Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

06. ¿QUE QUIERES SER DE MALLOR? (Modes Lobato Marcos)

De mallor quiero ser astronauta como mi padre.

Hace un mes subio a las estrellas, y desde entonces mamá estuvo mas rara que la leche. El pasado domingo ella me dijo que me queria, me dio un abrazo y se fue al mar.

No volvi a verla.

Los abuelos me dijeron que se habia conbertido en sirena y que vive entre algas y corales.

Ahora estoy con ellos, me quieren mucho y me han regalado una bici y la Play, pero a beces el abuelo huele a vino, llora y suelta palabrotas que no voy a escribir porque son pecado.

Tengo ganas de que papá vuelva a casa y me cuente su aventura.

Por eso, todos los dias, al llegar del cole, miro un rato al cielo para ver si aparece el Columbia, todo chulongo, atravesando las nuves.

05. El regalo

−¡María! ¿Y el niño?
−Se ha ido, con Brenda, a jugar al parque.
−¿Le has contado ya que lo llevaré a la granja escuela, el fin de semana?
−No. Quiero que sea una sorpresa. Solo le he dicho que, por su cumpleaños, vais a hacer, los dos, un viaje especial.

−No corras tan rápido, que te vas a hacer daño −¡jodido crío!, sí que está ansioso hoy y, encima, todo el rato hablando−. Chicos, quedaos por aquí, que yo os pueda ver.
−¡Vale, Brenda! ¡Hola, chavales! ¿Sabéis? Hoy he descubierto en qué trabaja mi padre.
−El mío arregla los coches estropeados en el taller del abuelo.
−Pues, mi padre lleva montones de cosas en un camión rojo muy grande. Y cuando voy, con él, en la cabina…
−No os lo vais a creer: ¡es astronauta! Dice mamá que, por mi cumpleaños, vamos a hacer, los dos, un viaje espacial.

04. Regreso a la base (Susana Revuelta)

Me hacía mucha ilusión ser abducida y para ir aclimatándome me apunté a un cursillo preparatorio al espacio.

En la cámara antigravedad me mareé dando volteretas y se me indigestó el liofilizado de pollo al curry, que encima no sabía a nada. Pero lo peor fue en la cabina de la nave. Estrechísima. Nada más entrar se bloqueó con un click la puerta y me agobié. Enseguida noté que me estaba dando un sofocón de los gordos. Hasta las orejas me ardían.

«Cuando estés estresada, respira con el abdomen», solía decirme el monitor de yoga. «Inspira cinco segundos, mantén el aire otros cinco, expira…». Pues tan fácil no será, porque me puse a hiperventilar y se me nubló la vista. Metí la mano en el bolso y busqué la cartera, pero nada. Estaba empezando a ponerme muy nerviosa. Al final la encontré, menos mal. Siempre llevo dentro unas pastillas de Lexatin. Me tragué dos. Como tardan unos minutos en hacer efecto, volví a lo de la respiración: inspira, cuenta hasta tres, ¿o era hasta seis? Uf, qué rato más horroroso pasé.

Entonces decidí dejarme de líos platónicos y hacer más caso a mi Pepe, que le salían riquísimas las paellas.

03. EL CONSEJO

Estoy decidido. Finalmente, voy a hacer caso al pesado de mi hermano. Lo enviaré directamente a la Nasa. No hay lugar para el fracaso. Es un mensaje de tanta importancia que debe viajar por el espacio sideral y llegar a todos los rincones de nuestra galaxia.
El proyecto espacial está casi culminado. Ahora es el momento propicio. Tomaré algunas clases intensivas de inglés, por si tengo que explicar a los americanos mi misiva:
“En la Tierra nos estamos matando, los unos a los otros. Necesito ayuda urgente desde el espacio exterior. Por favor, envíen refuerzos inmediatamente. Yo solo no puedo con todos. Gracias”

02. VIAJE CON NOSOTROS…

CINCO.

El tiempo, los tiempos son elásticos, distintos a los vividos hasta ahora. Por momentos la cabeza se dirige a mil estímulos, estoy tan lejos de casa…

CUATRO.

¿ Qué fue ese fogonazo bermellón?

TRES.

No siento hambre, ingiero algo para mantener mis constantes, no por demanda del estómago.

DOS.

Voy a escuchar música psicodélica de los 70, siempre me acompaña en estas jornadas elongadas.

UNO.

Siento pánico, será una crisis de ansiedad. Tengo que encontrar mi tranquimacín de 1 gr, es lo único que para la puta angustia.

CERO.

No me sienta nada bien la ayahuasca, cada vez lo tengo más claro. Cáceres no es la selva amazónica peruana, para nada.

**

01. A LA LUNA (JAMS)

Cuando cumplió 39 años echó sus cuentas seriamente.

Con esa edad jamás conseguiría ganar la maratón olímpica. Tampoco se sentía capaz ahora de comenzar medicina para encontrar el remedio contra aquello que acabó con su hermano. Tras seis desastrosos años de convivencia también debía renunciar a conseguir esa foto familiar con cinco críos y dos perros. Ya no leía. Había dejado de entender los atractivos de la ficción, y, por tanto, nunca escribiría esa novela delirante de seres diminutos que habitan en los armarios de cocina.

Pero aún encontró un sueño alcanzable: llegar a la luna. Dividió los 384000 kilómetros de distancia entre los 7664 días de su plan, y descubrió que la cifra era asumible a su afición de correr diariamente por el parque.

Se compró una equipación gris plata, unas zapatillas luminiscentes con el sistema “Fullmoon Propulsión” y un gorro de lana blanco. Programó su reloj multifunción en una cuenta atrás descomunal que descontaba cada kilómetro recorrido, e inició su viaje a la luna con vespertinas etapas.

Unos inesperados mareos le han llevado a calcular su trayectoria actual. Ha descubierto que hace dos días que ha salido de la atmósfera y, ciertamente, sufre los primeros inconvenientes de la ingravidez.

140. Arqueología ondulatoria

Cada tarde, el anciano armado de su singular paraguas, rodea el minúsculo jardín de la residencia. Dos cables de colores se insertan en el armazón metálico para conectarse a una caja de baquelita donde brillan unos dígitos rojos. Está seguro que acabará por funcionar. Abstraído de quienes en vano pretenden disuadirle ha conectado con una clavija los auriculares que conservaba de su último viaje en autobús. Si le permitieron seguir la sexta parte de Terminator seguro que le sirven para su propósito.

La que parecía su última manía está más que justificada. No se enteró muy bien, pero leyó en el periódico cómo unos científicos habían captado ondas de otros tiempos que viajaban por el espacio. Eran de otra frecuencia pero él se negaba a admitir que no fueran de radio y desde entonces se afana por sintonizar las del transistor de su infancia, en el piso donde vivó, con sus padres, la abuela y todos sus hermanos.

A veces cree oír el partido de la tarde del domingo o a su padre mandando callar para poder escuchar el parte, o se queda dormido bajo el único árbol, arrullado por una música que solo él escucha.

139. Habilidades futbolísticas

Mi abuelo contaba a todo el que quisiera oírle que su hijo, mi padre, había sido muy bueno jugando al fútbol. Y que solo aquel trágico incidente le privó de haber fichado por un grande.

Aquel incidente, como él decía, a mí me dejó huérfano y a él le envolvió en sí mismo. Nunca más volvió a encender la radio para escuchar las retrasmisiones de los partidos de fútbol a las que antes era tan aficionado.

Yo fui creciendo con la obsesión de llegar a ser un buen futbolista y poder volver a ilusionar a mi abuelo. Me apunté a un equipo, entrené duro y, para mi desgracia, fui descubriendo que carecía de las habilidades que mi padre tuvo. Me costó asumirlo, pero me ayudó a descubrir mi verdadero camino.

El día de mi debut mi abuela encendió de nuevo aquella vieja radio que durante años había estado callada. Las palabras ‘balón’, ‘falta’ o ‘gol’ volvieron a revolotear por toda la habitación, y mi abuelo no tardó en darse cuenta de que aquella voz le era conocida.

138. Helena

Llegó como cualquier día, contando los pasos, pero había dado uno más de lo normal; y era extraño. Se detuvo ante la puerta esperando hasta el segundo exacto para entrar. El personal se encontraba especialmente excitado: habían anunciado por la radio la aparición de otra víctima de lo que parecía ser un nuevo asesino en serie. Bajó hasta el depósito algo agitado. La policía lo confirmaba poco después al traer una mujer sin un solo cabello en todo el cuerpo, sin párpados, con la boca cosida, con el nombre grabado justo por debajo del ombligo y una estilográfica Montblanc clavada en el corazón. Aparentemente era obra del mismo individuo: los cortes de los ojos eras limpios y precisos, había rasurado a la joven con delicadeza, cuidándose de no causarle ninguna herida, la costura de los labios era de puntadas regulares y con hilo de seda, y los trazos de las letras eran angulosos y estilizados, realizados con algún objeto romo y fino que rasgaba la piel; probablemente la pluma. Tras el exhaustivo examen, los tres forenses confirmaron que era el tercer crimen ritual de la misma persona, pero únicamente él sabía que «El escribano» habría escrito el nombre sin hache.

137. FRECUENCIA EMOCIONAL

Cuando detecto su frecuencia alterna  cerca, mis válvulas se iluminan. Mi condensador se excita, mi transformador se dispara, mi oscilador fluctúa, mi altavoz vibra y todo mi chasis tiembla. Mis diodos rebotan, los filamentos  se me derriten, las placas se me fusionan  y  las bobinas se me electrizan.

Y en cuanto su mano ajusta la aguja de mi dial me convierto en un superheterodino y solo puedo emitir a mil  kilociclos por segundo: Je t.aime….

 

136. EL PARTE

Al abuelo, siempre  que yo recuerdo, le oía decir que desde la guerra, la abuela no había vuelto a engordar. Aquellas noches en vilo. Aproximándose el ruido de los motores.  Acelerones, gritos, insultos, llantos, que parecían producirse en el mismo zaguán. Culatazos en la puertas que amedrentaban aún más. Todo volvía a disiparse en la lejanía. A la vez, se atenuaba la angustia. El silencio continuaba roto con el sollozo angustioso de las mujeres de los que se llevaba el camión. » Tu abuela se pasaba las noches llorando «. Al abuelo, no llegaron a subirle a ninguno de esos camiones. Siguió siendo consecuente con sus ideas. Prefería ir a misa los domingos, así no le tachaban de rojo. Pero salía por un lateral de la iglesia, que no daba a la plaza del pueblo. De esa manera, libraba el tener que cantar con el brazo en alto. Siempre perduró su costumbre diaria de leer » el papel «, de escuchar » el parte «. Por la noche sintonizaba » Radio Pirinaica «. Pegado al aparato, agudizando el oído. Con el tiempo la televisión, sobresaltó a los abuelos. Creyendo que retornaban a tiempos pasados. Fue al ver a aquel guardia civil pistola en mano: » Quietos todo el mundo «.

135. ONDA CORTA

El salón de la casa era tan cálido como austero, un templo familiar que se iluminaba durante el mediodía y se quedaba a oscuras cuando el sol rozaba el horizonte. La mesa camilla con su faldón, su brasero y sus sillas, estaban orientadas a una estantería que sujetaba un transistor enorme. Aquello no era un mueble ni un electrodoméstico, era el altar de mi abuelo, un objeto de culto que solo manejaba él después del paseo vespertino.

El mismo día que murió, la radio pasó a ser un trasto inútil para los demás, pero bastante decorativo y entrañable, así que permaneció en su sitio. Siempre me llamaron la atención esos números que venían identificados por las siglas LW, entre la FM y la AM. El abuelo decía que eran emisiones del extranjero y para los marineros. Y cuando nos lo contaba, los demás pensábamos que vaya tontería eso del mar, sobre todo allí en Fresno, un pueblo en medio de las llanuras castellanas. Aunque sobre las emisiones lejanas, algo de razón tendría porque en verano los fusibles se encienden y entonces el abuelo nos habla, en la víspera de su cumpleaños, por cualquier frecuencia de esas.

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