Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

59. XXX (María Jesús Briones)

Los seres han escapado del laboratorio. Se amparan en las tinieblas de la noche. El cráneo no les cubre el cerebro, despiden ondas magnéticas letales.
Están diseñados para hacerse invisibles. Pueden atravesar cualquier muro, muralla o frontera. Sus cuerpos son explosivos alimentados por uranio en cantidades masivas. Se dirigen a no se sabe qué objetivo terrenal.

Se disparan las alertas. Las autoridades sacan sus arsenales y los científicos las ecuaciones. No hay control, silencio ensordecedor.

El mundo se derrumba. Caen puentes, edificios, tanques y las bolsas. Sin bolsas no hay depósitos y sin depósitos todo se pudre.

Niños petrificados en las puertas de los colegios, parecen cariátides en sustento de la cultura. Los campos secos recuerdan con sus cadáveres, a quienes alguna vez tuvieron ¿vida?. Y ellos, criaturas ausentes y presentes, dominando el Universo.

El viejo profesor, después de haber gastado hasta el último aliento en programación informática, consigue el antídoto, tan antiguo como la música, como las fieras. Con su voz de efecto «narcotizante», entona a su ídolo de juventud, adormeciendo a los monstruos a su manera.

58. YO LO ESCRIBO A MI MANERA (Margarita del Brezo)

Mi marido es un hombre paciente, bajito y muy ordenado. Le gusta salir a pescar en su viejo bote, cantar en la ducha y los bocadillos de chorizo. Pero de lo que más orgulloso se siente es de su colección de palabras. Las tiene de todos los colores, tamaños, matices y entonaciones que puedas imaginar. Le encanta hacer frases con ellas y, a veces, hasta construye pequeñas historias.
A mí no me importa esa afición suya, es más, me resulta divertida, eso sí, siempre que las palabras estén bien limpitas, que a mí la casa me gusta tenerla como una patena. Cuando él no está, entro en el cuarto y les quito el polvo. A pesar de tener mucho cuidado, a veces se me cae alguna letra que vuelvo a colocar rápidamente en su sitio. Sin embargo, ayer se me enganchó el plumero en una F que sobresalía demasiado y un párrafo entero se desparramó a mis pies. Con los nervios y las prisas coloqué todo como pude confiando en que no se daría cuenta, pero supe que algo había salido mal cuando me preguntó: “Mari, ¿tú no sabrás qué significa “Mi Frak Sin tara, ¡guay!”, verdad?”.

57. MÚSICA A LA CARTA (José Ángel Gozalo)

Frank está pletórico. Lágrimas de emoción surcan su cara al despedirse con una exagerada reverencia de su entregado público. Nadie se percata de que para no caerse, tiene que ayudarse del pie del micrófono.

La actuación ha puesto el broche de oro a toda una vida dedicada a la canción.

Ha sido un largo camino salpicado de amarguras, pero se siente afortunado si mira atrás,  pues tal como dice la canción que acaba de entonar, ha vivido a su manera.

De camino al camerino, con el eco lejano de los aplausos todavía en sus oídos,  siente unos brazos que le aferran por detrás mientras una gasa de olor penetrante se estampa contra su cara impidiéndole respirar.

Un sueño irresistible le embarga entonces  y ya no ve nada más.

Al abrir los ojos de nuevo  todo esta borroso, pero distingue gente moviéndose a su alrededor. Según se va aclarando su visión, descubre que se halla desnudo sobre una mesa de quirófano rodeado de  médicos y enfermeras con herramientas.

Alguien le levanta los parpados deslumbrándole con una luz intensa.

— ¿Madonna  puede oírme, en qué año estamos? —le pregunta una voz.

Desconcertado, Frank se palpa unos pechos que no deberían estar allí.

56. UNA MANERA POCO ORTODOXA

Desde que se conocieron, diez años atrás, ni un día estuvieron separados. Él era el vigilante de seguridad de la entidad bancaria donde ella trabajaba como cajera. El paso del tiempo no había mermado su amor, al contrario. Pero su felicidad se veía ensombrecida por la falta de un hijo.
Se sometieron a diversas pruebas médicas de las que se derivó que el problema era debido a la escasez de espermatozoides y por ello recomendaban la reproducción asistida.
Los tres intentos fueron un fracaso. Ya estaban perdiendo la ilusión cuando les hablaron de la clínica “La Última Esperanza”. El médico los recibió diciendo: “A mi manera los fallos se reducen a la mitad”.
En menos de un año daba a luz a un hermoso bebé. Llamaba la atención un lunar en su mejilla izquierda. Ambos se miraron…. Tampoco lo hallaron en nadie de la familia.
Ya lo habían olvidado cuando al mes volvieron a consulta. Se sorprendieron al ver en la sala a otro bebé con idéntico lunar.
¡Qué casualidad!, exclamaron ambos padres.
Sin embargo, su sorpresa fue mayor al ser recibidos por el doctor. Cuatro ojos, como dardos envenenados, se clavaron en su mejilla izquierda.

55. LLUVIA DE VINILO A SU MANERA (Mª Belén Mateos)

 

Tiempo nublado, variado, despejado y desesperante… Nos sentamos en silencio ante aquella noticia sin sentido y pasamos de volver a poner ese canal intempestivo. A los cinco minutos sonó el timbre, mi mujer, siempre dispuesta, abrió de manera cariñosa la puerta. El paquete llegó en perfecto estado, la última versión de “A mi manera”; un clásico en nuestras vidas. Con franqueza confesaré que era nuestro modo de vivirla. Modo on y modo off, dependiendo del estado en el que nos encontráramos sin tener en cuenta el cielo, la temperatura o el sentir de nuestros cuerpos.

El vinilo marchaba a todo trapo y los golpecitos en los muslos eran toda una explosión que daba rienda suelta al baile y al desenfreno desmedido entre notas seductoras, magia y pastillas para la tensión. Amplificamos el sonido para situar su voz por encima de la orquesta, y las emociones se hicieron música y los sentimientos rebosaron en imitar un estilo Bing Crosby que desbarraba nuestra acrecentada artrosis.

La pieza insistía en tararear su versión más pura y nosotros en bailarla hasta llegar a un estado destructivo, placentero y extenuante. Así de esa manera… tan nuestra, tan utópica y tan melódica.

La lluvia paciente persistía.

54. Caelum

Y allí estaban los dos. Uno frente al otro, sentados en aquella mesa envuelta en silencio. Cada uno en su nube, distantes, con la mirada esquiva y el corazón a mil.

Incómoda, ella mira hacia atrás y me busca. Está nerviosa. En su mente da vueltas el discurso ensayado horas antes. No encuentra el valor.

– ¿Amigos?

Él levanta la vista

– Sí.

Nada más. Sin reproches ni reclamos. Sin arrepentimientos ni perdones.

Ante una taza de chocolate caliente las palabras fluyen una tras otra. Se miran, se ven, se encuentran. Vuelven a ser los de antes.

De nuevo, ella se gira y me busca. Esta vez sus ojos infantiles sonríen diciendo: «Tranquila, ya lo arreglé…a mi manera».

53. Amanecía

Amanecía. El frío hurgaba en la ventana hilvanando estelas de escarcha mientras ella se agitaba bajo la pesada manta. Después de ponerse la bata, dobló su Esperanza con esmero, a su manera, y la encadenó bajo la almohada.

En la mesilla, la vela que alumbraba su foto, hacía horas que estaba consumida. Abrió el cajón para reponerla, pero no se acordó que allí se escondían la Pena y la Oscuridad, y sus ojos se cubrieron de negras lágrimas inconsolables. Para combatir el opresivo silencio que se escapó del armario, encendió la radio: La Voz iluminó su rostro por un instante, el mismo que tardó en olvidarla.

Recordó que había perdido la memoria. Comenzó a buscarla por toda la casa pero sólo halló un fantasma que le hizo compañía. Tenía hambre, pero no encontró la cocina. Sollozó con un llanto profundo y sobrecogedor. Una congoja tan extenuante le invadió que se fue a la cama apretando en su fibrosa mano el mechero y la llave que colgaban de su cuello.

Amanecía. Un calor sofocante invadía el cuarto mientras ella se agitaba sobre la ligera sábana…

En la mesita, la vela que iluminaba su foto, hacía horas que se había consumido…

52. El polaco y la frutera (Arantza Portabales Santomé)

Leo Brzeziński está enamorado de Luisa, la frutera. Y ella de Leo, desde que el año pasado él la llevó a cenar a un italiano de Malasaña. Ella aceptó porque le hacía gracia ese polaco callado que siempre caminaba con la vista fija en el suelo, dando saltos ridículos. Y porque él le dijo un día que odiaba los guisantes y ella también los odiaba.
En la cena, Leo le contó que sus abuelos habían muerto en un campo de concentración. Que sufría un trastorno compulsivo. Que estaba obsesionado con los números impares (esto se lo dijo tras besarla siete veces seguidas). Que no pisaba líneas continuas. Que nunca había tenido novia. Y que no conjugaba bien verbos irregulares. Pero esto era por lo de ser polaco, no por lo del TOC.
Después del quinto de los siete besos que le dio, ella supo que lo amaría para siempre. Te amaré a mi manera, le prometió él. Pero no pudo. Ha dejado de llamarla. Dice que por su culpa, su corazón late de forma desordenada, con latidos pares que le provocan una ansiedad infinita.
Lo que el muy idiota no sabe es que eso tampoco es por lo del TOC.

51. LA CREACIÓN, A MI MANERA (BELÉN SÁENZ)

Por más que los mirase no hallaba imagen ni semejanza. Los hombrecillos de galleta me salían requemados, se les rompía alguna piernecita, acababan con la sonrisa de azúcar glas desdibujada. Más que harta, hice una bola prieta con la receta y la encesté en la basura. Y vi que era bueno.

Probé a hornear cerditos, vaquitas, ovejitas, con pasta de almendra. No había modo de distinguir aquellos mazacotes que dejarían perplejo al mismísimo Darwin. Y al día siguiente sucedió otro tanto con los seres marinos, que modelé con masa brisa, y los animales voladores, aunque había batido las claras a punto de nieve para dar ligereza al bizcocho de ángel.

Apagué el horno, saqué la labor y me puse a tejer claveles de lino blanco, a sembrar rosetones de ganchillo en los estantes. Logré hallar sosiego hasta que empezó el aguacero. Pasó una tarde, pasó una mañana, y las aguas mezcladas con barro se colaron por debajo del umbral. Nada que una fregona empuñada con mano firme no pudiera solucionar. Ni siquiera el apagón logró sumir mi cocina en el caos y las tinieblas; no tuve más que decir: hágase la luz, y encender las velas.

El séptimo día, descansé.

50. ESA VOZ

—Encendiendo motores…

—Motores encendidos.

Aquella voz metálica aceleraba el pulso de los tripulantes de la nave, que se veían ya cumpliendo un sueño.

—Diez, nueve, ocho…

—…

El resto de la cuenta atrás ya ni se escuchó, y solo sintieron la aceleración del despegue, las vibraciones al soltar los propulsores y el cambio de la luz en el compartimento. En un suspiro ya estaban en posición frente a su objetivo, pero al fondo siempre estaba ese brillo tan tentador.

—Apertura de escotillas…

—Escotillas abiertas.

Ya estaban solos jugando entre las estrellas, como se habían prometido mucho tiempo atrás.

Quién sabe cómo, si queriendo o no, los dos astronautas perdían contacto con la nave, de la que se alejaban rumbo a la nada, pero agarrándose muy fuertemente, como si bailaran…

—Fly me to the Moon, let me play among the stars… In other words…

—Base a módulo, base a módulo. Respondan.

49. En familia (Blanca Oteiza)

Siempre he ido contra corriente, como el salmón. No me importa mojarme. En la sala de espera los minutos parecen horas. No me gusta seguir rebaños, más bien me considero la oveja negra. He viajado por todos y cada uno de los caminos. Los de asfalto y los de barro. He trabajado duro, aunque también he disfrutado de buenos momentos. Se abre la puerta, una enfermera asoma y me sonríe desapareciendo por el pasillo. Yo quiero palabras, no muecas que no me dicen nada. Quizás a veces no me haya entendido, ni haya estado de acuerdo en mi forma de actuar, pero siempre he ido con la cabeza alta y la mirada al frente. Las lágrimas quieren brotar de mis ojos, me avergüenza admitirlo. A la mente me viene el My way de Sinatra y mis labios comienzan a tararearla. El médico sale del quirófano y me pongo en pie. Las piernas me tiemblan y la garganta seca no me deja articular palabra. Ambos están bien y fuera de peligro. Es lo que quería escuchar después del accidente de ella y el bebe que lleva en su vientre. Voy a decirle que la quiero, que los quiero a los dos.

48. LIBRE

Después de tanto viaje, de un lado para otro, vivir el día a día contemplando el presente, triturando el pasado y venerando el tiempo que queda para seguir soñando.

Después de alcanzar metas, en gran parte no previstas, de romper tus propios records, que en sueños ya habías vivido.

Después de todo soy yo, el que ha trazado una trayectoria plagada de realidades. Cuando me la han querido imponer, he querido romper siempre las barreras y proseguir, con la cabeza bien alta, el viaje con nuevos retos y repleto de sueños.

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