeza a la espera de ser descubierta después de tantas décadas. Ni siquiera el abandono de su escondrijo revoloteando por la habitación, ni el brillo plateado de su cuerpecito de hada habían llamado la atención del ineficaz durmiente, que aferrado a su almohada era incapaz de levantar la vista y escucharla.

93. MÓNICA

Ella era especial, toda ternura. ¿Se la imaginan? con esos ojitos achinados, su carita sonriente, su naricita pequeña, sus orejas de soplillo y esas manos regordetas de dedos cortos, que tanto me gusta acariciar.
Una gran parte de mi vida, ha estado esperando que me dieran un hijo en adopción (no me llegaba). Reclamación tras reclamación. por fin me llamaron, ofreciéndome un niño de esos, de los que casi no se adoptan «nadie los reclama». Mónica, era especial. Llevaba cuatro años viajando de orfanato en orfanato, no la acogía ninguna familia, era mucha la responsabilidad y poca la recompensa. Cuando por primera vez la vi, sentí ver el cielo en su mirada.
Cada mañana la llevo al colegio, adonde van esos niños, que son todo inocencia.Ella ha cambiado mi vida. Nos hemos vestido, para ir al circo, quiero que disfrute con la actuación de los payasos, también hay un mago, el clásico mago que saca un conejo de una chistera. Todos le aplauden, pero para mí, eso no es magia. Mágica es Mónica, mi hija.

92. SIno

En el principio de todo, odiaba la magia, pero os divertía el número del conejo y la chistera. Después me presionasteis para cambiar pescados por monedas y volvernos ricos. Por conciencia, curé enfermos, usé con vehemencia mis dotes para ayudar al prójimo. Ahora me invitan a fiestas a las que no quiero ir y me fustigan con entrevistas en horario de audiencia. Escogería el olvido, convertir mis obras en mera leyenda.

Pero, ¿cómo disimular lo de los panes y los peces?

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