Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

105. SÓLO UN VESTIGIO (Ana Tomás García)

 

Estuve vagando por el espacio exterior unos catorce mil millones de años sin que nada ni nadie advirtiera mi presencia, sin que nada ni nadie reparara en la belleza de mi desnudez natural y sencilla; viajando errante, atravesando constelaciones y galaxias llenas de lunas y soles, envuelta en nebulosas perfectas, siempre alumbrada por luceros, creyéndome libre, hasta el fatídico día en que quedé atrapada  por una onda gravitatoria que me transportó de manera brusca e irremediable hasta un lugar desconocido, sufriendo una atracción poderosa hacia la superficie de un planeta, que supe más tarde, llamado Tierra. Ardí cruzando su atmósfera, convirtiéndome en una Perséida; caí sobre el techo de una pocilga matando a tres puercos, y fui llevada a un laboratorio de investigación espacial donde me seccionaron en fragmentos para mi estudio, encerrados mis restos en cubículos de metacrilato e informada con detalle de mi supuesta composición y procedencia; convirtiéndome sin querer en la estrella indiscutible de los noticieros y los ecos de las voces de los terrestres, que creen que soy consecuencia, como ellos, de un Big Bang cósmico que me ha relegado al dudoso honor de ser un triste vestigio.

104. LA NADA (Candela)

Me esperaba otra cosa.Que decepción.Aquí no ha nada,nada de ruido,nada de color, nada de…nada.

Años preparándome para este momento, años soñando despierta, años imaginándome lo que sentiría…y todo para ahogarme en la soledad de esta inmensa nada.

Quizás no se tan malo después de todo, hace mucho tiempo que no disfruto del silencio. Tanto, que ni me acuerdo.

Observo. Lo que estoy presenciando es único. Es hermoso.Noto como me empieza a invadir una sensación muy agradable e indescriptible. Estoy sonriendo. Lo he conseguido.Nunca volveré a ver La Tierra de la misma manera. Somos un pequeño punto en la inmensa nada.

103 Hija de la Luna

A nadie confió su procedencia.

Sólo él supo lo que ocurrió aquella noche de luna llena en la que ella cayó del cielo.

Le cautivó nada más verla.

Su pálida tez enmarcada por una cascada de cabellos azabache le dejaron sin aliento, aunque fue, sin duda, su mirada cristalina lo que acabó robándole el alma.

Nunca supo el porqué, ni cómo había llegado hasta él. No quiso saberlo. Es más, nunca se atrevió a preguntar cuando marcharía, aun sabiendo que algún día lo haría.

Noche tras noche se limitó a estrecharla entre sus brazos, mientras que, en aquellas en las que reinaba la luna llena, alzaba la vista al cielo rogando en silencio que no fuera esa noche la que ella emprendiera su viaje de regreso a casa.

102. Viaje a la Luna

Salió de su cámara furtivamente. Le costó orientarse por los pasillos, pero finalmente consiguió llegar al patio donde se encontraba el caballo. Le acarició el cuello. Miró el cielo y contempló la luna llena. De un salto, se subió al lomo. Dudó si era necesario taparse los ojos, como la vez anterior. Decidió que no. Por unos instantes, titubeó. ¿Qué extrañas aventuras le esperaban allí arriba? ¿Qué enemigos encontraría? Le vino a la cabeza un verso del poema de Gandalín: “Al soberbio que intenta hollar la Luna”. ¿Era un soberbio, un valiente o simplemente un curioso? Imaginó la gloria que alcanzaría si llegaba a su destino. ¡El primero en pisar la Luna! Todo el mundo conocería su hazaña. Dulcinea se sentiría orgullosa de él. Dulcinea… Sin más vacilaciones, don Quijote tentó la clavija. No ocurrió nada.

101. Ingravidez (María Rojas)

Al levantarme trato de poner los pies en el suelo. He perdido la gravedad y me elevo. No puedo controlar mi cuerpo que, ingrávido, flota a su antojo. Volando recorro la casa, salgo por la ventana y, con dulce liviandad me pierdo en el espacio sideral. Libre. Sin pensar más en el control del televisor, ni del ordenador, ni de la difícil propuesta de vivir.

 

 

100. DEVASTACIÓN (Yolanda Nava)

Hay veces que  el cielo se junta con la tierra y –créanme- mejor no estar en medio. Yo viví uno de esos momentos. Era una noche estrellada. Hermosa. De esas que inspiran a los poetas y cautivan a los enamorados. El suelo empezó a moverse y un fuerte estruendo silenció el pitido de la cafetera y el sonido del galope del miedo por mis venas. Todo se oscureció al principio para iluminarse después con el fulgor de una estrella de cinco puntas que se clavó en el jardín, en el punto exacto en el que florecieron los pensamientos que planté cuando te fuiste. El ordenador cayó al suelo, pero en el monitor seguía –nítido- el mensaje de la clínica. Entonces pensé que quizá habías vuelto para ayudarme. Salí fuera y miré hacía arriba buscando tu nave, pero no había cielo, yacía desordenado en el tejado, en la carretera secundaria que conduce al pueblo, en nuestra casa, impregnado de olor a café. Sorteé cuerpos celestes, asteroides y masa espacial durante horas, hasta que, con las manos sucias y los pies sangrando, comprendí que de nada sirve remover cielos y tierra en busca de quien no quiere ser hallado.

 

99. Viaje a la nada.

Diario estelar del Apolo XXV. Fecha estelar: 27 de marzo de 2187.

Esta será mi última transmisión; aunque desconozco si alguien las ha escuchado en algún momento.

La nave sigue a la deriva desde hace 12 días, 10 horas y 27 minutos. Soy el único superviviente a bordo; tras el incidente en el campo de asteroides.

Mi primera opción tras lo ocurrido fue buscar la manera de reconducir la situación. En nuestro exhaustivo entrenamiento aprendemos que siempre debe haber una solución a cualquier problema; y si la hay, entonces el problema se convierte en trámite.

El fracaso en mi búsqueda me condujo a un estado de rabia e impotencia que no pude acabar conteniendo, y que derivó en una tercera fase de mi estadio, en la que intenté inútilmente acabar con todo por la vía rápida. Pero para ello hay que ser o muy valiente o demasiado cobarde, y yo nunca fui un hombre de extremos.

Ahora, en esta última fase de mi estadio, la calma ha llegado a mi conciencia, y no espero más que lo que me depare el devenir de los acontecimientos. Entre tanto, el tiempo pasa, mientras experimento la languidez de la nada.

98. Todo es posible Calamanda Nevado

Me angustiaba considerarme  un objeto extinto en el negruzco universo  ingrávido. Esta oscuridad rocosa de desierto sin destino la   gobierna El Señor del Polvo Estelar. Iba a darme por vencida cuando albergué en mis entrañas un sistema complejo.     Sospechó lo  que    mi matriz contenía, y me exige “ese ser de otra magnitud”, así lo llama,  para desarrollar sus planes.

Observo la materia inhóspita de  mi planeta y me pregunto si él sobreviviría en   este espacio.

El Señor del Polvo Estelar    quiere saber. Inquiere. “Si llevas un ser luminoso  inexorablemente  mostrará su luz y lo conseguiré.  Si es perecedero   y extinto como tú,  morirá en tí  o será un fósil  errante. No viene  para darte amor,  sino dolor”.  No  contesto que “eso”  se comunica en  mi  lenguaje, emite  nuevas sensaciones y    murmullos orbitales, haciéndome   inmensamente feliz.

Todo parece indicarme que El Polvo Estelar detecta el  próximo nacimiento de   mi fruto. Él me  gobierna, hará  igual con esta vida aún sin sombra. Temo.  No cejan  sus amenazas.  Se hará con mi liviano descendiente sin remedio.

Decidí marcharme un   anochecer.    Jirones de nebulosas    me trasportaron hacia estrellas cómplices.    Cuando el Tirano Estelar   quiso darse cuenta la alianza de meteoritos iniciamos  una nueva era.

 

 

 

97. JUGANDO CON EL MAÑANA

– Nunca serás famoso si pretendes llegar con esa arcaica nave espacial que has diseñado al planeta lejano Tauris.

– Pues mira niña, si crees que con esa pinta te llevarás el premio Star de Medicina Astral estás lista.

Así jugaban menospreciándose los dos hermanos, sin considerar bondad o habilidad alguna el uno al otro, viviendo en la gran nave espacial que simula una ciudad protegida por un enorme caparazón que la aísla del exterior.

Yo, su viejo abuelo, postrado en mi destartalada cama, lo único que había podido salvar antes del cataclismo que dejó la Tierra como un desierto y contaminada, los escuchaba recordando cuando era niño pensando en qué quería ser de mayor.

96. Luno (Asunción Buendía)

Había nacido una noche de luna llena. Su madre fascinada como estaba por ese blanco farolillo celeste, siguió su poderoso influjo y le vino a llamar Luno. Desde ese día le leyó todas las noches cuántos libros y publicaciones caían en sus manos que tuvieran que ver con ese satélite.

El día 22 de julio de 1969 Luno cumplía 8 años, como regalo acompañó a su padre a la capital con motivo de una feria ganadera en la que las ovejas de su comarca estaban representadas y ninguna como las suyas ofrecían tan rico pelaje lanudo.

Luno observaba el bullicio de granjeros y bestias.

Desentonando entre todos ellos, unos señores trajeados con grandes aparatos al hombro, se anunciaron como periodistas del NODO.

Pensando que el chaval, como buen paleto ignorante, haría las delicias del público televisivo con su angelical “gañanería” un reportero le acercó al morro algo parecido a una alcachofa de buen tamaño preguntándole si sabía que ciertos astronautas americanos habían llegado a la luna.

—Naturalmente— respondió Luno con total seguridad—El Apolo 11, impulsado por el cohete Saturno V, alunizó ayer en el mar de la Tranquilidad, su comandante Neil Armstrong fue el primero en pisar su superficie.

 

95. La abuela Paula

Hay noches que la abuela Paula, cuando cree que no la miro, remanga los puños de la bata hasta los codos y extiende al frente sus dedos arrugados como si acariciase el aire. Luego suspira y cuando me pone el pijama con sus manos ciegas me dice que la luna es una chiquilla caprichosa. Cuenta que es obstinada y poderosa, la luna. Y, que a pesar de no ser maga, su luz es capaz de hechizar a quien la contempla.
Algunas tardes cabecea con tristeza y me confiesa que la nuestra es una familia de navegantes con alma de croupier. Dice que la única culpable no es la luna aunque sea capaz de cualquier cosa con tal de ganar una partida a aquellos incautos que deciden apostar con ella.
Y los días en que el aire se vuelve tan pesado que se me atasca en la garganta, la abuela Paula me cuenta un secreto para hacerme sonreír. Hoy me ha dicho que el firmamento es un mensaje en clave escrito en Braille y que algún día, cuando lo descifre, ella también viajará al espacio para rescatar a papá y traerlo de vuelta.

94. Lágrimas de San Lorenzo (Luisa Rodríguez)

Recorre la constelación de Perseo con el mismo alborozo infantil que le henchía cuando chapoteaba en cualquier charco diseñado por el aguacero. Pierde la noción del tiempo y del espacio, y se aferra al deseo que ha conseguido colgarse de la cola del cometa. Su anhelo se cumple al convertirla en una de esas estrellas que cruza el firmamento sin que nadie le indique la trayectoria que debe seguir, ni cuándo aparecer o en qué lugar apagarse. Hermosa, pero fugaz.

Una ligera presión en la mano la trae de regreso a la Tierra, al descampado donde están tumbados con la única compañía de una orquesta de grillos. Es un gesto tierno y cómplice. Intuye que la está mirando, pero no vuelve la cabeza. Siente el calor húmedo de una lágrima que resbala por su sien. Pero cómo explicarle que no es de felicidad, que lo que fue, ya no es.

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