PONGAMOS FIN A STEPHEN KING
El final es el broche que cierra la narración, el destino en el que desemboca toda historia. Un buen final puede establecer la diferencia entre la bondad o la excelencia de un cuento, tanto más en el relato corto o en el microrrelato, en los que se encuentra próximo al desarrollo, si no acapara la parte más extensa del texto.
A un buen final no le basta con lograr el objetivo de desentrañar la trama de la historia contada. Debe hacerlo de manera ingeniosa, original e interesante para que el cuento alcance la excelencia, para que lo saboreemos largamente como a un buen licor.
Hay finales abiertos, finales que en pocas palabras son capaces de cambiar la perspectiva de la narración, finales que abren las puertas a un futuro, finales circulares…Pero todos ellos se encargan de dar unidad y sentido a lo narrado.
Ahora para practicar, vamos a jugar con un cuento de Stephen King. Os propongo inventar un final a “El Asesino”. No se trata de adivinar y plagiar el auténtico (sería demasiado fácil de encontrar), el reto consiste en inventar nuestro propio final y hacerlo brevemente. Dos o tres líneas deberán bastar.
Y para que no busquéis el auténtico, os lo haré saber el lunes 21.
¿Quién se atreve a enmendarle la plana al señor King?
EL ASESINO
Stephen King
Repentinamente se despertó sobresaltado, y se dio cuenta de que no sabía quién era, ni que estaba haciendo aquí, en una fábrica de municiones. No podía recordar su nombre ni qué había estado haciendo. No podía recordar nada.
La fábrica era enorme, con líneas de ensamblaje, y cintas transportadoras, y con el sonido de las partes que estaban siendo ensambladas.
Tomó uno de los revólveres acabados de una caja donde estaban siendo, automáticamente, empaquetados. Evidentemente había estado operando en la máquina, pero ahora estaba parada.
Recogía el revólver como algo muy natural. Caminó lentamente hacia el otro lado de la fábrica, a lo largo de las rampas de vigilancia. Allí había otro hombre empaquetando balas.
–¿Quién Soy? –le dijo pausadamente, indeciso.
El hombre continuó trabajando. No levantó la vista, daba la sensación de que no le había escuchado.
–¿Quién soy? ¿Quién soy? – gritó, y aunque toda la fábrica retumbó con el eco de sus salvajes gritos, nada cambió. Los hombres continuaron trabajando, sin levantar la vista.
Agitó el revólver junto a la cabeza del hombre que empaquetaba balas. Le golpeó, y el empaquetador cayó, y con su cara, golpeó la caja de balas que cayeron sobre el suelo.
Él recogió una. Era el calibre correcto. Cargó varias más.
Escucho el click-click de pisadas sobre él, se volvió y vio a otro hombre caminando sobre una rampa de vigilancia. “¿Quién soy?” , le gritó. Realmente no esperaba obtener respuesta.
Pero el hombre miró hacia abajo, y comenzó a correr.
Apuntó el revólver hacia arriba y disparó dos veces. El hombre se detuvo, y cayó de rodillas, pero antes de caer pulsó un botón rojo en la pared.
Una sirena comenzó a aullar, ruidosa y claramente.
“¡Asesino! ¡asesino! ¡asesino!” – bramaron los altavoces.
Los trabajadores no levantaron la vista. Continuaron trabajando.
Corrió, intentando alejarse de la sirena, del altavoz. Vio una puerta, y corrió hacia ella.
La abrió, y cuatro hombres uniformados aparecieron. Le dispararon con extrañas armas de energía. Los rayos pasaron a su lado.
Disparó tres veces más, y uno de los hombres uniformados cayó, su arma resonó al caer al suelo.
Corrió en otra dirección, pero más uniformados llegaban desde la otra puerta. Miró furiosamente alrededor. ¡Estaban llegando de todos lados! ¡Tenía que escapar!
Trepó, más y más alto, hacia la parte superior. Pero había más de ellos allí. Le tenían atrapado. Disparó hasta vaciar el cargador del revólver.
Se acercaron hacia él, algunos desde arriba, otros desde abajo. “¡Por favor! ¡No disparen! ¡No se dan cuenta que solo quiero saber quién soy!”
Dispararon, y los rayos de energía le abatieron. Todo se volvió oscuro…
Les observaron cómo cerraban la puerta tras él, y entonces el camión se alejó. “Uno de ellos se convierte en asesino de vez en cuando”, dijo el guarda.
“No lo entiendo”, dijo el segundo, rascándose la cabeza. “Mira ese. ¿Qué era lo que decía? Solo quiero saber quién soy. Eso era”.
Yo no voy a continuar el cuento porque al conocer el final, me siento mediatizada, pero os animo a todos a que lo hagáis y sepamos si alguno mejora el del autor.
Nunca supo que era el último espermatozoide de aquella hornada.
El óvulo, gracias a su servicio de seguridad, aún permanece intacto.
Chicos, tenéis más imaginación que el señor King. Buenos e imaginativos finales. Vive Dios
No importa el exceso, era necesario.
Felices vacaciones amigo.
El programa de borrado neuronal y reimplantación de genomas pacíficos seguía dando sus frutos, a pesar de pequeños contratiempos como este. La cárcel modelo KKDP-RO, con su avanzado programa experimental, suponía un magnífico ejemplo de cómo peligrosísimos asesinos -una vez tratados- podían trabajar con armas sin sentir la necesidad de usarlas.
El nuevo alcaide acariciaba su nueva Magnum Eagle mientras simulaba disparar a través de los cristales de su despacho a los convictos que, ignorantes de su situación, trabajaban con el armamento. No estaba muy de acuerdo con este programa de reinserción, por lo que le alegraba que ocurrieran altercados como el de hoy. Él mismo se encargó de ejecutar al preso rebelde.
«Siempre serán asesinos; la sociedad necesita gente como yo para mantenerlos a raya», pensó.
Presos reinsertados artificialmente. Buena opción aunque claro, alguna vez falla el programa, sobre todo si el alcaide lo desaprueba.
Fundido a negro en la pantalla y ruido de una cámara proyectora rebobinando.
La mitad de las luces de la sala se encienden. El humo de varios cigarrillos llena la habitación.
Amago de aplauso. Toses incómodas. Gente levantándose de las butacas.
Cinco personas se encuentran entre las sombras y las butacas de la sala de proyección.
Productor: –No me convence ese final. Demasiado rebuscado. ¿Crees que el público lo entenderá?
Guionista: –¿Por qué no lo van a entender? Esto no es una peli de Disney pero tampoco exige tener un cociente intelectual de 200.
Director: –Déjense de chácharas. Además, no hay tiempo para rodar un nuevo final.
Inversor extravagante multimillonario: –Ni dinero, que es lo fundamental. He invertido demasiado.
Coguionista: –Pues así se queda. Además, el protagonista hace semanas que está en otro proyecto, y el rodaje es en Australia.
Varias caras mohínas se miran serias. Unos tragos nerviosos de whisky y varias caladas de cigarrillos tensan la situación.
Productor: –Vamos a perder dinero.
Inversor extravagante multimillonario: –Debería haber comprado aquel equipo de fútbol en horas bajas. El cine no es lo mío.
Director: (hablando en dirección a los proyectistas en una sala anexa) –Está bien por hoy, chicos. Recoged todo y apagad las luces cuando salgáis.
-Sí, que quién es. ¡Qué estupidez! -le contestó escondiendo su rostro por el que caía una lágrima.
-Y eso es lo que nunca podrá descubrir -contestó el primero-; no soportaría saber que hace una semana era el Presidente de este país.
Paloma, mi enhorabuena por el título de la entrada, muy acertado y sorprendente. Dejo aquí mi propuesta.
Mira ese. ¿Qué era lo que decía? Solo quiero saber quién soy. Eso era…
El guarda arrojó al suelo la colilla que le estaba chamuscando los bigotes y se encaminó enojado a la garita, decidido a darle un par de hostias al tontaina que había puesto en la megafonía la puta canción de Pimpinela.
Mierda de becarios.
Cuantos finales distintos y todos geniales. Es una pena que no se los podamos enviar a Stephen para darle ideas.
El sonido de la cinta sin fin repetía: «quien era, quien era»
Mientras en la sala de monitores un robot manejaba los mandos y apretaba un botón rojo que expulsaba de cuando en cuando un gas incoloro que minaba las mentes de los esclavos humanos , que ajenos y monotonos envasaban las armas para aniquilar su especie.
Muy buena entrada Paloma.
Hay muchos tipos de finales sí. A mi los que más me gustan (y más difíciles me resultan de escribir)son los que te abren más preguntas y más historias. En ese sentido el final que más me han impactado siempre es el de «el planeta de los simios»
Bueno mi propuesta para Stephen King
Sí, ¿vaya pregunta verdad? El jefe tiene razón, cuando uno quiere saber demasiado, malo. No hay más remedio que mandarlo a la tierra, a ver si efectivamente se descubre a sí mismo.
¿Y lo consiguen?
Bueno, a veces sí, a veces no, ahí está también nuestro trabajo de custodios ¿no? Al fin y al cabo todos somos hijos del mismo Padre…
¿Qué querría decir con quien soy? Todos sabemos lo que somos :trabajadores, solo eso. Hacemos armas, munición para las armas, cumplimos el plan, no pensamos. Es malo pensar, pensar produce asesinos. Nosotros somos los que dan a los botones.
Ni siluetas, espermatozoides, convictos reinsertados, cornudos, presidentes, becarios, esclavos….Buenos finales chicos pero este es el auténtico:
Parecía casi humano. Estoy comenzando a pensar que están haciendo esos robots demasiado bien.”
Observaron al camión de reparación de robots desaparecer por la curva.
Paloma buena iniciativa, mejor idea. Solo siento llegar tarde, esto de vacaciones y el Wiffi yendo y viniendo es una lata, me tiene frita.
En la siguiente conexión estaré más rápida y atenta.
Besos.