136. Paisaje
Se levantó como cualquier mañana para empezar su rutina. Lo primero que hacía, después de ponerse las zapatillas y antes de salir a ordeñar las vacas, era abrir la ventana para que su casa empezara a inundarse de la naciente luz del día. Pero aquella mañana al descorrer las cortinas no vio la huerta, ni los árboles frutales. Tampoco el corral, ni el pozo. Su paisaje cotidiano había sido tomado por altos edificios y un asfalto plagado de coches. Entonces, en sus manos arrugadas reconoció su presente. Resignada, se acomodó una vez más en la mecedora y dejó escapar la mirada, como un pajarillo libre, por el pequeño trozo de cielo que aún podía verse desde su triste jaula de soledad y cemento.
Por lo menos, aún disfruta de la libertad que le da su imaginación y sus recuerdos. Me ha gustado mucho, Alberto. Suerte y un saludo.