Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

WABI SABI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto japonés del WABI SABI. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE JUNIO

Relatos

AGO135. CUESTIÓN DE IMAGEN, de Belén Molina Moreno

He albergado a familias, a amigos, a amantes.  Unos me han entendido y otros me han despreciado.  Con unos, mis velas blancas se henchían de viento, surcando el azul del mar, como la blanca cabellera de estrellas de Berenice resplandece en el azul marino del cielo todas las noches y con otros se movían sin unidad ninguna, confundiéndose con los mástiles, como la piel de un perro mojado, como las guedejas de la medusa.
Soy Omega y después de muchas horas de navegación, estoy en tierra, sometido a tratamiento cosmético marino para blanquear la piel de mi casco y peinar la lona de mis velas. A mi lado  está reluciente, espléndido como un gato feliz,  el catamarán favorito de la escuela del puerto que, a pesar de su juventud, ya sabe lo que a mí me ha llevado tantos años descubrir;  le gusta tener este aspecto porque el agua del mar es transparente, por eso  le gusta tener la piel de su casco brillante y la lona de sus velas resplandeciente.

(Concursa CAN)

AGO134. ¡LA AMABA!. de Arturo Fraga Salazar

Era perfecta en su quietud y palidez translúcida. Vestida de blanco con un ramillete de nomeolvides, la única mancha de color la ponía su hermosa melena negra tan oscura como el azul marino, como la noche que se extendía sobre nosotros como un manto. ¡La deseaba! Su belleza marmórea solo parecía un espejismo. Era de carne y hueso y, para no dañarla ni que otro la deleitase, empezó a engullirla lentamente por la cabeza, mirando a los lados con ojos amarillos triangulados en negro.

AGO133. ENTRENADOS PARA MORIR, de Leticia Oliva

Se entrenaban para estar muertos, día  a día invertían su tiempo en aulas llenas de conocimientos y vacías de afectos, día a día construyen un futuro, entrenando sus mentes, para rendir en hipotético trabajo que les quitaría lo que quedaba de vida, autómatas consagrados a un reloj azul marino,  a un horario a una causa inexistente.
Uno a uno, con cartón en mano desfilaban semi autómatas rumbo a una vida, ya entrenados, ya engrasados, ya muertos.

 http://trysha-rincon-magico.blogspot.com/

AGO132. VAIVENES, de Antonia Garcia Lago

Imaginó que el cuerpo que abrazaba no era el de su marido, sino el del  extraño con el que hizo el amor en una vieja callejuela. Él llevaba una máscara azul que refulgía oscura  mientras la luna iluminaba los canales y las máscaras aparecían y desaparecían entre risas, rumor de sedas y brillos de lentejuelas.
El tacto de su mujer le trajo a la memoria otro cuerpo bajo la noche de Venecia. Lucía una hermosa peluca azul, llevaba un  antifaz de encaje y había un vaivén marino en su cadencia.
Poco antes había viajado por negocios  y nunca le confesaría a su mujer que tuvo una aventura con otra a la que ni siquiera vio el rostro.
Ella  seguía sorprendida por la renovada pasión de su marido. Se prometió que nunca le confesaría que, en una escapada imprevista  para romper su soledad, se había sentido otra vez viva, en los brazos de un atractivo enmascarado.
Después de todo, nunca volvería a verlo.

AGO131. INVISIBILIDAD, de Amparo Bárcena

Ella vestía de rojo y era la puta más cotizada de la zona portuaria. Él, Bobby McDonalds, lucía un impecable y condecorado uniforme azul marino del que, cada vez que tenía  oportunidad, se deshacía.
Ambos formaban la pareja perfecta porque, en aquellos encuentros casuales, ella tenía prisa por acabar y sabía que él se iría antes de llegar. Siempre se iba pronto, quisiera o no. También cabizbajo.
Lola, mientras guardaba en su escote un puñado de billetes, dedicaba una sonrisa complaciente a su esporádico, pero fiel y buen pagador, mal amante. Luego, Bobby, tan cumplidor en su puesto de trabajo pero tan poco en sus ratos de ocio, se vestía con lentitud -ya no había prisa- y se empequeñecía hasta hacerse transparente.

AGO130. COLORES CIEGOS, de José Antonio Tejeda Cárdenas

A duras penas le convencí para que saliera del agua. La tarde se nos venía encima, y aún, nos quedaban muchos kilómetros hasta el hospital. Pero aquella parada improvisada merecía la pena. A sus dieciocho años, hoy  cumplidos, era su primera experiencia con el mar. Cuando, finalmente, alcancé convencerle, y  dejó de chapotear como un niño,  nos abandonamos, ausentes, a la orilla de la playa. A ponerle traspiés a la brisa… e inventariar  las olas. Yo, las contaba según llegaban…él, por el sonido, por el que hacían al romper sobre nuestros cuerpos. La curiosidad no cupo en mí, y rompí el silencio. Le pregunté  por su experiencia, sensaciones, emociones… Me inquietaba saber: ¿Cómo sería el mar en su mundo oscuro? Calló unos minutos…Después, fue tanteando mi ausencia, hasta dar conmigo,con mi brazo, lo apretó fuertemente, y,emocionado, me dijo:
-Es azul, azul…marino.

AGO129. FIESTAS PATRONALES DE VILLARRUBIA. AGOSTO 1957, de Rosa Molina

Don Carmelo acarició su casulla nueva. Era azul marino, como cielo profundo, bordada con la misma seda del manto de la virgen. Ambos estrenarían indumentaria. Ambos irradiarían santidad. Tantas almas recuperadas justificaban el gasto.
Mientras se vestía para la misa, recordó su particular cruzada: sin mujeres jóvenes disponibles, los hombres, desesperados, acondicionaron la cuadra del Pancracio como burdel. Inmediatamente él se impuso la tarea de enmendar a aquellas ovejas estridentes y descaradas. Recordaba cómo los hombres intentaban huir cuando él penetraba en ese zarzal infecto; recordaba su dedo acusador, su ira, ¡cómo disfrutaba amedrentando con su labia, doblegando voluntades! Y vaya si celebraron bodas, ¡como Dios manda! El afecto vendría con el roce.  Puso las cosas y las vacas en su sitio.
Alisó sus vestiduras, salió y observó a los presentes: miradas culpables y ningún hombre soltero. Los casados estaban, agarrados, pero estaban. Miró al monaguillo de reojo, «trajeron mujeres nuevas, padre, para las fiestas». “¡Ya empezamos!”, y echó cuentas de los solteros disponibles en la comarca. «Señor, ¿por qué me utilizas de casamentero?”, pensó, pero vio el púlpito y con júbilo y ansiedad sintió afilarse su lengua, su dedo acusador. Y comenzó: ¡En el nombre del Padreeeeee, del Hijooooooo….!

AGO128. VANIDAD. de Ricardo Plantagenet Médano

Cogí el espejo.
─Dime, amor ¿ya no me quieres?
   En ese momento, la dama respondió todo lo indignada que supo dar a entender
  ─Todas las reclamaciones en asuntos sentimentales ha de dirigirlas a la central y debe dirigirse a la Alta autoridad en caso de que tenga dudas.
   Con hastío, le pasé el espejo. Ella lo cogió indignada y dispuesta a abrirme la cabeza con él. En ese momento refulgieron sus ojos azul marino, en el cristal e intrigada y fascinada, lo contempló mientras iniciaba una suave sonrisa.
        Entonces aproveché para besarla y huir de su estremecedora reprimenda.

AGO127. TRANSITO, de Pablo Vázquez Pérez

La pareja de barqueros levantaron los remos para descansar un momento en su viaje sobre las aguas opacas y lisas del caudal turbio. Los fresnos que flanqueaban las dos orillas mostraban una gama de hojas de color marrón pálido. La niña observó el cielo tórrido y gris mientras abría el orificio de su máscara protectora para descubrir sus labios rosáceos. Entonces miró el rostro encapuchado de su compañero navegante.
–       Papá, ¿recuerdas cómo era el sol?
–       Como el disco de un semáforo, brillante. Redondo, igual que una moneda resplandeciente de plata. De un amarillo más intenso que las últimas espigas del trigo que desapareció hace unos años.
–       ¿De color amarillo, no era verde?
El padre rió imperceptiblemente.
–       No, verde era la hierba, los frutos tempranos y las copas de los árboles.
–       ¿Y el azul, cómo era el azul?
Una débil ráfaga de viento los distrajo de su conversación. El hombre hundió su remo en el agua otra vez.
–       Sigamos el curso del río y lo veremos.

 http://pablosinbulla.blogspot.com.es/

AGO126. DESCONSUELO, de Fernando Sopeña Lopez

Al tío Evaristo se le encuentra siempre en el mismo lugar, cualquiera que camine por el muelle le puede ver sentado en el banco junto a la cofradía de pescadores con la mirada perdida en el mar, tan lejos y tan cerca. Si no vas con prisa y le preguntas te cuenta la historia de la tía Enriqueta.
A la tía Enriqueta le maravillaba el mar aunque no lo conocía más que por esas revistas de viajes que tanto la gustaban, siempre que íbamos a visitarla siendo niños nos entreteníamos ojeándolas, las tenía por montones en todos los rincones de la casa. Solía decir que su color favorito era el azul marino en homenaje a ese gran infinito, no vestía otra ropa que no fuera de ese color. Cuando un día decidió por fin viajar a la costa a conocerlo todos en la familia la apoyamos, menos el tío Evaristo, que nunca llego a comprender tanta pasión por algo desconocido. Por eso fue una desgracia que aquella ola se la tragara.
Al día siguiente sin ningún reproche el tío Evaristo hizo las maletas y se le encuentra siempre en el mismo lugar.

AGO125. CREPÚSCULO : THE TRULY STORY, de Cándido Macarro Rodríguez

El fuerte levante, que había soplado pertinaz durante todo el día, se transformaba lentamente, con la caída gradual de la tarde, en una ligera brisa, serenando el furor de las olas hasta dejar la playa en calma.
 No hacía más de diez minutos que el sol comenzara a ocultarse tras las cumbres de las elevadas montañas cercanas,  alineadas a espaldas de la costa, y sólo quedaban  ya unos pocos reflejos anaranjados en el agua huyendo de la orilla a medida que eran perseguidos por las alargadas sombras de las moles rocosas.
 El azul brillante y nítido del cielo iba perdiendo intensidad paulatinamente y se oscurecía, más cuanto más al este, acercándose sin prisa al instante mágico en que se funde en el horizonte con el color del mar, sin quedar claro dónde acaba uno y donde empieza el otro, cuando los espíritus desprenden una aureola de misteriosa ingravidez y el ánimo queda sobrecogido por el milagro diario del atardecer en el Mediterráneo.
Yo, sentado en la arena,  intentaba emocionarme con el espectáculo; sin embargo, las decenas de púas que, al pisarle, el puñetero erizo había dejado clavadas en mi talón, inflamado y dolorido, me impedían disfrutarlo como la ocasión merecía.

AGO124. HORIZONTE MARINO, de Pilar Pastor

Caminaba sola sobre la arena. Las olas, desafiantes y juguetonas, borraban sus pisadas como queriendo llevarse la pena que, al igual que su sombra, siempre la acompañaba. La mirada perdida en el horizonte azul buscaba anhelante… ¡la ola!  … esa ola que le traería la paz, la que bañaría su alma de esperanza, la que le arrebataría por breves instantes la pena que la aprisionaba. El horizonte no se divisaba, cielo y mar se habían fundido en un profundo beso y el azul …intenso, ultramar, celeste, marino, … cubría la bóveda celeste.
     Su paseo tenía una meta, llegar a las rocas. Al compás de las olas sus pasos se deslizaban entre el agua y la arena , la brisa marina le acariciaba el rostro antes de entrelazarse por sus cabellos direccionándolos a modo de velas.
      Había llegado. Sentada sobre una roca, y sin perder de vista el horizonte, escucha «la voz del mar«. Las lágrimas empiezan a brotar y  el nudo que le ahogaba en la garganta se deshace  para gritar:
     -¡El mar! ¡Mi mar! … el liberador de mi alma oprimida, donde la pesadumbre y las lágrimas se funden con las olas y juntas rompen su furia contra las rocas, donde las penas que me atormentan se diluyen con la sal de la brisa marina en la inmensidad del océano, …

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