Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

42. Rata

Suena una canción. Provoca recuerdos, lágrimas amargas y anhelos de un tiempo que ya no puede ser.

(Dispara a matar)

Los que quieren sobrevivir, se esconden y corren envueltos en sus propios cuerpos en busca de un lugar seguro.

(La bala solitaria impacta en un cuerpo)

“La Voz” o así recuerda que lo llamaban, sigue cantando, sin saber que conforma la banda sonora de un paisaje que, tal vez,  jamás habría imaginado.

(El cuerpo se desploma contra el suelo)

El humo del rifle se mezcla con la carcajada del francotirador a la espera de volver a repetir el movimiento de apretar el gatillo y acercarse al poder de la Parca.

(No hay gritos. No hay carreras. Sólo resta el cuerpo inerte en el ausente asfalto)

Mantiene imágenes del cantante en diferentes documentales y películas. Las afirmaciones de una vida errante y dedicada a la fama y el alcohol. Una vida a su manera. Bebe un trago de algo que le remueve las entrañas.

(La sangre recorre la calle. Unos ojos escondidos y cansados observan)

Vuelve a apretar el play. Vuelve a sonar la misma canción. Llora  y recuerda a sus muertos y sonríe por los que vendrán.

(Dispara a matar)

41. Cuando la escasez aprieta

Sara no tenía despertador mecánico ni humano, así que, aunque fuera demasiado temprano, cuando el gallo cantaba se sentaba perezosa en el borde de la cama mientras el viejo y raído camisón de su madre fregaba el suelo.

A veces, yendo hacia la cocina para rebuscar cualquier cosa medianamente comestible para no llegar desmayada a la escuela, se cruzaba con su padre en calzoncillos, bostezando y rascándose impúdicamente las ingles en dirección al baño haciéndola invisible.

Salía de casa con tiempo suficiente para su ritual diario, llegarse hasta el montículo sobre las vías para esperar el paso del tren que siempre transportaba a los mismos pasajeros tristones y abotargados. Hasta que la veían.

Se agolpaban en las ventanillas para observar como les bailaba, bamboleando en exceso su única falda, mientras lanzaba las manos al viento desde sus frescos labios.

Pero una mañana, aquella mañana, no se mostró ante ellos sino que se agazapó ansiosa tras unos matorrales para ver en sus rostros como, de una maldita y puñetera vez, se la echaba de menos.

40. Una vida para la eternidad (Esther Cuesta)

 

Pasos quedos transitan bajo los arcos del claustro. La puerta se abre a la estancia donde apenas la luz de una vela se imagina, en la mesa donde un hombre, enjuto y encorvado, escribe.

—Habéis visita, vuesa merced—

Y haciéndose a un lado, permite el paso al pueblerino, de aspecto bonachón, y rechoncho.

—Ah, sois vos. Aquí me encontráis, privado de libertad, y al decir de muchos, de cordura. Es grato ver que aun os acordáis de este viejo compañero con el que poder rememorar nuestras andanzas. ¡No se olvidarán tan fácil, no, de nuestro batallar por los campos de esta nuestra Mancha, ni de mi porte al caballo, con mi lanza y mi escudo al servicio de los débiles! Ah, cuántas embestidas contra los villanos, que no por fuertes ni numerosos nos achantaron, mi buen escudero. ¡Y qué decir de mi amor tan caballeresco por dama tan honrada y hermosa!

No impedirán que narre nuestras aventuras. ¡Vive Dios que se conocerán durante siglos y de seguro, las emularán!

Para evitar que quemen el libro, lo firmaré como Miguel de Cervantes—susurra, antes de encorvar la espalda de nuevo.

39. Cuarteto de crooners para un avaro

I.

La canción favorita de Eben Scroogini siempre había sido “My Way”. Desde su despacho de Manhattan, dirigía con mano férrea un equipo de publicistas acostumbrados a que las cosas podían hacerse de varias maneras, siempre que al final se hiciesen “a lo Scroogini”. Aquellos primeros copos de nieve advirtieron a Eben de la proximidad de la Navidad, lo que significaba gratificar a unos holgazanes por idear paparruchas faltas de garra. Según revisaba los eslóganes para sus clientes, sintió un sopor casi sobrenatural. Apenas habían transcurrido unos segundos cuando oyó que llamaban a la puerta. No era Shirley, su secretaria, quien asomó su rostro soñoliento, sino un personaje con sombrero ladeado, cigarrillo en la comisura de los labios y ojos azules. La puerta volvió a abrirse para acoger a otro visitante, Martini en mano y pelo engominado. Entonces se oyó una carcajada y apareció el semblante risueño de Sammy Davis. Mientras le canturreaban para unirse a la fiesta, sonó el teléfono rojo.

-Soy Bing Crosby. No hagas caso de lo que te digan esos tres cínicos. ¡Feliz y blanca Navidad, Scroogini!

II.

Cuando despertó, un reno de Las Vegas tarareaba New York, New York en el Madison Square Garden.

38. ANDANDO HACIA LA LUZ (MARÍA ORDÓÑEZ)

Mi camino siempre tortuoso no fue trazado a mi manera.

Las piedras que lo invaden son inmensas y sus afilados cortes parecen imposibles de limar y de sortear.

Pero lo he hecho.

Lo hago diariamente.

Una fuerza interna me impele a seguir.

Seguir derechita, casi sin doblarme, aunque por dentro mis huesos se quiebren y el aliento no alcance.

He tratado de vislumbrar el final, pero no debo distraerme.

Mis pasos han de ser precisos y no más hacia adelante.

Es mucho y muy valioso el tesoro que llevo en mis hombros:

Cuatro alhajas nacidas de mis entrañas y que poco a poco, tú y yo hicimos crecer.

Ya creen que andan solas, pues rebasan mi estatura.

Pero aún penden de mí.

Aunque no lo puedan ver.

Un hilo fino, de amor y sangre, trenzado en la lucha diaria, compactado con  lágrimas de dolor y alegría, nos une.

Y nos unirá por siempre.

Así que no debo flaquear.

No tengo tregua.

Saberlo me hace feliz, me da fuerza, agudiza mi vista y alienta mi coraje, alivia mi alma adormeciendo el dolor eterno de mis heridas.

Velando tú mis pasos, mi amor,

Algún día llegaré…

37. Una filosofía de vida. (Asunción Buendía)

Esta vecina mía es increíble. No sabe lo mucho que tengo que agradecerle las tardes que compartimos, lo disfraza de manera que parece que es ella la que me necesita, pero las dos sabemos que sin su manera de ser, yo estaría hundida aún, en la noche sin fin de la partida de mi marido.

Me hace sentir como una niña, o como la adolescente a punto de cumplir los 18, con toda la juventud e ilusión por delante. Con la certeza de que lo mejor está por llegar.

Esta mañana me he cruzado con ella en la escalera y entre resoplido y resoplido, le he hecho notar lo bien que la encontraba. Ella con sus palabras siempre acertadas me ha resumido su filosofía de vida.

– Mira niña, cada día para mí es ya un día regalado. Pero es verdad que hoy estoy muy bien. ¿Y sabes por qué? Porque no dejan de pasarme cosas buenas.

– ¿Si? Qué suerte tiene usted.

– La misma que tú, tienes que admitir que has mejorado mucho, estás más tranquila. La vida a ti, como a mí, nos está sonriendo. Y el cuerpo como el corazón, se alimenta de las cosas buenas que nos ocurren.

36. EL HOMBRE DE LOS BOTES (Jesús Redondo Lavín)

En el patio de tierra prensada en el que aprendí mis primeros juegos, maduraba un cerezo. Pobre árbol, lo plagábamos  de heridas con clavos sobre su corteza tersa. Él sangraba su savia gomosa con la que amasábamos bolitas ambarinas. De alguna manera se vengaba  ya que crecía tras un pedrusco de granito, culpable de rozaduras en mis rodillas y de la brecha de mi ceja izquierda.

La entrada al patio estaba franqueada por las  ramas de una inmensa mimosa que formaban un arco de sombra sobre las jambas, en las que eran evidentes huellas de goznes que alguna vez sostuvieron una verja.

Por allí entró, un día, un hombre extraño. Suspendimos nuestros juegos. Iba forrado de botes de conservas vacíos cosidos a sus ropas. Cada paso que daba sonaba la cacharrería, como los leprosos medievales condenados a hacer sonar campanillas a su paso.

Se sentó bajo el cerezo, sobre el pedrusco. Pidió agua y pan. Nuestras madres bajaron presurosas. Nos contaron que era un pobre loco de aquellos que perdieron la razón y la familia por los bombardeos y los gritos militares de la guerra,  que escondidos en las cuevas de los montes decidieron asumir los golpes  a su manera.

35. ¿SABES? AYER COMPRÉ MI PRIMERA NAVAJA (MODES LOBATO MARCOS)

«¡Rediós! »

Aún recuerdo tu dentadura postiza mordiendo exabruptos, cada vez que mamá te sugería abandonar ciertas costumbres.
Cabreado, entrabas en el baño y, aunque tus dedos parecían tocar un arpa invisible, insistías en afeitar con navaja los meandros de tu rostro para después refrescarlo con loción de lavanda.
Más tarde, ya vestido de domingo, tomabas mi mano y siguiendo un ritual sacrosanto salíamos a la calle.
Flor, la kiosquera, nos esperaba con cinco sobres de cromos. «Cuatro son pocos. Seis, demasiados «, decías al entregármelos.
Y, sin sentir el aleteo del tiempo, casi completamos el álbum.
Solo nos faltaba el cromo del futbolista estrella.

Una noche, desde tu cama, me dijiste: «Obedece a tu madre, pero sé tú mismo «.
Y te dormiste para siempre.
Semanas después fui al cementerio y puse el álbum sobre tu lápida. Entonces, una ráfaga de viento lo hizo bailar hasta abrirlo por la página de aquel cromo tan deseado.
En su lugar, yo había pegado la foto de mi auténtica estrella.
Tu foto, abuelo.

Hoy, diez años después, afeito por vez primera mi bozo.
Mientras lo hago, solo puedo reír y llorar al sentir en mis fosas nasales un dulce olor a lavanda.

34. SIEMPRE EXISTE UNA MANERA

El abuelo Fidel escuchaba muy atento cuando le contaba mis problemas con los amigos o cuando me ponía a llorar porque había sacado una mala nota. El tenía la gracia de solventar mis dudas de adolescente con una frase enérgica y con su voz que lo llenaba todo me decía muy serio:
-Tendrás que hacerlo a tu manera.
Después cuando me hice adulto y le hablaba de mis problemas de pareja, de las dudas sobre el matrimonio, de la idea de tener o no descendencia, me miraba muy fijamente y cada vez tardaba un poco más en contestar pero acababa diciendo entre toses:
-Hijo, tendrás que hacerlo a tu manera.
Rondando los noventa y tres, estaba el abuelo intentando entrar en la otra dimensión sin saber muy bien por qué puerta debía entrar. Recuerdo que me agarró de la mano y me obligó a acercar la oreja a su boca y me susurró con una sonrisa:
-No te preocupes hijo, tendré que morirme a mi manera. Aún no sé cual es, pero daré con ella.

33. Y LO HIZO A SU MANERA

Entré en el despacho donde estaba Él, de espaldas, ante dos grandes pantallas. Me invitó a sentarme a su lado mientras “resolvía una situación”.

En una pantalla se observaba a un soldado que portando una bandera,  ascendía la ladera de un monte. Con cara compungida, rezaba y pedía a Dios, que pudiera clavar la bandera en lo alto del monte y poder salir vivo de su misión.

En la segunda pantalla, otro soldado del ejército contrario, portaba su bandera y ascendiendo penosamente por la ladera opuesta, rogaba a Dios, que le permitiera izar  bandera en la cima y salir ileso de aquella misión.

Ambos soldados se encontraron  frente a frente, apuntándose con sus fusiles, las banderas en el suelo y los latidos de corazón casi eran audibles.

“Quiso el azar” que el soldado se fijara en el fular con imagen de los Beatles que su enemigo llevaba asido al cuello y emocionado le confesó que también era fiel admirador de Beatles.

Armas en el suelo, dos banderas izadas y atadas por un fular de Beatles; dos hombres abrazados cantando “All you need is love” y una vez más, Él, Dios había ganado la batalla… y lo hizo a su manera.

 

IsidroMoreno

 

32. El hombre de la plata

Todo debía ser a mi manera. Incluso exigí un traje entero para ir a reclamar mi herencia a la capital. De camino al aeropuerto, la presencia enfermiza de mi mujer y los siete chiquillos no cesaba de recordarme la vida de pobreza y deudas a la que debía retornar si no lograba enfrentarme a esa hermana que años atrás me expulsó con intrigas de la casa paterna. Pero aquella insignificante criatura, sentada en el despacho del abogado, solo me producía un gozoso desprecio. «Está mal. Peor ahora que los viejitos te dejaron la hacienda», me confesó el abogado; y, a la vez, se regocijó por mi éxito: ¡Te ves bien, hombre de los dólares!». Quise recordarle a mi hermana la promesa de regresar siendo un gran señor; pero consumé mi venganza de golpe: ─Déjele todo a esta muerta de hambre. De por si es un poquitillo y yo tengo de sobra.
Supe de mi error cuando, a la salida del bufete, ni siquiera me dio las gracias y se colgó del brazo de un hombre. De la desazón pasé al alivio al tantearme los bolsillos del pantalón. Todavía tenía dinero para tomarme un cappuccino como un hombre de plata.

31. PEPITO GRILLO  (Virtudes Torres)

 

Jamás se separa de mí ni un instante. Siempre está alerta esperando que yo tome una decisión para, en un instante y duramente, hacerme cambiar de idea.

Constantemente me come la cabeza con frases como “pero quién te crees que eres”, “lo tuyo es oír, ver y callar”, “tu no mereces hacer ese viaje”, “¿comprarte ropa? puedes pasar con lo que tienes”…

Después desaparece dejándome hecha un mar de lágrimas. A veces escucho sus risas y sus comentarios sarcásticos: “¡qué mierda es! siempre va a hacer las cosas a mi manera, no tiene personalidad, me da un asco…”

Sentí vocación religiosa a lo que argumentó: ”menudo disgusto le vas a dar a tus padres”…  “cásate”. Y me casé… con el hombre equivocado. En mil ocasiones quise abandonarlo.  No lo permitió, su voz repetía sin cesar “aguanta, aguanta”, “¿dónde vas a ir?”, “tienes lo que te mereces”

Hoy vamos en el coche a tomar el aire. Es lo que le he hecho creer. Cuando esté cerca del acantilado pisaré a fondo el acelerador. No habrá tiempo para cambiar de idea. Será lo último que haga, pero lo haré a mi manera.

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