Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

34. POR FIN LIBRE

Zoila, navega sujeta sobre una de las mil tablas, en las que se ha deshecho la barcaza. Es rechazada por el mar e incluso por los peces (querían devorarla). El cielo, también la mojaba, con aquella tormenta. Nadie quería arroparla. ¿Qué culpa tiene ella de no tener patria? En su tierra la religión absorbe, el machismo domina, las mujeres son violentadas. Goloso líquido negro, codicia de poderosos. Gobiernos mandando armas «Guerras» guerra en su casa. Viaja a la deriva, nadie quiere acoger esa tabla… Ahora por fin es libre, lleva en su rostro la felicidad. Sin rumbo, su cara descubierta, su pelo largo y oscuro centellea reflejos de libertad. Atrás, ya no queda nada, solo unos muros destruidos, que sujetaban su casa.

33. La oquedad del Amor (Antonio Bolant)

En una noche ebria huiste río abajo, hacia la desembocadura de lo desconocido, buscando cualquier lugar que te mantuviera alejada de la cara oculta de la familia. Hoy, en la orilla opuesta del Caribe, envuelta en el horizonte, te preguntas si mereció la pena ser forastera en otro rincón del abandono.

Evocación y abatimiento se encontraban forcejeando mar adentro, cuando salpicaduras de espuma te regresaron al rosario de rocas del malecón que, irrompibles, continuaban plantando cara al continuo embiste de las olas. Observándolas, la sombra de tu entereza titila como un tenue títere apenas hilvanado bajo la luna de Florida, e imaginas que alguna de esas olas se eleva afable ciñéndose a tu cintura para posarte suavemente sobre la marea, para que sólo ella pueda zarandear tu cuerpo.

Pero hoy no; hoy el mar volverá a esperar. El crepúsculo ya ha caído y se alzan sombríos los neones rotulando un momento que ha dejado de pertenecerte. El oleaje continuará embistiendo arrogante contra las caderas del malecón, y como cada noche, sudor, salitre e indiferencia saldrán furtivos a buscarte para dejar un poco de dinero, algo de su soledad y el inmenso vacío de las cuatro letras más hermosas.

32. Demasiado tarde (Patxi Hinojosa)

Corrían años sombríos en los que la utopía, con la ligereza que otorga la soberbia, nos engañaba disfrazándose de esperanza. Un nudo en la garganta le impidió calzarse el disfraz que requería la ocasión; ni siquiera fue capaz de colocarse la máscara adecuada. Titubeó al ofrecer una modesta propina a aquel operario al que vio bajar las escaleras a la par que lo hacía su ánimo, pues como casi siempre era portador de unas noticias que hubiera deseado no portar jamás; entonces cerró la puerta y, en una reacción vehemente, hizo una bola deforme con el papel del telegrama y la arrojó con furia contra una pared que apenas la sintió.

Hacía días que algo no iba bien, que en aquel rincón de Mar del Plata que lo acogió años atrás y en cuyas playas solía perderse buscando el reflejo y la llamada de su tierra cuando le invadía la morriña, sólo encontraba plomo, y esas olas que le confiaban sus secretos desde lejos antes de romper en sus orillas, lo hacían ahora en un dialecto que no lograba entender, o no quería…

Acudiría a la llamada, sí, mas con la seguridad de que sería ya demasiado tarde.

31. YUJUUU

Yujuuu.
Cómo me gusta.
Hoy ha salido este viento enorme, inmenso, brutal.
Todas mis jóvenes compañeras de juego se han quedado cerca de la costa.
Yo me he venido adentro, muy adentro.
El cielo está negro.
Me cuesta encarar el tremendo embudo de aire.
Pero avanzo y avanzo.
Subo y bajo, aleteo desenfrenada, me dejo caer, rozo la espuma de las gigantescas olas y me elevo riéndome.
Me encanta.
En la negrura diviso lo mismo que he visto últimamente.
Desapareciendo y apareciendo, hay algo que flota entre las montañas de agua. Llena de seres. Algunos visten cosas luminosas. No se mueven.
Está claro que no saben hacer lo que yo hago, volar.
Si caen al agua, no se les ve más. Así que no son como mis amigos delfines.
Me acerco. Quiero verles de cerca. Me atraen sus ojos, grandes, que miran sin mirar.
Hoy la mar tiene ganas de guerra.
Les ha dado vuelta a la cosa en la que flotan.
Todos están en el agua. En silencio.
Uno de los seres más pequeños me mira.
Me acerco.
Su diminuta mano toca mi blanca ala.
Con el pico me despido.
Desaparece. Él y todos.
Me elevo rápido.
Yujuuu.

30. MAISHA (vida en swahili)

 

¡Vamos aguanta, vamos! Repetía insistentemente mientras aplicaba nervioso las técnicas de reanimación que le habían enseñado en el hospital de la Misión. Otra voz cercana le indicaba lo contrario: ¡Deja ya a ese cabrón! Él se lo ha buscado por agredirte.

Maisha luchaba por salvar la vida de ese energúmeno que antes le había recriminado y golpeado mientras vendía deuvedés en el top manta: ¡Vete a tu país negro de mierda! ¡Por vuestra culpa los nuestros no tienen trabajo!…….Tanta vehemencia le pasó factura a su corazón.

Maisha no podía olvidar sus orígenes: su empobrecido país, el hambre, los que le decían márchate a otra tierra y busca un buen trabajo. Tras gastárselo todo y pasar muchas vicisitudes se convirtió en un simpapeles con el alma en vilo vendiendo  película pirateadas sobre un mantel tirado en la calle de una ciudad cualquiera.

Ahora, mientras oía la sirena de policía, sabía que todo se iría al traste, pero su condición humana le impedía huir mientras socorría a aquel individuo. Pese a los avisos de sus compañeros no se fue y pudo salvar la vida del enemigo blanco. Más tarde la noticia en los periódicos consiguió el salvoconducto para que no le deportaran.

29. Aurora la emigrada . María Rojas

Al graduarse con honores de Ingeniera mecánica, supusimos que iba por esos derroteros. El problema surgió, dice su tía Efigenia, cuando le dio la ventolera de irse a vivir a Londres. Allí no halló trabajo en lo suyo.
Una tarde se encontró con Wiliam Wilson Zapata, quien también andaba sin trabajo. Repasando las reminiscencias de la tierra, les aletearon las partes poderosas y, ya derrumbados entre las sábanas, él le dijo:
—Muñeca, lo tuyo es esto, en estos malabares y con esa belleza que palpita entre tus piernas, no hay idioma que se te resista por mas arrevesado que sea.
Aurora viajó a su ciudad para que tías y primas la adiestraran en el oficio de retozar en todos los tiempos el verbo sexear.
Aplicó sus conocimientos de ingeniera en la dinámica de la mecánica de fluidos, en la resistencia de los cuerpos y en los esfuerzos internos y cortantes. Todo esto fue lo que enganchó a Eleuterio González, un pintorcito putero.
Hasta la fecha, funciona. A los tres los une un amor desaforado por el sexo y un indisoluble desamparo.

28. Los sueños de las mujeres olvidadas (María José Escudero)

Claribel

—No se preocupe, doñita. La dejo en buenas manos—susurra con acento afable mientras la hidrata con amor. Mi prima es rebuena y trabajadora—recalca. Ayer lo hablé con su hijo de usted.   Ya reuní dinerito para comprarme una choza en el municipio. Es hora de regresar,  chera. Tengo diez años de estar acá y dos hijos que crecieron sin mí.

Emelyn

Sus manos  delgadas se cansaron  de bordar miseria  a la luz de las velas,  toda ella  se hartó de inclinar la espalda,  de tener vacía la barriga y la fresquera. Allá quedó su hijo mayor: “Haga caso a su abuela, se  lo ruego, y  no se  mezcle con los chicos malos de la cancha, no le  vayan a embuchacar. Pero Kevin   se viene conmigo, ¡eh!  Kevin irá a la escuela, y  se recibirá, y comerá todos los días… Voy a buscar oficio y, si Dios quiere y nos da salud, no regresamos”.

Pilar

—Mire, compa. Parece que la señora se emocionó.

Una lágrima resbala por el rostro arrugado de la anciana impedida.  Aún no ha extraviado el recuerdo de aquel invierno que emigró con su marido  a Dusseldorf para llenar de futuro una maleta de cartón.

27. Allende el mar (Manoli VF)

Palpita fuerte. Tic, tac. Como un reloj sonando en mi oído. Cuento las estrellas para olvidarme del dolor. Con tanto frío no puedo concentrarme en contarlas. Un abrazo de hielo recorre mi corazón. Pienso en ellos, en todos los que dejé atrás con la promesa de la tierra prometida y me olvido. No hay dolor más allá del dolor. Solo la sensación reconfortante de volver al infinito, al lugar donde brillan las estrellas. La inquebrantable voluntad de escapar, hasta el final.

26. CASI LA VIDA (PURIFICACIÓN RODRÍGUEZ)

Huía de la muerte y a punto estuvo de lograrlo.

Recorrió medio continente para internarse en un mar desconocido y menos manso de lo que le habían prometido.

Desde la lancha de salvamento ví cómo se hundía en silencio a cien metros de la costa.

Nunca había necesitado aprender a nadar.

25. (E)migrantes

Avanzan hacia su destino envueltos en una nube de algazara y desorden, mas contra todo pronóstico detienen la marcha al ver cómo su guía, artejo en alto, permanece completamente inmóvil. Tras unos minutos de desconcierto general y no escuchándose en el lugar nada salvo sus propios pensamientos, el que encabeza la comitiva gira ligeramente su acorazado cuerpo y dirige, no sin vergüenza, unas palabras a la multitud que le sucede: -Centollos, creo que nos hemos perdido.

24. MI CASITA DE VIENTO (PARTE II)

Los surcos de su cara y el rictus de dolor, la condenaban a ser vieja sin serlo. Trabajaba tanto, extrañaba de tal modo el sonido de su lengua materna, se fustigaba de tal forma por sus culpas, que sus arrugas habían enraizado en su alma.
Nola recordaba muy bien cuánto tiempo llevaba en aquella casa en la que ahora vivía sola. El viento ya no le traía a su hijo para que lo meciera en la noche, a cambio, aullaba y repetía: sola, sola, sola… la palabra más cruel y más triste que jamás oyera, sin embargo, seguía sentándose en el alfeizar, por si se apiadaba de ella.
Hoy, un coche negro paró delante de su puerta. De él bajó un hombre joven de piel oscura y piernas largas.
Soy yo, dijo, mientras sacaba unas monedas para pagar el taxi.
Nola dio un salto felino y acercándose a él, lo olió sin descanso. Era su cachorro, el que dejó en manos de otros.
El viento haciéndole un guiño cómplice arrancó de su cabeza el pañuelo colorido.
No lloró, el sol y la culpa habían secado sus ojos.
Movió los labios pidiendo a Dios, o al viento, no haberse vuelto loca.

23. PAPELEO (Mariángeles Abelli Bonardi)

En el formulario a llenar, podía leerse:

 

Marque con una cruz, según corresponda:

□ Universo existente

□ Universo paralelo

 

¿Existente? Él existía; de eso no había duda.

¿Paralelo? ¿Paralelo con respecto a qué?… ¿O acaso era A QUIÉN?

Cayó en la cuenta de que,  a ambos lados del cubículo, tras los vidrios polarizados, podía haber otro universo frente a un formulario idéntico, preguntándose exactamente lo mismo.

Se aterró. Hasta entonces,  se había creído único.

Mientras fingía concentración, aguzó el oído: a izquierda, nada; a derecha, tampoco. El oficial de inmigración comenzaba a impacientarse. Para ganar tiempo, dejó caer el bolígrafo, y al agacharse a levantarlo, revisó: Vía Láctea, galaxias, agujeros negros… traía todo.

Volvió al formulario: sólo dos opciones. La primera era incuestionable; la segunda lo intrigaba profundamente… ¿Había otro? ¡¿OTROS?! ¿Cómo saberlo? Estuvo a un tris de preguntar, pero el tipo lo miró tan mal que se abstuvo.

—En un minuto, cierro. Decida ya o se queda aquí, varado.

Universo existente. Universo paralelo. Un minuto para decidir. Se encomendó al Creador —quienquiera que fuese — y marcó dos cruces: una en cada casillero.

©Mariángeles Abelli Bonardi

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