Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

ENE43. NO TODO ESTÁ PERDIDO, de Claudia Elcira Diaz

Cuando despertó,me tomó de la mano,lo miré sorprendido por varios minutos,el avión estaba por despegar.Su rostro de hombre,comenzó a transformarse en un rostro con gestos de niño.Yo también,le tomé fuertemente la mano y entre lágrimas que brotaban de sus ojos me dijo:¡perdón!…pero esto de tomarle la mano me hace recordar cuando comenze las practicas porque quería ser piloto. ¡El sueño de volar!… me hace sentir libre.
Pero en un momento,mi visión,comenzó a estar casi en tinieblas,y en una de las practicas,le tomé la mano al instructor y solamente pude decirle…¡Gracias!… hasta aquí llegué.¡Pero no se preocupe!…yo también estoy en su situación,pero ambos tenemos la oportunidad de disfrutar de viajes por nuestros trabajos,y sentirnos libres de otro modo,pero libres al fin.Nos faltará un ala,pero la otra que nos queda, es seguir adelante,y nos sentirnos frustrados por la circunstancia.Al contrario,agradecer que no todo está perdido,una puerta se nos abrió a seguir volando y disfrutar del oxígeno,que nos envuelve en cada viaje.¡El amanecer!…¡y la noche!…¡nos da la vida!…¡a nuestra vida!… terrena.

ENE42. ACARICIÉ EL PIANO, de Luis Cruz Cubero Villalba

Cuando despertó había llegado el día. El día del temido examen de piano. En los últimos tiempos todo se había centrado en una buena preparación. Seis horas diarias durante tres meses y en el último mes, más de siete, configuraban un panorama bueno para afrontar el examen de fin de carrera. Pero a pesar de la dedicación, de las ganas de cumplir un sueño, todo el tiempo había pasado como un suspiro. Había llegado el momento.
Ya estaba en la sala del examen, que era público. Se podía asistir al que hiciesen los compañeros en el trance, rivales al fin y al cabo. Ver como a una joven se le resbalaban las manos en las teclas, con fallos de principiante, no le relajó nada. Le llegó el turno. Miró al tribunal discretamente. Se sentó al piano. De repente, todo fluyó, todo encajaba. Fundió a los asistentes en un sueño. Sus notas hicieron gala de la más exquisita música que se hubiera interpretado con ese instrumento.
-Así me contaron que fue su examen, señor Mauricio. ¿Cómo logró usted vencer el miedo? -le pregunté.
-Yo no lo vencí, lo acompañé. Siempre así tras cada despertar. Después, acaricié de nuevo el piano.

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ENE41. EL ÁRBOL DE LA MORERA, de Jesús Coronado

 La morera esta al otro lado. Solo el puente la separa de mis gusanos de seda. «Ten cuidado, tú no vayas» dice mi madre en voz alta. Mas no hago caso y me marcho en busca de las hojas de la morera. Llego al puente y me paro. Es estrecho y esta sobre ese valle profundo. Pero el susurro del aire que mece la morera aviva el valor y me arriesgo. Más a mitad de camino doy un traspiés y me caigo. Y mientras caigo me digo «porque no hice caso a mi madre«, pero sigo cayendo y cayendo… aunque nunca toco el suelo. Y es ahí cuando me despierto. Y es estonces cuando pienso que quizás tan solo sea un sueño. Pero la verdad es, que aún me encuentro cayendo.

ENE40. SUEÑOS FRUSTRADOS, de Juan Herminio García-Zeballos

 Esa noche, el mundo onírico le jugó una mala pasada: desde lo alto, veía como sus hijos peleaban ferozmente y se agredían de un modo inimaginable; también, podía observar como destruían y ensuciaban la casa familiar donde por generaciones habían vivido sus antepasados. Asimismo, y dejando de lado las enseñanzas recibidas a lo largo del tiempo, recurrían a la violencia armada para imponer sus ideas y hasta eran capaces de matar por ellas.
El poder, el dinero, la venganza, el fanatismo e incluso la letal combinación de esos cuatro elementos, eran algo que se había vuelto frecuente en aquel agitado sueño; sueño que cada vez más, se transformaba en una pesadilla para el progenitor; pero habría aún algo peor… ya que cuando despertó y miró hacia bajo, comprobó que se trataba de una triste realidad.

ENE39. LA LÍNEA, de Lourdes Abuide

Alicia levantó trabajosamente la palma de su mano. Desde niña miraba continuamente los dibujos con surcos entrecortados que formaba la piel. Le preocupaba la línea larga de la vida que se terminaba abruptamente cerca del dedo corazón. Otras tres ramificaciones salían de esa línea sinuosa. – Esto refleja mi futuro.- pensaba continuamente, intentando averiguar como sería.- Divagaba con posibles hijos, un marido, una casa con un jardín al lado de una gran ciudad. Quizás por esa insistencia, cuando despertó del coma que la había mantenido inactiva 10 años, usó el último suspiro para recorrer de nuevo sus líneas. En una milésima de segundo comprobó que los muertos tienen la palma de la mano completamente lisa.

ENE38. SE VENDE, de Susana Revuelta

Al salir no podía evitar mirar de reojo la puerta de su apartamento: dieciocho metros cuadrados de dulce hogar, no pedía nada más.
Cada mañana se despertaba cuando aún no había amanecido y acudía puntual a su trabajo: media jornada retribuida en el almacén donde dedicaba unas diez horas diarias, pero él se sentía afortunado. Mientras tanto, hordas de posibles compradores irrumpían en el piso revolviéndolo todo, arrasando sin compasión, pero tampoco le importaba. Por las noches comía algo caliente por ahí y a su vuelta limpiaba el desastre, leía algún catálogo y se echaba a dormir.
El vigilante nocturno de la mueblería sueca hacía la vista gorda cuando, en su ronda, el pobre infeliz se escondía debajo de la cama.

ENE37. OJALÁ, de Miriam García León

Sus suaves manos recorrían su rostro con delicadez. Su aroma embriagaba sus sentidos. Con sus labios daba vida a sus besos, alimentando la pasión y la química entre ambos.
Entre susurros, le cantaba cuanto la quería con una música celestial de fondo. Era el paraíso. Cerró los ojos disfrutando del momento. Fue entonces cuando despertó, bajó de la nube de sus pensamientos y se fue a dormir.

ENE36. CUENTA CUENTOS, de Eneritz Angulo

Aunque el pequeño Alberto descansó un poco mejor aquella noche, se despertó sobresaltado. Los temores ante su inminente entrada en quirófano y el dolor que le provocaban las heridas tras el accidente, no le dejaban descansar. Asustado miró a su madre y recordó el cuento de la noche anterior.
Erase una vez en un reino no muy lejano un rey que gritaba –¡Hijo mío si no puedes ser valiente como te vamos a llamar ahora!- A lo que el príncipe respondió llorando –Alberto. Es como me llamo-…
-¡Pero mamá los príncipes valientes no lloran!.
–¿A no? ¿Y entonces cuando les duele que hacen?-
En ese instante sintió la calidez del cuerpo de su madre acurrucado a su lado en la cama. – Llora mi príncipe valiente. No pasa nada.- le susurró a la oreja.
Según las lágrimas brotaban por su cara el pequeño Alberto sintió como sus temores y dolores se mitigaban. Durmió de un tirón hasta bien entrado el día y aprendió del verdadero poder de la lágrimas.

ENE35. LA INDIFERENCIA, de Luisa Rodríguez García

En lugar de evaporarse cuando despertó, su pesadilla se sentó a su lado a fumar tranquilamente un habano, de esos que a él tanto le gustaban y le había prohibido el neumólogo. Era hermosa y sensual, como las volutas de humo que se elevaban engarzadas hacia el cielo amenazador, pero su mirada ausente le golpeó hasta provocarle un dolor físico que creía olvidado. La misma opresión en el pecho, la misma respiración entrecortada, la misma angustia que lo habían empujado a dar un portazo para dejar atrás la indiferencia.
Los cuatro goterones que anunciaron el aguacero lo obligaron a cobijarse bajo una marquesina. Carreras, exclamaciones, risas y, en unos segundos, el parque quedó desierto. Ni rastro tampoco de la ensoñación, que debió de convertirse en lluvia en cuanto él le dio la espalda, así que al escampar retomó aliviado su rutina solitaria. Sin embargo, empezó a preocuparse la noche en que se dio cuenta de que siempre elegía el mismo banco. Y peor fue cuando comenzó a echarla de menos, a ella también.

ENE33. PARAÍSO, de Antonio Diego Araujo Gutierrez

Un ligero viento acariciaba las hojas del cocotero. El hombre extendió su brazo asiendo en la mano el recipiente peludo del cóctel dulzón hasta hacer coincidir su silueta con la de uno de los frutos inmensos que pendían de aquél árbol generoso. Luego simuló recogerlo con un movimiento pausado hacia sus labios y, deteniendo el tiempo, degustó el brebaje a pequeños sorbos. Sin darse cuenta, su mente comenzó a divagar acerca de la composición de aquella mezcla: una buena dosis de agua de coco salvaje bien cargada de pulpa, un chorro de ron cristalino, algo de azúcar, y un toque secreto que no supo determinar , aunque creyó reconocer su ligero sabor a placer y libertad. Absorto en su cábala, el efecto del alcohol y de la brisa fue sumiéndole en un sueño de paz mientras el sol tendía su manta anaranjada.

Cuando despertó, la hipoteca todavía estaba allí.

 http://lugardemirecreo.blogspot.com

ENE32. ÚLTIMA ESPERANZA, de Anna Jorba Ricart

Alberto, que acababa de cumplir dieciséis años, sufría una nueva crisis entrando en estado de coma.
Cuando despertó, sintió la proximidad de sus padres y la incertidumbre angustiosa de comprobar el grado progresivo de deterioro que su cerebro soportaba en cada embestida.
En la crisis de aquel Abril acordaron ingresarlo en el Gran Hospital, cuyo equipo medico de Neurología era pionero en un tratamiento innovador para su enfermedad y representaba la última esperanza terapéutica para su hijo, ¡por fin! Alberto, en las mejores manos, entraba en un protocolo novedoso que tan buenos resultados estaba dando.
Pero el destino, siempre imprevisible, sembró en su vida la ironía y esta vez no despertó.

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