Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

44. El oráculo Calamanda Nevado

De nuevo en aquellas arenas paradisiacas. Esta vez, la fiesta nocturna me había confundido y extraviado en  una desconocida y solitaria isla. Sobre mí planeaban nubes y  gaviotas,  y las olas tarareaban canciones  de amor y  placer. Aquella  atmosfera me hacía  feliz.
Cuanto más aterciopelaba su voz la  espuma del mar,  más excitaba mis emociones,  mi boca, y mis labios entreabiertos.  Comencé  a  soñar con la suave humedad de los besos; y, mágicamente, surgieron del  aire sensuales y voluptuosas muchachas de formas provocadoras;  sus largos cabellos recorrían mi piel con deleite. Sus dedos acariciaban   mi pelo, mi cintura, y  consolaban todos mis sentidos sin reserva.
Ante la sinuosa musicalidad  de sus cadencias;  disfruté de furiosas erecciones.
Envuelto en ese delirio solo pretendía respirar y poseerlas. Ellas, sentadas o echadas sobre mí,   me dedicaban   ingeniosos  guiños  y picaros juegos;  aumentando más y más mi éxtasis.
Elegí continuar en aquel paraíso; no quería abandonar el arrebato de  sentirse  poseído, y  cedí a su desenfreno. No costaba dejarse amar.  Ellas alimentaban  su pasión con  sus ardores y los míos.
Era dueño de todas cuando el sicoanalista dijo ¡Descansa!  Y el timbre del reloj de la consulta dio por  finalizada  mi hora de relajación.

43. N e s o m a n c i a .

Juan Uvas regresó a casa a medianoche. Compuso su baño. Holgaba cubierto de espuma, cuando algo tiró de Él. Ensogado por el tobillo, antes de morir pasando la quilla de un galeón, fue halado por la borda. En cubierta los bucaneros miraban incrédulos. Súbitamente, estaba boqueando de regreso en su bañera.

Otra inmersión y permanecía sobre la plancha por amura de estribor. Detrás, el capitán empuñando un sable. Aunque abundaban tiburones, saltó, emergiendo indemne en su jacuzzi. Sin embargo, al presentir el arrastre postrero, Juan Uvas decidió bucear combativo.

En lontananza, el maldito buque. Unas olas le arrojaron a calas de ensueño. Como un espejismo, le esperaba una mujer también desnuda, tan hermosa, que si se lo pidiera, repetiría las sanciones piratas. Le quitó la maroma y marcharon enyumbinados tierra adentro.

«Los Abordajes» entrambos  -orquestados por su dinguilindón rampante, formidable como el ancla del galeón en el fondeadero de su cuerpo de diosa abisal-  pródigos en arrimadillas y melosísimos suspiros, culminaron con una deliciosa petite mort , mas, son otra historia; lo cierto es que Las Oceánidas de Ísola habían hecho su triple prueba cincuentenaria, ritual y a muchísima distancia, por elegir otro hombre para una de sus nereidas.

42. El refugio (Asun Buendía)

— Bienvenida, esta es tu casa.

Las mujeres se hicieron a un lado y a otro, dejando un pasillo por el que Helena avanzaba tímidamente.

Todas ellas se reconocieron en esos pasos cortos, en su cabeza baja y en su mirada vacía.

El silencio pesaba como losa lapidaria. Pero el nudo que apretaba sus gargantas era demasiado fuerte y simplemente acercaron sus manos con caricias breves, aunque llenas de fuerza.

Cerró la puerta tras de sí y se tendió en la cama. Poco a poco la oscuridad se adueñó de la habitación. Unos golpes en la puerta, se estremeció, alguien preguntaba si podía entrar. No contestó, quería hacerlo, pero al abrir la boca solo salió un gemido y sus ojos dejaron escapar el torrente que llevaban años conteniendo. El gemido fue sollozo y el sollozo llanto y el llanto dolor. Dolía mucho, más que las palizas, más que los insultos y tanto como el miedo.

Desde afuera sus compañeras respetaron ese dolor y su soledad.

Sintió una tibieza y una paz extrañas. Abrió los ojos. Un rayo de sol. Jugó con él entre sus dedos, mientras recordaba donde estaba.

La isla de las mujeres, el refugio.

 

41. El ciclo de la materia ( Paz Monserrat Revillo )

Atravesando nubes de gas y vacíos de materia oscura, nuestro átomo de nitrógeno sale disparado de la supernova y -tras un larguísimo peregrinaje- se sitúa sobre el huerto de mi abuela. Como si esperara la ocasión -asido a las isobaras de los nubarrones- cae con la lluvia. Deduciremos que una de las lechugas lo absorbió del suelo y lo incorporó a la fresquísima hoja que mi abuela comió la noche en que concibió a su hija. Vamos a conjeturar también que mi madre conservó aquel átomo, agazapado en uno de esos tejidos que apenas se renuevan, mientras vivió.

Yo también cultivo un huerto ecológico. Esta mañana, al recoger la urna, lo he planeado. Acabo de esparcir un puñadito de sus cenizas sobre los pimpollos de las lechugas, esas que este año me comeré con la secreta esperanza de retrasar un poquito el devastador ciclo de la materia.

40. Mi Isla Fantástica

Desde que llegué a la Isla de las Mujeres, me alimento de risas y belleza. Mi goleta naufragó con el último maretón. Cuando desperté, una muchacha de piel morena  y con una melena larguísima se dedicaba a lavarme y a  sanarme las heridas. Me tienen postrado en una hamaca y casi no me puedo mover del dolor que me producen las llagas abiertas en la piel, pero aún así, tienen miedo de que el único hombre que han encontrado se esfume y me tienen atado con unas gruesas lianas. Aparte de curarme y darme de beber, me sonríen y dejan que admire su completa desnudez. He dejado de contarlas porque entre tanta hermosura uno pierde la cuenta de los pares de pechos tersos que puede abarcar la mirada en un solo día. Creo que ninguna pasa de los cuarenta y no recuerdo haber visto ninguna fea. La más hermosa me ha visitado este atardecer y me ha prometido con su lenguaje corporal que en el festín de esta noche no faltará carne ni deseo. Estoy impaciente por saber si van a saciar mi hambre voraz o pensarán violarme de una en una hasta la extenuación de mi débil cuerpo.

39. LA ISLA DE LAS MUJERES

Recordó con ironía, antes de salir, las historias sobre una tribu de mujeres solas que yacían con hombres durante toda la noche, al cabo de la cual eran devorados por las vírgenes en un rito que se repetía desde antiguo. De las islas vecinas llegaban encantados por las historias que contaban los pocos que regresaron vivos y, a pesar del peligro evidente, todos los años, en esa noche de lujuría y muerte, se aventuraban en el bosque para no regresar.

Esta noche las amazonas aplaudían al ritmo de la música y, armado de valor, salió al escenario del boys-club, para sellar un destino desconocido.

38. RECEPTORES SENSORIALES

Cada día se desviaba del camino y nunca llegaba a la escuela, prefería sentarse a esperar bajo un árbol y extraer con su navaja, figuras de las ramas caídas.
El primer día que llegó a aquel río, no imaginaba ni por un momento la sorpresa que le esperaba. El sonido de unas risas cantarinas lo puso alerta, no sabía a qué venía tanta algarabía. Se tiró al suelo como un estratega, para ver sin ser visto.
Diez o doce mujeres jóvenes que portaban grandes cestos de mimbre se pararon a poca distancia de donde el chico permanecía inmóvil.
Las camisas de un blanco reluciente arremangadas hasta los codos, las faldas recogidas, dejando a la vista los muslos prietos, tostados.
Sus brazos en un vaivén rítmico provocando el cimbrear insinuante de sus pechos y las sábanas, arrastradas por la corriente fluvial, pugnando por escapar, sin conseguirlo, de sus manos recias.
De vez en cuando un descanso para anudar con pañuelos floreados sus melenas diversas.
Risas y palabras, a veces prohibidas, llegaban hasta el chico en un susurro pecaminoso llenando sus oídos de excitación y placer.
Ellas no podían imaginar que muy cerca, un naufrago vivía su sueño en aquella particular isla.

37. Leyendas (towanda)

Róisín comenzó a caminar por la playa como le indicó su madre. Sin preguntas. Sin torcer el gesto. La luna estaba unida a su causa. Primero, cubriendo el cielo para silenciar su huída y, ahora, alumbrando su nueva senda.

La chalana zarpó muda al adentrarse en la mar.

Ennis el Joven remendaba su red, cuando observó la diminuta figura de largos cabellos dirigiéndose hacia la cabaña. Llamó a gritos al padre. El viejo Ennis apagó la vela con los dedos, siguiendo el ritual, y ambos salieron a su encuentro. El bello rostro y esa marca en forma de luna del cuello eran el sello de su estirpe…

En las aldeas de pescadores abundan leyendas sobre islas, habitadas por guerreras, que emergen sobre lomos de ballena. Hembras salvajes que yacen con hombres buscando perpetuar su especie. Relatos que reprueban cómo los hijos varones paridos por las bárbaras son sacrificados y ofrecidos al mar.

Pero lo que callan estas leyendas es que algunas mujeres infringen sus leyes sagradas y retienen con ellas a sus vástagos, haciéndolos pasar por hembras… Y solo, cuando el engaño comienza a ser evidencia, en un acto de amor, arriesgan sus vidas para devolvérselos a los padres.

36. EL AFORTUNADO GANADOR

Vi el anuncio en el periódico que dejaste en la mesa el domingo. Era un sorteo. ¿Quién iba a pensar que me podía tocar a mí?

Cuando me llamaron inventé la excusa para que te quedaras con los niños. Cien afortunados viajaríamos a la Isla de las Mujeres, a vivir toda clase de placeres. Eso es lo que decía el eslogan.

Llegamos esta mañana. Nos han recibido un millar de mujeres medio en pelotas, con bailecitos sensuales. Luego nos han atiborrado a comer y a beber. Después nos han desnudado y bañado y nos han traído aquí, a la playa. Nos han atado de pies y manos a estos troncos y nos han vendado los ojos. Lo cierto es que la cosa prometía…

Cuando nos han quitado la venda hemos visto al otro grupo de mujeres acercarse. Hasta que no se han ido separando una para cada uno no te he reconocido. ¿Qué es esto? ¿Sabes algo?

Y… ¿qué es eso que llevas a la espalda? ¿Qué pretendes hacer con esas tenazas?

Siempre te pegué porque te quiero…

Dime, puta, ¿no será que el anuncio era vuestro?

 

[FUERA DE CONCURSO] [JURADO MES MAYO]

35. TIEMPO DE BRUMAS (Mª Belén Mateos)

Las nubes se derrumbaron en látigos de recuerdos y lluvia de llanto. La arena se hizo espesa y las olas fueron ganado la orilla de su isla. Cuando la noche invadió su estancia se estableció el silencio que ella tanto odiaba.

Su cabello se iba tornando azul a juego con el fondo de sus ojos, ávidos de esperanza y vida. Una fusión de deseo y lívido enmarcaba sus curvas, tantas veces deseada en los encantos de la bruma y ahora perdida en la tormenta de la nostalgia. Las pequeñas partículas que en su día fueron cuarzo, coral o roca, se sublevaban en una tramontana de desdichas, y ella, fuerte y guerrera, luchaba contra viento y marea por conservar la belleza que un día le fue regalada y hoy la abandonaba en la resaca del tiempo.

Cerró los ojos imaginando su locura y recorrió su cuerpo con la habilidad que los últimos años le había acompañado. Un suspiro le llevo al sueño y este al arrecife contra el que chocaba cada poro de su piel. Esa noche aprovecharon las ánimas de las amazonas para arrastrar su cuerpo hasta el último atolón, donde las almas sin dueño por fin descasan sin  temor.

34. Vida

La he perdido y en mi interior nace el vacío más oscuro. Mis lágrimas se pierden, ahogando los recuerdos de un futuro que no fue.

E imagino:

Un lugar dónde las lágrimas vertidas se encuentran y enlazan ilusión y ahora. Un lugar de difícil acceso, rodeado de esas lágrimas saladas que dan vida a un espacio sin esquinas que no se halla en ningún mapa. Un lugar en el que se encuentran las causas de esas lágrimas correteando, recreando la vida como cuando el mar besa a la roca, o la luna  intenta cazar a las estrellas.

Como si nada hubiera pasado y sólo hubiera sido el recuerdo de una pesadilla.

Un lugar sin rencor ni odio, un lugar repleto de magia, la magia de la que se nutren los sueños, las sonrisas y los abrazos. Una isla donde pasado y futuro jamás serán acogidos. Un lugar repleto de arenoso presente.

Abrazo lo que no existe e imagino su rostro, su sonrisa.

Y la veo,

en ese lugar, en esa isla repleta de cánticos, de risas, de abrazos y de amor. Esa isla repleta de lágrimas derramadas y que sólo existe en los sueños que provoca la esperanza.

31. Instinto (Lorenzo Rubio)

Una salvaje tormenta obliga al camionero a pernoctar en la primera posada que encuentre. Vislumbra unas luces verdes, que permiten leer La Isla. Se dirige hacia allí. Le llama la atención la tétrica fachada, más propia de una mansión encantada que de una fonda. Recela, pero entra.

Lo recibe una señora inexpresiva. “Debe de estar enferma”, piensa a tenor del extraño pigmento de su piel. La casera le ofrece una habitación con compañía. Él asiente. “No me vendrá mal un relax”, dice. Ella le da la llave y suelta una carcajada histriónica, que lo desconcierta. Cuando abre su aposento, una bella y joven mujer, desnuda, aguarda en la cama.

Sin rodeos, el macho comienza el apareamiento. Absorto de placer, siente atrapado su miembro, mientras la hembra se deshace del camuflaje; muta su epidermis a un verde clorofila; sus brazos crecen y nacen de ellos afiladas espinas; su cabeza toma forma alienígena, provista de enormes ojos y un par de espigadas antenas; sus omóplatos son ahora dos imponentes alas. Sin dejarle escapatoria, devora la cabeza de su presa, que aún copula, plácida, con su segundo cerebro erecto.

Al alba, no queda rastro del macho y los montes camuflan La Isla.

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