67. ¿Por qué le llaman temor cuándo quieren decir eso? (La Marca Amarilla)
Alfredo, temeroso hipocondríaco, vivía solo con su gato Placebo cuando sobrevino la terrible pandemia.
Durante el confinamiento pasó verdadero pánico, por eso permanecía en casa todo el día, y cuando salía a tramitar algún asunto esencial tomaba todas las medidas recomendadas y muchas más. Sentía pavor, por ejemplo, cuando el repartidor del súper le entregaba la compra. Y siempre desinfectaba todo, Placebo pasó a ser el gato más limpio de toda la comarca.
Pronto -demasiado- aparecieron las primeras vacunas, Alfredo albergó alguna esperanza de que por fin pasara toda aquella pesadilla vírica, pero, ay ¿Y los efectos secundarios de un medicamento casi experimental? Las dudas comenzaron a provocarle ansiedad, y le convencieron para no vacunarse. Estaba seguro de que después del pinchazo de eficacia prometida una malformación o enfermedad crónica le sobrevendría (nunca pensaba en morir, porque moría de miedo)
Al cabo de los años se erradicó la pandemia, y Alfredo pudo respirar, no así Placebo, que se ahogaba debido a los productos desinfectantes que le aplicó su dueño. El veterinario solo pudo inyectarle una vacuna eutanásica como remedio ante tal sufrimiento. Fue entonces cuando un saludable Alfredo perdió el miedo a la muerte y feneció de pena y remordimiento.
A eso se le llama escarmentar en cabeza ajena. El pobre minino fue a parar al hogar equivocado, para que su dueño diese sentido al nombre de «Placebo» que le otorgó. El individuo no se vacunó, por cobardía, pero tampoco estaba inmunizado contra el remordimiento de utilizar a su propia mascota como conejillo de indias.
Un relato que muestra que la angustia y el miedo pueden conducir a acciones terroríficas para otros.
Un abrazo y suerte ¡campeón!
Ángel!!! Muchas gracias por tu comentario… El miedi, la angustia, la ansiedad… Son cosas muy serias como para escribir sobre ellas…
Recibe un saludo!!! 😉