Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

MAY176. HOY HABRÍA CUMPLIDO DIEZ AÑOS, de Xavier Blanco

Me abandonó el sueño y empecé a contar los minutos. Uno detrás de otro. Intenté matar el silencio a puñaladas, a gritos, con todas mis fuerzas. También desnucar la oscuridad. Matarlo todo a golpes secos, a ritmo de olvido. Encendí la luz, pero los muertos no duermen, se sientan al borde de la cama y te miran con sus ojos vacíos. Luego deambulé por la casa, me acerqué a la ventana; llovían palabras que cuarteaban los cristales: víctima, soledad, culpa. Vocablos que infectan las heridas. Me asfixiaba, abrí las puertas, las ventanas, los cajones. Se habían acabado las pastillas. Quise huir y volar con una escoba, planear entre las nubes; ni siquiera tuve agallas. Chillé. Conté otra vez los minutos, los segundos, pero el tiempo nunca se acaba. Ese ruido metálico seguía carcomiéndome las entrañas. La casa olía a goma quemada. Franqueé la puerta de la habitación y mi pequeña sonreía, vestida de princesa, desde una foto colgada en la pared. Me hablaron los juguetes. Luego cerré los ojos y escalé montañas, para acabar tirada en el suelo.
Sigo aquí, inmóvil. Todo está lleno de lodo.
No frené a tiempo, eso fue lo único que ocurrió.

http://xavierblanco.blogspot.com.es

MAY175. LA PRINCESA RUBIA DE CORAZÓN NEGRO, de Purificación Menaya Moreno

Cuando la princesa Violeta nació, los astrólogos le pronosticaron un don extraordinario para la música. Para desarrollarlo, el rey y la reina contrataron a los mejores maestros. Pero el arpa aburría a la pequeña Violeta y desafinaba ante el inflexible clavicémbalo. Recién estrenada su adolescencia, escapó del palacio: ansiaba conocer la auténtica música del mundo, sin academicismos refinados. Perdida en los pasillos del metro, escuchó una melodía arrebatadora. Guiada por ese ritmo que arrastraba sus emociones, encontró a un músico negro que extraía íntimos sones de jazz a un saxofón. 

Maravillada por aquel descubrimiento, la princesa pidió a los reyes un saxofón. Ellos, escandalizados, se negaron: ¿rebajarse a instrumentos de plebeyos? No, una princesa debía aplicarse en delicados instrumentos. 
Cuando se sentó ante el arpa, sus dedos emitieron un calambre, que hizo saltar las cuerdas. Estas se enrollaron en el moño de su maestra arpista, que salió espantada de la sala. 
La princesa, liberada, respiró hondo, cerró los ojos y empuñó un instrumento invisible; lo acarició con los dedos y sopló con sus labios. La melodía disolvió su cuerpo en vapor violeta y salió por la ventana, para materializarse en un club del Soho, junto al saxofonista de jazz.

MAY174. JANE DOE, PRINCESA ETERNA, de Miguel Ángel Page

Se ha cansado de ser heredera del reino de los muertos. Tiene que tratarse de eso, dice uno, mientras los demás asienten frente al sepulcro de Jane. Lo cierto es que le hemos dado mil vueltas y no se nos ocurre otro motivo posible. Descartamos mal de amores sin dudarlo; apenas hace unas semanas celebraron sus bodas de cuarzo negro henchidos de felicidad. Dieciocho años desmembrando sueños en compañía y sosiego. Su familia permanece unida, más ahora que arrecian las primeras críticas por el modo de gobernar la necrópolis. La gente pretende que cualquiera que fallezca, sea quien fuere, pueda hacerse un día con las riendas del camposanto. Amigas no le faltan; tan azarosa fue esa década al otro lado. Parecen no quedar demasiadas opciones. 

Yo, que la he cuidado lo mejor que he sabido desde que llegó, no me resisto a verla sufrir. Últimamente, apenas se relaciona con nadie. Vaga perdida, y solo abandona esa mirada exangüe para observar minuciosamente a su madre.
 Jane está deseosa, y triste.
 Quizá una noche tenga suerte y el enterrador anuncie, por fin, el acontecimiento; cuando todo el pueblo grite al unísono aquello de “la reina ha resucitado, ¡viva la reina!

MAY172. NO ES TRISTEZA, de Mei Hiei

Al mirar por la ventanilla del avión, a medida que ascendemos, veo la terminal aérea de Toronto empequeñecer. Karl, mi amigo por internet, quedó allí. No pude evitar que se escapase una lágrima cuando se despidió: 

“Temo mucho no estar a la altura de mi compañera de batalla. En el videojuego, personificando a la Princesa Karuna, eres astuta, intuitiva, osada, de movimientos gráciles, asertiva… Yo solo soy la fuerza bruta que sigue tus órdenes, neutralizando los enemigos de cada nivel, mientras tú descifras los acertijos y localizas los trofeos que nos permiten avanzar. Eres igual a tu personaje, eres real, eres hermosa. 
No quiero perderte. Haré todo lo posible para estar a tu nivel, para ser tu compañero en las batallas de la vida real. Eres mi princesa, prometo que lucharé por volver a estar juntos. Hasta entonces, no permitas que tu corazón se entristezca, pues me harás sufrir.” 
Vuelvo a mi realidad, en un vuelo comercial de vuelta a casa. Mi familia, de origen asiático y tradicionalista (cuando conviene) no estará muy feliz con esta relación. 
Espero que Karl me perdone, no estoy triste sino preocupada. Por esta princesa tendrás que enfrentar muchas batallas… algunas te harán sufrir.

66627. AMANECÍA, de Asunción Buendía

Amanecía. Nunca deseó tanto ver la claridad que daba color al horizonte, perfilando poco a poco las siluetas de los montes circundantes. Pudo contemplar la dimensión de sus heridas. Si esperaba que todo hubiera sido un sueño, ahora tenía la prueba de su realidad. Pero estaba a salvo, aquel árbol tenía un hueco donde había pasado la noche, entre aullidos y la lucha por controlar la sangre que manaba de sus heridas. Los aullidos habían cesado. Asomó la cabeza unos centímetros. Le llegó una ráfaga tibia de nauseabundo aliento, acompañada de un gruñido bestial y la última imagen que vería en vida: unos enormes colmillos que la atravesaron con implacable rapidez.

66624. GÉNESIS, de Mei Morán

Amedrantada, la niña vino a pedirme ayuda. Le di cobijo. Exhausta y febril se acostó en una pequeña habitación, donde guardaba mis recuerdos de infancia. Al poco tiempo, desde la cama empecé a oír unos bramidos espeluznantes. Fui al cuarto de la nena. Al abrir, el rojo carmesí de sangre, repartida por todas las paredes cegó mis sentidos. No vi a la muchacha. El espacio rebosaba de pequeños monstruos de hedor insoportable. Luchaban entre sí por hacerse un sitio en la ubre de la bestia estirada en la cama. No daba abasto a amamantar a las decenas de crías que había traído al mundo. Me miraron todas a una. Cerré y eché a correr, sin mirar atrás ni una sola vez.

MAY171. FIN DE FERIA, de Pablo Vázquez Pérez

Los operarios terminaron de recoger las atracciones y guardaron las lonas y estructuras en los vehículos. El gallo cantaba cuando la caravana de camiones y demás automóviles se alejaba del pueblo. 
Ray, el tragafuegos, transportaba el camión con la pecera de su mujer, Marta la Sirenita. En otra furgoneta, la Mujer barbuda cantaba con su novio, el Hombre Anguila. Clara, la pitonisa, adivinaba todo lo que le pasaba por la cabeza a su copiloto, Fran el Mago. 
El viaje hasta la siguiente ciudad se presentaba agradable para todos los feriantes, menos para Eva, la princesa feliz. Lloraba desconsolada en su motocicleta, sin saber cómo se había escapado su sapo.

66626. HABERLAS HAYLAS, de Mª Elena Sánchez

Aquelarres y conjuros, presagiaban la desgracia.
La madrugada de difuntos, disfrazada de deseos ocultos, dispuestos al desenfreno, se apoderó de los habitantes de la aldea. Todos acordaron dar muerte a la raposa.
Enmascarados y ahogados por el orujo, corrieron tras la bestia, adentrándose en el bosque. Piedras y palos golpearon el cuerpo del animal, que yacía ensangrentado exhalando sus últimos suspiros.
La raposa, como la madre que la gestó, fueron víctimas de las supersticiones.
Cuentan, que el canalla que la forzó, la obligó a beber. El brebaje equivocó los efectos. Siete meses, hasta el día del alumbramiento. Catarina murió y el engendro vio la luz.

66625. LAS TRES BESTIAS, de Juan Antonio Morán (JAMS)

Acabar con la primera bestia fue sencillo. Encarnaba la ofensa, la blasfemia y fue degollado, según el libro, como un gran cabrón. El Apocalipsis anuncia la segunda bestia como la mentira, el engaño y la impudicia; tras la suave lana del cordero se esconden las aceradas escamas del dragón.

Acudo a su cueva. Sin nombre, la gran furcia del club Babilonia. Vestida tan solo con una falda dorada de sirena, danza en el escenario, voluptuosa y obscena. La miro insolente y me muestra su lasciva lengua escarlata. Mientras medito como emplear la justicia que antes acabó con su amante descubro el signo tatuado en su vientre: tres seises en el interior de un extraño pez.

66623. EXORCISMO MERCANTIL, de Javier Sánchez Campos

Al padre se le antojaba cosa de brujería. La madre rogaba que no fuera eso.
Ignoraban cómo solucionar el problema, pero su hijo no era el mismo. Hacía meses que sus ojos eran pozos oscuros, imposible distinguir sus pupilas entre tanta negror.
Los intentos para dialogar con él resultaban fallidos. El espanto de los padres  aumentó. Su hijo apenas hablaba con ellos. Parecía un robot.
Aunque irracional, la decisión del exorcismo los convenció. La sorpresa fue cuando  llegó el sacerdote y vio al hijo.
— ¡El fuego del infierno te abrasará! ¡Eres el estafador de las preferentes!— dijo al entrar en la casa. — ¡No necesita un exorcismo, sino que lo encierren en Alcatraz!

66622. LA HIJA DE LA BESTIA, de Paloma Casado

Amparo, la niña de mi vecina, vino al mundo un seis de Junio. Siempre he creído que es “la hija de la bestia”
La tarde en que nació, una tormenta primaveral teñía el cielo de sangre. Yo estaba en el hospital, y cuando cogí a la recién nacida, me sonrió con cuatro dientes. Su madre me explicó: “a veces pasa” pero no pude evitar cierto estremecimiento. Al año hablaba correctamente el castellano y saludaba en francés. A los dos –rubia y gordita- parecía, chapurreando el alemán, la “mini-yo” de Ángela Merkel.
Mi vecina, que es soltera, no quiere desvelar la identidad del padre, y yo me pregunto: ¿con qué tipo de diablo se liaría para engendrar una niña tan precoz?

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