72. Pandemónium
Me despierto en mitad de la noche. Alcanzo el reloj que reposa sobre la mesita de mimbre. Las tres y media de la madrugada. No se oyen voces, ni ruidos. Todo es silencio. Veintidós minutos después, aún no he conseguido dormirme. Decido ir a la cocina a por un vaso de agua.
El cuartito donde duermo es estrecho, apenas metro y medio de ancho y como única decoración, un calendario del restaurante chino de la esquina, el ¨Xiao¨. Abro la puerta despacio y sigilosamente. Ando descalza para no hacer crujir las viejas maderas del suelo y no despertar a nadie.
El televisor sigue encendido, aunque fuera de emisión, con su pantalla gris de hormiguitas negras. Alguien ha enmudecido el volumen. Veo a Lin echada en el sofá, dormida, y me pregunto si su esposo ya habrá llegado. En la cocina, lleno un vaso con agua del grifo y la bebo de un tirón.
De puntitas regreso a mi habitación minúscula. Un portazo, un ruido y una discusión. Temo que la puertecilla del cuartito donde duermo, se abra de un momento a otro. Pero no, de nuevo el silencio…Por suerte vuelvo a dormirme.
Si pandemónium es una reunión de demonios o un lugar lleno de confusión, parece lógico hermanarlo con una noche de insomnio, con ese querer y no poder de una vigilia indeseada, impotencia pura. La protagonista describe sus andanzas durante ese tiempo dominado por un silencio extraño con la idea fija de dormir de nuevo, algo que logra hacer, aunque no sin comprobar que no es la única que no consigue conciliar el sueño, por unas razones u otras.
Un saludo y suerte, Patricia
Muchas gracias por su comentario.
Ciertamente, utilizo aquí Pandemónium de forma
bilateral, precisamente como lo opuesto al sigilo y también el estado infernal que puede significar el no conciliar el sueño. Un saludo.