Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

SEP75. SI PUDIERAN VOLVER, de Maribel Martínez Montoro (Yashira)

Casi estamos solos, se han marchado todos. En poco tiempo se marchó mi padre, mi madrina, mi tío y mi tía. Ya antes había marchado mi abuela, fue la primera casa vacía, pero pronto tuvo vida, mi primo la llenó de pájaros. Esta noche, al pasear bajo la luna, respiro la soledad; recuerdo las largas tardes bajo la higuera, la gran higuera de la familia, mis tíos hacían ramilletes de perejil mientras nosotros correteábamos y mi abuela renegaba porque pisábamos el barro y lo metíamos en casa.

Tiempos que no volverán, el pasado no regresa. Regresan los pájaros, las hojas nuevas, las lluvias, pero ellos no. Les añoro, añoro la época en la que el sol era brillante en la huerta. Hacíamos hogueras, juegos, había maíz y cebada, grandes campos de cebada con los que, al llegar agosto, hacíamos castillos, las alpacas de paja se convertían en torreones y los saltamontes invadían nuestros dominios. Ahora miro alrededor, desolación, las ventanas cerradas, la tierra abandonada, la tristeza incrustada en cada terrón, hasta en la vieja palmera se nota el peso de la nostalgia.

SEP74. TERNURA, de Belén Sanz

Me abrazó. Como lo había hecho montones de veces desde que empezamos a considerarnos amigos. O quizá no. Un beso, una caricia, atusarme el pelo… pero un abrazo que no estuviera ligado a un saludo después de tiempo sin vernos o a una celebración, aquella fue la primera vez. Lo sé porque cuando me estrechaba contra él, a pesar de esperarlo porque me lo debía, me quedé sorprendida. Ese contacto tan sincero, ese intento de prolongarlo en el tiempo, esa satisfacción de sentir que era nuestro momento como si nadie más nos viera, sí, era la primera vez que me abrazaba de aquella manera. Pero había algo más. Había nostalgia. Y es que, tal vez, justo en el momento en que se dio cuenta de que era la primera vez que nos abrazábamos así, comprendió que también, sería la última. Y aquella añoranza por los momentos que había desaprovechado para demostrarme ese cariño y la certeza de que ya nunca más volvería a tenerlos, hicieron que aquel abrazo fuera la consolidación de una amistad que, aunque de muchos años, nunca habíamos considerado tan valiosa como en ese momento supimos que era. Besó mi cuello y volvió con ella.

SEP73. LA NO FELICIDAD, de Raquel Ferrero Puchades

Después de diez años en la trena se lo está pensando. Ha salido a la calle y ellos siguen teniéndolo todo y él vuelve a no tener nada. No soporta ese sosiego heredado que no han conquistado. No aguanta esa calma que jamás habitará en él.
Sabe que no puede controlarlo, que disfruta destrozando el orden establecido, que adora romper su paz melosa, dinamitar el silencio, contemplar el reflejo del horror en sus ojos, deleitarse con los gemidos apagados, con las súplicas yermas. Pero, esas caras desencajadas y esos gritos vuelven y duermen a su lado, y ya en la mañana le siguen adonde quiera que va como sombras pesadas y leales. Su vida se golpea dentro de círculos de odio y contrición.
Por eso cuando el Gonza le ha llamado hoy proponiéndole atracar el banco donde trabaja su cuñado, un escozor en la boca del estómago le ha avisado de que ese regusto sigue ahí.
Si la cosa sale mal, la muerte puede ser un gran final. O en el peor de los casos cogerá el dinero, será uno de ellos y fingirá ser feliz. Porque ya ni siquiera ella le espera para suavizarle la vida.

RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO EN ESTE MES

SEP72. DULCE HOGAR, de Rafa Olivares

Encontré la casa igual. Los elementos de decoración ya estaban pasados de moda pero en su día era lo que se llevaba. Ella no estaba, todas sus cosas sí. Su ropa, sus zapatos, sus bolsos, sus cartas, sus libros, sus apuntes, su bisutería, sus perfumes, sus llaves, sus tarjetas -ya caducadas-, su agenda, sus vendas, sus apósitos, su mercromina, sus discos de vinilo, sus peluches… Y sus fotos, las de soltera, las de sus padres, las de los compañeros de claustro, aquéllas con aquel estúpido novio…
En el suelo de parqué del dormitorio observé unos rodales que no recordaba y que me resultaban incompatibles con su exagerada obsesión por la limpieza. En eso había salido a su madre.
Después de revisar toda la casa recuperando recuerdos sólo eché en falta dos objetos, su diario y el cuchillo grande de cortar carne. Curiosamente algo me hacía recordarlos juntos vagamente en otro lugar y en otro momento que ahora me resultaba difícil concretar. Había pasado tanto tiempo… Exactamente veinte años y un día.

http://potajedepalabras.blogspot.com.es

SEP71. COSAS DE LOS DIOSES, de María Rojas

Tenía el corazón acogotado de andar dando tumbos entre fieros hechizos. Así que un día, decidí volver. Me afeité el bigote, me puse la mejor camisa y el pantalón arrebolado. Cargué con lo poco que tenía y con la esperanza florecida, emprendí el regreso. Mas los dioses, caprichosos, ya habían marcado para este negrito correrías en mundos oscuros y propensos al olvido.

SEP70. UN, DOS, TRES, de Yolanda Nava

No hay entradas, su prestigio ha llenado el recinto y hay gran expectación ante el anuncio de su nuevo truco. Sólo él conoce su entramado. Para aumentar la emoción, se presenta en un escenario vacío, nada de telas, ni atriles, ni cajones. Nada. Pide una voluntaria, una joven menuda de aspecto delicado se ofrece como tal, después pide al público una prenda amplia y un amable caballero ofrece su capa. Ruega a la joven que se tumbe en el suelo y la cubre con la prenda. Después formula -mientras agita su varita- las palabras mágicas, y levanta la capa bajo la cual no hay nada. En los rostros de los espectadores se refleja una mezcla de admiración y miedo. De nuevo agita la varita sobre la capa mientras dice: “cuando cuente tres, estarás aquí otra vez”. Uno, dos… Todo ocurre muy rápido: una punzada fuerte, un dolor agudo… Las recomenciones de su médico tamborilean en su cabeza: más deporte, menos tabaco…
Lo último que ve es su varita rodando por el escenario.

SEP69. SEPTIEMBRE, de Nieves Martínez Menaya

Volver, volver, volver…. para qué volver de un verano en el que las chicas de la playa le habían llamado por su nombre. Volver, volver, volver… para qué volver a ese colegio en el que nadie le habló de los vasos comunicantes. Para qué volver; no volvería. No iba a volver a aquel colegio en el que todos sabían que calzaba un número pequeño de zapato, donde en la clase nadie se había percatado de que su voz no volvería a ser la misma; a ese en el que cada tarde, y a la vista de todos, su padre le esperaba puntual en una esquina. Volver para morder el polvo, para aprender cantando, para llenar el aire de absurdas letanías desgastadas. El viaje inútil a un mundo conocido…

…Uno de Septiembre. Volvería. Y volvió. Una vez más, frente a la puerta, se detuvo un instante, aspiró el aire fresco y girando hacia un lado su visera de American Patrol, comenzó a caminar, advirtiendo a su paso que el niño que él fue ya no le seguía. Por fin, todo iría a cambiar. Y sintió que de pronto ahora el mundo era suyo.

Y JOSE MARIA MERINO "VUELVE" A INSPIRARNOS

VIAJERO APARENTE

El itinerario del aperitivo no fue como todos los días. Al encontrarse con él, muchos mostraban gran regocijo, le felicitaban por su regreso, se alegraban de volver a tenerlo entre ellos. Bienvenido, Ramiro, ya era hora de que volvieses, bienvenido, te habías ido demasiado lejos, le invitaban, un bar después de otro, Ramiro ha vuelto, decían, esto hay que celebrarlo. Bebió de más, y cuando después de despedirse se fue a su casa para almorzar, con bastante retraso, caminaba inseguro y tenía mucha confusión en la cabeza, pero no tanta como para no saber que nunca había salido de aquella ciudad y que no se llamaba Ramiro.

de Jose María Merino (LA GLORIETA DE LOS FUGITIVOS, Páginas de Espuma)

SEP68. VOLVER A EMPEZAR, de Miguel Angel Molina

Cuando descolgó el retrato que presidía el salón sintió que había llegado el final. Era el momento de decir adiós a un montón de momentos vividos en su compañía. Muchos años de risas y alegrías, de júbilo y depresión quedaban a partir de entonces atrás. Guardó la fotografía en una bolsa y se dirigió hasta los cubos de basura de la esquina. Al llegar, a los pies del contenedor verde, otro retrato llamó su atención. Al acercarse, vio en él a un hombre maduro, con cara de buena persona, y comprendió que era el momento de empezar de nuevo.

SEP67. DUBLÍN, ÍTACA, de Ricardo Gómez Tovar

Molly telefoneó a Ulises Bloom desde su salón de Merrion Square, en Dublín, pero por toda respuesta le llegó el graznido de una gaviota perdida. El río Liffey carecía de la inmensidad del Mediterráneo, pero en su fondo también dormían monstruos que impedían volver al hogar. A esa misma hora, tras salir de la oficina, el ingenioso Leopold se tomaba una jarra de cerveza de Marón en la concurrida Taberna del Cíclope. Al otro lado de la barra bebía solitaria Circe O’Flaherty, de cuyos mágicos encantos se había librado días antes vertiendo en su jarra de Guinness unas hojas de la hierba “Moly”. Eso le recordó que aún no había telefoneado a su esposa para decirle que llegaría tarde. Tiresias Ryan, el agente de seguros, le esperaba para asesorarle sobre su futuro. Paseando por el puerto, Ulises Bloom oyó conversar a dos marineros borrachos en una barcaza llamada “Penelope”.

-Pues sí, Caribdis, el patrón ha ido a Merrion Square a cortejar a una dama casada…
-¡Mal rayo le parta, amigo Escila!

En el portal, Leopold recordó que su nombre era Ulises. Cerró la cancela, impidiendo la entrada de un marino.

-Ya volvió -susurró Molly, mientras guardaba su tapiz de Donegal.

SEP66. LAS MONEDAS Y LA FUENTE, de Mª Asunción Buendía (Asun)

Las monedas tintinearon al chocar entre sí, antes de sumergirse. A su vez las risas frescas y limpias de los jóvenes cesaron hasta que comprobaron que todas las lanzadas, hubieran hecho blanco en las cristalinas aguas de la fuente. Luego volvió a estallar el griterío.
De fondo la resignación del profesor de historia. No podía con esos muchachos, solo sabían reír, y sacar punta a todas sus explicaciones.
Sin embargo estaba feliz. El viaje de fin de curso terminaba, y había sido un broche perfecto para cerrar su larga carrera. Seguramente sus alumnos no habían aprendido toda la historia del arte que él pretendió enseñarles. Pero siempre recordaría las muchas ocasiones en que le escucharon con la boca abierta, aunque luego soltaran la risotada y gracieta de rigor.
Así que él también arrojó su moneda.
Y las monedas y la fuente cumplieron su misión: todos volvieron.
Los alumnos, años más tarde y con diferentes motivos. Lunas de miel, viajes de negocios, importantes reportajes fotográficos, aburridas visitas familiares… y el profesor, aunque nunca había vuelto a viajar, volvió muchas veces más.
Volvía siempre en la memoria y en el corazón de cada uno de sus alumnos.

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