87. Pérdidas y compensaciones (María Rojas)
La tía abuela Virginia aparecía en Nochebuena con unas muñecas de boquitas acorazonadas. Eran muñecas alegres, acaloradas de amor. Lo malo es que, en primavera, las muñecas perdían la compostura y se iban deshaciendo en un polvillo corrosivo como el que deja la pólvora quemada.
Mi tía se hacía la sorprendida y, mientras se tomaba un trago doble de aguardiente, nos decía que recordáramos que en polvo todos nos iríamos convirtiendo y, sin darnos tiempo de llorar a las difuntas, nos entregaba otras muñecas idénticas a las deshechas.
Nos aseguraba que en el taller del juguetero las habían reparado. Nosotros sabíamos que mentía, que no eran las mismas, pero las cargábamos con el profundo convencimiento de que en primavera perderían su hechura.
Otra cosa no es la vida sino cambio y transformación, muerte y renacer, nada ni nadie está libre de ello. Cuando sucede es como si todo resucitara y con unas.hechuras similares, pero nunca idénticas. Sucede que, como la tía que confecciona estas muñecas y sus sobrinas, preferimos vivir obviando que nada es efímero, incluidos nosotros, aunque sea la.mayor de las mentiras
Un abrazo y suerte, María
Gracias, Ángel, es verdad que se quiere disfrazar y reinventar la llegada de la muerte. Pero allí está.
Un abrazo.