57. Papá Vesubio
Para cuando el volcán entró en erupción, ya teníamos la sonrisa de ceniza y tiznada el alma. El estruendo hizo que los tabiques de casa temblaran y el reloj de pared cayera al suelo, grabando la hora en nuestras retinas.
Esta vez su furia nos cogió desprevenidos, y mamá se interpuso para marcar mi camino de huida. Pero una lengua de lava ardiente le alcanzó la piel, dejando una nueva quemadura sobre su rostro.
Y, aunque aquella mañana volvimos a amanecer petrificados, pasó mucho tiempo hasta que el sol nos descubrió acurrucados bajo la cama en nuestra pequeña Pompeya.
Las personas más allegadas son las que más daño pueden hacer si se lo proponen, como es el caso de este padre y marido, violento y enfermo, un volcán en erupción del que es difícil escapar.
Un hogar puede ser un refugio, un espacio de vida en común, o un infierno, cuando un elemento irascible y dañino saca lo peor que tiene dentro, puede que alterado por la bebida.
La asimilación de un volcán con la ira más desenfrenada es todo un acierto.
Un abrazo y suerte, María
Maravillosa forma de asimilar la violencia dentro de la familia con la violencia de un volcán. Sensacional juego metafórico para una situación muy dura. Me ha encantado el relato. Suerte y abrazos, María.