134. Pasifae
Chocas con las paredes, niño mío, buscando la salida de un laberinto del que eres cautivo y carcelero. Cuando al fin caes, rendido e impotente, entro a buscarte. Avanzo devanando una madeja de hilo púrpura que me permitirá volver sobre mis pasos. Al fin te encuentro y en silencio, para no despertarte, dejo un beso en tu frente, donde brotan las dos armas enhiestas que solo sabes usar contra ti mismo. Vuelvo deprisa, temo que el rey advierta mis visitas, y dejo tras de mí la huella roja que podría conducirte a la salida. Una huella que nunca seguirás porque sabes que no eres tú, soy yo la prisionera.
Más que paredes, a veces las cárceles son personas; en este caso, un minotauro.
¡Muy bueno, ELISA! ¡Me gustó!
Nos leemos,
Mariángeles
Me gusta, que bien has contado el mito «desde dentro».
Un saludo.
Me gusta mucho el final. Hay prisioneros que no saben que lo son y otros que saben que lo son pero nadie lo sabe. Me parece un gran relato. Mucha suerte 🙂
Final de mes, que se cierra con buenos laberintos como este tuyo Elisa.
Felicidades.
La mitología me encanta. Tu relato de amor de Pasifae hacia su hijo Minotauro un derroche de ternura.
Felicidades.
Elisa, bonito cuento de amor maternal y entrega. Suerte y saludos
La cárcel está, de las rejas hacia afuera.
Besos Elisa, suerte.
Me parecía que el texto era demasiado abierto, dejaba muchos huecos, y cada uno de vosotros los ha ido rellenando de ideas y sentimientos. En ENTC no solo hay buenos autores, también hay lectores excelentes. Muchas gracias por vuestros comentarios.
Precioso relato.
Me ha encantado.
Un saludo
Yo sí lo veo un pelín abierto, desconcertante. Se ve que no soy un buen lector, de la raza burruna pá abajo, pero el estilazo, el modo de mostrar los barrotes invisibles es, como siempre, excelente. Mi más sincera admiración.
Besísimos.
Buena idea la de traer a la madre del minotauro. Con tantas versiones y hasta que no has llegado tú nadie se ha acordado de ella, si es que alguien tenía que inventarlo.