Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

11. Estoy en la onda (Mel)

No sé cómo ha pasado, sé que suena increíble pero no hay otra explicación: me he debido tragar la radio de la mesilla de noche. Al ir a desayunar me he puesto a cantar, sin desentonar, ¡y en inglés! He pasado del susto inicial a la mayor de las alegrías: ya no haré más el ridículo en los estúpidos karaokes de las fiestas del trabajo. A la tercera canción me he preocupado, he llamado a la oficina y les he tarareado eso de «hoy no me puedo levantar».

Después he pasado media mañana descubriendo cómo funciona todo: tironcillo en la oreja izquierda baja el volumen, la derecha lo sube,  guiñar un ojo cambia de canal y estornudar pasa de AM a FM. Abrir y cerrar la boca es encender y apagar.

Soy el tío más puntual del mundo, estoy al tanto de todo lo que ocurre en la ciudad y nunca había sido tan popular: con los comerciales me pongo en modo deportes, con las secretarias sintonizo onda cotilleos y con los jefes las tertulias de opinión. Quizás deba expandirme, no sé, estoy empezando a salivar con la tele.

10. Como un talismán

 

 

Cuando solo la radio era la primera portadora de noticias…

Cuando todos estábamos expectantes para saber de ellas…

Cuando una voz conocida empezó a hablar…

… nuestros corazones dieron un vuelco ante las palabras:

«Españoles, la guerra ha terminado»

9. Planes para el fin de semana

Por fin es viernes. Mientras se afeita, escucha por la radio el mensaje de una desconocida como propuesta para el fin de semana: anima a los oyentes a que participen en una concentración de apoyo a los enfermos de esclerosis. Desde la primera palabra, sus dedos bajan la cuchilla y se detiene a escucharla: su voz es un susurro fluido e intenso que capta la atención con su cadencia rítmica; parece venir de muy lejos, pero podría atraparla con los dedos, una voz directa al corazón, sin sensiblerías, acaricia el aire y despierta sus sentidos; una involuntaria química se activa en su cerebro. “Si no tienes otra cosa mejor que hacer el sábado por la mañana, ven a pasear con nosotros para ayudar a estos enfermos”. Piensa que todos los que la escuchen desearán acompañarlos, como encantados por una flautista de Hamelín. Cautivado por su voz, desea conocer a esa mujer, de la que solo sabe su nombre, Cristina, lo dijo la locutora, y está seguro de encontrarla y dispuesto a enamorarla, porque él ya se ha enamorado de ella. Y termina de afeitarse despacio, con la certeza de que mañana será el día más importante de su vida.

08. UNA TARDE DE DOMINGO (Ángel Saiz Mora)

Los remordimientos le aguijoneaban. Difícilmente pudo contener la vergüenza cuando llamó a la puerta de la sacristía. Creyó apreciar un gesto de contrariedad en don Prudencio al comunicarle su intención de confesarse. Probablemente interrumpido en medio de alguna ocupación, él le pidió que aguardase en el confesonario. Con la boca pegada al enrejado de celosía la mujer describió la visita del técnico calefactor, cuan atractivo le pareció enfundado en aquel mono de trabajo, la tentación y ella tan sola, con su Antonio siempre de viaje en ese absorbente trabajo suyo.

Una vez expuesto el pecado esperó alguna recriminación, pero el religioso permanecía extrañamente callado, quizá la impresión fue demasiado fuerte, a fin de cuentas la conocía desde niña. Se vio obligada a golpear el panel de madera que les separaba hasta que el sacerdote reaccionó.

Tras una rápida absolución obtuvo tres avemarías como penitencia. Don Prudencio, que parecía algo ajeno, aparte de tener prisa, fue muy explícito al rogarle que rezase en casa. La arrepentida salió aliviada, no menos que el párroco, que con unos auriculares en los oídos conectados a un transistor regresó velozmente a la sacristía. Cómodamente sentado en su butaca, terminó de escuchar el partido.

06. La familia y uno más (Susana Revuelta)

―Papá, papaaá… ¿Falta mucho? ―repite aburrido Álex mientras golpea con un muñeco articulado la cabeza de su hermana, que no para de gimotear y quejarse a su madre. Pero esta no le hace el menor caso porque va parloteando de esto y aquello sin dejar de mover el dial de la radio hasta detenerlo en una emisora donde esa mañana, vaya por Dios, dedican el programa a repasar los éxitos musicales del cantante Joselito, El pequeño ruiseñor.

Al intentar aplastar una mosca, la mujer da un manotazo al mando del limpiaparabrisas que se pone a girar frenéticamente de un lado para otro embadurnando con cagadas de paloma y barro la luna delantera justo en el preciso momento en que están adelantando a dos ciclistas.

Veinte interminables minutos después, el GPS anuncia el final del trayecto. Con las piernas temblorosas y la camisa empapada en sudor, Ramón se apea del coche. El examinador abre una de las puertas traseras y se baja también.

—Enhorabuena, Ramón ―le felicita dándole unas palmaditas en la espalda―, ha aprobado usted el carné de conducir. Algunos días nadie consigue superar la prueba práctica. Por curiosidad, dígame, ¿tiene usted hijos?

 

05. Aquella noche…(El Moli)

—Señor abogado defensor, por más que alegue histeria colectiva, no ha lugar su argumento. El daño causado es irreparable, se considera un hecho gravísimo en contra de la sociedad, la ciudad de Nueva York se vio convulsionada a punto tal que se perdieron vidas y eso merece castigo.

—Pero debe comprender su señoría que el dramatismo de la obra fue malinterpretado…

—Señor, el acusado utilizó la radioemisora como un arma letal, las causa y efectos fueron devastadores, acaso ¿no puede entenderlo?

—Su señoría mi cliente es un artista y sepa usted que el futuro nos dará la razón.

—Lamentablemente estamos en 1938 y en Nueva Jersey  la justicia no tiene un antecedente para acusar de hecho a su defendido; pero si por mí fuera condenaría a los directivos de la CBS y a su defendido el señor Orson Wells a la máxima pena. Lo ocurrido este octubre 30 ha sido inaudito…

De hecho que sentará un precedente y no se perderá en los anales del tiempo…

04. Coma (Patricia Mejías)

Estaba atrapada entre el encaje de lianas y la encía azul del mar en el horizonte. Bajaba de las montañas a dar clases en la escuelita del pueblo y, en compañía de su esposo, a recoger el salario anual. Iban a comprar los insumos agrícolas para la finca y, a  la farmacia, por la insulina y la provisión de jeringas. Por eso él miraba con odio la nueva radio.

─Tu padre bien pudo enviar dinero como regalo navideño.

Abstraída,  sintonizaba el contoneo de su cuerpo con la antena en la búsqueda del Concierto de Año Nuevo. Hasta que un manotazo hizo caer la radio entre el carraspeo de los transistores rotos.

─Perdón, no volverá a suceder.

─ ¡Te juro que así será!

Y, sin embargo, por su culpa, al siguiente año, tuvo que servir café y biscocho a las visitas en lugar de escuchar el concierto. Entre un nudo de abrazos la acercaron para el beso final. Le habló a la punzada junto al oído:

─Se suponía que te ibas a estar quieto y callado por dos días. Luego podías morirte si era tu gusto, Azuquitar. ¡Pero vas a cumplir! ─Y el féretro salió al compás de la Marcha Radetzky.

03. LOS AÑOS DIFÍCILES (Paloma Casado)

Al bajar las escaleras de Radio Nacional, Aurora descubrió una carrera en la  media de su único par decente. Fuera la esperaba el aire de febrero para acompañarla a casa.

Encontró a su madre cosiendo, como siempre.

– Hija, vienes helada. Ven, arrímate al brasero que ahora te caliento café. Qué bien habéis estado hoy, aunque tú casi no has actuado. Hay que ver cuánto sufre el pobre Armando.

–Mamá, es solo una novela. En realidad…

–No me cuentes nada, ya sé que todo es mentira pero, ¿qué distracción le queda a una mujer como yo que no sean las historias que dan en la radio?

Aurora calló que “Armando” se había librado de la cárcel por ser de la “cáscara amarga” gracias a sus contactos, que “el duque” era un sobón, que…

–Mamá, esas historias no le llegan ni a la suela de los zapatos a la nuestra.

–Tienes razón, hija. Los horrores de la guerra y luego tu padre…a saber en dónde estará enterrado el pobrecillo, un maestro que nunca hizo mal a nadie. Es un dolor que llevo aquí dentro…

–Anda no llores, vamos a tomar ese café. ¿Quieres que le añadamos unas gotas de coñac?

 

 

02. Despedida (Juan Antonio Vázquez)

La tez morena y la dureza de sus manos delatan que fue hombre de campo: lo sé bien; allí pasamos incontables mañanas junto a su inseparable transistor, él dando rastrillo, yo arrinconándolo con mil preguntas que no le dejaban escuchar el radioteatro: «…la noche se lo tragó mientras el Montecristo le recortaba brazas para darles caza. Seis toneladas de hierro y plomo les pisaban la derrota desde Tórtola, y a merced de lo que divisaban de proa, mañana yacerían bajo las aguas…». Ese día, recuerdo, quise saber qué era la muerte: un lobo de mar insaciable –dijo mi padre apagando el receptor–, un pertinaz cazador que siempre encuentra tu barco y toma tu alma por tesoro. Lo escuché maldecir por años desconocer el final de aquella historia. Hoy, a su lado en el hospital, no se me ocurre mejor adiós que susurrarle al acariciar su pelo ralo: «…pero el capitán les arenga a abandonar sus puestos: a reír y a cantar. A burlarse del destino; a presumir del salitre y ahuyentar su temor. Al amanecer, el navío perseguidor no da crédito. Perdido el rastro de su miedo nunca darán con ellos». Y sonríe. Y cantamos los dos.

01. ÚLTIMOS DESEOS (JAMS)

Mi hermana está en su cuarto follando con el hijo del vecino. Han entrado en casa muy solemnes, han hablado con mi padre y ahora bufan como potrancos. Mi padre ha trasladado al salón todas las existencias de alcohol de la casa. Tiene una cacerola repleta de hielos, se ha puesto los auriculares y ha encendido el DVD para ver la última temporada de su serie favorita. La acción está ambientada en la Guerra de Iraq pero él se descojona de la risa.
Mi madre no ha regresado; todos nos imaginamos dónde está. Que lo disfrute.
El abuelo no para de llorar. Estamos los dos en la cocina. Han dejado de funcionar las líneas telefónicas, y apenas logramos sintonizar la única emisora de radio que nos mantiene informados. En las últimas horas la temperatura ha ascendido 10 grados en todo el país, y acaban de confirmar que las Islas Británicas ya han desaparecido. El calor se hace insoportable.
He pensado en grabar una despedida con el movil, o romper el cristal de la tienda de enfrente y darme un atracón de helado. Querría hacer algo interesante, o distinto, o emocionante, pero no logro superar el jadeo hipnótico y lascivo de mi hermana.

100. Manipulando el asunto (microrrelato erótico), por Luz Leira

Ahora, en este preciso instante, lo tengo desnudo frente a mis ojos. Siempre me impresiona la presentación y me siento tan insegura como la primera vez. Pero me reconozco una viciosa del género: tan limpio, tan pulido. No muy grande, es verdad, pero de extraordinaria potencia. Vigoroso. Épico. Ascendiendo en palpitante tensión hasta descubrir al final su sorpresa redonda y brillante…

Me entretengo en repasarlo con mis labios varias veces, despacito, deleitándome en su tono firme. Con la práctica, mi lengua se ha vuelto precisa y sin necesitar más prefacio me voy directa al tema. Lo estoy clavando, sin digresiones: más de la mitad ya es mía. Su introducción me produce un íntimo placer que procuro dominar. Conozco los recursos. Como avezada valkiria, bribona en el montaje, apuro y aminoro la acción a mi antojo, administrando sabiamente las pausas. Pero no puedo dilatarme más. Se acerca el clímax. Debo acelerar el ritmo. Más rápido, más rápido, más… Mmmmmmm… Sí… Así…Qué gusto… ¡Ya! ¡Ya! ¡Por fin he acabado este micro!

99. Escalofríos fantásticos Calamanda Nevado

Soy informática solitaria. Ni compañeros, ni conversaciones casuales sobre penaltis o precios decisivos rebajados. Viajo solo en avión. Me evado de la rutina viendo cine erótico de terror en el portátil. Sin ser adicta, cuando quiera lo dejo, gozo desde mi sillón de los culos más despampanantes.
El otro día disfrutaba relajada y a gusto una de estas historias amorosas, y de pronto se chafó el final; no esperaba romanticismos pero me gusta ver como acaban. Unos virus se colaron por el escote de una rubia, la bragueta a un tío que andaba por allí, y la enorme garganta del Macho Alfa.
Tomando forma de monstruos eróticos, rojos, y parpadeantes, no solo tapaban las imágenes calientes, pasearon de un lado a otro la pantalla haciendo gestos obscenos.
Accedí rápidamente al programa principal. Actualicé antivirus, no habían caducado, probé accesos a defensas más potentes, y en un pis pas, a través de contraseñas, reinstalé y formatee el disco duro recuperando la peli,  unos minutos. Porque ladró mi perro como él sabe, jugó y enredó los cables del ordenador, montó al monitor con pasión, desenchufó el equipo con la boca, se tragó mi cena de Navidad, y se metió en mi cama.

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