Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

58. Pegasos, lindos pegasos

Brillaban las luces en la noche de feria. Héctor tiró de la mano de su madre hacia el tiovivo. Eligió un caballo con alas y, ebrio de alegría, le pidió que volara muy alto hasta alcanzar las estrellas que ardían en el cielo.

 

Aquella noche lo visitó en sueños:

-Mi nombre es Pegaso. Pertenezco al mismísimo Zeus, pero he caído en desgracia y me tienen atado a esa rueda. Solo tú me has hablado, solo tú estás destinado a liberarme.

 

Al día siguiente Héctor se coló en el recinto ferial y le rompió las cadenas con unas grandes tenazas.

-¡Sube! Volaremos juntos a donde tú desees.

-Al País de los Cuentos.

Pegaso batió las alas y pronto fueron divisando desde el aire el bosque donde se escondía el lobo, la casita de chocolate, dragones y princesas, hadas, ogros y hasta un barco de piratas.

 

Y llegó la hora en que Pegaso debía volver al Olimpo. El niño le acarició la crin y se abrazó a su cuello. Contuvo las lágrimas hasta verlo partir, porque había aprendido que el mejor regalo que le podía ofrecer era la libertad.

 

57. El duende

Se bebe mi whisky. Y lejos de cumplir el código deontológico de los duendes – aquello de pasar desapercibido -, acaba la noche entonando canciones subido a la copa del único árbol del triste jardín. Melopea tras melopea, promete no fallarme de nuevo, que estará fresco y disponible al amanecer, que irá a buscar a la musa y la traerá en ese pato desnutrido que utiliza como transporte.

Amanece y huele a café. La musa no vendrá: ha mandado un correo con la disculpa de siempre, ya ni siquiera se molesta en cambiar una coma del texto cuando lo copia y pega. Hay una hoja en blanco sobre el escritorio. Salgo y voy hacia el árbol para despertar al pitufo holgazán. Huele a resaca. Le acerco la taza de café, lo sorbe sin demasiado garbo y sube a lomos de su ganso escuálido en busca de la esquiva, a ver si la convence. Vuelvo al escritorio y me siento. Campanilla y sus amigas giran alrededor de mi cabeza. Nosecuantas vueltas después, el infeliz regresa solo y lloroso, sirve una ronda de whisky y sale al jardín. No hay forma de acabar este relato sobre los seres mágicos.

56. Monstruos contra espectros

No sé bien cuándo empezó. O cuando terminó. O cuando empezó a terminar. Pero los últimos años he acabado viviendo prácticamente solo. En mi casa suele haber otras personas, pero, en realidad, solo estoy yo.

A pesar de mi edad -apenas soy un niño-, he logrado desenvolverme con bastante solvencia. Hago tareas básicas, como barrer y fregar. Incluso, con frecuencia, otras más complejas como cocinar macarrones o coser dobladillos.

También cuido de mi hermana pequeña, a quien explico las cosas a mi manera. Y eso no es precisamente fácil. Cuando mamá se levanta, pasado el mediodía, pululando ausente con la mirada perdida, le digo que realmente no está, que es un espectro. Ella intenta repetirlo. Dice «epétoro» y ríe y da palmadas.

A papá, por suerte, le vemos menos. Cuando aparece, solo bebe, ronca o grita. Rebusca por los cajones y nos empuja a un lado al cruzarnos en el pasillo. Yo le explico que es un monstruo y ella dice «mottuo», señalándole, con un descaro impropio de su edad. Le chisto con un susurro disimulado, tapando su dedo. Y bajamos a la calle a jugar a monstruos contra espectros. Aunque sea un rato, hasta la hora del baño.

55. LA VERDADERA FORMA DE UNA SIRENA, UNA HISTORIA VERDADERA (Sotirios Moutsanas)

Mi familia solía  veranear en un pueblo  griego, rural y alejado de las ciudades.  En esa época, era un niño travieso, rebelde y desobediente. Todavía conservo estas maravillosas cualidades. Un día bajé a escondidas a la playa con mi flotador y empecé a nadar mar adentro. No sé por qué razón el flotador comenzó a desinflarse.  En vano intenté regresar a la orilla. Mientras el mar me engullía como una ballena al plancton, ella apareció de la nada. Su aspecto era horrible, como un monstruo salido de mis pesadillas. La mitad de su cuerpo era como un pez, y terminaba con una enorme aleta. Su cuerpo era escuálido, sus manos tenían membranas como los patos. Sus ojos pequeños y opacos, sus labios finos, no tenía nada de pelo y en su cuello había una especie de branquias. Me llevó cerca de la orilla a una velocidad endiablada y esbozó una amplia sonrisa con unos dientes afilados, puntiagudos parecidos a los de los tiburones y se desvaneció en el horizonte.

Muchas veces la veo en mis sueños. Se me acerca sigilosamente y mete su larga lengua  viperina en mi boca. Me despierto empapado de sudor y siempre digo las mismas palabras:

“GRACIAS A DIOS HA SIDO SOLO UNA PESADILLA”

54. El empoderamiento de Eva

PRIMERA RUPTURA
Descompuesta, humillada, apaleada, sin recursos, joven aún muy joven, sin trabajo, como único abrigo la amistad y la familia, con una niña, sin perder la sonrisa, y con su vida, con la necesidad de huir para sobrevivir, con esos ojos que destilan un brillo magnético, y con una obligación: salir adelante, cueste lo que cueste para que su hija tenga una oportunidad.

SEGUNDA RUPTURA
Redescompuesta, abatida psicológicamente, con miedo, no tan joven, pero con más miedo, con trabajo, sin fuerzas, con casa, con una hija independiente, con la necesidad de quedarse a vivir lo que le espera a partir de ahora, con una obligación: recomponerse y valorarse, abrir los ojos y darse cuenta de que ella es única, libre, valiosa, valiente, con ganas de reír, con ganas de amar, rodeada de gente que la quiere. Con el deber de darse su oportunidad.

Y el tiempo, que lo cura todo, le da el poder de reafirmarse como persona y como mujer, y se levanta por las mañanas y ante todo se mira al espejo y encuentra ese ser mágico que ha sido siempre, que los trolls con los que vivió en otra época, mantuvieron en la oscuridad.

53. PALACIO RESIGNACIÓN (M. Belén Mateos)

Cerré los ojos esperando el beso que aquella criatura me ofrecía; a medida que se acercaba, un aroma nauseabundo impregnaba mi cuerpo. Su aliento pestilente me hizo contener la respiración y su tacto, áspero, extrañamente cálido, me acarició entera.

 

Ahora habito en palacio, me visto con sedas y opulentos abalorios, me cantan y versan juglares. Mi aposento lo adornan con lirios y lo perfuman con las más exquisitas esencias. Por el contrario, me ofrecen repulsivos manjares en bandeja de plata.

Arrepentida, cada noche me asomo al balcón para contemplar mi adorada charca y sus ondulantes nenúfares a modo de rosas.

 

52. DRÍADA

Yo era un chico de ciudad, el típico urbanita. Hasta el verano que pasamos en la casa del pueblo. Nada mejor que hacer que ordeñar las vacas, cosechar berzas del huerto, hacer queso con la abuela y contar los días que faltaban para que esa pesadilla acabara.

Una tarde la conocí mientras paseaba por el bosque y a partir de entonces todo se volvió mágico.

Ella me enseñó a invocar por su nombre a los vientos que bajan del monte, a camuflarme entre los helechos, a seguir el rastro de los lobos por su olor y a entender el idioma de los urogallos.

Desde entonces he regresado cada año. Ella siempre igual de joven y bella. Yo cada vez más viejo y más enamorado. De mi ninfa y de su bosque.

La noticia la escuché por la radio del coche. Cambié el rumbo y conduje desesperado, con las ventanillas cerradas para evitar que entrara el humo que el viento agitaba sobre las copas de los árboles. Las autoridades comunicaron que no había que lamentar víctimas humanas, pero cuando las llamas se retiraron el pueblo entero pudo contemplar, impotente, cómo miles de ninfas agonizaban apoyadas sobre los robles carbonizados.

51. DESORDEN DE LAS RAZAS (Belén Sáenz)

Oíd bien. Aquí llegan los merlotes. A lomos de transparentes guldas de mar hemos conquistado el promontorio añil de los sueños, y dix las comadres que a los niños malos que mean la cama les zampuyamos el cogote con un basto de la baraja.

Atended ya. Si se os demostrara nublemente que existimos nosotras, las pírgulas de las bibliotecas, las de la médula empolvada ¿seguiríais gribando sin poneros guantes? ¿Fulvaríais entonces las páginas de los brilos en busca de emociones y aventuranzas?

Escuchad ahora. Somos los setembrinos, nacidos en la madrugada de sirenes, el octavo día de la nesama. Conocemos los sigréculos de mil vidas antelares. Si quisiéredes saber dónde se esconde la leficidad, has de consultar el azogue que tenemos incrustado en nuestro espeto.

Sabed de nosotros, criaturas y existencias todas del orbe gentricular. Venid: Hubo un tiempo en que llevábamos el esqueleto debajo de la carne y parblábamos con los albios y la guinlia. Pero eso fue hace muchas éviras, en el planeta azuláncano que perdimos en el lodo cieno. Cuando no se nos había desgastado esa alma humana que algunos aún conserváis recelosos y que en ocasiones todavía nos asoma y nos asombra.

50. EL GUARDIÁN

Contar cada segundo, anular todo pensamiento, deseo y sueño. Ese ha sido su amparo: a lo que ha dedicado los días y las noches. Y su destino es perder el juicio atrapado en ese cuerpo petrificado, abandonarse y desaparecer.

Su corazón, sus venas, sus ojos se deshacen. Se convertirá en arena y llegará el fin. Su cuerpo se desintegra arrastrado por un soplo cálido de viento, lejos, hacia el mar.

Pero el primer latido del corazón retumba dentro de él como un seísmo. Un dolor intenso, insoportable.

Siente el calor del sol y la lluvia en su piel, una alegría histérica por volver a la vida. Pánico al tomar conciencia de lo que está sucediendo. Un miedo infinito.

Hoy es el día. Es consciente de que con solo una orden sus piernas abandonarán esa fría quietud. No tiene prisa. Ahora lo sabe. Antes de blandir su espada, disfruta de ese instante eterno.

Atardece. El sol inunda la mar, y la ciudad se estremece al escuchar el grito olvidado por los siglos de los siglos del ángel guardián sobre el cementerio.

49 . Alivios

Cuando tenía mocos o calentura mi madre me subía a ver a la Curiela. Andábamos monte arriba hasta llegar a la antigua paridera del raso. Daba igual la hora que fuera, avisaba a nuestro padre de que salíamos y tiraba de mí hasta alcanzar su destino. Yo pensaba que era por los dos hijos que ya había perdido. O por el valor que cobraban un par de brazos a la hora de la labranza. El caso es que me arrastraba por la vertiente hasta alcanzar aquel chamizo lleno de magia, como si una extraña fiebre la poseyera en verdad a ella. Entrábamos sin llamar, tanto de día como de noche, y nos recibían una serie de estatuillas y fetiches, de amuletos y reliquias que dibujaban, a la luz mortecina de la lumbre, sombras fantasmagóricas sobre las paredes de cal y piedra. Un viento frío la acompañaba cuando aparecía de repente. Joven para vivir tan apartada, guapa a pesar de su aspecto descuidado. Me conducía hasta el chiscón del fondo para aplicar paños calientes con sus manos de seda. Después se retiraba con mamá al lado del fuego y conjuraban la enfermedad con toda suerte de aspavientos y gemidos.

48 . ¡Cua, cua, cua! (Lorenzo Rubio)

Desde que mi novia voló de casa, lloraba encerrado en el aseo. Con la bañera llena de agua caliente, me relajaba con los patitos de goma que compré para cuando ella quisiera quedarse embarazada, de mí.

Un día añadí sales aromáticas. El agua tomó una tonalidad rosa y, de repente, los patitos graznaron. ¡Habían cobrado vida! Desnudo, correteé por los pasillos enloquecido, hasta que resbalé y me di un buen golpetazo.

Pero no, no me había vuelto loco. Los patitos estaban vivos. Y eran tan preciosos que consiguieron que sonriera. Los adopté como hijitos. Les cambiaba el agua, los alimentaba, les daba cariño, y hasta los bauticé: Gomitas, Comebichos, Travieso (porque más de una vez paseaba a su aire por la casa), Alicaído y Despechitos.

Pero los hijos crecen. Se convirtieron en unos hermosos patos de goma (salvo Travieso, que resultó ser un cisne) y ya no cabían en la tina. Así que los trasladé a la laguna del pueblo. Lloramos todos, los patos, el cisne, yo… y mi exnovia que estaba allí. Había llevado a ver palmípedos a los sobrinos de su prometido. Creo que se arrepintió al comprobar el excelente padre que hubiera sido del niño que esperaba.

47. «Haylas» (Alberto Moreno)

Tengo cáncer. Los reyes son los padres. Tú me besas. El calvo de la lotería es en realidad un señor de Trinidad y Tobago que no hace magia ni nada. Tú me abrazas tan fuerte… Las burbujas de Freixenet son simples chicas, que además no suelen ir así por la calle. Y me haces el amor tan sólo con mirarme. Papá Noel no puede estar a la vez en la puerta del Carrefour y en la del Corte Inglés, es imposible. Soy tan feliz que a veces creo que todo es un sueño. Copperfield no hizo desaparecer la Estatua de la Libertad, pero mamá se llevó a papá al poco de morirse. Y a él no le importó, total, ya había terminado de arreglar el establo. El caso es que ella sí lo hizo desaparecer, y eso que no era maga. Tú tampoco. Sin embargo, el médico no entiende qué es lo que hace mejorar tanto mis análisis.

                                                                                                                                                                                                                                              (a Casti)

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