45. Pasión de invierno
Ella aparta la mirada de la tele y le guiña un ojo desde el otro lado de la sala. Él levanta la mano y gira la cabeza en dirección a la puerta. Paso a paso, salen por separado y cogen ascensores diferentes. Casi a la vez, suenan dos timbres y se les oye avanzar por el pasillo desierto; es buena hora para el disimulo. No se dirigen la palabra hasta que la tarjeta, que siempre falla al menos un par de veces, admite al fin la apertura de la habitación. Ella avanza hasta la cama y se sienta despacio, mientras le mira con los ojos empañados . Él le acaricia el pelo, la cara, el cuello, los pechos. Ella le desabrocha con torpeza la camisa y aspira el olor a su colonia mientras siente sus manos bajando por la falda. Se alegra de que no lleve cinturón mientras explora al tacto qué hay detrás de la bragueta. Él respira agitado, ella cierra los ojos, ninguno oye la puerta abrirse y volver a cerrarse. La enfermera de la residencia baja a recepción e informa a sus familias de que hoy no bajarán a recibir visitas.
También hay pasión más allá de la segunda edad. Excelente narración, con sutiles pistas sobre las características de los personajes y un cierre simpático y redondo.
Enhorabuena, Esther. Suerte y abrazo.
Muchísimas gracias, qué ilusión que te haya gustado 🙂
El amor no tiene edad, las pasiones tampoco; cualquier estación del año es buena para darles salida. Ese terreno acotado solo para dos, de entrega completa, requiere de un lugar propicio que tenga asegurada la intimidad. La actitud de la enfermera, testigo involuntaria del encuentro, no puede ser más profesional, humana y comprensiva.
Un paseo por las relaciones durante la tercera edad, una época en la que se da por hecho que toda intensidad disminuye, cuando casi debería ser al contrario. Tras muchos años acumulados, los rodeos y demás zarandajas tendrían que suprimirse, no hay tiempo que perder.
Me alegra haber leído este buen relato, con ritmo y sorpresa final. Aunque original y diferente, me atrevería a decir que podría hermanarse de alguna manera con el mío en cuanto a personajes. Seguro que muchos de nosotros nos apuntaríamos a sumar muchos años y a saber vivir como ellos.
Un abrazo y suerte, Esther
Muchas gracias por el comentario. Efectivamente, la pasión no es cuestión de edad, por mucho que la sociedad tenga esa expectativa sobre nuestros mayores. Yo también veo un cierto paralelismo ahora que lo mencionas. Muchas gracias y mucha suerte.
Maravilloso micro Esther. Una vez más nos sorprendes con tus preciosas historias. Felicidades
Un fuerte abrazo
Esther,
Según iba leyendo me iba gustando cada vez más, pero no podía imaginar donde nos llevabas, mejor dicho de quién se trataba. El titulo perfecto. Y como siempre al final abro par ver el/la autor@ y resulta ser tuyo. Genial, me ha encantado.
¡Suerte!
Una visión generosa, realista y digna de los deseos y pasiones en la tercera edad.
¡Un abrazo y mucha suerte, Esther!
Esa enfermera cómplice de ese amor invernal, le pone un punto final estupendo a un relato bien construido, salpicado de sutiles toques de humor, que genera empatía en quien lo lee. Mucha suerte, Esther.