Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

79. BOSQUIHUMANOS

Apostaron por detener la caravana en un precioso claro que se abrió ante ellos . Valeria y Pablo, con sus 8 y 10 años respectivamente eligieron junto a su padre las bicicletas para disfrutar del entorno. Mientras, la madre y el pequeño Enol de cuatro añitos, optaron por colgarse las mochilas y emprender una pequeña  excursión. Volverían todos  para la cena.
El niño se maravillaba de todo lo que acontecía durante la marcha, un ordenado ejército de hormigas desfilando con paso marcial, unas ardillas que apenas logró ver por la rapidez de sus movimientos y un escuadrón de pájaros emitiendo sonoros trinos. Lo que no sabían era la cantidad de ojos que les vigilaban durante el camino de vuelta, como queriendo asegurarse de que no tendrían sorpresas. Los niños ya dormían. Sus padres desde afuera, observaban cómo el sol escondía su cabeza en el horizonte tras nubes anaranjadas. Enseguida palideció el cielo y perlas líquidas de rocío vistieron de plata la hierba.  El bosque ya  era un clamor de silencio, el descanso de sus moradores estaba en buenas manos, el centinela de los sueños jamás dormía…menos aún con invitados.

78. Año 2020. Game over (Pablo Núñez)

Entre ecos de disparos, gritos, llantos, los niños han perdido la infancia y han olvidado la magia. Los seres que acompañaban sus sueños han desaparecido, y los que sobreviven se han refugiado en un tugurio camuflado por la sombra de la muerte donde sienten, por primera vez, el dolor de lo real. Cenicienta ya no quiere ser princesa y ha cambiado sus zapatos de cristal por somníferos que le hagan olvidar el presente. Blancanieves busca otra manzana para volver a sentir la paz eterna. Los hobbits se pelean con los elfos mientras los enanos de Narnia, los únicos felices, se besan sin pudor ahora que por fin han salido del armario. Campanilla alterna con brujos y Gandalf le pide una caricia a cambio de un anillo ennegrecido por el odio. Caperucita canta un blues de Howlin’ Wolf, con la voz rota, poseída por el alma de su difunto lobo. Peter Pan y Garfio balancean sus cabezas al compás de la música, al tiempo que ahogan en ron recuerdos oxidados de viejas batallas. Esperanzados, brindan por el futuro, pues aún creen que comerán perdices. No sospechan que en menos de once palabras, colorín ¡fuego!, colorado ¡sangre!, su cuento se habrá acabado.

77. PASE MISÍ

El “Pase misí, pase misá” nos arrebató a Cayetana. Ni siquiera dio tiempo a que escogiera entre el sol o la luna. Al meter la cabeza bajo las manos enlazadas de Purita y Jimena no volvió a sacarla por el otro lado. Fue como si se hubiera colado a través de una cortina invisible por la que desapareció, dejando tras de sí solo un olor de manzanas a oscuras. Las dos se quedaron balanceando los brazos ya sin sentido. Mirándose, mirándonos, mirándose otra vez, mirando hacia donde ya no estaba Cayetana. Ninguna entendíamos lo ocurrido ni supimos explicar nada más que esto a la directora, que aparentemente tampoco le dio mayor importancia y dijo que esas cosas pasan. Estuvimos días hablando de ello al acostarnos. Todas reconocíamos que llevaba tiempo muy rara, siempre pendiente de los haces de luz que entraban por los ventanales. Coincidíamos en eso y en que, conociéndola, ella habría elegido la luna. Estábamos seguras.

76. El espíritu de los libros Virtudes Torres

Amaba el silencio y lo encontró rodeado de libros. Podría decirse que “vivía” en la biblioteca.
Procuraba pasar desapercibido. Leía hasta altas horas de la madrugada.
En los libros de Teatro fue Don Juan, Hamlet, John Proctor, aunque su personaje favorito era El fantasma de la Ópera.
Luchó contra molinos con Don Quijote; fue pirata en los de Aventuras navegando por los siete mares; se sintió en su salsa cuando descubrió “Los piratas fantasmas” de William Hope Hodgson.
En el estante de Cocina vio un catálogo de espiritosos, donde se encontró a sus anchas; hasta que llegó al anaquel donde descansaban los libros Esotéricos.
Su curiosidad pudo más y, siguiendo las instrucciones, quiso hacer una ouija.
A la pregunta: ¿Hay alguien ahí?… apareció la bibliotecaria.

75. EN BUSCA DE LA MAGIA PERDIDA (Una historia real)

Me encontraba vacío, inmerso en una crisis interior que me asfixiaba. Llegué a sentir que me moría, me faltaba luz y me sobraban sombras. Necesitaba respirar nuevos aires.

«Todos necesitamos encontrar nuestro camino de baldosas amarillas», leí en internet. Me pareció una cursilería, pero respondí. Pregunté por el ser mágico que, cada noche,  hace realidad los sueños de los contadores de cuentos. Para mi sorpresa, obtuve respuesta. Me dijeron que impartía clases en un instituto de Madrid.

¿Sería cierto? Los visité todos, uno a uno, pero no estaba allí. «Se fue al norte», susurró el viento. Recorrí caminos, pregunté bajo la lluvia, me refugié en castillos de letras. Unas montañas me indicaron la ruta que debía seguir. Ascendí y bajé, me perdí y, por fin, encontré el sendero que me guiaba hasta él.

El Sendero del Agua.

Y, desde entonces, esta noche te cuento.

Para Jams

74. Dietas y tentaciones de Ulises

Se ató al palo mayor en un momento de cordura. ¡Dios, cómo le dolía el alma cuando empezaron los susurros y las olas agitaron el cascarón de su cuerpo! Cuando llegaron los perfumes que le atravesaron de parte a parte como un clavo hincado en la madera; cuando percibió el calor de su piel de terciopelo que convirtió sus poros en un bosque de falos enloquecidos; ¡Dios, cómo le dolía el alma! Maldijo aquel momento de cordura en que decidió sujetarse al palo mayor para no sucumbir a sus cantos de sirena, para no morder sus manos, sus brazos, su cuello; succionar sus ojos, sus tetas, su sexo; maldijo el momento en que tuvo que abandonar la consulta con los ojos de aquella ninfa inalcanzable clavados en su espalda. El pasillo era estrecho, demasiado estrecho para un cuerpo de ciento cuarenta kilos tan hambriento, tan sin voluntad. Estaba impaciente por comenzar la rigurosa dieta que le había recetado… o quizás no. Se detuvo. Se palpó los bolsillos como el que recuerda súbitamente algo y se dio media vuelta. Habían olvidado fijar el día de la próxima cita. Dejó la cordura sobre una silla del pasillo y entró en la consulta.

73. Aventura desértica

Perdido, sediento y a punto de desfallecer, hallé aquella lámpara semienterrada en la ardiente arena del desierto. La recogí, con intención de sacar de ella a su genio y que me sacara del apuro, pero nada fue bien desde el principio. Al cogerla me abrasé las manos, pues su superficie metálica achicharraba por llevar horas al sol. Luego comprobé que en su base ponía «Made in China», lo cual me dio muy mala espina. Después comencé a frotarla como si me pagaran por ello, pero lo único que conseguí fue comprobar, tras pringarme las manos de pintura dorada, que la lámpara desteñía. Al ver que no salía genio alguno de ella acerqué el ojo a su boca y en ese instante asomó la cola de un escorpión que clavó su aguijón en mi nariz. Solté la lámpara entre alaridos de dolor, momento en que hizo su aparición un tipo con turbante que afirmó ser un agente de la Policía Desértica y me metió un multazo acusándome de arrojar basura a las arenas. Le dije que la lámpara no era mía y entonces me acusó de hurto también.

Ahora estoy en la cárcel, sí, pero a salvo de aquella nefasta lámpara.

72. Transformaciones de Heraclio Trespalacios (María Rojas)

Es bajito, delgado y con el ojo derecho libertino. Aunque su carácter es afable, tiene épocas ariscas en las que se encierra en sí mismo, se apaga y se vuelve, como se dice por acá, un cusumbosolo. Heraclio cultiva la especia de la flor morada de pistilos sangre, originaria de un pueblecito legendario del Éufrates. Con mimo y esmero, entorcha los pistilos, estruja los estigmas y luego los transforma en finos condimentos, en perfumados aceites y en tintes mediterráneos.
En las noches de sus días opacos; el corazón le palpita acelerado, tiembla entero todo él, agazapándose al lado de su mujer como pájaro errante. Ella lo cobija entre sus senos ungidos de azafrán, calmando así esos espasmos amargos. Esas noches, es cuando más fecundo resulta su trabajo. El azafranero se convierte en un hercúleo guerrero que riega por los campos las hebras, hijas del sol.

71. ILUSIONES

Se levantó en mitad de la noche, aprovechando que la pequeña dormía. Sacó, con cuidado de no hacer ruido, la muñeca y la colocó en el sillón que estaba en frente de la puerta, para que pudiera verla nada más entrar. Volvió a mirar la carta, un poco rota ya en los dobleces, y esbozó una sonrisa al ver la letra redonda y grande que ocupaba casi media cuartilla: “ Queridos Reyes Magos, como este año he sido muy buena…”. En la cocina colocó tres tazas para sus Majestades y un recipiente con agua para los camellos. Ilusionada, volvió a la cama. Le costó dormirse pensando en la cara de su niña cuando viera la muñeca.
Por la mañana temprano fue a la habitación: “María,hija, despierta, ya han pasado los Reyes, mira a ver qué te han traído, vamos arriba” María abrió los ojos, miro los de su madre, se abrazó a ella, le dio un beso enorme y fue al salón. Lo primero que vio al entrar fue la Nancy, su Nancy. La que conservaba desde hacía casi cuarenta años. Volvió a abrazarla como en aquellos Reyes del 78 y lloraron juntas; su madre de felicidad.

70. Tirar del hilo

Cada vez que alguien roba un metro de cable para vender el cobre al peso, desaparece un funambulista diminuto. Así de crudo, estimado público. Por cada metro de cable hay de media un funambulista diminuto haciendo equilibrio sobre el alambre. Y no olvidemos que los funambulistas diminutos son el alimento principal de los trapecistas a escala, quienes cada día encuentran mayores dificultades para alimentarse dentro de su ecosistema: el hilo. Este hecho, está diezmando preocupantemente su población. Y peor aún: la progresiva desaparición de trapecistas a escala dentro de los hilos de cobre está dejando sin sustento a los lanzadores de puñales microscópicos, que se alimentan básicamente de trapecistas diminutos. También es cierto que siempre que encendemos el interruptor de la luz fallecen electrocutados un centenar de nanopayasos, que viven adheridos al plástico de los cables ¿Te imaginas? Dan ganas de vivir a oscuras. El caso es que si los ladrones de cobre fueran conscientes de que están alterando irremediablemente el equilibrio piramidal de ese micromundo, quizá se lo pensarían dos veces. Pero claro, no podemos pedirles que además de robar cable sean solidarios con el mundo circense. Ni evitar que cada segundo haya miles de inconscientes encendiendo una luz.

69. De herencias y musas

Cuando la noche lograba sobornar al silencio de nuestra casa, se ablandaban las baldosas del pasillo. Entonces, solía caminar a hurtadillas hasta el dormitorio de mi madre donde la observaba suspirar frente a su cuaderno. En aquel preciso lugar, como el secreto mejor guardado, era testigo de un acontecimiento sobrenatural: unos minúsculos seres luminosos surgían de entre sus cabellos como chispas, salían disparados en giros imposibles e iluminaban toda la habitación. En ese instante, su rostro adquiría una peculiar tonalidad dorada y, con una inusual energía, comenzaba a componer sin descanso sus historias.
Yo permanecía escondida hasta que el brillante espectáculo iba apagando su fulgor y, vencida por el cansancio, regresaba a mi cama con el pensamiento lleno de sueños y fantasías nuevas.
Pero no fue hasta que aquella noche apoyé mi cabeza sobre la almohada, que percibí el parpadeo de una de esas criaturas atrapada entre mis rizos.
Nunca se lo conté a nadie, pero aquella mañana amanecí con mi primer verso escrito sobre la palma de mi mano.

68. El Rey Bufón

«La leyenda aseguraba que el Príncipe no tenía sentimientos. Su Majestad permanecía tumbado en su camastro glacial, dentro de una gélida cueva, ajeno a la vida. Un día, una extraña criatura se adentró en su fortaleza. Era un caballero enano, ataviado con una cota de láminas que iba arrastrando, y un yelmo que bailaba en su cabeza. Se aupó hasta el lecho del Príncipe y se postró ante él:

—Majestad —dijo—, vengo de tierras lejanas, antes alegres, ahora cubiertas por un manto blanco que impide toda vida. El sacerdote del pueblo nos habló de usted, de su tristeza, de la conexión de su corazón con el reino. Nos dijo que antaño fue un joven vital. Mi misión es conseguir que sea feliz otra vez»

—¿Y lo consiguió?

—Sí.

—¿Cómo?

—¡Haciéndole cosquillas!

El hombre cogió el enano de peluche disfrazado torpemente de caballero e hizo reír al niño. Un brillo de alegría apareció en la mirada del chico, hasta que, en la segunda carcajada, un esputo de sangre salpicó la sábana. Una enfermera entró.

—Debería descansar —reprendió amablemente.

La mujer se fue. El hombre observó a su hijo. Aquella luz en sus ojos perecía lentamente.

Mañana habría una nueva función.

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