Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

SEP143. EL OLIIMPO A JUICIO, de Marta Trutxuelo

El héroe ha regresado. Sus pies se encaminan anhelantes de descanso hacia el hogar pero… se detiene. Alza su mirada… culminará este viaje amparado por el humilde manto del agradecimiento. Exhausto, corona la cima sagrada y escruta tras una cortina de nubes, por donde asoma una escena inesperada. En el flanco derecho, los dioses presididos por Zeus y Hera. En el izquierdo, los héroes, con Perseo y Aquiles a la cabeza. Y en el centro, Temis, diosa de la justicia. Entre el público Penélope teje y desteje sin parar, Prometeo juguetea con unas brasas, Pandora entreabre una caja… Y en el banquillo de los acusados un anciano recoge varios pergaminos del suelo.

—Solicito una prórroga —pide el viejo a la dama de la venda en los ojos.

—¿Otra? No saldremos de aquí hasta que expliques por qué Perseo tiene una flecha en el talón y Aquiles nos amenaza con la cabeza de Medusa. Anciano, tú sólo eres nuestro cronista… ni que te hubiéramos encomentado los trabajos de Hércules. Homero… ¡esto es un insulto para el Olimpo! ¡Una odisea!

—¡Ejem!—interviene una voz indignada.—¡Si alguien ha vivido una odisea… ése soy yo! — replica Ulises descubriéndose tras su raída capa.

SEP141. VIAJE DE IDA, de Hector Ramon Romero

Le dicen el ¨loco¨,anda siempre con un volante de auto en sus manos, recorriendo las calles de esa pujante ciudad del norte, vive en la indilgencia, debajo de un puente y duerme tapado con cartones y ropas que le acercan algunas personas que conocen su historia. Dicen esas personas que hace algunos años este hombre era un médico el más prestigioso del memorial hospital.Y que un día al salir de vacaciones con su esposa y sus dos pequeñas hijas, rumbo a las playas del norte por la ruta nacional y dicen que faltando pocos kilómetros para llegar un camión que venía en sentido contrario se cruza de carríl,… y el médico no puede hacer nada para evitar la colisión. Murió toda su familia y,…él salió ileso. Y desde ese día deambula por la ciudad, aferrado al volante del auto que él coducía.

Blog = Rocehoremor

SEP140. AUSENCIA, de Paz Alvar

Salía de la cama despacio, sin hacer ruido, en un vano intento por no despertarme. Desconocía que yo, al igual que ella, tampoco podía dormir. De puntillas, bajaba las escaleras para asomarse a la habitación de nuestro hijo. Bajo las sábanas creía descubrir su cuerpo, arrullado por la respiración tranquila que provocan los dulces sueños. Luego, en la cocina, preparaba su desayuno y se sentaba a esperarle. Yo me hacía el encontradizo y aparecía por allí intentando no asustarla.
– Volvamos a la cama, cariño.
– Estoy esperando a Manuel, a que baje a desayunar -me decía con la mirada perdida en algún lugar al que nadie podía llegar y del que nadie podía hacerla regresar.
– Mira, todavía no ha vuelto -intentaba convencerla mientras nos asomábamos juntos a su habitación silenciosa, vacía, muerta como él.
Ella me miraba asustada y el azul de sus ojos se volvía oscuro, como un mar profundo, un mar sin fondo.
– Vamos. Hace frío y estás temblando.
– ¿Volverá, verdad? –me preguntaba cada día.
– Claro, luego bajamos a ver.

SEP139. REVUELOS GENÉTICOS, de Rosa Molina López

Juan volvió de Alemania, compró unas tierras en su pueblo de Almería e inició un negocio de exportación de tomates. Su prosperidad se medía por el tamaño de sus puros, el modelo del Mercedes y el número de visitas al club de carretera. Allí conoció a Marie, una camerunesa que le hipnotizó con sus contornos magnéticos. Él le dio papeles, estabilidad y amor; ella pasión, sensatez y dos hijos, uno que expandió el negocio por el norte y se casó con una sueca, y otro, antropólogo, que un día partió a Camerún, con las lágrimas maternas pegadas en su rostro, donde ejerció como profesor de universidad y tuvo tres hijos con una bengalí colega suya.

Todas las Navidades hijos y nietos vuelven a Almería. En la cocina, anécdotas y especias aliñan las conversaciones y, en la mesa, los guisos humean como puzzles de colores. Este año llevan un regalo muy especial para el abuelo: Cobre, un setter de pura raza porque, y en eso están todos de acuerdo, es importante evitar las mezclas, ya que así la apariencia y el carácter del animal es más previsible, dónde va a parar.

SEP137. HILO SUELTO, de Ana Fúster

Ella, desnuda en el labrado lecho, lo estrangula con el único hilo que no tejió en sus días de insoportable soledad: “Tú no eres el padre. En realidad, Telémaco es hijo de Homero”.

SEP136. DORMIDOS, de Rubén Gozalo

ZPJ-X sólo pensaba en volver a casa, en atravesar Orión y perderse más allá de la puerta de Tannhäuser. Aun así, la misión de la Confederación Estelar era clara. Debía reconocer la tierra para una posible invasión en siglos venideros. Evaluar los riegos y saber más acerca de sus habitantes. Tras semanas de investigación, descubrió que los humanos eran idiotas: trabajaban más horas y, para ser productivos, se bajaban el sueldo, se hipotecaban por encima de sus posibilidades, votaban una y otra vez a los mismos políticos a sabiendas de que eran corruptos, se pasaban las horas muertas pegados al plasma viendo interminables sesiones de telebasura, permitían que les recortasen en educación, sanidad y ayudas a la dependencia sin hacer nada y sólo se movilizaban cuando ganaba el Real Madrid, el Barcelona o la selección de fútbol.
Sólo entre las jaulas del zoo encontró vida inteligente.
La invasión resultaría pan comido.

SEP135. TRES MINUTOS DE CERTEZA, de Elena Villanueva

Lo vi en el centro comercial. Caminaba con un adolescente a su lado, que sin duda era su hijo. Los dos con paso decidido, seguros de sí mismos, dos cuerpos esbeltos que se saben pero no le dan importancia. Los dos sonriendo, resplandecientes entre el tumulto. Venían directos hacia mí. Era mi hombre, mi futuro. Le hice una seña hacia el cajero, necesitaba sacar dinero para el parking. Un minuto y estoy con vosotros. Un minuto y te acompaño durante el resto de mi vida. Él y yo. La certeza del acierto, la certeza de habernos encontrado. Recogí el dinero y la tarjeta, y cuando me di la vuelta… desperté. Desde entonces, me acuesto todas las noches invocándolo para que vuelva, pero aún no lo he conseguido.

SEP134. EL RETORNO, de Gloria Arcos Lado

Hacía unos días que lo había decidido. Iba a retornar a su tierra tras 50 larguísimos años de ausencia obligada.
Aunque la Guerra Civil era ya, desde hacía cuarenta años, sólo una línea en la Historia, a él le había costado olvidarla unos cuantos años más.
Pese a que los medios de comunicación de medio mundo no hacían más que hablar del milagro de la transición y del acercamiento de las dos Españas, tardó en decidir que debería comprobarlo en persona.
Quería regresar como en su día hicieron personajes como Rafael Alberti, Josep Tarradellas o Dolores Ibárruri.
El motivo de su demora, era darse tiempo para que sus cicatrices del cuerpo y el alma, se cerraran definitivamente.
Este entrañable sabio, al que le costaba cargar con sus huesos y recuerdos, precisaba una vuelta acogedora.
Necesitaba encontrarse con la España de siempre, alegre y vital, y saber que tras cuarenta años de férrea dictadura, había desaparecido el país en blanco y negro, dónde solo reinaba un temeroso silencio.
Quería dejar al otro lado del Atlántico la última visión que recordaba de su patria, un país roto, del que había huido porque pensaba de manera diferente al de sus nuevos amos.

SEP133. ODISEA ÚLTIMA, de Plácido Romero

Cuando regresó de sus atribulados viajes, debilitado, exhausto, agradeció el aparente sosiego que le ofrecía su isla. La tranquilidad acabó pronto. Los familiares de los pretendientes muertos llegaron para exigir justicia. Tuvo que matar al más pugnaz; los otros acabaron aceptando la justa ejecución de quienes aspiraban impíamente a tomar en matrimonio a una mujer casada.
Más difícil resultó explicar lo sucedido a las madres y a las mujeres de los que le habían acompañado a la guerra. Durante todos esos años habían esperado su regreso cargados con los tesoros innumerables que su rey (o la imaginación) les había prometido.
Un día advirtió que la isla en que había nacido, que gobernaba, su isla, era un trozo de roca en la que no se habría detenido durante sus viajes. Acabó pasando los días encerrado en palacio. Pero incluso allí no dejaba de ver a su mujer y al contemplarla se daba cuenta de que él también había envejecido.
Un día abandonó el palacio de madrugada, sin que nadie le viera, y se subió a un pequeño bote de pesca. Cuando perdió de vista la minúscula isla, Ulises se sintió el más feliz de los hombres.

SEP132. LA ESTACIÓN, de Antonio Diego Araujo Gutiérrez

La visita cada tarde, como buen feligrés de la nostalgia, recorriendo un camino flanqueado por sombras y recuerdos. Ella, la vieja estación, le espera detrás del último repecho. Hace tanto que fue abandonada por el tiempo que la soledad se ha derruido en sus escombros. Cuando atraviesa el pórtico principal de la fachada, lo que queda de ella, siente un beso de sal y ceniza, y recuerda lo bonita que estaba el día que la dijo adiós desde un tren muy triste que partía en un viaje tan largo como una vida. Otro día, harto del destino e inservible para el mundo, decidió regresar. Pero los trenes ya no regresaban.
A veces espera a que anochezca y observa cómo la oscuridad desciende lentamente sobre sus andenes para hacerla el amor. Luego, ya cerrada la noche, contempla el despertar de una hilera de farolas mortecinas que estiran su luz al infinito, como si quisieran alumbrar el horizonte por donde vendrá el tren que ha de llevarles al olvido.

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