Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

10. HOJA DE RUTA (REVE LLYN)

Mi corazón está loco. Ahora mismo, mientras orbitaba por la franja luminosa, ha soñado que venías dulcemente a posarte en la escotilla de la nave. Llegabas sin traje espacial ni alas, impulsada tan solo por el giro de los volantes de tu falda. Sin bragas. Yo intentaba hacer que entraras en la cápsula por todos los medios,  a riesgo de romper el hermetismo y morir en el intento. Sufría, de verdad, por tenerte al otro lado del cristal y no poderte tocar. Tan bonita.  Tan cerca y a la vez tan lejos.

Mi corazón loco se olvidaba que eres retorcida y mala, como un tumor que te devora sin piedad, y que si me ofrecí voluntario para esta misión fue por no darle a mi madre el disgusto de vernos separados.

Ahora no se que hacer: si comentarlo con la base de control en Tierra o no. No puedo confiar en nadie (está visto que ni siquiera en mi corazón loco). Lo mismo me hacen regresar.

Mejor me diluyo otra vez en la inmensidad de este vacío cotidiano,

en esta inconmensurable nada.

09. Secuestros (Eva García)

La maquinaria de la nave era aún más aterradora por las noches: el ruido de aquel gigante respirando eclipsaba el suave ronquido de los abducidos. Aunque, cuando el burbujeo del oxígeno disfrazaba de submarino la estancia, era posible bucear hasta el océano de la Tierra y que las estrellas marinas iluminaran el sueño.
Pero por la mañana volvían los extraterrestres con sus máscaras, dispuestos a extraer todo tipo de muestras, clavar agujas y hacer mil preguntas. A veces trasladaban a la gente hacia salas tenebrosas, llenas de aparatos con cámaras y rayos. Y, a todas horas, hacían circular bandejas repletas de alimentos y vasitos con píldoras de colores.
Jaime ya estaba harto de aquella aventura espacial. Había presenciado cómo teletransportaban a Felipe para siempre al planeta más lejano: cerraron las cortinillas de improviso y al abrirlas había desaparecido, sin despedirse.
Así que esa tarde prometió vehementemente que nunca más volvería a creerse un astronauta, ni a intentar volar sin cohete y suplicó a su madre volver a casa cuando fue a verle.
Ella miró con tristeza la cama vacía de al lado y eso le asustó porque, esta vez, no parecía tener el poder para lograr que el juego terminara.

 

(A Marina y, sobre todo, a Marité)

08. CASANDRA (Paloma Casado)

 

El artefacto se posó en el  solar sagrado de los antepasados, como en mis sueños. Primero se congregaron unos pocos, hasta que se fue corriendo la voz que convocó a todo el pueblo. Pensaron que los dioses nos habían hecho ese regalo que apareció en la noche brillando como una estrella. Solo yo conocía lo que escondía en su interior, pero no quisieron escucharme. Ante decenas de ojos fascinados, se abrió una pequeña boca por la que salieron dos extraños seres de grandes y traslúcidas cabezas y cuerpos estilizados. Todo el poblado se fue acercando con curiosidad hacia los recién llegados, hasta que de sus brazos salieron unos rayos y comenzó la matanza. Yo, que me encontraba alejada contemplando la escena, pude salvarme. El hedor a muerte es insoportable. Mientras escribo, escucho pasos que se acercan…

 

–Aquí Apolo 520. La misión de reconocimiento se ha complicado. Fuimos rodeados por animales semejantes al oso polar y decidimos abrir fuego. Capturamos a una hembra con vida que llevamos para su estudio y unas tablillas con caracteres escritos que parecen demostrar  signos de inteligencia. Condiciones climatológicas adversas: temperatura inferior a menos cincuenta grados. Planeta no apto para la vida humana.

07. PERSPECTIVA (Ángel Saiz Mora)

Ocho días de ensueño, la ilusión de hacer algo reservado a unos pocos, todo es posible cuando se es multimillonario. Cuarenta y ocho horas después de despegar del cosmódromo la nave se acopló sin problemas a la estación. Antes se aseguraron de que mi cuerpo estaba preparado para que fuese uno de los primeros turistas espaciales, seis meses de entrenamiento menos duro de lo que los medios reflejaron, nada que el dinero no pudiese suavizar.

Nadie imaginó que no disfrutaría plenamente la experiencia, mi capricho. La revista que ojeé antes del despegue con las fotografías más impactantes del año me afectó de forma inesperada: un niño muerto e hinchado en una playa, hombres encaramados sobre alambradas, familias huidas de la guerra…, escenas punzantes en la memoria mientras observaba la Tierra desde fuera, consciente como nunca de sus infiernos.

La expedición a kilómetros del planeta fue también un viaje interior. Tras el suave aterrizaje, el personal tenía preparada una silla de ruedas para que me acostumbrase a la gravedad, pero nunca estuve tan orientado. Desde entonces, no dejo de sopesar proyectos para el nuevo uso que quiero dar a mi fortuna.

06. ¿QUE QUIERES SER DE MALLOR? (Modes Lobato Marcos)

De mallor quiero ser astronauta como mi padre.

Hace un mes subio a las estrellas, y desde entonces mamá estuvo mas rara que la leche. El pasado domingo ella me dijo que me queria, me dio un abrazo y se fue al mar.

No volvi a verla.

Los abuelos me dijeron que se habia conbertido en sirena y que vive entre algas y corales.

Ahora estoy con ellos, me quieren mucho y me han regalado una bici y la Play, pero a beces el abuelo huele a vino, llora y suelta palabrotas que no voy a escribir porque son pecado.

Tengo ganas de que papá vuelva a casa y me cuente su aventura.

Por eso, todos los dias, al llegar del cole, miro un rato al cielo para ver si aparece el Columbia, todo chulongo, atravesando las nuves.

05. El regalo

−¡María! ¿Y el niño?
−Se ha ido, con Brenda, a jugar al parque.
−¿Le has contado ya que lo llevaré a la granja escuela, el fin de semana?
−No. Quiero que sea una sorpresa. Solo le he dicho que, por su cumpleaños, vais a hacer, los dos, un viaje especial.

−No corras tan rápido, que te vas a hacer daño −¡jodido crío!, sí que está ansioso hoy y, encima, todo el rato hablando−. Chicos, quedaos por aquí, que yo os pueda ver.
−¡Vale, Brenda! ¡Hola, chavales! ¿Sabéis? Hoy he descubierto en qué trabaja mi padre.
−El mío arregla los coches estropeados en el taller del abuelo.
−Pues, mi padre lleva montones de cosas en un camión rojo muy grande. Y cuando voy, con él, en la cabina…
−No os lo vais a creer: ¡es astronauta! Dice mamá que, por mi cumpleaños, vamos a hacer, los dos, un viaje espacial.

04. Regreso a la base (Susana Revuelta)

Me hacía mucha ilusión ser abducida y para ir aclimatándome me apunté a un cursillo preparatorio al espacio.

En la cámara antigravedad me mareé dando volteretas y se me indigestó el liofilizado de pollo al curry, que encima no sabía a nada. Pero lo peor fue en la cabina de la nave. Estrechísima. Nada más entrar se bloqueó con un click la puerta y me agobié. Enseguida noté que me estaba dando un sofocón de los gordos. Hasta las orejas me ardían.

«Cuando estés estresada, respira con el abdomen», solía decirme el monitor de yoga. «Inspira cinco segundos, mantén el aire otros cinco, expira…». Pues tan fácil no será, porque me puse a hiperventilar y se me nubló la vista. Metí la mano en el bolso y busqué la cartera, pero nada. Estaba empezando a ponerme muy nerviosa. Al final la encontré, menos mal. Siempre llevo dentro unas pastillas de Lexatin. Me tragué dos. Como tardan unos minutos en hacer efecto, volví a lo de la respiración: inspira, cuenta hasta tres, ¿o era hasta seis? Uf, qué rato más horroroso pasé.

Entonces decidí dejarme de líos platónicos y hacer más caso a mi Pepe, que le salían riquísimas las paellas.

03. EL CONSEJO

Estoy decidido. Finalmente, voy a hacer caso al pesado de mi hermano. Lo enviaré directamente a la Nasa. No hay lugar para el fracaso. Es un mensaje de tanta importancia que debe viajar por el espacio sideral y llegar a todos los rincones de nuestra galaxia.
El proyecto espacial está casi culminado. Ahora es el momento propicio. Tomaré algunas clases intensivas de inglés, por si tengo que explicar a los americanos mi misiva:
“En la Tierra nos estamos matando, los unos a los otros. Necesito ayuda urgente desde el espacio exterior. Por favor, envíen refuerzos inmediatamente. Yo solo no puedo con todos. Gracias”

02. VIAJE CON NOSOTROS…

CINCO.

El tiempo, los tiempos son elásticos, distintos a los vividos hasta ahora. Por momentos la cabeza se dirige a mil estímulos, estoy tan lejos de casa…

CUATRO.

¿ Qué fue ese fogonazo bermellón?

TRES.

No siento hambre, ingiero algo para mantener mis constantes, no por demanda del estómago.

DOS.

Voy a escuchar música psicodélica de los 70, siempre me acompaña en estas jornadas elongadas.

UNO.

Siento pánico, será una crisis de ansiedad. Tengo que encontrar mi tranquimacín de 1 gr, es lo único que para la puta angustia.

CERO.

No me sienta nada bien la ayahuasca, cada vez lo tengo más claro. Cáceres no es la selva amazónica peruana, para nada.

**

01. A LA LUNA (JAMS)

Cuando cumplió 39 años echó sus cuentas seriamente.

Con esa edad jamás conseguiría ganar la maratón olímpica. Tampoco se sentía capaz ahora de comenzar medicina para encontrar el remedio contra aquello que acabó con su hermano. Tras seis desastrosos años de convivencia también debía renunciar a conseguir esa foto familiar con cinco críos y dos perros. Ya no leía. Había dejado de entender los atractivos de la ficción, y, por tanto, nunca escribiría esa novela delirante de seres diminutos que habitan en los armarios de cocina.

Pero aún encontró un sueño alcanzable: llegar a la luna. Dividió los 384000 kilómetros de distancia entre los 7664 días de su plan, y descubrió que la cifra era asumible a su afición de correr diariamente por el parque.

Se compró una equipación gris plata, unas zapatillas luminiscentes con el sistema “Fullmoon Propulsión” y un gorro de lana blanco. Programó su reloj multifunción en una cuenta atrás descomunal que descontaba cada kilómetro recorrido, e inició su viaje a la luna con vespertinas etapas.

Unos inesperados mareos le han llevado a calcular su trayectoria actual. Ha descubierto que hace dos días que ha salido de la atmósfera y, ciertamente, sufre los primeros inconvenientes de la ingravidez.

140. Arqueología ondulatoria

Cada tarde, el anciano armado de su singular paraguas, rodea el minúsculo jardín de la residencia. Dos cables de colores se insertan en el armazón metálico para conectarse a una caja de baquelita donde brillan unos dígitos rojos. Está seguro que acabará por funcionar. Abstraído de quienes en vano pretenden disuadirle ha conectado con una clavija los auriculares que conservaba de su último viaje en autobús. Si le permitieron seguir la sexta parte de Terminator seguro que le sirven para su propósito.

La que parecía su última manía está más que justificada. No se enteró muy bien, pero leyó en el periódico cómo unos científicos habían captado ondas de otros tiempos que viajaban por el espacio. Eran de otra frecuencia pero él se negaba a admitir que no fueran de radio y desde entonces se afana por sintonizar las del transistor de su infancia, en el piso donde vivó, con sus padres, la abuela y todos sus hermanos.

A veces cree oír el partido de la tarde del domingo o a su padre mandando callar para poder escuchar el parte, o se queda dormido bajo el único árbol, arrullado por una música que solo él escucha.

139. Habilidades futbolísticas

Mi abuelo contaba a todo el que quisiera oírle que su hijo, mi padre, había sido muy bueno jugando al fútbol. Y que solo aquel trágico incidente le privó de haber fichado por un grande.

Aquel incidente, como él decía, a mí me dejó huérfano y a él le envolvió en sí mismo. Nunca más volvió a encender la radio para escuchar las retrasmisiones de los partidos de fútbol a las que antes era tan aficionado.

Yo fui creciendo con la obsesión de llegar a ser un buen futbolista y poder volver a ilusionar a mi abuelo. Me apunté a un equipo, entrené duro y, para mi desgracia, fui descubriendo que carecía de las habilidades que mi padre tuvo. Me costó asumirlo, pero me ayudó a descubrir mi verdadero camino.

El día de mi debut mi abuela encendió de nuevo aquella vieja radio que durante años había estado callada. Las palabras ‘balón’, ‘falta’ o ‘gol’ volvieron a revolotear por toda la habitación, y mi abuelo no tardó en darse cuenta de que aquella voz le era conocida.

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