Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

DIC65. MUERTE DE UN RELOJ, de Fran Rubio

LAPSUS
Tuve que romper una ventana para que el aire puro tuviese oportunidad de entrar en la casa, veintiséis años cerrada, desde aquella trágica Navidad.
ENSERES
En la mesa pervivían restos momificados de esa noche: mazapanes-piedra, copas con licor cristalizado…: objetos-testigo de aquellos hechos gestados en la alterada mente de mi padre. Todo quieto desde entonces. Todo menos el reloj.
CRISIS
Nada existía más mágico que las Navidades en el pueblo: la chimenea siempre encendida, nieve en las calles, los otros chicos que regresaban como yo… Aquel año cumplía trece y mi padre estaba esperándome cuando bajé del autocar que me traía del internado. Me abrazó como nunca antes lo había hecho.
AÑICOS
A las doce, cuando Tío Luis, el hermano de mi padre que vivía con nosotros, destapó la botella de cava, él sacó su machete y le cortó el cuello; después se lo clavó a mi madre en el corazón. Me miró y dijo: “Feliz Navidad, hijo mío”. Lo encontraron en el monte dos días después, cerca del collado. Había muerto de frío.
CATARSIS
Me quedé mirando el reloj, como hice aquella noche, y en ese instante se paró. Para siempre. Feliz Navidad, papá, dije veintiséis años después.

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DIC64. EL NIÑO, de Diego Sebastián Erice

Aquella navidad, el niño nació. En un pesebre. Abrió un ojillo, luego el otro; y no le gustó lo que vio. Nada. Vio un carpintero y una virgen mirándolo extasiados. Vio una mula y un buey. Vio tres reyes magos que le traían incienso, oro y mirra ¿Para qué quería él oro, incienso y, sobre todo, mirra, que no sabía ni qué era? Vio, fuera, pastorcillos, lavanderas en un río de papel de plata y un caganer en lo alto de una loma. Se miró; se vio un niño normal. Él no quería ser jesús, ni dios, ni cristo, ni espíritu santo. Quería ser niño, sin más. Saltó del pesebre, montó precipitadamente sobre la mula y se alejó a galope de allí. Aún lo andan buscando.

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DIC63. SIEMPRE ES NAVIDAD, de Mònica Sempere Creus

Hoy cenaré pronto. Me pondré el perfume a noche de invierno con unas gotas de ráfaga del norte. Cepillaré las botas silenciosas y me abrigaré con mi vieja chaqueta y mi gorro tejido con hilo de estrellas. Volveré con la aurora, los sacos vacíos y el corazón lleno de luz. Me tumbaré sobre el musgo y al cerrar los ojos danzarán ante mí sus caras felices. El eco de su  emoción incontrolada acunará mi sueño hasta el año que viene.- El pequeño Luis escucha al viejo barbudo que tira de un carro del supermercado cargado de trastos. Duda un instante, y con una sonrisa, le regala su helado de vainilla.

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UN JURADO… MUY NAVIDEÑO

… y para terminar… nada ha cambiado. El jurado ha vuelto a salir de los relatos seleccionados por el jurado anterior, y su labor será ir eligiendo los trabajos que le parezcan más interesantes por la razón que sea. Y aunque pueda parecer de perogrullo, tengo que deciros que todo el relato es susceptible de valoración, así que… ¡no os sorprendáis luego! : el título o la historia que lo soporta, el cierre del relato, su vocabulario o lo acertado del narrador, la originalidad o la impecable puntuación… un repaso antes de enviarlo y… sean todos bienvenidos¡¡¡
(Si esto fuera un programa televisivo o de radio, en este momento tendría que pedir un aplauso especial para nuestro jurado de Diciembre…)
Nuestro jurado del mes de diciembre ya está en marcha. Lo formarán, representando a los participantes Mercedes Daza y Fernando Martínez ; y por parte de los organizadores, como siempre, Mari Carmen Cobo representando al Molino de Bonaco y Juan Antonio Morán representando al Sendero del Agua.
Creo poder hablar en nombre de tod@s: gracias.

DIC62. NO ESTARÁS SOLO, de José Ángel Gozalo

Juan contempló orgulloso a su familia reunida en torno a la mesa para celebrar la Nochebuena en el calor de su hogar. Su joven esposa lo miraba complaciente, aguardando a que bendijera la mesa mientras los pequeños gemelos se contenían para no abalanzarse sobre el plato.
Habían matado un cordero para la ocasión y el aroma suculento de la comida invadía toda la casa.
Su alegría se truncó cuando miró por la ventana y vio los copos de nieve volando de un lado a otro.
—Estoy preocupado por Juanito —le dijo a su mujer. —Le prometí que no estaría solo ahí arriba.
A su esposa  se le ensombreció el semblante y de pronto ya no parecía tan bella.
—Alguien tiene que estar en el monte, cuidando del ganado por si atacan los lobos.
—Sabes que él no es mucho más mayor que los gemelos.
—Pero ellos son  ˂˂mis˃˃ hijos —zanjó la mujer.
Juan miró hacia el fuego recordando con nostalgia otros tiempos vividos.
Bien entrada la noche partió hacia el monte portando un regalo para cumplir su promesa.
Lo encontraron por la mañana, colgado de un gran árbol, junto a los restos congelados de su hijo devorado por los lobos.

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DIC61. ANTONIO SE PROPUSO NO CELEBRAR AQUELLA NAVIDAD, de Mª del Rosario Val Gracia

Cuando era un niño no sabía lo que esas fiestas encerraban, ahora de mayor se cuestionaba… porqué precisamente en Navidad a sus padres les preocupaba tanto traer a la abuela a casa, para luego aparcarla todo el año en la residencia. Tampoco se explicaba la repentina amabilidad de los del quinto.
Se preguntaba porqué siempre en Nochebuena, se cenaba lo que parecía un bebé recién salido del vientre de su madre… dormidito en una bandeja.
No comprendía lo del abeto muriendo lentamente y sin remedio fuera de su hábitat.
Porqué cada Navidad,  algunos de los muchos regalos que traían los Reyes Magos a sus hermanos y primos, terminaban en el desván sin estrenarse, y algún otro, pasada la época en la que ya no les hacía tanta gracia, abandonado sin piedad en la calle.
No entendía que atiborrasen al frigorífico… días después mucha de esa comida iría a parar a los contenedores de la esquina.
Tampoco entendía el despilfarro de luz y de colores… cuando a pocos kilómetros de allí, había gente viviendo a oscuras, gente pasando penuria.
Y porque así pensaba y lo proclamaba, le llamaban rarito. Como si él estuviera diciendo algo que no fuera cierto…

DIC59. NOCHE DE NAVIDAD, de Ana Fúster

La noche de Navidad cae en un aguanieve que atrapa el neblumo y lo estrella contra el suelo en millones de diminutos copos grisáceos. Los transeúntes se calan los sombreros, se abotonan los abrigos, se ciñen al cuello las bufandas en un intento de protegerse de la malsana humedad. El niño, refugiado en un portal, los mira con envidia mientras su magro cuerpo tirita bajo las escasas ropas raídas. Inesperadamente, un hombre se detiene y le entrega una moneda. Brillante, pesada. El niño no puede creer su suerte:
-Tómate algo caliente, muchacho. ¿Cómo te llamas?
-Oliver, señor. Muchas gracias, señor.

La noche de Navidad soñé que, muchos años atrás, una infortunada criatura alcanzó así la inmortalidad al cruzarse por azar en las calles de Londres con el autor del libro que ahora reposa en mi regazo.

DIC58-B. DESASOSIEGO, de Javier Palanca

Como nadie que haya vivido algo similar entenderá, yo de niño no podía dormir tranquilo. Cuando ya estaba en la cama, percibía que se acomodaban bajo la mesa del comedor unos seres, un tanto enanos, que me provocaban lo que ahora sé que es el desasosiego y la ansiedad.
    Harto, “marre” que diría un francés, decidí pedir ayuda. Pero no a mis padres, sino a los Reyes Magos. Les dejé una nota en la que les decía: “No necesito regalos, simplemente llevaros esos enanos de debajo de la mesa”.
    Tras la noche más inquieta que puedo recordar, me levanté a corre prisas para ver el resultado. Encontré una nota que decía: “Nos llevamos los enanos y te dejamos los regalos”.
    Las noches se convirtieron en una felicidad de algodón y espuma.
    Pero un maldito día, descubrí que los Reyes eran los padres, y me salió muy caro: Los psiquiatras tienen su minuta.

DIC57-B. ROMPIENDO TRADICIONES, de Anna Jorba Ricart

Aquellas reuniones de año en año eran un polvorín, a expensas de una chispa que explotaba a la más mínima,  desatando la discordia, los reproches, los insultos y las lágrimas, en aumento proporcional al tono crispado de las voces. Aleix desertó de aquella captura forzada, buscando el espacio dónde ser querido sin odios ni rencores mal resueltos desde la infancia, por su convencional familia.
Rompió la tradición aprendiendo a decir no, para que las contiendas familiares le dejaran de hacer la pascua.
Desde aquel año en Navidad, es comensal en diálogos libres sin cautelas temerosas, con la justa cortesía que nace del corazón, acogido por la única familia que le acepta: su querido Héctor y sus amigos.

DIC58. DESVELANDO EL MISTERIO, de Pablo de la Rúa

Con el paso de los años fui atando cabos. Los susurros de mamá al oído de papá. Las miradas de complicidad entre ellos delante de algún escaparate. Las llamadas de teléfono a los abuelos mientras suponían que dormíamos para hacer el reparto. Las extrañas escapadas de papá a medianoche. La negativa de mamá a subir al trastero. Las preguntas de la abuela con la revista entre las manos. O las constantes visitas al centro comercial.
Por eso, el día que llegó mi amigo Javier como si llevara un tesoro bajo la lengua y me lo confesó, ya estaba preparada. Por su cara, él no tanto, cuando le contesté con una risita: «Tú y yo lo seremos pronto«.

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DIC57. EL ÚLTIMO REGALO DE SANTA, de Leticia Oliva

Existen muchas tradiciones de final de año, algunas más extrañas que otras, sin embargo , siempre que la vorágine de las fiestas me consumen me voy un minuto a mi cuarto y saco esa cajita plástica que contiene mi mayor tesoro. Mientras acaricio el pony, no puedo evitar recordar ese día, la emoción de ver bajo el arbolito mi obsequio soñado, recuerdo que lo tome y aun en pijama corrí hacia la puerta, mi mamá con una sonrisa en sus labios me detuvo preguntándome a donde iba tan a prisa
-voy a buscar a Paola- respondí, nos habíamos prometido que la que se despertará primero iría a buscar a la otra.
Mi madre me abrazo fuerte e intento inútilmente desviar mi atención, y aunque por todos los medios evitaron el encuentro, nos juntamos cerca del almuerzo, ahí ella miró mi pony y confesó que no le habían dado regalo, recuerdo su mirada suspirando y diciendo que quizás había hecho cosas malas sin notarlo. Pero mi mente trabajaba más rápido, su papá había perdido el trabajo, su mamá había tenido otro bebe, y estaba segura de que no era mala. En un abrazo la magia desapareció.

DIC56. CIRUGIA NAVIDEÑA, de Nicoleta Ionescu

– Me he decidido, doctor. El número 24. Es el más caro, más doloroso, pero vale la pena. Lo necesito, doctor.
– Muy bién, señora, vamos a fijar los detalles.
– Sí, doctor. Olor a resina – sí; abeto inmenso, adornado con globos relucientes – sí; Papá Noel con trineo y renos – sí; mamá y papá felices, junto a mí, abrazándome – sí; un montón de regalos en el salón – sí. ¿Cómo? ¿Qué regalos, doctor? Pues… una muñeca muy grande, como la de Mercedes, un pequeño piano rosado, de plástico, como el de Teresita, accesorios de hada: diadema, varita mágica, con una estrellita en su punta…. Y… zapatillos color de rosa, con  florecitas blancas, un vestidito plateado, con lazos y volantes… Mira, aquí vienen todas mis amiguitas, mamá… Soy una princesa….  Estoy de pié en la silla… Mira la gran tarta, mamá…. las siete velas encendidas…  Soplo y ….
– Cuidado, señora, no está permitido sobreponer los injertos, son muy delicados y no se prenderán bien. El implante de memoria de cumpleaños salió muy bién. Pero éste de Navidad es algo más difícil. Necesita anestesia. Lo ingresaremos aquí, en este espacio vacío, que tiene Ud. junto al corazón.

 http://cesariarey.wordpress.com/

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