Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

66621. CASTA, de Juancho Plaza

Asió el pecho con sus manos abriéndolo sin dificultad. Introdujo la derecha y con estudiada pulcritud, extrajo su taimado corazón depositándolo en el arcano Grial. Seiscientos sesenta y seis púberes íncubos esperaban desnudos y ausentes. La luz de la luna, a través de una vidriera de vivos colores representando el apocalipsis, daba a la sala un aspecto de tétrico tornasol. Sus labios entonaron una letanía que helaría la sangre de quién la tuviera y de cada latido brotó un nuevo corazón que encajó de forma ordenada en los pechos abiertos de sus acólitos. Estos desfilaron ante el maestro y abotonándose la sotana partieron a esparcir la semilla de la paz.

66620. EL HORNO DE LEÑA, de Rosario Val

Acurrucada en el suelo y el miedo ocupando tu cerebro, esperas a que la bestia descargue sobre ti, su furia. Te viene a la memoria un juramento y te ves de nuevo agazapada, con tu muñeca, debajo de aquella tambaleante mesa que tu padre golpeaba con rabia. Tras el mantel de hule transparente veías sus patadas mientras ella gemía. Sin importarte lo que pueda pasar, valiente te alzas, decides que no habrá más últimas veces.
“Cuando termine de limpiar la sangre y de curarme las heridas, meteré el bate con tus últimos trozos, ya no te quejarás más de que no lo uso. Ya casi ni lo noto, poco a poco me voy acostumbrando a este olor a quemado, también a este solaz“  

66619. LOS 14 MANDAMIENTOS DE LA BESTIA, de Alberto Quiles

A la bestia no le da miedo el fuego.
La bestia no tiene nombre.
La bestia no tiene forma y a su vez miles de ellas.
La bestia no avisa, simplemente aparece.
La bestia no se esconde, simplemente no la ves.
La bestia no mata, envenena.
La bestia es tan mortal como los temores.
La bestia se mueve entre las sombras.
La bestia no te hace sangrar, pero te desgrana las esperanzas.
La bestia no es un espejismo, es tan real como la vida misma.
La bestia aparece en la vida al menos una vez.
La bestia te empequeñece hasta hacerte creer que es gigante.
La bestia no es fruto de una religión, ni está marcada por números simbólicos.
La bestia vive dentro de ti, vive feliz.

MAY170. PRINCESA, de Isabel Martínez Barquero

Se quitó la vida sin pensarlo demasiado. Según dicen, ocurrió porque estaba harta de que la llamara «princesa». Las princesas nunca habían sido un modelo para ella. Más bien las detestaba. Aparentemente tan bonitas, elegantes y sin problemas gordos que un buen bolsillo no pudiera solucionar, le resultaban estúpidas en su inmensa mayoría, bobas hasta la extenuación. Ella no era una princesa. Fea, desgarbada, pobre y sucia, se cansó de que, encima, se rieran a su costa por la vía de los contrarios. En el más allá, no sentiría y poco le iba a importar ser la princesa de los muertos. El mundo era una inmundicia para su presunto y futuro reinado sobre los harapos y las legañas, y la muerte prometía el no ser absoluto. Princesa de los muertos, princesa de las sombras, princesa al fin y al cabo, se internó en el camino sin retorno, en la senda sin futuro, en el reino sin trono ni corona.

66618. EL ELEGIDO, de Ginette Gilart

Al nacer, su madre se desangró dándole la vida. A los seis meses, un incendio en su casa acabó con la vida de su padre. Con seis años demostraba tener una inteligenciasuperior , hablaba varios idiomas y no pasaba desapercibido, su mirada azul contrastaba con el color rojo de su pelo. Tenía un especial interés por la teología, y antes de entrar en el seminario, sus padres adoptivos borraron la extraña marca que tenía detrás de la oreja. Llegará a lo más alto en la jerarquía de la Iglesia: el cónclave ha terminado, desde el balcón en la Plaza San Pedro, el nuevo papa elegido investido con un pectoral de oro, se dirige a sus fieles levantando el sagrado cáliz.

66617. EL PEOR DEMONIO, de Begoña Heredia

“Al oír la señal deje su mensaje”. De nuevo esa voz cansina. Cinco días llamando y ni rastro de ella. Lo tenía decidido, de aquella noche no pasaría. Salí dispuesto a acabar con el demonio que me acorralaba, la bestia para la que ni siquiera el astra semiautomática de mi abuelo, me sería útil. Cuando llegué, el bar aun estaba abierto. Crucé la puerta alterado. Sentí mi propia sangre a borbotones.
Luego me lancé directo hacia la barra. Cogiéndola por los hombros, la miré fijamente y grité:
-Te quiero Margarita- el monstruo había desaparecido, la bestia que me impedía decirle lo que sentía por ella había muerto, había vencido al miedo, por fin había sido capaz.

66616. SANGUÍNEO, de Lluís Servé

Acuciante, el rugido bestial rasgará el silencio de la noche. Imaginarán unas fauces con el rojo intenso de la sangre galopante y los árboles abandonarán sus movimientos. No habrá muchas alternativas, sin lugar a duda cruzaron los límites del dominio de la bestia. No discernirán cómo pero lo sabrán, estos estúpidos humanos lo sabrán, y el olor del miedo se olerá fácilmente. El ataque les cogerá desprevenidos.
Pero, cuando aparezca el rostro desencajado y los ojos dementes del niño, se confiarán y todos ellos relajarán la tensión de sus músculos e incluso reirán. Será entonces cuando la jauría de lobos, dirigida por mí, ataque de forma tan precisa como audaz.

66615. IMAGO, de Alejandro Pozo de la Cámara

A la puerta de la cueva, enrojecida por el refulgir del fuego, llegan ruidos sordos como de rascado y la joven se encoge imaginando al sátiro entrar en ella y a pesar del miedo que siente, se humedece y cruzando sus piernas se mece entre las pieles de animal con que se cobija.
Al otro lado de la hoguera y entre destellos y chispas que huyen de la fogata, intuye a una pareja de su tribu, copulando salvajemente, pero sin emitir un sonido y se queda extasiada ante las brasas de las que emerge un gigantesco imago que irguiéndose, provoca un aterrador crujido y de su dorso, aparece un ser peludo, fétido, con cuernos, patas de cabra, que se lanza contra ella voraz.

MAY169. HACÍAN BUENAS MIGAS, REALMENTE, de Rodrigo Lobeira

Abrí y allí estaba ella, como perdida, desorientada, entre riquezas dando vueltas sin parar. Vistiendo un flamante tutú, ¿qué ocurría? ¿dejó su reino por el baile? Los juglares cantaban que de un príncipe se hubo de enamorar, y a un lugar secreto se fueron a encontrar, dónde hermosas melodías se podrían escuchar… o algo así. No entendía nada. Apenas le fui a preguntar, cuando me di cuenta de que no estaba sola, junto al espejo, luciendo vanidad. ¡¿Una galleta?! Raudo me corrige, pomposo. «¡¡Soy el heredero del reino de Beckelar!!«. Atónito cierro el joyero, les dejo intimidad.

66614. ZAPATOS, de Gabriel Bevilaqua

A poco de salir de casa se largó a llover torrencialmente. Por suerte hallé refugio bajo el alero de una tienda, aunque al costo de perder un taco en el proceso. Entonces opté por sacarme los zapatos y al instante advertí que la calle estaba desierta como en una película de terror. Seguidamente, una mujer pasó corriendo con su ropa hecha jirones. Detrás de ella iba un animal, mezcla de águila y león, que se paró justo delante de la tienda, rugió crispando su melena de fuego y retomó su marcha. Me quedé con el corazón en un puño, hasta que, finalmente, un alarido me avisó que podía recoger los zapatos que en su malograda carrera había perdido aquella infeliz.

66612. LA ÚLTIMA VEZ, de Mariano Álvaro

Aquella noche no iba a ser diferente a las demás. Escuchó el característico ruido de la llave haciendo girar la cerradura. Reconocía ese sonido que siempre la estremecía. No sabía si en esa ocasión la bestia vendría furiosa y sedienta de sangre o vendría con la tranquilidad y somnolencia que le producían los efectos del alcohol. Escuchó el golpe de la puerta al cerrarse violentamente; al volverse, lo vio allí, delante de ella, con los ojos inyectados en sangre y el reflejo del fuego interior que lo quemaba asomándose a sus pupilas. Mientras recibía los repetidos golpes, pensaba que esos serían los últimos, buscaría el amparo que dicta la sentencia del Juez.

66611. LA SEMILLA DEL DIABLO, de Arantza Portabales

A priori, él era perfecto.
Endiabladamente guapo, agradable, rico y educado. Inalcanzable.
O no.
Como en un sueño, se sucedieron las citas y la mudanza a su loft. La boda. El predictor. La elección del nombre del bebé.
Y empecé a atar cabos.
La extraña enfermera de la clínica privada. Su obsesión por adelantar el parto al seis de junio. La suma de las cifras del año en curso. Las reuniones a puerta cerrada en la habitación roja.
Todas mis sospechas corroboradas ayer, cuando, casualmente, capturé en el espejo de la habitación su mirada infrahumana. Teñida de sangre.
Sigo aquí, anclada por la semilla que crece dentro de mí.
Se llamará Azazel. Para los amigos, Azaz.

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