88. Por la borda
La veo todos los días asomada al balcón, desde el estacionamiento, cuando llego a trabajar. Al mediodía, durante la ronda en planta, la encuentro cuando ya ha entrado a la habitación. Se sienta y dobla despacio la mantilla que le regaló Juan, la que cada amanecer extiende en la baranda, antes de mirar al mar para comenzar su charla de la mañana.
Vengo incluso los domingos, porque así puedo pasar visita sin la compañía de las enfermeras. Intento que me mire, pero nada ha cambiado en estos tres años: no desvía la vista de la ventana, no me deja oír su pensamiento.
Quise estar con ella cada día y lo he conseguido. Pero no imaginé que la vería como mi paciente. Ni que ella no olvidaría. Guarda su voz y su mirada para él. No lo entendí aquel día de pesca. Decidí mal y no quise afrontarlo mientras navegaba de vuelta, yo solo, mientras atracaba el bote, sin Juan, mientras gritaba hacia el muelle pidiendo ayuda.
Buen relato, Íñigo. Me gusta como nos conduces hasta el desenlace final y lo bien que lo redondea el título. Mucha suerte y un abrazo!
Hola Lluís. Celebro cruzarme contigo de nuevo por estos caminos. Como ves, he seguido. Y haber dado con este grupo de entecianos (cuánta calidad en los relatos) hace que el impulso crezca. Un abrazo.
Íñigo, vas desgranando la historia con ritmo y tension. Suerte y saludos
Gracias, Calamanda. La foto me traspasó el ritmo. Abrazos.
Muy buen relato, Íñigo. Desde el principio se intuye que el narrador guarda un secreto, y sabes mantener el interés por conocerlo hasta el final.
Enhorabuena y suerte.
Un abrazo.
Muchas gracias por leer Enrique. No dejamos de leer.
Menudo triángulo te has marcado aquí, Iñigo, con intriga hasta el final y desenlace impactante. Me gusta.
Suerte y abrazo,
Hola Anna. Gracias por leer mi texto. Salió triángulo, en efecto. Es que redondo ya soy. Un abrazo.
Buen relato, con suspense y buena escritura.
Abrazos marinos
Gracias María. Vaya otro abrazo para allá sin más suspense.