Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

93. Encuentro (El Moli)

Perdí la conciencia del tiempo transcurrido, no me interesa, ya que mi destino es incierto. Vagaré por el espacio hasta el fin de mis días sin llegar a ningún destino.

Lo había perdido todo, por eso acepté la misión; mi futuro era el mismo que aquí en el espacio. Soledad física y afectiva. Nada me ataba para quedarme. El silencio es atronador, solo el siseo de los equipos y alguna transmisión desde el control; preguntan que veo desde la escotilla. La tierra sólo es un punto azul que pronto dejaré de ver y ese enorme cometa que cada vez está más cerca y coincide con mi órbita.

Eso nadie me lo dijo…

92. EN TRÁNSITO POR JÚPITER.

El espacio es frío. El espacio es infinito y está vacío.

Viajar por el espacio es muy aburrido.

Siempre la obscuridad y la rutina. Siempre revisar las comunicaciones, ejecutar comandos, comprobar el funcionamiento de los procesos, transmitir situación, seguir esquemas, cumplir protocolos, rellenar informes, realizar test, hacer ejercicio, cuidar el aseo y naturalmente, siempre mirar si hay alguna comunicación personal.

En el espacio se está muy sola.

Actividad no planificada:

Leo en la pantalla el mensaje de correo 07/450 de siete de abril, verificado por el responsable de recursos humanos de la compañía propietaria de la nave (compruebo que es el aséptico modelo 33).

Salta el doble “check” azul.

Resumen de la acción prescrita:

En el diario de abordo escribo “haciendo uso de lo contemplado en la ley, el armador dice verse en la obligación de prescindir de mis servicios. Se me da un plazo de 72 horas para abandonar las instalaciones de la compañía”.

Análisis del entorno:

Quedan seiscientos días para que la nave llegue a destino.

En muy pocas ocasiones vale la pena mirar fuera. Ahora es uno de esos momentos. Ver un gigante gaseoso es un espectáculo formidable que quita el aliento.

El vacío es muerte.

91. Nacimiento

A punto de explotar. Encerrado en mí mismo. Como una pelota. Como una piedra sin vida.

Mis fluidos se desbordan y agrietan mi rocosa piel que ya no puede contenerlos más.

Siento el quebrantarse de los diferentes pliegues que me componen. Si pudiera, gritaría. Pero no sé. No tengo voz. No tengo más fuerza que la de ceder. Esperar a que todo fluya.

Todo arde en mi interior. Como los ríos de lava que descienden por la falda del volcán.

Ardo con el temor de no saber qué pasará. Que ocurrirá conmigo. Con todo lo que soy.

EXPLOSIÓN

Dibujo cuerpos celestes sin vida en la penumbra oscuridad que resta tras mi dolor. Escribo formas con sus distancias. Líneas que serán recordadas que permanecerán en el tiempo. Y en el espacio.

Recreo con mi fragmentado cuerpo caminos que dan vueltas sobre si mismos. Como autopistas que dan hogar a mis pedregosos pedazos que las recorren sin sentido. Sin saber.

Construyo focos de calor. Los mismos que me convirtieron en lo que ahora soy. Los mismos que me destruyeron pero que permiten ver la belleza de lo que soy ahora. Su luz. Su vida.

El universo que guardaba en mi interior.

90. ORBITAS DIVERGENTES

Viajábamos sobre la curva espacio tiempo y girábamos alrededor de nuestro eje imaginario. Yo era simple, un asteroide de órbita única; ella era una estrella enana. Tenía la facultad de poder cambiar de órbita voluntariamente. A veces las elegía cerradas, circulares o elípticas, pero cuando se le antojaba, las cambiaba por otras abiertas con trayectorias hiperbólicas o parabólicas.

Muchas veces los caprichos gravitacionales nos aproximaban. Entonces reíamos a carcajadas, lo pasábamos genial, nos insultábamos mirándonos a la corteza: ¡¡asteripollas!!, ¡¡mameluco cósmico!!, ¡¡mentecato orbital!!!!, pero era sin malicia, solo para desorbitarnos de risa.

Un día las leyes cósmicas dieron un giro inesperado y se descabalaron las órbitas. A mí me sentó fatal, porque pensé que lo había hecho voluntariamente, que ya no quería coincidir en el espacio ni en el tiempo conmigo. Le mandé un mensaje en un meteoroide recriminador y ella me respondió lanzándome un manojo de estrellas fugaces cabreadas.

No sé el tiempo que llevamos sin coincidir, aquí todo es relativo. Solo sé que ella cambió de trayectoria y ahora explora nuevos mundos. En mi tristeza, solo espero que alguna vez pase lo suficientemente cerca como para poder gritarle de nuevo: ¡¡mameluca cósmica!!, ¡¡Asteripollas!!, Estrellita Castro!!!!

89. ¡FAREWELL, VIEJA ESFERA!

«Lo compartiremos todo, compañera. El amor, nuestras pieles y nuestros corazones, el viento solar que nos propulse, las adiabáticas e ingrávidas relaciones sexuales y personales que nos proponga tanto Houston como nuestra libido rampante, las liberadas pequeñas esferas de nuestra saliva cuando al salir, tú de la bodega, yo de control, nuestras lenguas recuerden que los besos se comen, como a dulces cucharadas, los trajes, nuestros miasmas, nuestro afán suicida y aventurero que nos ha hecho embarcar en esta misión, los recuerdos terrestres de un pasado que poco a poco acelerará nuestro futuro hecho de sucesivos, relativos e inmaculados presentes, nuestra mutua resolución de viajar hacia lo incierto sin posibilidad de retorno, nuestra evolución en un entorno desconocido donde tendremos que ir descubriendo nuevas y fascinantes condiciones físicas y químicas, incluso compartiremos la muerte en el preciso mismo segundo en el que ya esté completa nuestra iniciática y extensa misión, todo, lo compartiremos todo. ¡Farewell, vieja esfera!»

88. ANDROIDES: SUPERIORES EN CASI TODO (Petra Acero)

¡Pobres humanos! Ahí están, murmurando, intentando que mis oídos no capten sus palabras. ¡No entienden de telepatía!
Tres cuervos desorientados acodados a una mesa de finales del XXI (revival del rococó francés, periodo Isabelino: patas cabriolé, marquetería ecológica con apliques de bronce reciclado e incrustaciones de metacrilato biodegradable), sin decidirse a formular la pregunta. Hasta que el de la nariz floja se impacienta:
—Señoritaaa —arrastra el género como si fuera un pregonero (en mi último viaje, todavía había pregoneros que, con sus rimas y cornetas, provocaban expectación y… sonrisas)—. Señoritaaa —gorjea estirando el cuello—. ¡Cíñase a la pregunta!… ¿Inter-ga-lác-ti-co o inter-ur-ba-no?

Comadrejas nerviosas de actitudes cambiantes. Tan sentimentales, tan humanos. Elijo el tono y timbre adecuados a la edad que represento. Bajo la mirada y, como cachorro desvalido, me dirijo a las tres togas:
—¡Interurbano, Señorías! Quise decir: viaje inter-ur-ba-no.

Entonces, sus ojos, hasta entonces agujeros negros, comienzan a titilar como minúsculos soles, iluminando sus rostros. A continuación se recuestan y, cobijados en los respaldos de sus sillones: resoplan, mueven afirmativamente la cabeza y, ¡por fin!, aparece ese movimiento de labios (cóncavo y ascendente) que nosotros no hemos conseguido imitar… Un calor involuntario inunda mi revestimiento.

87. Laberintos

Sus dos hermanas habían dejado el pueblo y estudiaban en la universidad. Ella se hizo náufraga del tiempo la mañana del accidente. Vivía rodeada de flores, pájaros y árboles. Su padre la nombró guardiana de los campos y la conminaba a arrancar las malas hierbas, pero ella no creía que las amapolas hicieran daño alguno, y las dejaba estar. Pasaba las tardes enteras por los caminos. Perseguía mariposas, para observar el color de sus alas, se olvidaba de las horas. Marisol y Venus volvían en verano cargadas de libros repletos de imágenes. Aprendió el sistema solar y se quedaba muchas veces ensimismada frente a la luna mientras buscaba en su superficie huellas, paisajes, montañas y ríos. Descubrió en los manuales los agujeros negros. Imaginó que eran ventanas que la conducirían al lugar en el que se hallaba su madre. Escudriñaba el cielo por las noches e interpretaba cada pliegue como una de esas brechas. Supo que el mundo estaba lleno de galerías y canales secretos conectados. Y no paró hasta encontrar un atajo. El pozo cercano a las eras, con profundidad desconocida, de aguas densas, de oscuro azabache.

86. Año 2064

Todo estaba preparado, habían saltado las alarmas.

La tercera guerra mundial estaba siendo la más devastadora de la Historia, los nuevos artificios habían demostrado ser miles de veces más eficaces que las bombas atómicas que, no obstante, desarrolladas por una treintena de países estaban sembrando el mundo de destrucción.

Junto a esa hecatombe y probablemente propiciada por ella, se sucedían los terremotos y los mares subían de nivel y anegaban buena parte del mundo, mientras en otras zonas el desierto avanzaba por días.

La inteligencia artificial de la nave espacial se puso en marcha, se encendieron los motores y, tal como había sido programada, activó el programa de salvamento y se acercó lentamente al monte Ararat, hacia donde, gracias a microchips específicamente preparados, se dirigía una pareja de cada especie animal.

Una vez acogidas todas las especies conocidas, llegó el momento de que accedieran  parejas humanas previamente seleccionadas, a las que también se les había puesto un microchip y reservado un sitio, pero la inteligencia artificial de la nave se había desarrollado y, previniendo un nuevo desastre, cerró las puertas. antes de que llegaran.

85. ABSOLUTO (María Jesús Briones Arreba)

Desde la terminal hospitalaria, lo preparaban para ser lanzado al espacio aniquilador.
El notario daba fe del acto con una lluvia de regalos a los expectantes.

Se hizo la oscuridad y el espacio se convirtió en una boca negra de horno. Todos fueron envueltos en una nube cenicienta.

84. UN MUNDO DISTINTO (Rafa Olivares)

Acodado en la barra del Selene’s Club, apuro mi segundo bourbon. En la pantalla del televisor observo dos caras conocidas. Otra vez. Ahora es por el treinta aniversario y ambos vuelven a acaparar flashes, cámaras, reconocimientos y aplausos. Hace poco leí el resultado de una encuesta; un ochenta por ciento recordaba nombre y apellido de mis compañeros de misión, sin embargo el mío, Michael Collins, apenas un tres por cien. No pude evitar una sonrisa  pensando que sería gente de mi barrio, familiares o amigos. Aún me reconcomo al recordar que Neil nunca reconoció que su famosa frase se la sugerí yo durante la tercera jornada del viaje. Edwin fue testigo; y mudo. Con su pan se lo coman, pienso mientras saboreo otro sorbo. La memoria me trae aquella idea que pululó por mi mente mientras, en el módulo de mando, orbitaba el satélite esperando la conclusión de la excursión lunar. ¡Qué distinto habría sido todo! Seguro que de haberla llevado a cabo habría merecido mucha más atención que la que durante tres décadas ha acumulado esta pareja. Pero no lo hice. Con lo fácil que hubiera sido emprender el regreso anticipado y llamar diciendo «Houston, tenemos dos problemas».

83. Amor lunático (Blanca Oteiza)

Hubo un tiempo en que me pedías que te bajara las estrellas y yo cada noche subía a por una de ellas. Poco a poco tu dormitorio brillaba tanto en la oscuridad que ya no eran necesarias las bombillas.
Una noche cuando ascendí a por una de ellas, la luna que estaba cerca, se aproximó y me susurró al oído. Me pidió que me quedara con ella y sonriendo me cogió de la mano. Miré hacia abajo buscando tu rostro, pero sólo pude observar el resplandor que salía por la ventana de tu habitación, así que me quedé en las alturas hablando con mi nueva compañera. Nos despedimos con los primeros rayos de sol asomando en el horizonte.
Desde entonces soy yo quien te pido subir cada noche a conversar con la luna.

82. El Celador

El Celador
Ya sé que es un inmenso honor haber sido escogido para formar parte de la primera misión tripulada al espacio.
Pero para una persona como yo, sin conocimientos de navegación ni con una especial preparación física para soportar las necesidades de un vuelo de estas características, se le hace extraña la elección.
En mis múltiples intentos de rechazar el nombramiento, para el que no me siento idóneo, la superioridad al mando de la operación, ha respondido con la necesidad de contar con mi total entrega para la causa.
Así que solo me resta esperar estar en condiciones para el día de la famosa cuenta atrás, estar preparado para poder zamparme una buena cena, como las que les dan a los condenados, en su último ágape.
Los compañeros de viaje están en celdas separadas de la mía, pero su bullicio llega hasta mí de forma nítida y ensordecedora.
Al no poder de momento interactuar con ellos, me limito a silbarles para que sepan de mi presencia y se calmen un poco, aunque están ajenos a la operación viaje, las circunstancias ambientales les superan un poco.
Supongo que probarles los cascos y trajes les incomodan algo a los monos.

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