Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

121. Kriptonito y superwoman (Mel)

RELATO FUERA DE CONCURSO

La señora de asuntos sociales no creo que sea profa, no me ha peguntado nada de los continentes ni planetas, solo quería saber si hago gimnasia con papá. Ya le he dicho que no.  Y ella que a ver si me enseña los nombres de las partes del cuerpo en inglés y cosas así, pero de sociales nada de nada. Era un poco rara. Luego me ha dicho que a papá le veré menos. Le he preguntado por qué, que mis papás tienen que estar separados. «¿Cómo el sol y la luna?», y que sí.  Que no es bueno para nosotros tenerle cerca «¿Cómo la kriptonita de superman?»  Que sí, que eso, y que nos vamos de viaje . Mamá dice que a un par de años luz de casa pero en el autobús dice «Tres Cantos».  Suena raro. En el papel que nos han dado pone piso nodriza, calle Saturno, esquina Venus;  y mamá sonríe y su ojos están menos morados, así que seguro que es verdad y es una superwoman.

120. Apocalipsis ( Virtudes Torres)

 

 

Cuaderno de bitácora

 

Lunes 14 diciembre 2026

 

La expedición: un éxito. Analizamos muestras del meteorito y dimos con la solución que podrá regenerar la atmósfera en nuestro planeta.

 

Martes 15 diciembre 2026

 

En vano intentamos comunicarnos con la tierra.

Enviamos señales a la central, pero no recibimos respuesta. Programamos la computadora principal e iniciamos rumbo a casa. Deseamos pasar las navidades en familia.

 

Martes 22 diciembre 2026

 

Nadie nos recibe. Hay coches parados y estrellados por doquier dentro, sus ocupantes, todos muertos.

Las calles y los centros comerciales están llenos de cadáveres. Muchos de pie, como macabros maniquíes.

Creo que llegamos demasiado tarde. El aire está enrarecido,  se hace irrespirable, i…rres…pi…raaaa………………

118. Viajes espaciales

No me gusta Javier, pero no se lo puedo decir a nadie. Javier viene siempre acompañando a Elena, la amiga de mamá del colegio. Sólo con ella la he visto reír desde que murió papá. Elena saca a mamá de su tristeza, tiene que seguir viviendo, por eso no puedo contarle nada malo de su amigo. No me gustan los juegos que inventa conmigo, como el de bajarnos los pantalones y tocar «los pajaritos», que dice él. Cuando viene a mi habitación yo imagino que me subo a una nave espacial y viajo entre las estrellas, mientras Elena y mamá hablan de sus cosas. Después de oírlas reír unas cuantas veces le digo a Javier que ya no quiero jugar más con él y me voy al comedor.

El otro día oí que Javier le preguntaba a mi hermana María si quería jugar con nosotros. No, eso no está bien. Le diré que no podrá ser, que en casa se acabaron sus juegos: mi cohete ya no volverá a ir a la luna.

117. Elección de guardería (Óscar Quijada Reyes)

Mi cuñado estaba muy interesado en saber por qué Andrea y yo habíamos tardado tanto en encontrar un sitio apropiado para los cuidados del niño. Tanto mi esposa como yo trabajábamos a jornada completa y, a pesar de la velocidad de nuestras naves, no lo hacíamos todo a tiempo. Le expliqué que mi enferma madre ya no estaba en condiciones de cuidar a nuestro Miguel, y mi hermana estaba atareada al extremo con su tesis doctoral. Además, habíamos usado varios jardines de infancia de los que acogen a niñitos hasta los tres años, mas no eran del agrado de mi hijo.

Me costó mucho que entendiera que Miguel era muy precoz y que ya tenía sus metas, aunque solo contaba con tres años. Soñaba con ser astronauta, por eso no gustaba de las guarderías menos costosas, sino de las equipadas con los más modernos simuladores de vuelos espaciales.

116. Un último viaje (Rosy Val)

Le estaban esperando. En cuanto aterriza le escoltan hasta la nave nodriza. Había prometido que no volvería, pero ya lo conocen, no en vano, lleva visitándoles algunos años. La escotilla se abre y una luz ambarina le conduce por un espejado pasillo. Llega a la sala naranja; hoy quieren sorprenderle. En el centro, una mujer sin ropas gira y gira sobre una peana circular mientras un hatajo de manos absorbe su energía. Otra sarta de ojos viscosos le dispara virulentos hilos que en pocos segundos enmarañan su cuerpo inmovilizándolo sin piedad. Se desespera y grita: “¡Hijo, ayúdame!”.
No consigue mover un músculo.

Está sentada al borde de su cama. Sus vastas ojeras delatan ésta y otras muchas noches en vela. Extiende sus manos, en sus líneas gastadas caducan miríadas de promesas y juramentos…
Tarda infinitos minutos en volver. La mira confuso. Pero en esta ocasión, de su viaje, se ha traído una lágrima infiltrada en sus ojos que cae, certera y limpia, sanando sus labios resecos…
“Tranquila, madre, esta vez sí sé cómo ayudarte”

115. El relevo (Juana Mª Igarreta Egúzquiza)

Acostumbraba a subir las noches de luna llena a la azotea del edificio. Silente y sola, presa del influjo del plenilunio, pasaba largos ratos absorta en aquel otero nocturno. Ella y la luna, la luna y ella, en íntima comunión con la inmensa esfera plateada. Una noche descubrió, difusa y lejana, la presencia de otro observador.  Ella percibía vagamente sus escurridizas miradas que, conforme fueron atesorando lunas, se tornaron firmes y prolongadas. Una vez creyó ver cómo de sus ojos, que adivinaba grandes y rasgados, emergían sendos haces luminosos que atribuyó a un caprichoso reflejo de la luna en su cara.

Un día tras otro, durante  las horas de luz, trataba de identificar entre los vecinos de la comunidad al misterioso compañero de observatorio, sin conseguirlo. Justo la noche que había decidido resolver el enigma dirigiéndose a él, este no acudió a la cita con Selene.

Muchas lunas más tarde, apareció posada sobre la azotea una pequeña cosmonave. Desde su puerta abierta surgía una luz cegadora. Ella contemplaba la escena paralizada, cuando una fuerza inesperada la impulsó dentro de la nave, al tiempo que un cuerpo inerte era escupido de la misma. Cuando creyó comprenderlo todo, ya habían despegado.

114. Repoblación galáctica – (Elena Casero)

Situada a medio camino entre la valla del jardín y la puerta de entrada, oculta entre los altos setos de adelfas, la esfera lanza durante las noches pequeños destellos hacia las estrellas como si, desde su interior, alguien estuviera haciendo llamadas de socorro.
Tras comprobar el estado de la esfera, el hombre, un tipo alto, educado, con cierto toque de exotismo, hace vida normal. Por la mañana compra el periódico. Después se dirige al súper. Alguien ha comentado en alguna ocasión, como de pasada, que el hombre parece alimentarse de pepinillos en vinagre y pan negro. De ahí, quizás, ese color opaco de su piel y el hundimiento de sus ojos.
Por la tarde pasea al perro o se sienta en un banco del parque. Habla poco. Es educado y no se le conocen amistades.
Hasta el momento nadie lo relaciona con la desaparición de unas cuantas mujeres de la ciudad.

113. Firmamento

Prometiste enseñarme el nombre de todas las estrellas y en un coche prestado me llevaste a descubrir ese cielo del verano que no puede verse desde la ciudad. Y allí nos sentimos tan cerca que llegamos a confundirnos con ellas y empezamos a no ser el uno sin el otro.  Después se nos vino un futuro como no lo habíamos soñado. Mi embarazo. Tu trabajo en el taller donde no cabían tus libros de astronomía y mi encierro en una vida doméstica en la que fui enterrando mi vocación por la arqueología. Nos acostumbramos tanto a no ser lo que quisimos, que un día nos preguntamos que quiénes éramos y donde había quedado la ilusión por estar juntos. Ahora, sola en el dormitorio en el que cuando llegues me creerás dormida, miro al techo. Sé que sobre él, en la azotea, observas la noche estrellada con tu viejo telescopio y a mí me gustaría convertirme en luz y viajar por ese espacio infinito que ahora nos separa para alcanzarte y juntos otra vez, contemplar con aquellos mismos ojos, ese firmamento que un día sirvió para unirnos.

 

112. El Cielo en la Tierra

Galileo permanece concentrado mientras observa las estrellas. Su corazón se acelera con cada descubrimiento, y siente que el universo entero se despliega ante sus ojos. La fe del mundo tiembla con sus verdades, esas que los incrédulos tornan en pecado. Mas él sonríe bajo la cúpula abovedada pues su desafío, lejos de alcanzar a Dios, tiene nombre de mujer. Solo Marina le hace viajar a años luz de este planeta. Cuando aparta la mirada del telescopio, dibuja con su dedo constelaciones sobre su piel, y se adentra en una ruta estelar que empapa todos sus anhelos. Ella provoca la desbordante curiosidad del maestro y le muestra el lugar exacto donde duerme Venus, un lugar inexplorado donde sus teorías se vuelven éxtasis para los sentidos. En un arranque malicioso, le pide al astrónomo que le regale la luna como prueba de amor. No hay más filosofía de vida para él que cumplir los deseos de su amante. Y al calor de una noche de junio, embriagados de solsticio, la lleva hasta la laguna. Allí la invita a sumergirse en el plateado reflejo de su otra obsesión.

111. A Spanish Odyssey

Observar el gran azul a cuatro kilómetros de distancia de la Tierra es un espectáculo al alcance de unos pocos. Cuatro de los cinco tripulantes que acababan de llegar a la Estación Espacial contemplaban maravillados el cuadro que la naturaleza les regalaba.

—¡Mierda! ¡No hay Wi-Fi!

Los astronautas se giraron, atónitos. Ninguno sabía español, pero ver a Anselmo moviendo el móvil era suficiente para entender qué ocurría. Él se quería ir de allí. Dos días antes, Anselmo estaba limpiando retretes. Fue entonces cuando entró aquel tío presa de un ataque de pánico y le ofreció diez mil euros si se hacía pasar por él.

—Ellos no me han visto la cara aún. Podría funcionar —le dijo.

Por ese dinero hubiese matado a su madre, así que aceptó. Ahora, estaba cagándose en todo. Si se volvía a encontrar con aquel desgraciado, le metería la comida en cápsulas por donde los supositorios. Por suerte, trajo algunas cervezas escondidas.

 

La NASA pulsó el intercomunicador y atendió la llamada de emergencia que llegaba desde la Estación Espacial:

—Houston, tenemous un problema —dijo una voz en español con un fuerte acento tejano.

—What?

—¡Nos hemos quedadou sin servesa!

Las risas rebotaron por la nave.

110. buscando luz en una estrella ( maria jose blanco)

Otra día mas la noche clamaba su descanso,pero ella sabia que al cerrar los ojos no daría calma a su jornada estresante,trenzada y llena de pensamientos, aun así debía intentarlo ,quizás hoy obtendría la calma y podría sumirse en un sueño jubiloso.

De pronto se volvió a encontrar en la oscuridad absoluta de un espacio vació,caminando por entre medio de estrellas fundidas,apagadas,con sutil aroma a pesadumbre del cual ella se hacia participe

Al paso volteaban mil almas guardando camino,infundiéndole valentía y firmeza a seguir,mas otras, rugían sus temores con armaduras infernales,para hacer tambalear su rumbo hasta el punto de querer desesperada mente despertar y regresar del espacio rauda y sin aliento.

Tengo que llegar, he de encontrarla!, se repetía una vez y otra, tantas noches,tantos sueños rotos ,tantos desvelos…que cobarde mente me reintegran al inicio.

Quizás fuese ese miedo furioso,desgarrador,silencioso, el que no osaba a dejarla seguir adelante en su búsqueda hacia un destino.

Amaneció despacio, con el rocio del otoño acariciando el aire, impregnando la habitación del  perfume particular que provenía del jardín ,ya estaba de regreso de ese espacio muerto.

Hacia poco, una gran perdida,una perdida muy querida, que trastoco e hirió su alma de muerte,apagando sentimientos,a falta de un adiós y las cenizas se volvieron estrellas quebradas.

 

 

 

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